En tanto los cálculos de la cifra de muertos por las marejadas del 26 de diciembre llegan a 165 mil, las tareas de dar auxilio de emergencia y emprender la reconstrucción plantearán retos significativos. La magnitud del desastre y, en particular, la amplia distribución geográfica de la devastación, podrían restringir la ayuda a las regiones […]
En tanto los cálculos de la cifra de muertos por las marejadas del 26 de diciembre llegan a 165 mil, las tareas de dar auxilio de emergencia y emprender la reconstrucción plantearán retos significativos. La magnitud del desastre y, en particular, la amplia distribución geográfica de la devastación, podrían restringir la ayuda a las regiones que con más desesperación la necesitan, lo cual dejará a otras zonas la tarea de coordinarse y financiar esfuerzos de auxilio con escaso apoyo externo. Es probable que la carga financiera sea dispareja para los países afectados, algunos de los cuales ya enfrentan importantes dificultades fiscales. En general, el desastre tiene implicaciones en muchas categorías de riesgo, pero de manera más específica en la macroeconomía, infraestructura, comercio exterior y balanza de pagos.
Implicaciones peligrosas
El riesgo inmediato es el de mayor pérdida de vidas por las enfermedades resultantes de las inundaciones y la carencia de sanidad en las zonas afectadas por los tsunamis. Según la Organización Mundial de la Salud, el gran número de cadáveres no es un riesgo para la salud. En su mayor parte, las marejadas azotaron zonas costeras subdesarrolladas en las cuales la infraestructura -inclusive instalaciones médicas- ya era rudimentaria. Muchas de estas zonas contarán ahora con poca o ninguna infraestructura funcional, lo cual complicará los esfuerzos de auxilio e incrementará la posibilidad de que la cuenta mortal se eleve sustancialmente.
En algunos casos se han destruido caminos y comunicaciones, lo cual dificulta el socorro. En Sri Lanka, por ejemplo, la situación ha empeorado por falta de maquinaria pesada para retirar escombros y abrir caminos. La amplitud del desastre causará inquietudes por problemas de logística. La ONU ha descrito los esfuerzos internacionales de asistencia que se inician como los más ambiciosos de la historia.
Aun con flujos generosos de ayuda extranjera, los gobiernos locales y nacionales de las regiones afectadas tendrán probablemente que financiar con su propio presupuesto una parte sustancial de los esfuerzos de ayuda y reconstrucción. Este costo llegará a miles de millones de dólares, lo cual afectará las finanzas de los tres países más dañados: India, Indonesia y Sri Lanka.
Antes del desastre, la Economist Intelligence Unit estimaba que el déficit presupuestal de India en 2004/05 equivaldría a 5.2% de su PIB. (Si se incluyen los déficit de los gobiernos estatales, la proporción es mucho mayor, de 9-10%.) Indonesia está en mejor forma fiscal, pero tiene varios desafíos en la materia: antes del desastre preveíamos un déficit presupuestal equivalente a 1.5% de su PIB para 2004. Es probable que tengan que posponerse algunas medidas para mejorar la situación, aunque sólo en lugares específicos.
Sri Lanka está en la peor posición: tiene un déficit de alrededor de 8% de su PIB, ha sufrido decenas de miles de bajas, y está mal equipada para hacer frente a un gran desastre natural. La escala estimada de la devastación es proporcionalmente mucho mayor respecto del tamaño de la población y de la economía -el PIB nominal equivale apenas a unos 20 mil mdd- que en India, Indonesia y Tailandia. Estas grandes economías estarán en mejor condiciones para absorber un evento de esta naturaleza, al menos desde una perspectiva macroeconómica.
En relación con el gasto fiscal global nacional, el costo de los esfuerzos de auxilio y reconstrucción debe ser relativamente bajo en la mayoría de casos. Si bien aún es imposible estimar las sumas correspondientes, un incremento de 5 mil mdd en el gasto, sólo a manera de ejemplo, equivaldría a 4% del presupuesto federal indio y a 9% del indonesio, cifras desagradables pero manejables si son financiadas en parte mediante la ayuda.
Sri Lanka sería la excepción: parece tener daño sostenido en una escala más o menos similar a Indonesia e India, pero tal suma rebasaría todo su presupuesto anual. Incluso si el costo eventual fuera mayor o menor que este número ilustrativo, el riesgo proporcional a la estabilidad fiscal de Sri Lanka seguiría siendo mayor que para India o Indonesia. Por esta razón, sin embargo, Sri Lanka puede ser también la que esté en mejor posición de solicitar la ayuda más generosa.
Es difícil en esta etapa cuantificar el impacto sobre el crecimiento del PIB en los países afectados. Los desastres naturales normalmente no tienen consecuencias de largo plazo en términos macroeconómicos. De hecho, los esfuerzos de reconstrucción a menudo equilibran la reducción de otras actividades económicas, como las ventas al por menor y el consumo, y las pérdidas derivadas de la destrucción de negocios y propiedades. Si bien la escala de los desastres recientes significa que el repunte de las economías locales afectadas podría requerir más tiempo -sobre todo en las zonas más aisladas-, el impacto en el crecimiento de los PIB nacionales probablemente sea limitado en la mayoría de casos, sobre todo en economías grandes y diversificadas como India e Indonesia. Los principales centros urbanos, financieros e industriales resultaron en general indemnes, de modo que las actividades industriales y financieras continuarán con normalidad. La lamentable cuota de muertes parece haber sido más alta en las comunidades costeras relativamente empobrecidas que dependen de la pesca de subsistencia, así como en zonas dedicadas al turismo.
El principal riesgo para el comercio exterior y la balanza de pagos se refiere a las fuertes pérdidas en el sector turismo, las cuales afectarán los ingresos por exportación de servicios -fuente importante de divisas para Tailandia y Sri Lanka- y gastos de consumo relativos a ellos. Si bien los tsunamis han causado menos daño, a escala nacional, en Tailandia que en Indonesia, el impacto en la industria turística tailandesa será sustancial. Las zonas turísticas de la costa oeste de Phuket, Krabi y Phang Nga -donde la devastación fue extensa- representan la tercera parte de los ingresos turísticos. La industria en sí es un contribuyente económico importante, que representa 6-7% del PIB, más o menos el doble que en Indonesia. Es probable que pasen meses para que la industria turística del sureste de Tailandia vuelva a ponerse de pie, y 2005 será un año difícil para esta actividad. Dicho esto, parte de la reconstrucción debe ser relativamente rápida. Una evaluación actualizada del daño causado a los hoteles de la región, consignada en el sitio web de viajes pukhet.com, con base en información proporcionada por los hoteles, operadores y la Asociación Tailandesa de Agentes de Viajes, indica que 95 de 191 hoteles enlistados resultaron sin daños en general y operan con normalidad, y que otros 39 resintieron daños mayores pero siguen abiertos. Otro factor atenuante es que Tailandia cuenta con una bien desarrollada infraestructura turística y podría desviar algunos negocios (si lo permite la capacidad de la temporada pico) hacia otros centros turísticos del país. La costa este, que abarca el Golfo de Tailandia y cuenta con destinos populares como Koh Samui, no resultó afectada por las marejadas. El principal destino turístico de Indonesia, la isla de Bali, también escapó a los tsunamis y puede tener la oportunidad de aumentar las reservaciones de visitantes destinados originalmente a Tailandia. Buena parte de la infraestructura turística de Sri Lanka es de propiedad privada, de modo que la rapidez de la recuperación dependerá en buena medida de la voluntad y capacidad de los inversionistas -inclusive cadenas hoteleras extranjeras- de financiar las reparaciones.
En lo político, hacer frente al desastre representará una mezcla de oportunidades y riesgos para varios gobiernos. La enorme escala de la operación de socorro incrementará el riesgo de corrupción, con el potencial de impedir que la ayuda llegue a quienes la necesitan y, si es lo bastante grave, desacreditar a las autoridades responsables. Evitar tales consecuencias, y la percepción que se tenga de ellas, será de particular importancia para Susilo Bambang Yudhoyono, el nuevo presidente indonesio, quien fue electo por su plataforma anticorrupción y enfrenta altas expectativas en ese aspecto. Si bien tiene un fuerte mandato popular como el primer presidente electo por voto directo en el país, su partido controla sólo 10% de los escaños del parlamento, lo que lo hace vulnerable en caso de que un manejo ineficiente de la crisis socave su popularidad. También en Tailandia el gobierno estará bajo presión para hacer frente a la emergencia con más eficacia que en otros problemas recientes, como el pánico creado por enfermedades como la influenza aviar y la neumonía atípica (SARS, por sus siglas en inglés), y los disturbios sectarios en las provincias del sur. El primer ministro tailandés, Thaksin Shinawatra, tendrá una elección general en febrero de 2005.
En Sri Lanka, enfrentar el desastre plantea una oportunidad para una rara cooperación entre el gobierno y los Tigres de la Liberación de Tamil Eelam (TLTE), y entre el gobierno y la oposición parlamentaria (con la cual lleva meses en disputa). Los esfuerzos de reconstrucción requerirán el uso de recursos militares tanto del gobierno como de los TLTE, y existe el riesgo de que éstos traten de explotar la situación para maniobrar a sus fuerzas de modo que adquieran ventaja táctica en tanto las tropas oficiales están ocupadas en la limpieza posterior a los tsunamis. Este riesgo, sin embargo, se equilibra con el hecho de que las zonas en poder de esa organización en el este se encuentran gravemente afectadas, de modo que los propios rebeldes tamiles estarán también ocupados en la limpieza.
FUENTE: EIU/INFO-ES
Traducción de textos: Jorge Anaya