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Tsunamis, manglares y economía de mercado

Fuentes: Dissidentvoice.org

Traducido para Rebelión por Felisa Sastre

Cuando empezaron a llegar las primeras noticias sobre la devastación que había causado el mortífero maremoto, un locutor del canal de televisión Aaj Tak’s Headline Today preguntó al corresponsal que informaba desde el lugar de la tragedia en Tamil Nadu, al sur de India: ¿Hay alguna estimación de las pérdidas empresariales? ¿Puede decirnos algo sobre ello dada la suma importancia que tiene para los dirigentes empresariales?

 

El locutor no sabía o comprendía que el desastre del tsunami, que iba a convertirse en una catástrofe, se debía en mayor o menor medida a las consecuencias de negocios y economías falaces. La magnitud del desastre se ha exacerbado por las políticas económicas neoliberales que promueven el crecimiento económico a costa de la vida humana. Ha sido la consecuencia de un sistema económico insensato- propugnado por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional- que es partidario de destruir el medioambiente, la naturaleza y la vida humana en aras de un crecimiento económico insostenible beneficioso para unos pocos.

 

Desde los años 80, las regiones costeras de Asia han sido usurpadas por las grandes empresas de cría de langostinos que han implantado la malsana acuicultura que destruye el medioambiente en sus costas. La cría del langostino, que ha superado los 8.000 millones de toneladas en el año 2000, ha producido estragos en los delicados eco-sistemas. Las industrias de «arrancar y marcharse», tal como la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) ya ha denunciado, está siendo financiada en gran parte por el Banco Mundial, y cerca del 72 % de los criaderos de langostino se encuentran en Asia.

 

La expansión de estos criaderos de langostinos se ha llevado a costa de los manglares tropicales- que se encuentran entre los más importantes ecosistemas del mundo. Cada acre de manglar destruido ocasiona una pérdida aproximada de 676 libras de capturas pesqueras. Las marismas de los manglares han sido una protección natural de las regiones costeras frente a las grandes mareas, frente al impacto de los ciclones y constituyen el criadero para las tres cuartas partes de las especies pesqueras comerciales que desarrollan parte de su ciclo vital en los humedales del manglar. Los manglares, en cualquier caso, están siendo uno de los hábitat más amenazados del mundo, pero en lugar de regenerar esos humedales, las malas políticas económicas sólo han acelerado su desaparición. A pesar de las advertencias de los ecologistas y medio ambientalistas, el Banco Mundial ha hecho oídos sordos.

 

Los criaderos de langostinos han continuado con su destructivo derroche, comiéndose más de la mitad de los manglares del mundo. Desde los años 60, por ejemplo, la acuicultura y otras actividades industriales en Tailandia han ocasionado la desaparición de más de 65.000 hectáreas de manglares. En Indonesia, Java ha perdido el 70 por ciento de los suyos, Sulawesi el 49 por ciento y Sumatra el 36 %. De tal manera que, cuando el tsunami golpeó con toda su furia, las empresas que se dedican a la tala estaban plenamente ocupadas en la provincia de Aceh en cortar manglares para su exportación a Malasia y Singapur.

En India, la superficie de manglares se ha reducido a menos de un tercio de su extensión originaria en las últimas tres décadas. Entre 1963 y 1977 India ha destruido cerca del 50 por ciento de sus marismas. Las comunidades locales han sido obligadas a abandonarlos para dejar que se establecieran criaderos de langostinos. En Andhra Pradesh, más de 50.000 personas han sido trasladadas a la fuerza y millones más se han desplazado de todo el litoral para dejar sitio a las factorías acuícolas, mientras que los manglares restantes han sido reducidos para la instalación de industrias hoteleras. Con el apoyo y el impulso de los ministerios de Medioambiente y Bosques, y de Industria, los constructores se pusieron manos a la obra para devastar el litoral.

 

Hoteles de cinco estrellas, campos de golf, industrias y grandes mansiones han surgido, sin tener en cuenta la preocupación que venían expresando los medio ambientalistas. Los dos ministerios se han esforzado en reducir las normas de la Zona de Regulación Costera (CRZ) para permitir que se establezcan hoteles dentro de la zona de protección de 500 metros, que se suponía debía mantenerse a lo largo de las playas. En una época de economía de mercado, que se ha reflejado en el desacertado slogan de India brillante, los burócratas se han aliado con los grandes intereses industriales y empresariales. Por ello, mucha de la responsabilidad por el enorme número de muertos corresponde al Gobierno y a los apologistas del libre mercado.

 

El boom turístico en la región asiática y del Pacífico ha coincidido con las destructivas consecuencias del crecimiento de la cría del langostino. En la última década, las entradas de turistas e ingresos se han incrementado más rápidamente que en ninguna otra zona del mundo, casi en dos veces los índices de los países industrializados. Las previsiones para el año 2010 indican que la región superará a las Américas para convertirse en la segunda zona turística del mundo, con 229 millones de entradas. Lo que se está publicitando como señal del espectacular crecimiento económico oculta los enormes costes medio ambientales que están pagando esos países y los que tendrán que soportar en el futuro.

 

En las dos últimas décadas, el litoral del golfo de Bengala, mar Arábigo y estrecho de Malaca en el Océano Índico, y el del sur del Océano Pacífico han sido testigos de una masiva inversión en turismo y hoteles. Myanmar y las Maldivas han sufrido mucho menos muertos por el tsunami debido a que la industria turística hasta ahora no había extendido sus tentáculos hacia los manglares vírgenes y los arrecifes de coral que rodean la costa. Los grandes arrecifes de coral que rodean las islas Maldivas han absorbido gran parte de la fuerza de las gigantescas olas reduciendo el número de pérdidas humanas a poco más de 100 muertos. Los arrecifes de coral absorben la furia del mar al romper las olas. La tragedia, sin embargo, es que más del 70 por ciento de los arrecifes de coral del mundo ya han sido destruidos.

 

De forma similar, la cadena de islas de Surin, en la costa occidental de Tailandia, han escapado de la terrible destrucción. El anillo de arrecifes de coral que las rodea recibió el impacto de las furiosas olas pero se mantuvo firme y ayudó a romper la fuerza letal del tsunami. Los manglares ayudan a proteger los arrecifes de coral porque filtran el légamo que fluye de la tierra hacia el mar. El crecimiento turístico, bien sea el llamado eco-turismo o el turismo de ocio, han diezmado los manglares y destruido los arrecifes de coral.

 

Si los manglares se hubieran mantenido intactos, los daños del tsunami hubieran sido mucho menores. Los ecologistas nos dicen que los manglares sirven de doble protección: la primera capa de manglares rojos con sus ramas flexibles y raíces enmarañadas que cuelgan sobre las aguas costeras absorben el impacto inicial de las olas. La segunda capa de altos manglares negros funciona como un muro de contención que resiste a gran parte de la furia del mar. Además, los manglares absorben más cantidad de dióxido de carbono por metro cuadrado que el fitoplancton oceánico, un factor fundamental en el calentamiento global.

 

Había sucedido antes en Bangladesh. En 1960, un maremoto alcanzó la costa en una zona donde los manglares estaban intactos y no se produjo ni una sóla pérdida humana. Aquellos manglares después fueron cortados y reemplazados por criaderos de langostinos. En 1991, miles de desgraciadas personas murieron cuando un tsunami de la misma magnitud golpeó la misma región. En Tamil Nadu, al sur de India, Pichavaram y Muthupet , que tiene espesos manglares, el maremoto del 26 de diciembre ha oacsionado pocas víctimas y escasos daños económicos. Con anterioridad, los célebres humedales de Bhiterkanika en Orissa (donde se crían las tortugas ridley) redujeron el impacto del «super ciclón» que se abatió en octubre de 1999, y que produjo la muerte de más de 10.000 personas y dejó sin hogar a millones.

 

El epicentro del asesino tsunami del 26 de diciembre estaba cerca de la isla Simeuleu, en Indonesia. El número de muertos fue significativamente bajo simplemente debido a que sus habitantes poseen el conocimiento tradicional sobre los maremotos que invariablemente se producen tras un terremoto. En la isla de Nias, cercana a la de Simeuleu, los manglares han servido de muro que ha evitado la destrucción de la gente. El desafío, a partir de ahí, para los países desarrollados es aprender de las tecnologías probadas a través de los tiempos y perfeccionadas por las comunidades locales.

 

Veamos ahora las ventajas comparativas de la protección del medio ambiente para reducir así los estragos de la economía orientada exclusivamente al crecimiento del mercado. Habiéndose decuplicado en los últimos 15 años, la cría del langostino es ahora una industria de 9.000 millones de dólares. Se estima que el consumo de langostinos en América del Norte, Japón y Europa occidental ha aumentado en un 300 por ciento en los últimos diez años. La masiva destrucción, sólo en 11 países asiáticos, causada por el tsunami del 26 de diciembre, supera en varias veces los beneficios económicos que la industria del langostino proclama haber conseguido. Con más de 150.000 muertos, las extraordinarias pérdidas sociales y económicas tardarán algún tiempo en averiguarse.

 

Los gobiernos de todo el mundo han prometido hasta ahora donar unos 4.000 millones de dólares, en los que no están incluidos los miles de millones que se están gastando las agencias de ayuda de emergencia. El Banco Mundial está considerando, además, elevar su paquete de ayudas hasta 1.500 millones de dólares. Hasta el 10 de enero de 2005 había ofrecido 175 millones de dólares, pero se ha anunciado que su presidente, James Wolfensohn ha declarado que » Podemos llegar incluso hasta 1.000 o 1.500 millones de dólares dependiendo de las necesidades…». El Programa Mundial de Alimentos (WFP), además, tiene previsto alimentar a unos 2 millones de supervivientes durante los próximos seis meses. Esta operación probablemente costará 180 millones de dólares. Pero si los sucesivos presidentes del Banco Mundial se hubieran abstenido de promover agresivamente una mala política ecológica favorable a la economía del mercado, un gran número de vidas humanas se hubieran salvado y se hubieran ahorrado los costes consecuentes.

 

¿Qué ha ganado el mundo al presionar para llevar a cabo reformas en el mercado con una completa indiferencia hacia las vidas humanas y el medio ambiente? ¿Puede Wolfensohn justificar el apoyo financiero prestado a la acuicultura y al turismo al hacer balance de los costes y beneficios, incluido el coste social que ha supuesto? Veamos, por ejemplo, el caso de los criaderos de langostinos. El ciclo máximo de vida de una criadero es de dos a cinco años. Una vez transcurridos, los depósitos se abandonan dejando los residuos tóxicos, el ecosistema destruido y las comunidades humanas desplazadas, con la aniquilación de sus medios de subsistencia. Los criaderos se ponen en marcha a costa de los ecosistemas naturales incluidos los manglares. Entonces, el ciclo completo se repite en otra zona virgen de la costa. Se estima que las pérdidas económicas que producen los criaderos de langostinos equivalen a cinco veces sus potenciales ganancias.

 

El turismo tampoco es mejor. Kerala, en el sur de India, que se vende como » El país del mismo Dios», ha destruido sus manglares en un intento desesperado de atraer turistas. Pero, sólo tras el tsunami, el gobierno del Estado se ha apresurado a anunciar la realización de un proyecto de 349 millones de dólares dirigida a aislar la costa de Kerala de las oleadas de los maremotos. Ahora, otros destinos turísticos en Asia probablemente tendrán que replantearse. La pregunta que hoy debe contestarse es si es necesario pagar un terrible peaje en vidas humanas para comprender la locura que supone seguir ciegamente el estúpido mantra de la economía de mercado ¿Cuánta gente queremos que muera y cuántos millones queremos que se queden sin hogar antes de que entendamos el enorme error de impulsar la economía de mercado? ¿Quién va a apoyar ahora a esos economistas del mercado, responsables del sufrimiento y de la pérdida de vidas humanas?.

 

Devinder Sharma es un analista experto en políticas de alimentación y agricultura. Se le pueden enviar comentarios a : [email protected].