Traducido del ruso para Rebelión por Andrés Urruti
En una cárcel de La Haya ha muerto el antiguo presidente de la República Federal de Yugoslavia, Slobodan Milosevic. Otra vez surge un sentimiento de impotencia y rabia. Como hace 5 años, a finales de marzo del 2001, cuando los traidores de las fuerzas especiales se acercaron a la casa de Milosevic en Belgrado para arrestarlo. Sabíamos lo que ocurría, pero no podíamos hacer nada. Y ahora otra vez. Presentíamos que se preparaba algo terrible, pero no podíamos ayudarle de ningún modo.
Se que el sentimiento de impotencia pasa rápido. «A Luta continua!» (N del T: en portugués, en el original) «¡La lucha continúa!». Este lema de los años 70 del movimiento de liberación nacional de Angola servía para apoyar a nuestros amigos en los tiempos más duros. Hoy, como entonces, es una consigna extraordinariamente popular en África.
¡Cuantos amigos han perecido desde el año 1981, cuando yo me impliqué en el apoyo a la lucha de liberación en el Sur de África! Dulcie September, representante del Congreso Nacional Africano (ANC) en Francia, muerta a tiros en el umbral de su apartamento en París. Cassius Make, uno de los dirigentes de la lucha armada, abatido por disparos de metralleta, en un camino desértico de Swazilandia. Ruth First, intelectual y periodista de talento, pereció por la explosión de una bomba enviada por correo. Chris Hani, el líder más popular del partido comunista de Sudáfrica, asesinado por un emigrante polaco ultraderechista, poco tiempo antes de la victoria del ANC. Y ellos son apenas una parte insignificante de la lista de luchadores muertos a manos del imperialismo.
¡Y ahora Slobodan Milosevic! Me encontré con él por primera vez en agosto de 1999, cuando todavía estaban frescas las huellas de los incendios en las refinerías de Pancevo y Novi Sad, cuando yacían en el agua los puentes destruidos por la aviación de la OTAN, cuando en el centro de Belgrado se veían enormes agujeros en los tejados de las casas, allí donde habían impactado los misiles. Pero el presidente de Yugoslavia se mantenía firme y confiado en las fuerzas de su pueblo. Ya empezaban a toda prisa las labores para la restauración de lo destruido. De ese primer encuentro recuerdo la mirada penetrante, la claridad del pensamiento y la fuerza de voluntad.
La última vez que me encontré con él fue en la sala del tribunal de La Haya, en noviembre del año 2004. Ante mí estaba la misma persona, con fuerte voluntad, mirada penetrante y claridad de pensamiento. La cárcel no le había doblegado. Luchó por su país y su pueblo desde el sillón de presidente, ahora continuaba la lucha con la misma energía en el banquillo del ilegítimo, «otanista» tribunal de La Haya. «A Luta continua!»- «¡La lucha continúa!». Ahora sin Slobodan Milosevic. Pero continúa. «A Vitoria e certa!» (N del T: en portugués, en el original)-«¡Venceremos igualmente!».
Pero que miserables los jueces, y los titiriteros ocultos, que, escondiéndose detrás de los jueces, han dirigido esta farsa convertida en tragedia. Frecuentemente decimos que la fiera del imperialismo es maligna y despiadada. Después de tragedias, como la ocurrida con Milosevic, uno se convence de que, de hecho, es aún peor de lo que nos imaginamos. A Mykolas Burokevicius le retuvieron en una prisión OTAN-lituana durante 12 años. ¡Absolutamente por nada! (N. del T.: M. Burokevicius, líder comunista lituano, nacido en 1927, encarcelado en 1994, por su supuesta implicación en un golpe a favor del mantenimiento de Lituania en la URSS en 1991, y liberado recientemente) Pero él al menos salió vivo. A Milosevic temían dejarlo salir vivo, aunque sólo hubiera sido algunas semanas.
Los jueces del tribunal declararon apresuradamente, incluso antes del comienzo de la investigación sobre los motivos de su muerte, que ellos no se consideran culpables en nada, que, al parecer, había muerto por causas naturales. Eso mismo confirmarán indudablemente los serviciales médicos holandeses que realizarán la autopsia(N. del T.: el artículo está escrito antes de que se realizara la autopsia). No en vano Milosevic, incluso cuando peor se encontraba, se negó categóricamente a ingresar en un hospital holandés. Sabía que de la medicina de la OTAN no cabía esperar más benevolencia que de los bombarderos de la OTAN.
Sin duda, los jueces no se consideran culpables de nada. Ellos han llevado a la muerte a Slobodan Milosevic de forma completamente consciente. Inmediatamente después del secuestro bandidesco de Milosevic, de Belgrado a La Haya, en Occidente comprendieron que él no estaba doblegado, y que su potencial político no estaba, en modo alguno, agotado. La lucha en defensa de Yugoslavia que llevó en el juicio despertó en Servia simpatías hacia él, incluso de quienes anteriormente no las tenían. Todos estos años, mientras estaba en prisión, Milosevic aparecía siempre, de forma segura, como uno de los tres líderes más populares de Serbia.
Pese a la absoluta desigualdad de fuerzas (contra él trabajaban cientos de funcionarios del «Tribunal Internacional para la antigua Yugoslavia»), Milosevic, en solitario, aniquiló los «argumentos» mentirosos de la acusación. Resultó ser un luchador excepcionalmente resistente y hábil, no sólo en el sillón de jefe de estado, sino también en el banquillo de los acusados.
Incapaces de rendir esta fortaleza, sus enemigos resolvieron destruirla hasta los cimientos. Se puso en juego la más vil de las tácticas. La sala del juicio se convirtió en una cámara de torturas. Sesiones agotadoras de cinco días a la semana, de la mañana a la tarde. Y después, a Milosevic se le mantenía durante varias horas en el edificio del tribunal. Como si no hubiera transporte o convoy para llevarle hasta la cárcel. Le quitaban el descanso, incluso en la prisión. Los jueces le sometieron a cargos increíbles, abarrotándole con montañas asfixiantes de papeles en millones de páginas.
Yo estuve con Milosevic en su prisión varias veces. Y cuando le pregunté como empleaba la hora de paseo al aire libre, únicamente sonrió con amargura: cada minuto estaba absorbido por la preparación de las sesiones. Era informado del orden del día, a menudo, en el último momento, obligándole urgentemente a prepararse para acusaciones inesperadas. Las colosales presiones se iban incrementando. Tanto más cuanto que se iban superponiendo a las ya muy duras cargas de un jefe de estado rodeado y acosado por sus enemigos durante años.
Entre tanto, fueron promovidas en Yugoslavia acusaciones absolutamente absurdas contra su mujer y su hijo. Tras lo cual se declaró orden de búsqueda internacional contra ellos, y el ir a La Haya habría supuesto para ellos el arresto inmediato. Así que se le arrebató a Milosevic el apoyo, que habría sido tan importante para él, de la familia. A las colosales presiones le añadían esta tortura moral. Su muerte estaba programada.
Se realizó una primera consulta médica internacional, con participación del miembro de la Academia rusa de ciencias médicas E. Z. Golujova en diciembre del año 2003. Ya entonces había síntomas preocupantes. En otoño del año pasado el estado de Milosevic comenzó a empeorar rápidamente. Un nuevo concilio médico, en noviembre del 2005, con participación de la doctora en medicina Margarita Vladimirovna Shumilina, fijó la peligrosidad de la situación. Yo pude conversar con Margarita Vladimirovna a mediados de diciembre pasado, y ella me expresó su extrema inquietud sobre la posibilidad de un brusco giro a peor.
El director del Centro de Cirugía Cardiovascular A. N. Bakulev, el académico L. A. Bokeri envió una invitación oficial a Milosevic, para que viniera a ser tratado a Moscú. Eso fue aún en octubre. A finales de febrero del presente año, el tribunal negó al enfermo el viaje a Rusia. El escenario para la tragedia estaba preparado.
«Sovietskaya Rossia» ya advirtió hace tiempo que en La Haya se estaba preparando una represalia física contra el expresidente de Yugoslavia. Desgraciadamente, se ha demostrado que estábamos en lo cierto. Conscientemente le hundieron en un estado que el organismo no podía soportar. El último de nuestros conciudadanos rusos con el que se encontró Milosevic, el 28 de febrero, fue el colega de la redacción de nuestra publicación y diputado de la Duma Estatal por el PCFR Y. A. Kvitsinski. Entonces, cuando preguntó a Milosevic sobre su salud, el vigilante prohibió hablar de ese tema…
Ha sido un claro asesinato político. Los jueces acosaron premeditadamente a Milosevic. Es posible que quisieran que muriera, no de repente, sino que se apagara lentamente. Y no en La Haya, sino en alguno de los países a donde le habrían enviado en reclusión perpetua, por ejemplo, alguno de los fieles aliados de EE.UU., Dinamarca, Noruega o Islandia. Pero, más probablemente, en los cuarteles secretos de la OTAN se adoptó la resolución de acelerar los acontecimientos.
El asunto es que, hará año y medio, en la cúpula dirigente de los EE.UU. hubo conversaciones en las que se comentó que era necesario terminar con el «Tribunal Internacional para la Antigua Yugoslavia». Los cargos contra Milosevic se deshacían a ojos vista, y, en cambio, el sucio papel de la OTAN en el derramamiento de sangre de los Balcanes se revelaba cada vez más claramente. Uno de los principales «halcones» yanquis, el actual representante ante la ONU, Bolton, se descolgó con un artículo sobre la necesidad de suprimir el Tribunal. Es precisamente Bolton quien, ahora, solicita con dureza «reformas» en la ONU, significando recortes de sus poderes y presupuesto. La muerte de Milosevic conviene precisamente a los «Bolton» de turno: se deshacen de su principal oponente en los Balcanes, y, a la vez, crean un pretexto para la eliminación del «Tribunal». Por innecesario…
Por lo que se refiere a la técnica de la «ejecución», ya en la misma Holanda empezaron a hablar de la posibilidad de un envenenamiento de Milosevic, del hallazgo en su sangre de algunas sustancias que no debían estar ahí. Según afirmaciones del asistente jurídico de Milosevic, el expresidente de Yugoslavia escribió una carta sobre el riesgo de envenenamiento al Ministro de Exteriores de la Federación Rusa S. Lavrov, algunos días antes de su muerte.
No hay dudas, sin embargo, de que el análisis toxicológico no encontrará ningún rastro de veneno. ¡Ya hace tiempo que se habrá escamoteado todo! ¿Y quien se imagina, hoy en día, a alguien vertiendo un frasquito de veneno para su enemigo político, como en la Edad Media? La farmacología ha conseguido notables resultados desde aquel entonces.
Así que Carla del Ponte y otros participantes en este asesinato político encontrarán algún modo de lavar sus sucias conciencias. ¡Si es que las tienen! En el Tribunal intentarán poner cara de que aquí no ha pasado nada. Ese voraz monstruo (que ya se ha tragado más de mil millones de dólares del presupuesto de la ONU) se propone prolongar su existencia indefinidamente. Pero eso no se puede permitir.
No olvidamos que en las mazmorras del tribunal se encuentra todavía uno de los líderes populares serbios, Vojislav Seselj. A él no se le puede «cargar» nada, pues durante la mayor parte de los 90 estuvo en la oposición. Pero ya hace dos años que le mantienen encarcelado. Su proceso judicial ni siquiera se ha iniciado. Probablemente a Seselj querrán atormentarle con el mismo método refinado que a Milosevic. Pues es conocido como un apasionado patriota de Serbia.
Rusia también tiene asuntos pendientes con estos infames depredadores con apariencia humana. Del tipo del sonriente Javier Solana, uno de los líderes de la UE. Este exsecretario general de la OTAN, que dio la orden para los bombardeos de pacíficas ciudades en Yugoslavia, no pestañearía para aprobar el bombardeo de ciudades también en Rusia.
La decisión de asesinar a Milosevic no se tomó en La Haya, sino en algún sitio entre Londres, Washington y Bruselas. En ese mismo triángulo se examinan sin descanso variantes de la liquidación de Rusia. Nuestros «socios» de la OTAN son lobos agazapados para el ataque. Los gobernantes de la Federación Rusa, destructores del ejército y la economía, confían en que podrán evitar ese trago. Así no lo evitarán… Occidente reconoce y respeta sólo la fuerza. Como auténticos depredadores, EE.UU. y sus aliados de la OTAN sólo esperan el debilitamiento de Rusia para saltar y agarrarse a la garganta de nuestro país. La cuestión es sólo de tiempo.
Y en lo que respecta a Milosevic, se ha ido invicto. Murió en el combate. ¡Y cayendo, venció! A Luta continua! A Vitoria e certa!