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Repercusiones de la gira de Bush

¿Se polariza Centroamérica?

Fuentes: APM

Temerosa ante los lazos de Hugo Chávez con los países más pobres de la región, la Casa Blanca busca reafirmar el control sobre lo que históricamente ha denominado como su «patio trasero».En el cierre de su gira de «buena voluntad» por Latinoamérica, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, visitó los países de Guatemala […]

Temerosa ante los lazos de Hugo Chávez con los países más pobres de la región, la Casa Blanca busca reafirmar el control sobre lo que históricamente ha denominado como su «patio trasero».
En el cierre de su gira de «buena voluntad» por Latinoamérica, el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, visitó los países de Guatemala y México. A diferencia de las reuniones con los gobiernos que visitó anteriormente -donde destacó los temas comerciales, como los biocombustibles- el primer mandatario llegó a la región centroamericana en un claro intento de «marcar territorio», en una región a la que los estadounidenses históricamente han calificado como su «patio trasero» y su área de influencia exclusiva.

El principal motivo del viaje es que la Casa Blanca ve con malos ojos el surgimiento de un eje integracionista en Centroamérica, que encabezado por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez pretende defender los intereses de los sectores excluidos que durante años han debido vivir en la miseria debido a los efectos nefastos del modelo neoliberal.

En este último tiempo, la relación de fuerza en el mapa geopolítico regional se ha equiparado, ya no son mayoría los gobiernos que obedecen ciegamente los designios de Washington.

Esto se debió a muchos factores: además de la importante presencia de Cuba, debemos agregar el retorno al poder del sandinismo en Nicaragua luego de dieciséis años. Su principal líder, Daniel Ortega, dejó a un lado el discurso moderado que empleó en la campaña electoral y en los últimos días no dudo en afirmar que la visita de Bush: «No trae absolutamente nada que contribuya a pensar y resolver los grandes problemas económicos y sociales».

A su vez con respecto a las promesas del primer mandatario estadounidense, Ortega no dudó en afirmar que «América Latina ha cambiado» y que «no se deja llevar por cantos de sirena».

Asimismo, es necesario mencionar que a sólo un día de haber asumido el poder, el líder sandinista anunció la adhesión de Nicaragua a la Alternativa Bolivariana para las Americas (ALBA), un bloque comercial -conformado por Venezuela, Cuba y Bolivia- que lucha por combatir la pobreza en el continente latinoamericano.

Otro país que, de acuerdo a las palabras del propio Hugo Chávez, tiene muchas posibilidades de sumarse al ALBA es Haití: la nación más pobre del hemisferio occidental.

De ese modo, en el marco de su gira por el Caribe; luego de un paso por Nicaragua y Jamaica, donde firmo un convenio de cooperación en la rama gasifera; el presidente venezolano estuvo en Puerto Príncipe. Allí selló una serie de acuerdos comerciales junto al vicepresidente de Cuba, Esteban Lazo y el primer mandatario haitiano, René Preval. Los mismos estipulaban la creación de un fondo de cooperación solidaria con Haití por alrededor de unos 20 millones de dólares, unos fondos que principalmente van a ser destinados en materia de salud, educación, entre otras ramas.

En la reunión, de la que participó de manera telefónica Fidel Castro, Chávez también anunció el aumento de la cuota de suministros de derivados del petróleo para Haití de 7 mil a 14 mil barriles diarios. Asimilismo, gracias a Petrocaribe, se van a instalar cuatro módulos con capacidad de 15 megavatios para beneficiar con electricidad a 2,2 millones de habitantes de la nación centroamericana.

Estos anuncios, no son del agrado de la Casa Blanca, Bush y compañía temen que en su «patio trasero» Hugo Chávez este llevando a cabo una alianza con los países más pobres de Centroamérica.

Por esta razón el presidente estadounidense decidió incluir en su gira a países como Guatemala y México. Para intentar garantizarse el respaldo de los «gobiernos amigos», hizo declaraciones argumentando que su administración esta haciendo todo lo posible para «implementar una reforma migratoria integral» que mejore la situación de los millones de indocumentados latinoamericanos que viven en Estados Unidos.

Este tema es muy importante para los países de la región, ya que muchas veces las personas que trabajan en el exterior sirven de sostén económico de familias enteras. Por ejemplo los 1.5 millones de guatemaltecos que trabajan en el país del norte -más de la mitad son indocumentados- permiten que un tercio de la población de Guatemala escape de la extrema pobreza.

Teniendo conciencia de la gravedad del problema, el presidente de Guatemala, Antonio Berger encaró Bush para que le de alguna definición sobre el tema. Pero este logró evadir la discusión con respuestas elípticas. Es más durante su estadía en México, cuando fue consultado sobre si veía posibilidades que la reforma se sancione antes que el abandone la Casa Blanca, afirmo que «no me gusta apostar, porque cuando apuesto normalmente pierdo».

A su vez también echó por tierra la hipótesis acerca de una posible amnistía para los más de doce millones de personas que viven sin documentos en su país. «La gente en Estados Unidos no está a favor de eso, ni yo tampoco», afirmo tajante.

Desde hace años en Washington se viene prometiendo la realización de una reforma migratoria. Según Bush, el hecho que esto nunca se pudo llevar a cabo no fue culpa de él, sino debido a las «demoras» de los procesos legislativos. Esta excusa del primer mandatario es realmente irrisoria, ya que durante mucho tiempo los republicanos tuvieron mayoría absoluta en el Congreso.

Sumado a esto, hay que remarcar que durante el año pasado las autoridades estadounidenses sancionaron un conjunto de leyes que hacen aún más difícil la vida de los inmigrantes. En varios estados no entregan licencias de conducir a aquellos individuos que no presenten documentos que certifiquen su estado de «legalidad», a su vez se han sancionado normas -como en el estado de Georgia – que califican como delincuentes no sólo al inmigrante en condición irregular, sino también a aquel que le brinde ayuda.

No obstante esto, la medida que causo mas repudio a nivel mundial fue la aprobación (de parte de la bancada republicana) para la construcción de un muro de más de mil kilómetros de longitud en la frontera que une a Estados Unidos con México. Sobre este tema conflictivo, Bush recibió una crítica del presidente mexicano, Felipe Calderón, quien le recomendó que «puede ayudar más a detener la migración un kilómetro de carretera en Michoacán o en Zacatecas, que 10 kilómetros de muro en Texas o en Arizona«.

Durante su estadía en Centroamérica, el Presidente estadounidense también recomendó la creación de un Centro Regional Antinarcóticos, para así intentar combatir con mayor efectividad la influencia del narcotráfico y las pandillas juveniles denominadas «maras».

Sin embargo, cabe destacar que la profundización de la política de «mano dura» no va a servir para solucionar estos problemas, sino para agravarlos aún más. Lo primordial es llevar a cabo una política social que busque combatir estos flagelos y al menos intentar regular el mercado adonde va a parar la droga que financia a estos grupos, ese mercado es Estados Unidos.

Por lo tanto es necesaria una real cooperación de la Casa Blanca para que los gobiernos caribeños puedan deshacerse de los narcotraficantes.

En consecuencia, se puede decir que para reafirmar el control sobre lo que Washington considera su «patio trasero», George Bush volvió a desempolvar la misma promesa que realizó en la región hace cinco años atrás: la realización de la reforma migratoria. Esta finalmente nunca se llevó a cabo, su administración estuvo más entretenida armando un muro en la frontera Sur para así prohibir la entrada de inmigrantes a su país, el que ellos denominan como la «tierra de la libertad y las oportunidades».

Por su parte Chávez, también comenzó a tomar notoriedad en el mapa político caribeño por intermedio de una alianza que busca ayudar económicamente a los países más pobres (como Haití, Jamaica). Para disgusto de Washington la región centroamericana se está polarizando cada vez más. No obstante que todavía hay gobiernos «aliados» a Bush (Panamá, Guatemala).

Pero sin lugar a dudas, los nefastos efectos de la política neoliberal impulsada por la Casa Blanca y la pobreza generalizada en que vive la población, están llevando a que cada vez más naciones decidan -de acuerdo a las palabras del Daniel Ortega- no dejarse llevar por los «cantos de sirena» emitidos por la potencia imperial del norte.

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