Washington insiste en el derrocamiento de Hugo Chávez y con ese fin despliega cuantiosos recursos propagandísticos, de espionaje y subversivos en la guerra en preparación contra Caracas, que se extendería en el área andina. El imperio ha optado por esta salida a la tremenda porque eliminar a Chávez no es suficiente para reapropiarse del petróleo […]
Washington insiste en el derrocamiento de Hugo Chávez y con ese fin despliega cuantiosos recursos propagandísticos, de espionaje y subversivos en la guerra en preparación contra Caracas, que se extendería en el área andina. El imperio ha optado por esta salida a la tremenda porque eliminar a Chávez no es suficiente para reapropiarse del petróleo y arrancar de raíz la conciencia antimperialista sembrada en Venezuela. Ello exigiría una sangrienta contrarrevolución para la que no existen fuerzas internas suficientes pese al enorme apoyo imperialista que reciben. Allí es donde entra el Plan Colombia/Patriota con el fin de deshacerse no sólo de Chávez y el pueblo chavista sino también del presidente Rafael Correa y el movimiento popular ecuatoriano, reinstalando gobiernos títeres en su lugar e incentivando la criminal salida militar en Colombia. Desde esta perspectiva el reciente bombardeo al campamento de Raúl Reyes, a todas luces por aviones yanquis, y la posterior incursión en suelo ecuatoriano de fuerzas de Bogotá no es más que un ensayo en pequeña escala de una estrategia contrarrevolucionaria regional en la que, llegado el momento, actuarían de forma combinada contra Venezuela y Ecuador el ejército colombiano y unidades navales, aéreas e infantes de marina estadunidenses procedentes de su base en Curazao o de aguas del Caribe.
Aunque, como evidenciaron las reuniones del Grupo de Río y de cancilleres de la OEA, existe una importante oposición de los gobiernos latinoamericanos a introducir en la región la dinámica injerencista y genocida de la guerra contra el terrorismo, Bush persiste en imponerla. Por consiguiente, la guerra sicológica contra Chávez y Correa ha subido su intensidad a partir de de la derrota política propinada por América Latina a la operación yanqui-uribista contra la soberanía territorial ecuatoriana. El patrón empleado es el mismo trátese de medios escritos o electrónicos estadunidenses, europeos, o sus cipayos de habla hispana afiliados a la Sociedad Interamericana de Prensa(SIP): los adjetivos y hasta frases completas referidas a los dos mandatarios son exactamente iguales y se repiten hasta el cansancio mientras apenas recibió espacio el fuerte rechazo de aquellas reuniones a la agresión. El sonsonete se ha centrado en las últimas semanas en la burda fábula de los documentos encontrados en las computadoras portátiles del líder de las FARC, que supuestamente probarían estrechos vínculos entre ambos jefes de Estado y la organización guerrillera, una evidente fabricación de la CIA. Pero, como todas las campañas sicológicas imperialistas, esta obedece a la lógica más primaria: las FARC son terroristas(porque lo dice Estados Unidos) y por tanto también lo son Chávez y Correa. Sin embargo, no por eso es menos dañina pues cuando no logra convencer introduce con frecuencia la duda en millones de personas cuya única fuente de información son las fábricas estadunidenses de mentiras y sus papagayos locales en América Latina.
La reciente afirmación del ministro de defensa de Colombia, Francisco Santos, de que la intervención militar en Ecuador y el asesinato de un ciudadano de ese país fue «legítima» refleja el aferramiento de Estados Unidos y de sectores oligárquicos ultrabelicistas, de los que Santos es portavoz, por extender el conflicto colombiano a los países vecinos.
MacCain pide un recrudecimiento de la hostilidad contra Chávez y la Clinton justificó la agresión a Ecuador, todo dentro del carril del 11 de septiembre. Frente a los tambores de guerra del norte América Latina debe redoblar su unidad y las acciones a favor de la paz, la independencia y la soberanía. Ello exige concertar muchas voluntades por sobre diferencias ideológicas, como lo están haciendo Chávez, Correa y Daniel Ortega con pleno apoyo de Cuba, imperativo que nuestros infantiles ultrarrevolucionarios no acaban de entender.