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¿Ucrania invadirá Transnistria?

Fuentes: Rebelión

Al cumplirse un año de la invasión rusa a Ucrania, el Ministerio de Defensa ruso afirma que se detecta una «acumulación significativa» de la presencia de tropas ucranianas cerca de la frontera con la república autoproclamada, así como el despliegue de piezas de artillería y una «intensificación sin precedentes» de los vuelos de drones militares sobre su territorio.

«La puesta en práctica de la provocación planeada por las autoridades ucranianas supone una amenaza directa para el contingente ruso de mantenimiento de paz desplegado legalmente en Transnistria», aseguran desde Defensa. «Las Fuerzas Armadas de Rusia responderán adecuadamente a la provocación planeada por la parte ucraniana», concluye el comunicado. 

Previamente, Rusia había alertado que las autoridades ucranianas están preparando una «provocación armada» contra la república autoproclamada, luego de perpetrar un ataque de falsa bandera y acusar a Moscú. Como pretexto de esta «invasión», se planea escenificar un ataque de las tropas rusas desde el territorio de Transnistria, en el que los saboteadores ucranianos estarán disfrazados como miembros de las Fuerzas Armadas de Rusia. 

Reproducimos el artículo publicado en rebelión.org el pasado 27.5.2022 

Transnistria, ¿un conflicto congelado? 

El 16 de noviembre de 2020, la eurófila Maia Sandu fue elegida para la presidencia de la República de Moldavia con el 57% de los votos, un resultado convalidado ocho meses después por la victoria de su partido, Acción y Solidaridad, en las elecciones legislativas con el 48% de los votos. 

Esta ex economista, que trabajó en el Banco Mundial, se destacó desde su asunción por un regreso a la hostilidad hacia su vecino secesionista. Recordando que “la región de Transnistria es parte integrante de la República de Moldavia”, la nueva dirigente hizo un llamado al retiro de las tropas rusas, estacionadas en la zona de seguridad que delimita la frontera con la región secesionista, en virtud del acuerdo del 21 de julio de 1992 entre la Federación de Rusia y su país.  

Cuenta con el apoyo de EE UU que, por vía de su embajador, se declaró en mayo de 2021 favorable a una “completa reintegración de Transnistria en el seno de la República de Moldavia”.  

Sandu, sucesora de un gobierno calificado de pro-ruso, exhibe una agenda decididamente orientada hacia la integración europea del país. Su vecino ucraniano, manifiesta su solidaridad con Chisináu, la capital moldava. Desde el 1° de setiembre del año pasado, Kiev les prohibió a los vehículos con patente de Transnistria entrar en su territorio.  

Un poco de historia reciente  

Vinculadas por decisión de Moscú, las dos orillas del Dniéster vieron sus destinos nuevamente separados por la disolución de la Unión Soviética.  

El 2 de setiembre de 1990, unos meses después que el gobierno moldavo hubiera declarado su soberanía, Transnistria reivindicó a su vez la independencia. En nuevo proyecto nacional de Chisináu, esencialmente sostenidos por partidarios de una unión con Rumania, fue masivamente rechazado por las poblaciones rusófonas del Este del país.  

En marzo de 1992, un intento de recuperación militar de la orilla izquierda del río desembocó en enfrentamientos a los que puso fin un acuerdo de cese del fuego, firmado el 21 de julio.  

Tres décadas más tarde, Transnistria subsiste como un vestigio de esta crisis geopolítica. “Nuestra independencia es ya una realidad -sostiene Vitali Ignatiev, ministro de Relaciones Exteriores-. Solo falta regularizarla”.  

La Transnistria secesionista primero adoptó el nombre oficial de República Moldava Socialista Soviética del Dniéster tras su declaración de independencia en 1990. El 17 de marzo de 1991, la población votó en un 97% a favor del mantenimiento de la URSS, en el transcurso de un referéndum que las autoridades moldavas decidieron boicotear.  

Tras la desaparición de la Unión Soviética, la República Transnistria se rebautizó República Moldava del Dniéster. Para Iván Voit, historiador y docente en la Universidad de Pridnestrovia, “una reacción a la traición de las elites de la época” que fueron culpables de haber sellado la disolución de la URSS, a pesar de la victoria del “sí” (76% de los votantes a escala de la Unión Soviética).  

A pesar de no haber reconocido nunca su independencia, Rusia le provee una importante ayuda económica, así como de gas subvencionado. A cambio, permanece endeudada en el plano político y cumple un papel de reaseguro contra una eventual adhesión de Moldavia a la OTAN, a pesar de la inclusión del principio de neutralidad en la Constitución moldava.  

El español Josep Borrell, Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y ‎Política de Seguridad, viajó discretamente a Ucrania a principios de enero. ‎Durante su estancia en ese país, Josep Borrell estuvo en la línea del frente en Donbass y se reunió con ‎los funcionarios de la Misión de la Unión Europea para la Asistencia Fronteriza en Moldavia y ‎Ucrania (EUBAM) para instaurar un bloqueo económico contra Transnistria. ‎  

Transnistria pide el reconocimiento «pacífico» de su independencia  

El presidente de Transnistria, Vadim Krasnoselski, ha reclamado el viernes 6 de mayo el reconocimiento «pacífico» y «a través de la mesa de negociaciones» de la independencia de la región separatista moldava, en medio del aumento de las tensiones en plena ofensiva militar rusa en Ucrania.  

«¿Cuántas veces he hecho la pregunta sobre si es preferible un reconocimiento a través de la guerra y el derramamiento de sangre o una vida pacífica sin ser reconocidos por la comunidad internacional?», ha dicho, antes de incidir en que «la respuesta es obvia».  

«Transnistria debe ser y será reconocida, pero de forma pacífica, en la mesa de negociaciones, a través de un diálogo. El proceso debe ser exclusivamente democrático (…), sin hostilidades ni pérdidas», explicó en un mensaje publicado en su cuenta oficial en Telegram.  

Así, ha recalcado que «nadie quiere una guerra» y ha añadido que «no hay necesidad de azuzar las llamas con provocaciones». «La población de Transnistria sabe lo que es una guerra y aprecia la paz. No es necesidad de buscar o crear artificialmente sucesos peligrosos a través de la vía informativa», ha reiterado.  

«Nadie habla de un silencio, en absoluto, pero no hay necesidad de sembrar el pánico entre los ciudadanos», ha manifestado, antes de reseñar que las autoridades trabajan para «desarrollar la economía» y mejorar la calidad de vida de la población.  

Por otra parte, ha indicado que «tras los ataques terroristas» de la última semana en el territorio, «el mundo parece haber recordado la existencia de Transnistria». «Los teléfonos no paran de sonar. Todo el periodismo internacional se despertó con estas explosiones», ha argüido.  

«¿Por qué estuvieron sordos ante el destino de la república durante tres décadas? ¿Por qué nuestras actividades, logros y dificultades fueron ignorados o mencionados sólo brevemente?», se ha preguntado. «¿Por qué nos ignoraron cuando llamamos a todas las puertas pidiendo ayuda?», ha criticado.  

Las palabras de Krasnoselski han llegado un día después de que el ministro de Exteriores de la región, Vitali Ignatiev, pidiera a Ucrania y Moldavia que adopten «decisiones equilibradas» para impedir que las tensiones sigan aumentando.  

La región de Transnistria -cuya población es mayoritariamente rusa y ucraniana- ha cobrado protagonismo en las últimas semanas por su vínculo con el Gobierno ruso y su importante posición geoestratégica. Las autoridades ucranianas han llegado a denunciar posibles incursiones rusas hacia el oeste de Ucrania desde Transnistria.  

Atentados  

La sede del ministerio del Interior de Transnistria fue blanco de un tiro de RPG –un tipo de ‎lanzacohetes personal– el 25 de abril en Tiraspol, capital de la autoproclamada República ‎Moldava Pridnestroviana o República de Transnistria. ‎  

Sólo horas después, el 26 de abril, las antenas de radio y de televisión más potentes de ese ‎territorio, situadas en la región de Mayak, fueron objeto de atentados dinamiteros. ‎  

Estos atentados concuerdan con los objetivos descritos desde 2019 en un plan trazado por la RAND ‎Corporation y presentado ese año al Congreso de Estados Unidos para debilitar a Rusia ‎obligándola a intervenir militarmente fuera de sus fronteras. Ese plan preveía la posibilidad de ‎imponer a Moscú una guerra en Ucrania y otra en Transnistria.   

Estados Unidos ha movilizado a la Unión Europea para imponer un bloqueo económico contra ‎Transnistria, un pequeño Estado no reconocido, cuya población decidió en un referéndum ‎separarse de Moldavia a raíz de la disolución de la URSS. ‎En efecto, desde el 1º de enero y bajo la dirección de Stefano Sannino, ex representante en Serbia de ‎la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), los funcionarios ‎de la Misión de Asistencia de la Unión Europea en la Frontera entre Moldavia y Ucrania (EUBAM) ‎están dirigiendo a las autoridades aduaneras de Moldavia y Ucrania –dos países que no son ‎miembros de la UE– para concretar el bloqueo económico contra Transnistria. Así que Rusia ‎se verá obligada a establecer un puente aéreo para garantizar la alimentación de los ‎‎500.000 habitantes de ese enclave. ‎  

En 1992 Estados Unidos trató ‎infructuosamente de aplastar militarmente la pequeña Transnistria lanzando contra ella un ejército de individuos reclutados en las prisiones rumanas. La valiente resistencia armada de una población fiel al modelo de los Soviets, ‎principalmente sus mujeres, hizo fracasar aquel proyecto de la CIA. ‎  

En 1992, Estados Unidos trató de aplastar militarmente la Transnistria 

Por Thierry Meyssan, 17 de abril de 2010 

En medio de la confusión del desmembramiento de la URSS y de las proclamaciones de independencia de los Estados soviéticos, los medios de difusión concedieron muy poca atención a la de Transnistria. Esto motivó que Estados Unidos, ansioso por consolidar su propia influencia, se opusiera al reconocimiento de la Transnistria por parte de la ONU y que Washington tratara incluso de aplastarla aportando su apoyo a una invasión rumano-moldava a través del río Dniéster. Los estadounidenses cometieron sin embargo un grave error al subestimar a los generales de Moscú que se oponían a Boris Yeltsin. Utilizando los medios del 14º Ejército ruso, estacionado en la propia Transnistria, esos generales hicieron posible la victoria de la resistencia popular dirigida por el actual presidente de la Transnistria (también conocida como Pridnestrovia), Igor Smirnov. Este artículo refiere acontecimientos no divulgados que permitieron alcanzar el status quo que las discusiones sobre el estatus de Kosovo y la retirada rusa del CFE han puesto nuevamente sobre el tapete. 

En los primeros tiempos de la Unión Soviética, la Transnistria era una República Autónoma (RASSM) y formaba parte de la República Socialista Soviética de Ucrania (RSSU). Pero, después de los acuerdos de Munich –en los que Francia e Inglaterra dejaban Checoslovaquia en manos del III Reich– la URSS, al verse aislada, concluyó un acuerdo con Alemania para no convertirse en la siguiente víctima del expansionismo nazi y de la cobardía de las naciones del Europa occidental. Sin embargo, lejos de limitarse a salvar Moscú, el pacto firmado el 23 de agosto de 1939 por los ministros de Relaciones Exteriores Joachim Von Ribbentrop y Viacheslav Molotov estipulaba la repartición de todo el centro de Europa. Una de las consecuencias de este juego de influencias fue la anexión por parte de la URSS de una parte del territorio de Rumania, su incorporación administrativa a la república autónoma antes mencionada (RASSM) y, por consiguiente, la formación de la nueva República Socialista Soviética de Moldavia (RSSM) en la que se hablaban simultáneamente el rumano y el ruso. 

Cincuenta años después, los pueblos que habían sido víctimas del Pacto Ribbentrop-Molotov recuperaron su libertad como consecuencia del derrumbe de la Unión Soviética. A pesar de la oposición del presidente Mijail Gorbatchov, los países bálticos y la Transnistria tratan de proclamar unilateralmente su propia independencia en 1990. Moscú envía rápidamente sus tropas especiales a restablecer el orden en los países bálticos, pero no toma en serio a la pequeña Transnistria y no interviene allí. El gobierno de Moldavia tampoco se inquieta. En pleno periodo de descomposición de la URSS, Moldavia estima que su futuro está ligado a Rumania, país con el cual tiene en común el idioma, y admite la separación a corto plazo de la Transnistria de lengua rusa. 

El 19 de agosto de 1990, en Moscú, un grupo de generales nostálgicos del sueño soviético derroca al presidente de la URSS, Mijail Gorbatchov, pero encuentra la oposición del presidente de Rusia, Boris Yeltsin. El golpe fracasa en 3 días. En medio de la confusión generalizada, Estonia y Letonia salen definitivamente de la URSS. Bielorrusia y Moldavia hacen lo mismo el 25 de agosto, seguidas por la Transnistria (por segunda vez) el 1º de septiembre y, posteriormente, por todas las demás repúblicas soviéticas, una por una, durante un proceso que dura 2 meses. 

En su declaración de independencia, la Moldavia ex soviética proclama solemnemente la anulación de todos los actos políticos y legales derivados del Pacto Ribbentrop-Molotov, incluyendo la incorporación forzosa de la Transnistria a su propio territorio. Pero los servicios secretos moldavos –fuera de todo control político– tratan impedir la separación de la Transnistria secuestrando al líder Igor Smirnov en territorio ucraniano. Tiraspol mantiene su posición y proclama rápidamente su independencia, como ya vimos anteriormente. El nuevo Estado exige además la liberación inmediata de su presidente o, de lo contrario, interrumpirá sus entregas de gas y de electricidad a la nueva Moldavia. En definitiva, Moldavia y la Transnistria confirman cada una su propia independencia a través de un referéndum y designan a sus nuevos dirigentes. Sangrientas escaramuzas tienen lugar entre las Unidades Especiales del ministerio del Interior de Moldavia y la Guardia Nacional de la Transnistria. Moldavia no sólo fracasa en sus intentos de desplazar la frontera hacia el este sino que Bendery, ciudad de lengua rusa situada en la orilla occidental del río Dniéster, decide pasarse del lado de Tiraspol. Se establece entonces un cese del fuego. 

Aprovechando la disolución de la URSS, Estados Unidos trata de atraer a los nuevos Estados. Los moldavos sólo piensan en el nivel de vida occidental mientras que los transnistrios pretenden concretar el abandonado sueño de Gorbatchov: adoptar la libertad de empresa y la democracia (Perestroika) así como la transparencia en los medios de difusión (Glasnost) pero conservando al mismo tiempo las conquistas del socialismo. ¡Inadmisible para el tío Sam que está tratando de dinamitar Yugoslavia y que espera acabar para siempre con el socialismo! Washington trata entonces de manipular a Chisinau contra Tiraspol. Este contexto determina el secuestro de Igor Smirnov por los servicios secretos moldavos y, sobre todo, los posteriores acontecimientos. 

El 28 de febrero de 1992, Estados Unidos hace entrar triunfalmente a la ONU 8 nuevos Estados, entre los que se encuentra Moldavia. Pero no se reconoce a la Transnistria post-soviética, que pasa entonces del estatus de nuevo Estado en espera del reconocimiento internacional al de región separatista moldava. A la luz del derecho internacional, la nueva situación permite presentar la conquista militar de la Transnistria como una simple operación de restablecimiento del orden público durante un enfrentamiento con secesionistas. 

Luego de una breve visita del entonces secretario de Estado, James Baker III, Washington instala su dispositivo. El embajador John R. Davis Jr., quien hizo maravillas manipulando a Solidarnosc en Polonia, dirigirá las operaciones desde Bucarest. El jefe de la estación CIA será Harold James Nicholson. Se abre en Chisinau una representación diplomática [estadounidense] que servirá de centro de operaciones al coronel Howard Steers. 

Reclutando elementos de disímil procedencia, los consejeros militares estadounidenses fabrican una fuerza moldava. Siendo Moldavia una república que acaba de obtener la independencia, Chisinau todavía no dispone de un ejército. Washington obtiene entonces de Bucarest el envío de cierta cantidad de oficiales rumanos y de blindados, en calidad de préstamo. En cuanto a los soldados, se recurre al reclutamiento en las prisiones. Se proclama una amnistía para los presos comunes que acepten participar en los combates. No se les ofrece remuneración, pero se les autoriza a hacerse de su propio botín. Podrán incluso apoderarse de las casas de los transnistrios que maten. 

En Tiraspol, las autoridades transnistrias comprenden rápidamente el vuelco que se ha producido en la situación, sobre todo teniendo en cuenta que, debido al acantonamiento de 8.000 hombres del 14º Ejército ruso en territorio transnistrio, las familias de los militares rusos constituyen la mitad de la población transnistria. Con el apoyo de las estructuras sindicales, de las que él mismo procede, Igor Smirnov organiza en primer lugar una defensa popular. Además, los legendarios cosacos se unen «espontáneamente» a Igor Smirnov. Varios voluntarios llegan a Tiraspol para garantizar la dirección militar de la población. Pero se necesitan armas. Y estas abundan en el arsenal del 14º Ejército ruso. Sin embargo, el Estado Mayor ruso, obligado a enfrentar otros muchos conflictos en ese mismo momento dentro del espacio ex soviético, se declara neutral. El 15 de marzo, una multitud rodea el arsenal y exige la entrega de armas. Al cabo de un largo y angustioso periodo de tensión, los oficiales desisten de defender el arsenal. La multitud se apodera de 1.000 fusiles kalachnikov, 1,5 millones de balas y 1.300 granadas que pone en manos de los cosacos. 

Las armas llegan justo a tiempo. Chisinau, que ha proclamado el estado de urgencia, se prepara para retomar Bendery. Igor Smirnov pide a la Comunidad de Estados Independientes (CEI) el envío de observadores y que se imponga el respeto del cese del fuego, pero Boris Yeltsin se niega a implicarse. Pero Bendery es sede de una unidad del 14º Ejército ruso y esa unidad anuncia que no tiene intenciones de quedarse cruzada de brazos ante una ofensiva moldava, independientemente de las órdenes de su propia jerarquía. Se abren negociaciones. El vicepresidente ruso, coronel Alexander Rutskoy, viaja a la región en calidad de mediador, pero los moldavos, confiados en el apoyo estadounidense, ni siquiera responden a las llamadas telefónicas del vicepresidente y se niegan a recibirlo. Rutskoy viaja a Bendery, donde pronuncia un apasionado discurso a favor de la Transnistria, y regresa después a Moscú, donde trata infructuosamente de movilizar a la Duma. 

En un prudente retroceso, los moldavos aceptan el despliegue de observadores militares de la CEI y los cosacos se desmovilizan. 

En respuesta a la visita del vicepresidente ruso Rutskoy, los moldavos reciben por su parte al presidente rumano Ion Iliescu para discutir con él la fusión de los dos Estados. Temeroso de verse envuelto en un conflicto militar, Iliescu se limita a hacer unas cuantas declaraciones mientras que se abstiene de firmar los protocolos que le son presentados. 

Prosiguen las negociaciones pero, independientemente de la buena voluntad de los diplomáticos, estas se enfrentan a la diversidad de protagonistas. En Rusia, ya Rutskoy no aparece como un exaltado solitario. Entran en escena el general Albert Makashov y otras personalidades. Y Boris Yeltsin acaba por tomar una decisión dando orden al 14º Ejército de prepararse para una retirada total. En Chisinau, el presidente moldavo Mircea Snegur y sus consejeros estadounidenses ven en esa noticia la luz verde que tanto han esperado. Se ponen directamente al mando de todas las fuerzas disponibles (policía, aduanas y ejército), exigen la aprobación del parlamento moldavo para «aplastar a los separatistas» y lanzan un llamado a la ONU. 

Una multitud de mujeres rodea nuevamente el arsenal del 14º Ejército ruso. Se apoderan esta vez de una treintena de blindados, sin encontrar oposición de parte de los soldados rusos. 

En Moscú se produce un vuelco en el marco de las difíciles negociaciones entre Estados Unidos y Rusia sobre el desarme. El muy conciliador ministro ruso de Relaciones Exteriores Andrei Kozirev declara sorpresivamente que «no excluye que la Transnistria vuelva un día a [ser parte de] Rusia». 

En Chisinau, los partidarios de la Gran Rumania organizan manifestaciones contra los «separatistas» al grito de «¡La maleta, el tren, Rusia!». El 20 de junio de 1992, Moldavia ataca la Transnistria. El objetivo no es la toma de posiciones estratégicas sino sembrar el terror entre la población para provocar un éxodo. Los soldados [de Chisinau] abren fuego sobre los civiles en todas partes. Las principales calles de Bendery se cubren de cadáveres. 

A pesar de las órdenes de Moscú, los tanques del 14º Ejército ruso rompen filas y enfrentan la invasión. Tres de esos tanques son destruidos. Uno de ellos forma parte actualmente del monumento erigido en memoria de los muertos en aquellos trágicos sucesos. 

El presidente [moldavo] Mircea Snegur interviene ante el parlamento de Chisinau y declara, en un discurso transmitido por la televisión, que «Rusia ha desencadenado una guerra no declarada contra Moldavia. El Dniéster es una zona ocupada por el 14º Ejército ruso». Por su parte, el gobierno de Bucarest desmiente haber enviado pilotos al ejército moldavo. Será desmentido a su vez por el 14º Ejército ruso, que afirma que una decena de aviones rumanos participan en los combates. 

Los combates de los primeros días serán particularmente sangrientos –con más de 1.000 víctimas civiles– y decisivos. Inmediatamente se advierte que una resistencia popular organizada y armada se impondrá ante un adversario que, a pesar de ser superior en número y en equipamiento, carece de motivación y actúa como una tropa mercenaria. 

Los combates se prolongan todavía durante tres días, pero la guerra ya ha terminado. 

El 29 de junio, el encargado de negocios estadounidense, coronel Howard Steers, presente en Bendery para coordinar las operaciones militares, escapa por muy poco margen a los disparos de francotiradores transnistrios. 

Boris Yeltsin decide recuperar el control del 14º Ejército. El 30 de junio pone al general Alexander Lebed a la cabeza de esa fuerza y lo encarga de recuperar el control de todas las unidades y sacar a Rusia del conflicto. El retroceso se acompaña de declaraciones marciales que no engañan a nadie. Para compensar la retirada, los «patriotas» rusos envían nuevamente los cosacos a Tiraspol. Por su parte, Washington concede a los moldavos «la cláusula de nación más favorecida», como una forma de indemnización por la fracasada aventura. 

El 3 de julio, Boris Yeltsin y Mircea Snegur firman en Moscú un acuerdo de cese del fuego. Desde entonces, la Transnistria (rebautizada como Pridnestrovia para hacer notar que ya no se limita a la margen oriental del Dniéster y que incluye también la ciudad de Bendery) vive en paz bajo la protección de los últimos soldados del 14º Ejército ruso. Este pequeño territorio de medio millón de habitantes sigue negándose a alinearse detrás de la OTAN y de la Unión Europea y, como represalia, se le sigue negando el reconocimiento internacional. 

Catorce meses después de haber rechazado la invasión orquestada por Estados Unidos, Rumania y Moldavia, los pridnestrovianos probaron su agradecimiento a sus amigos rusos. En septiembre de 1993, cuando el presidente Boris Yeltsin –con el apoyo de Estados Unidos– trata de extender sus poderes mediante el uso de la fuerza y disuelve ilegalmente el parlamento, los diputados se rebelan, lo destituyen y ponen en su lugar al vicepresidente Alexander Rutskoy. Los parlamentarios se atrincheran en el hemiciclo con el general Albert Makashov y voluntarios pridnestrovianos se unen a ellos para garantizar la defensa. Pero Yeltsin bombardea la sede del parlamento [ruso] y ordena el asalto. Los insurgentes, entre los que se encuentran Rutskoy y Makashov, son encarcelados. Serán amnistiados cuatro meses más tarde. 

Moldavia podría ser la próxima en aliarse con Moscú 

Por Tulio Ribeiro, 2 de agosto de 2022 

El conflicto Rusia-Ucrania siempre ha ido acompañado de una probable escalada del problema, ya que a los rusos les preocupa la idea recurrente de que los europeos amplíen los dominios de la OTAN respaldados por Estados Unidos como una amenaza. 

Parece que se está empezando a formar un capítulo en esta dirección con un conjunto de insatisfacción con el actual Gobierno de Moldavia frente a una guerra que se avecina. El principal problema es que el pequeño país tiene una región que se adhiere completamente a Rusia. Los moldavos temen un acuerdo ruso a medida que aumentan las tensiones entre la región separatista de Transnistria y Chisináu. 

En este desarrollo, el 5 de julio, las autoridades moldavas fueron alertadas por correo electrónico de que más de 50 instituciones estatales habían sido atacadas ese día. El comienzo de una historia basada en qué parte del país se considera rusa. De esta forma, se presentaron y enviaron más de 100 avisos similares a lugares icónicos como el Aeropuerto Internacional de Chisináu, edificios del Parlamento y del Gobierno, la Corte Suprema, centros comerciales, hospitales, e iglesias de todo el país. Si bien todas las alarmas no son concluyentes, la idea separatista es real al otro lado de la frontera con Ucrania en su parte ya dominada por Rusia. 

La posibilidad ciertamente se ve aumentada por las consecuencias del conflicto en Ucrania, que ha puesto a Moldavia, una nación sin salida al mar que limita con Ucrania y Rumania, en una posición aún más difícil de lo habitual. La República de Moldavia, que se independizó al mismo tiempo que Ucrania cuando se disolvió la Unión Soviética en 1991, tiene una población total de 3,5 millones de personas y está profundamente dividida entre los que se inclinan por Rusia y los que están a favor de la Unión Europea. 

El ascenso de Rusia en la región se remonta a 1990, en la región disidente de Transnistria, una estrecha franja de tierra fronteriza con Ucrania, que declaró su independencia. Aunque todavía es reconocido internacionalmente como territorio moldavo, ha estado en conflicto con las autoridades moldavas durante años y las autoridades de Chisináu no tienen autoridad sobre el área. En esta región, el idioma ruso es dominante para alrededor de 500.000 personas de etnia rusa y ucraniana, algunos moldavos y búlgaros, y más de 1.000 soldados rusos de «mantenimiento de la paz». 

En opinión de Ucrania, existe el temor de que Rusia pueda usar la región para lanzar nuevas operaciones contra Ucrania, mientras que altos funcionarios moldavos temen que Moscú pueda ocupar su país. 

En un intento por disuadir a los posibles infractores, el Ministerio del Interior propone ahora aumentar el monto de las multas y aumentar la pena de prisión hasta 12 años por «comunicar a sabiendas mentiras sobre el acto de la oposición separatista prorrusa». Las advertencias comenzaron hace días luego que el Consejo Europeo concedió a Moldavia el estatus de candidato a la Unión Europea. 

Mientras tanto, el ministro de Relaciones Exteriores de Transnistria, Vitali Ignatiev, insistió en que hay un fervor renovado entre los habitantes de Transnistria para unirse a Rusia, citando un referéndum de 2006 en el que los habitantes de Transnistria expresaron su deseo de hacerlo. 

El Kremlin aún no ha abordado el deseo de Transnistria de unirse a Rusia, pero ha acusado a Moldavia de impedir que sus tropas, o «fuerzas de paz», lleguen a la región. Chisináu, la capital de Moldavia, negó las acusaciones y dijo que la entrada de nuevos soldados rusos sería ilegal según los acuerdos existentes. 

Estratégicamente, Rusia tiene apoyo logístico en Transnistria y puede aprovechar su posición destacada para establecer un corredor terrestre a lo largo del mar Negro para ocupar la ciudad portuaria de Odessa. 

El tema se vuelve importante no solo por la condición fronteriza ya «rusa» con Ucrania, sino también porque, además de las tropas rusas, la región disidente alberga toneladas de municiones. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Moldavia vuelve a pedir la retirada de las tropas rusas y los depósitos de municiones, mientras que las autoridades de Transnistria expresan su preocupación por la «modernización acelerada del ejército moldavo» y piden el refuerzo del ejército ruso. 

Más consciente de lo sucedido a Ucrania, que intentó viabilizar la militarización de la frontera a través de la OTAN que amenazaría a Moscú, la responsabilidad hizo que Moldavia anunciara, días después, que pedía la interrupción de los procesos de adhesión a la UE y la OTAN. La prudencia en nombre de la paz y la conciencia de que Occidente poco ayuda. 

Fuentes: Red Voltaire, Europa Press, Le Monde Diplomatique, Resumen Latinoamericano  

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.