Recomiendo:
1

Recordando a Mijaíl Gorbachov

Fuentes: Rebelión

Desde el incremento de la tensión en el Este de Europa y sobre todo desde el inicio de la guerra de Ucrania, bastantes personas han recordado a Mijaíl Gorbachov, el dirigente reformista recientemente fallecido que retiró las tropas soviéticas del Este de Europa, confiando ingenuamente que aquellos países no se integrarían en la OTAN.

Gorbachov acabó propiciando involuntariamente la disolución de la Unión Soviética por parte de Yeltsin y algunos otros de los máximos dirigentes de les repúblicas sin que él mismo, que había organizado con éxito un referéndum para la continuidad de la URSS, pudiera hacer ya nada para impedirlo. Más allá de ese aspecto profundamente negativo, la perestroika es seguramente el único período realmente democrático y pluralista de la larga historia de Rusia y la Unión Soviética, a pesar de que no se avanzó ni una pulgada hacia el socialismo democrático y de que sus nefastos sucesores, especialmente Boris Yeltsin y Vladimir Putin hayan vuelta a llevar a Rusia a una autocracia, al capitalismo burocrático y a unas enormes desigualdades.

La elección de Mijaíl Gorbachov para encabezar el PCUS (1985) y para, posteriormente, presidir la Unión Soviética (1988), abrió nuevas y profundas esperanzas en importantes sectores populares. Con él se iniciaron reformas económicas que pretendían incrementar la autonomía y el poder decisorio de las empresas, abriéndose a la propiedad privada en algunos ámbitos, con la intención de estimular la productividad, el beneficio y el consumo. A nivel político, la renovación o reestructuración (perestroika) y la apertura o transparencia (glasnost), anunciadas en 1986, significaron un nivel de libertad hasta entonces nunca visto en la URSS, con procesos electorales que llevaron a numerosas personas no miembros del partido al nuevo Congreso de Diputados del Pueblo. En el ámbito internacional se dio apoyo a las reformas democráticas en Polonia o Hungría, a la vez que se retiraban progresivamente las tropas soviéticas en Afganistán y se iniciaban reducciones significativas y a menudo unilaterales de armamento nuclear, un momento de la historia reciente en el que la distensión internacional llegó a niveles sin precedentes. Gorbachov encabezó un inaplazable proceso de renovación, pero los errores en la gestión de gobierno, especialmente en el ámbito económico, así como el boicot a la perestroika por parte de buena parte de la burocracia, agravaron la crisis y propiciaron el incremento de opositores al sistema.  

A pesar de aquellos errores, la escritora y activista canadiense Naomi Klein recordaba hace unos años como, gracias a sus políticas de glasnost y perestroika, Gorbachov había conducido a la Unión Soviética a través de un admirable proceso de democratización: se había establecido la libertad de prensa, se habían elegido libremente los miembros del parlamento ruso, los gobiernos municipales, y el presidente y el vicepresidente del país, mientras el Tribunal Constitucional era ya un órgano independiente. 1

Más recientemente, el periodista Rafael Poch (2022), un gran especialista en la URSS, los países del este y el espacio postsoviético, analizaba como en agosto de 1991 se produjo el golpe de estado contra Gorbachov porque supuestamente había ido demasiado lejos. Un golpe fracasado porque, según él, la estadocracia apostaba por la perspectiva de entrar en el mercado global. Con todo, el proyecto de Gorbachov para Europa, lo que llamaba la “Casa común europea”, podría haber sobrevivido a aquello. 2 Pero Yeltsin y los suyos disolvieron la URSS y, aunque pudiera parecer contradictorio, restablecieron el tradicional sistema autocrático ruso, del que la perestroika había sido solo un breve paréntesis, instaurando una corrupción y unas desigualdades sin precedentes, permitiendo la reconversión social de la casta dirigente en clase propietaria y dejando en ridículos los antiguos privilegios de la nomenclatura. 3

También el profesor Joaquim Sempere considera que no se ha hecho justicia de lo que supuso Gorbachov en su momento para Rusia y el mundo, consiguiendo negociar (con Ronald Reagan) una reducción de las armas nucleares intermedias de ambas potencias, el llamado INF, un acuerdo que obligaba a sus signatarios a destruir una clase entera de cohetes nucleares. Tras la caída del muro de Berlín en 1989 el dirigente soviético aceptó la reunificación de Alemania y declaró el final de la dominación político-militar soviética sobre Europa del Este, que se tradujo inmediatamente en el hundimiento de los regímenes de partido único en todos aquellos países, la implantación del pluripartidismo y de libertades políticas. Más tarde, Gorbachov disolvió el Pacto de Varsovia sin condicionar esa disolución a ninguna acción recíproca, aunque confiara en la no expansión de la OTAN hacia el Este, y acabó retirando las tropas soviéticas de Afganistán. Realmente fue un momento excepcional en la historia. 4

Una distensión que contrasta de forma evidente con la actual situación de enfrentamiento entre una alianza militar occidental cada vez más ampliada hacia el Este y una Rusia que se siente humillada y acorralada. Una situación que ha llevado a Vladimir Putin a iniciar una guerra injustificable, básicamente contra Estados Unidos y la OTAN, pero donde el pueblo ucraniano, que no tiene culpa ninguna, pone los muertos.

Notas

1.     Naomi Klein – La doctrina del shock – El capitalismo de desastre – 2007

2.     Rafael Poch – Reventando el polvorín ucraniano – Ctxt – 02/02/2022

3.     Rafael Poch – Putin y el giro de Rusia – Ctxt – 20/05/2022

4.     Joaquim Sempere – La guerra de Ucrania como telón de fondo – El milagro Gorbachov – Mientras tanto – 29/05/2022

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.