El Kremlin ha ofrecido al nuevo presidente de EEUU, Barack Obama, retirar su amenaza de instalar misiles de alcance medio en el enclave de Kaliningrado a cambio de que la nueva Administración demócrata renuncie al proyecto de escudo antimisiles en plena frontera con Rusia. El presidente ruso, Dmitri Medvedev, incluyó alabanzas personales en su guiño […]
El Kremlin ha ofrecido al nuevo presidente de EEUU, Barack Obama, retirar su amenaza de instalar misiles de alcance medio en el enclave de Kaliningrado a cambio de que la nueva Administración demócrata renuncie al proyecto de escudo antimisiles en plena frontera con Rusia. El presidente ruso, Dmitri Medvedev, incluyó alabanzas personales en su guiño al inminente nuevo inquilino de la Casa Blanca.
El presidente ruso, Dmitri Medvedev, aseguró que el Kremlin estaría dispuesto a «negociar una opción cero» sobre la cuestión de los misiles.
«Estamos dispuestos a abandonar la decisión de desplegar misiles en Kaliningrado si la nueva Administración estadounidense, tras haber analizado la utilidad real del sistema para responder a los estados gamberros, decide abandonar el escudo antimisiles», asegura el inquilino del Kremlin en una entrevista al diario francés «Le Figaro» que vio la luz ayer.
En un guiño al nuevo presidente electo de EEUU, el mandatario ruso muestra su esperanza de que las diferencias entre ambas potencias podrían quedar resueltas con la futura Administración de Barack Obama.
«En cuanto a mis relaciones personales con el presidente Obama, puedo decir que tuve una conversación telefónica positiva con él», declara, para añadir que «esperamos crear relaciones francas y honestas y resolver con la nueva Administración los problemas que no hemos podido arreglar con la actual», en referencia a los últimos años de la era Bush.
Robert Gates condena
De visita en Estonia, el jefe del Pentágono, Robert Gates, no dudó en condenar de forma enérgica las que consideró «amenazas» de Rusia.
Medvedev declaró el pasado 5 de noviembre que Rusia desplegará misiles Iskander en Kaliningrado, enclave ruso dentro de territorio de la UE, para «neutralizar» el escudo antimisiles estadounidense en Polonia y República Checa. «Horas después de que concluyeran las elecciones americanas, el presidente ruso Medvedev respondió amenazando con instalar misiles en Kaliningrado. La nueva Administración no se merecía semejante trato», declaró Gates.
Tras criticar «provocaciones inútiles como ésta» y reiterar que Rusia «no tiene nada que temer de un escudo antimisiles defensivo» cerca de sus fronteras, el secretario de Defensa concluyó que «en lugar de enredarse en esta retórica que recuerda a una época pasada, EEUU prefiere que Rusia trabaje con nosotros para luchar contra las amenazas comunes a la seguridad».
El anuncio de Medvedev horas después de la victoria de Obama -y que contrastó con los parabienes y alabanzas del resto del mundo- ha generado indudable malestar en Occidente.
No ha faltado quien ha tratado de quitar hierro a la amenaza señalando que el proyecto de desplegar misiles Iskander -en sustitución de los actuales misiles Totchka- en Kaliningrado se remonta al año 2000 y se atrasó por problemas económicos.
Sea como fuere, la instalación de misiles con un alcance de 500 kilómetros en Kaliningrado convertiría en papel mojado el tratado ruso-estadounidense de 1987 de prohibición de Fuerzas Nucleares Intermedias (FNI), un acuerdo que Moscú insiste en que ha caducado, tal y como ocurrió con el tratado sobre las Fuerzas Convencionales en Europa (FCE).
Expertos alineados con las tesis de Occidente insisten en que la amenaza rusa podría convertirse en un boomerang forzando a Obama a mostrarse inflexible.
Hay que recordar, no obstante, que los demócratas no comparten el entusiasmo de los republicanos en el costosísimo escudo antimisiles.
Las voces más sensatas advierten de que la nueva Administración estadounidense debería ensayar un acercamiento distinto a Moscú, reconociendo sus preocupaciones.
Por de pronto, Rusia mira ya al futuro Gobierno Obama. Tanto que la Administración Bush se queja de que ni siquiera ha recibido respuesta oficial a su última contraoferta.
La apertura de negociaciones de adhesión a la OTAN con Georgia y Ucrania sería para Rusia «un incendio del Reichstag como el de hace 65 años», advirtió el embajador ruso ante los aliados, Dimitri Rogozine en una entrevista al diario alemán «Die Welt».
En 1933, los nazis incendiaron la sede del Parlamento en Berlín y atribuyeron la responsabilidad a los comunistas, justificando así una feroz represión.
Rogozine, quien advirtió de que la OTAN «está a punto de meterse en una ciénaga», fue más allá y criticó los planes de ampliación de la OTAN a los Balcanes (Croacia y Albania). En la misma línea, el representante ruso calificó de ineficaz el Consejo OTAN-Rusia.
Esta advertencia coincide con una reunión de ministros de Defensa de la OTAN y Ucrania en Tallin, capital de la república báltica de Estonia.
El presidente estonio, Toomas Hendrik Ilves, hizo un llamamiento a superar las divergencias y a invitar a Ucrania a la adhesión a la organización militar atlántica. Sugirió, para desbloquear la cuestión, dar por superado el sistema de otorgamiento del MAP (Plan de Acción para la Adhesión), previo a la entrada.
Tallin, junto con otros países de la antigua órbita soviética, defienden la inclusión de Ucrania e, incluso, de Georgia. EEUU insiste en que Rusia no tendría derecho alguno para impedir estas adhesiones.
Por contra, el Estado francés y Alemania, que conforman el núcleo duro de la UE, mantienen su oposición a reconocerles el estatus de aspirantes en diciembre, posición en la que se han visto confirmados tras la Guerra de los Cinco Días de agosto