Vladimir Putin mantiene su rumbo de tropezones y reveses. La reciente algarada en Kirguistán le arrebató a Rusia un Estado adepto. Hace pocas semanas fue Georgia y después Ucrania, dos perlas de la corona en su área de influencia. Dos naciones de la ex Unión Soviética. La arremetida imperial desde el Caspio y el Mar […]
Vladimir Putin mantiene su rumbo de tropezones y reveses. La reciente algarada en Kirguistán le arrebató a Rusia un Estado adepto. Hace pocas semanas fue Georgia y después Ucrania, dos perlas de la corona en su área de influencia. Dos naciones de la ex Unión Soviética. La arremetida imperial desde el Caspio y el Mar Negro contra el blando vientre centro-asiático de Rusia va en incremento. Putin está perdiendo en un breve lapso la zona de autoridad que demoró siglos en construirse. Bush y su clan petrolero presionan para ganar predominio en un área de fuerte concentración de recursos energéticos.
En artículo, publicado hace pocos días en el influyente diario liberal francés Liberation, la especialista rusóloga Judith Rueff afirma que se está operando un efecto dominó en los países ex soviéticos. La causa de estos cataclismos en cadena es la equivocada opción tomada por Putin al apoyar a las administraciones menos populares y más distanciadas del ritmo renovador de los tiempos nacientes. Según Rueff, Putin simplifica la alternativa que se ofrece a esos pueblos que rodean al núcleo ruso, al presentarla como a favor o en contra de Rusia, cuando pudiera ser con Rusia y, simultáneamente, con la innovación.
Rueff afirma que el pueblo ruso va sintiendo que Putin no es el hombre para enfrentar la compleja situación actual ya que no cesa de añadir infortunio tras desastre. La catástrofe de la escuela de Beslan, el rumbo apocalíptico en Chechenia, la pérdida en cadena de Estados aliados, indica que falta una mano diestra en tiempos difíciles.
El gobierno está desmembrando Yukos y las empresas que lo componen están siendo adjudicadas a un nuevo cartel, Rosneft. En este momento el Estado solamente domina el 7% de la producción de petróleo y si logra apoderarse de Yukos tendría el 18% bajo su jurisdicción. Otras empresas que están recibiendo los pedazos del descuartizamiento son Gazprom y Surgutneftegaz, ambas cercanas al Kremlin.
A la vez Putin está elevando los impuestos que debe sufragar la industria petrolera y ha despojado a los gobernadores regionales de sus poderes sobre la industria energética. Para no desalentar a los inversionistas extranjeros. Putin está dando seguridades de que no aspira a nacionalizar de nuevo la extracción petrolera. La Conoco, British Petroleum, TNK tienen importantes intereses en Rusia. El sector privado ha incrementado la extracción del hidrocarburo en un 90% en los últimos años.
El imperialismo zarista fue armando el Estado ruso con la absorción de naciones limítrofes, buscando áreas de influencia al norte y al sur, hacia los pueblos escandinavos y los musulmanes, accesos al Báltico, al Caspio, al Mar Negro, al océano Pacífico, al petróleo del Cáucaso, alcanzando la salida al Mediterráneo a través del Bósforo y los Dardanelos. Los múltiples problemas fronterizos, étnicos, lingüísticos, religiosos, culturales e ideológicos permanecieron sin solucionarse. Nunca existió una verdadera unidad nacional dentro de la Unión Soviética. Los anhelos separatistas y nacionalistas fueron reprimidos por la fuerza. El forajido oportunista Boris Yeltsin se aprovechó de la desunión interna para favorecer sus ambiciones y atomizó un gran Estado para poder apoderarse de una parte de él.
La Rusia actual es comparable a la Alemania de Weimar. Su derrota en la Guerra Fría la ha situado en una situación de postración humillante. Pero en Rusia hay grandes valores todavía: intelectuales, morales, históricos. La captura del poder por un aventurero arribista como Boris Yeltsin significó solamente una etapa de vergüenza, deshonra y mortificación.
El ejército ruso se encuentra vencido, afrentado, rumiando su frustración. El pueblo ha perdido el nivel de vida de que disfrutaba que, aunque no era similar al que existe en Estados Unidos, fue muy superior al actual. Pero aún están vivos los recursos que permitirían a Rusia volver a ser una gran potencia económica, científica y militar. La antigua Unión Soviética ha sido fragmentada, y sus restos esparcidos al viento. El despertar del oso herido pudiera significar un trascendental vuelco en la situación mundial, ahora en manos de una camarilla aventurera en Washington. Putin tiene que demostrar que es el dirigente que puede llevar a cabo esa estratégica misión de restablecer el equilibrio del mundo.