El pasado 7 de agosto el gobierno pronorteamericano de Georgia lanzaba una salvaje agresión contra la pequeña república separatista de Ossetia del Sur. Esta guerra era la segunda parte de la iniciada en el año 1991, cuando Georgia trató de impedir militarmente que esta región se independizara para uni rse con Ossetia del Norte e […]
El pasado 7 de agosto el gobierno pronorteamericano de Georgia lanzaba una salvaje agresión contra la pequeña república separatista de Ossetia del Sur. Esta guerra era la segunda parte de la iniciada en el año 1991, cuando Georgia trató de impedir militarmente que esta región se independizara para uni rse con Ossetia del Norte e integrarse en la Federación Rusa.
Los ossetios vieron como su capital era brutalmente bombardeada y tomada por el Ejército georgian o . 30.000 ossetios huyeron al Norte en busca de refugio y 1500 murieron en el asalto . Las tropas de Putin-Medvedev respondieron contundentemente tomando , no s ó lo el control de Ossetia del Sur, sino también el de varias ciudades georgianas y bombarde ando salvajemente la capita l, Tblisi. El gobierno georgiano de Saakashvili tenía la intención de realizar la misma operación militar en la otra región separatista, Abjasia, pero la intervención de las tropas rusas, que derrotaron con gran rapidez el ataque, frustró esa iniciativa. Las milicias ossetias del Sur así como voluntarios de Ossetia del Norte (integrante de la Federación Rusa ) se unieron a las tropas rusas, a las que vieron como salvadoras.
Las tropas rusas se desplegaron asimismo en Abjasia, la otra región independentista de Georgia, y penetraron también en territorio georgian o, tomando dos ciudades fronterizas y el puerto de Poti. El gobierno de S aakhash vili clama ba por la «integridad territorial» sobre Ossetia del Sur y Abjasia, confiando en el apoyo de EEUU. Por Georgia pasan dos oleoductos , uno de ellos de importancia estratégica, y el gasoducto Bakú-Tbilisi-Erzurum. Rusia exig ía que se adopt ara para Ossetia del Sur y Abjasia la misma resolución que en Kosovo , a quien se le aceptó la «independencia» de Ser b ia.
El gobierno de S aakhash vili es hoy en día un agente directo y reconocido del imperialismo estadounidense en la región. Lleva años tratando de integrar a Georgia en la OTAN y es actualmente el tercer país con más efectivos militares en Irak. De hecho, «arreglar sus conflictos fronterizos» es condición de la entrada en la OTAN. El ejército georgiano ha sido armado y asesorado por militares yankees e israelíes. Y aunque EE.UU ha declarado que no tiene nada que ver con el ataque, Saakashvili nunca hubiera osado intervenir sin la certeza de que sus jefes de Washington lo aprobarían. Unos días antes de iniciarse la operación, Condoleezza Rice estuvo en el país dedicándose a atacar a Rusia y a proclamar la integridad territorial de Georgia.
EEUU quiere el control directo de los hidrocarburos a través de su neocolonia Georgia
Para EEUU es de vital importancia el control del Cáucaso porque es el lugar de paso de gaseoductos y oleoductos del Caspio y porque es una base perfecta para controlar militarmente el Medio Oriente. Su objetivo no es otro que sustituir a Rusia como potencia en la región.
Tras la derrota georgiana a manos de las tropas rusas y las milicias ossetias, el Gobierno de Saakashvili decidió entregar el control de los aeropuertos (civiles y militares) y del puerto de Poti a las tropas norteamericanas, una vez se retiraran los soldados rusos. El Gobierno estadounidense se ha comprometido a rearmar de inmediato al régimen georgiano y presiona para integrarlo en la OTAN. Todo esto nos muestra cómo otro país, Georgia, ha acabado convirtiéndose en una nueva colonia del imperialismo y nos lleva a decir que esta agresión de las tropas georgianas fue una agresión imperialista a cuenta de Estados Unidos contra Rusia con el objetivo, a través del ataque a ossetios y abjasios, de afirmar el predominio norteamericano en la zona.
La lucha por la autodeterminación
El pueblo ossetio y el abjasio proclamaron su independencia de Georgia tras el desmembramiento de la URSS. El primer gobierno independiente de Georgia, dentro de cuyas fronteras se encontraban estas regiones (que habían alcanzado una relativa autonomía en la época soviética), no aceptó este hecho e inició la guerra contra los separatistas. La guerra, que acabó con la retirada georgiana, incluyó ataques a civiles y desplazamientos forzosos, cuyas secuelas siguen vivas. Rusia apoyó a ambas repúblicas con el interés de mantener su influencia en el Cáucaso y en el mar Negro. Desde entonces han sido formalmente parte de Georgia aunque, de hecho, se hayan mantenido independientes, a pesar de que no fueran reconocidas por nadie. Ossetia del Norte, por su parte, se había mantenido bajo el Estado ruso.
Los ossetios del Sur, ante la escalada de agresiones militares georgianas desde la caída de Shevernadze en 2004, vieron de nuevo peligrar la independencia que habían conseguido. Temerosos de una «razzia» georgiana, ratificaron masivamente la independencia en referéndum, manifestándose nuevamente a favor de unirse a Ossetia del Norte y de integrarse en la Federación Rusa. Rusia, por su parte, sólo buscaba conservar el «status quo» regional, manteniendo «tropas de paz» en ambos territorios para asegurar su control y evitar las incursiones georgianas. Hasta la guerra de este verano desencadenada por Georgia, Rusia se ha opuesto a reconocer la independencia de estas regiones, pues sentaba un precedente muy peligroso para las nacionalidades que quieren separarse de Rusia, como los chechenos y los ingushetios, salvajemente reprimidos y masacrados por el régimen policíaco de Putin.
El papel de la Rusia capitalista de Putin-Medveded
La g uerra entre Rusia y Georgia, peón de EEUU, por el control de Ossetia del Sur y Abjasia, ha mostrado la voluntad rusa de afirmarse como el único interlocutor del imperialismo en la zona. L a burguesía y la burocracia rusas (con características mafiosas y lazos inseparables entre sí) quieren obtener el título de socio menor del imperialismo en la región y asegurarse su correspondiente porción en el saqueo y expoliación . El Ministro de Exteriores ruso declaró, tras la derrota georgiana, que Estados Unidos tiene que elegir si quiere «un socio real» en la zona.
Como consecuencia de este conflicto de fondo por el control de la región han surgido las »guerras de l gas» y las protesta s por la extensión de la OTAN al Este y por el rearme norteamericano en las fronteras de Rusia. Estos choques reflejan los roces y contradicciones entre Rusia y EEUU y la UE. Pero es muy importante recordar que todo este proceso se da en el marco de un intenso proceso de semicolonización del capitalismo ruso, a cargo de las grandes corporaciones imperialistas (sobre todo europeas, pero también americanas). Los discursos patrióticos de Putin y Medveded sobre la »Rusia Fuerte» no pueden ocultar este hecho ni su estrecha colaboración con las potencias imperialistas a escala mundial.
La restauración del capitalismo en Rusia, iniciada con Gorbachov, representó el saqueo generalizado de los bienes del Estado en beneficio de la «nomenklatura» estalinista, el resurgimiento de la miseria a escala masiva y un enorme salto atrás en el terreno social, económico, demográfico y cultural. De este doloroso proceso no salió -ni podía salir- una «superpotencia» que le hiciera la competencia a EEUU, a Japón o a los imperialismos europeos. Tenemos, por el contrario, un país capitalista económicamente atrasado, dependiente de la exportación de hidrocarburos, con grandes inversiones extranjeras en las principales ramas y negocios y con una enorme dependencia tecnológica. Desde este punto de vista, Rusia debe ser considerado un país en proceso de semicolonización con respecto al imperialismo.
Pero l a Rusia de Putin-Medvedev heredó de la URSS el arsenal nuclear, un poderoso aparato militar (aunque éste esté muy por detrás del norteamericano) y una gran influencia en las diferentes repúblicas de la ex-URSS. Sobre esta base, el Estado ruso pone todo su empeño en ser reconocido como la submetrópoli del imperialismo en la región. Con esta expresión nos referimos a una Rusia dependiente del imperialismo, pero al mismo tiempo jefe de fila y gendarme de la zona, una Rusia opresora de los pueblos no rusos, en continuidad con la siniestra herencia del imperio zarista (y del stalinismo).
Esta pretensión y la recomposición económica que ha experimentado estos años debido a la subida de los precios de los hidrocarburos, han permitido a Rusia mantener una relativa independencia política respecto al imperialismo. La rápida respuesta a la agresión georgiana tiene que ver con todo esto. La burguesía y la burocracia rusas se oponen como gato panza arriba al agresivo avance de EEUU en la zona, buscando el control directo y sin intermediarios, a costa de debilitar militarmente a Rusia y reducirla a un papel completamente subalterno.
Europa y la guerra
Los países imperialistas europeos rechazaron todo enfrentamiento militar con Rusia en esta crisis, pero no por ello permanecieron inactivos. Rápidamente, con Sarkozy a la cabeza, trataron de frenar el avance ruso por medios diplomáticos, aunque enviaron a «exhibirse» a varios buques de guerra al mar Negro. Tampoco era un buen negocio para el imperialismo europeo la derrota completa del títere de los norteamericanos, Saakashvili. Por ello, se concentraron en imponer a Rusia el fin de las hostilidades y un plan que incluía la retirada de las zonas ocupadas de Georgia, al que se opuso EEUU porque mantenía la presencia militar rusa en las repúblicas separatistas de Ossetia del Sur y Abjasia. Rusia, por su parte, ante la política de conquista militar adoptada por Saakashvili, se vio obligada a reconocer la independencia de los ossetios del Sur y abjasios, mientras los países imperialistas, sin excepción, les han negado reconocimiento diplomático y claman por la «integridad territorial georgiana».
Para ayudar a recomponerse de su derrota al régimen georgiano, EEUU y los gobiernos europeos más cercanos a sus intereses han manifestado su apoyo a la entrada de Georgia en la OTAN, mientras la UE, con el beneplácito de Rusia, envía 200 observadores internacionales a la frontera de Ossetia del Sur y Abjasia. Al mismo tiempo, la UE pone bajo su «protección» a Ucrania, prometiéndole una futura integración. Entretanto, buques de guerra de EEUU, Polonia, Alemania y España entraron en el mar Negro. La participación española, enviando un buque de guerra y aportando guardias civiles al contingente de «observadores civiles» europeos, indica claramente el activo papel imperialista del gobierno Zapatero.
La izquierda ante el conflicto
Mientras la diplomacia y la prensa imperialistas han convertido la agresión georgiana en una agresión de los rusos contra Georgia, gran parte de la izquierda mundial ha puesto el signo igual entre la agresión imperialista y la respuesta rusa. De hecho, ha considerado equivocadamente a Rusia como una potencia imperialista más y ha visto la guerra como un conflicto inter-imperialista.
Pero el carácter policíaco y mafioso del régimen Putin-Medvedev, la sangrienta opresión a la que somete a chechenos e ingushetios, el hecho de que promueva el acceso de las grandes corporaciones imperialistas al control de de los recursos de Rusia y de la región o la propia brutalidad del Ejército ruso en la guerra contra Georgia -con bombardeos como los de Tblisi-, no pueden hacernos olvidar que Rusia y el pueblo ossetio tenían todo el derecho a defenderse de la agresión militar y que (a pesar del régimen de Putin-Medveded) había que apoyarlos frente al ataque orquestado por el imperialismo.
No debemos olvidar quién es el enemigo cuando en uno de los lados del choque militar está el imperialismo. Así fue cuando EEUU atacó a Irak, dirigido por el régimen sanguinario de Sadam Husein (que hasta hacía poco había sido amigo de Washington) o también con ocasión de la guerra de las Malvinas entre la «democrática» e imperialista Inglaterra de Margaret Thatcher y Argentina, dirigida por una dictadura militar genocida y proimperialista. Entonces nos pusimos del lado de Argentina e Irak, a pesar de sus gobiernos y de su régimen político, a los que no concedíamos ni un gramo de confianza ni una sombra de respaldo político. Por el contrario, apoyábamos la lucha de sus pueblos para derrocarlos. Hoy, de la misma manera, la repugnancia hacia al régimen policíaco de Putin-Medveded no nos debe hacer olvidar que el fondo del conflicto es una agresión imperialista contra una Rusia dependiente y contra los pueblos del Cáucaso.
Quieren revertir la derrota
El pueblo ossetio del Sur ya se autodeterminó por activa y por pasiva: quiere la independencia para unirse a Ossetia del Norte e integrarse en la Federación Rusa. Pero cuando el presidente de Ossetia del Sur, Eduard Kokoiti, proclamaba en la mañana del 11 de septiembre que ésta era su intención, Rusia le obligó a rectificar esa misma tarde. Putin y Medvedev no tienen ningún interés en satisfacer la voluntad democrática de los ossetios y se oponen a cualquier movimiento de fronteras que les dificulte los tratos con el imperialismo. Así, prefieren que Ossetia del Sur y Abjasia sean repúblicas formalmente independientes, en realidad «zonas tampón» controladas por las tropas rusas, a pesar de que por población y recursos, carezcan de toda viabilidad como Estados. EEUU, por su parte, pretende quedarse permanentemente en Georgia e integrar al país en la OTAN , mientras la Unión Europea puede acabar aportando tropas que se instalen en las repúblicas separatistas.
Evitar que la reciente derrota militar del imperialismo en Georgia acabe transformándose en poco tiempo en un nuevo avance del imperialismo, exige combatir sin tregua por la retirada de las tropas imperialistas (norteamericanas y europeas) de Georgia y de la zona y por impedir el ingreso de Georgia en la OTAN. Exige luchar para derrocar al gobierno títere de Georgia y para que se respete la voluntad de abjasios y ossetios, incluida su integración a Rusia.
Tampoco olvidamos que para el régimen de Putin-Medveded, los derechos de los pueblos ossetio y abjasio no son sino monedas de cambio en sus conflictivas relaciones con el imperialismo. Además, reconocer el derecho a la autodeterminación de Ossetia del Sur y Abjasia exige, de igual modo, reconocer el mismo derecho a los pueblos checheno e ingushetio, poner fin de inmediato a la represión y la masacre rusas que se abaten sobre ellos, lo que lleva a enfrentar el régimen policíaco de Putin-Medvedev.
La división y los enfrentamientos entre los pueblos del Cáucaso son el terreno abonado para los intentos del imperialismo de imponerse y recolonizar esta región. Lenin, antes de morir, denunció duramente la brutalidad gran-rusa de Stalin en Georgia. Stalin, años más tarde, llegó a deportar, como si fueran ganado, a pueblos enteros, como el checheno; fomentó la división de los pueblos del Cáucaso, en vez de ayudar a su hermanamiento en el camino de la construcción del socialismo; y dejó a esta región en el atraso económico. Un atraso que la restauración del capitalismo ha profundizado de forma salvaje y que ha traído miseria, guerras y un fuerte agravamiento de la opresión nacional. La unión libre entre los pueblos caucásicos (y de éstos con Rusia) sólo podrá darse sobre el respeto a su derecho a la autodeterminación (que debe ir de la mano del respeto a los derechos de las minorías nacionales en cada territorio). Lograrlo exige enfrentarse al imperialismo y al régimen de Putin. No hay otra base para recuperar el camino y la perspectiva del socialismo.
Felipe Alegría