India, una potencia en pleno desarrollo económico pero con profundas desigualdades y muy elevadas tasas de pobreza, se ha convertido en estos años en un gigantesco vientre de alquiler, en una especie de fábrica de niños entregados nada más nacer a parejas mayoritariamente extranjeras. Empujadas por la extrema pobreza, por el deseo de ayudar materialmente […]
India, una potencia en pleno desarrollo económico pero con profundas desigualdades y muy elevadas tasas de pobreza, se ha convertido en estos años en un gigantesco vientre de alquiler, en una especie de fábrica de niños entregados nada más nacer a parejas mayoritariamente extranjeras. Empujadas por la extrema pobreza, por el deseo de ayudar materialmente a sus familiares o de garantizar el bienestar de sus hijos, miles de mujeres indias alquilan sus vientres durante nueve meses, aunque hay también quien lo hace por cumplir el sueño de otras mujeres de ser madres. Según un reciente estudio de la revista «Mother Jones», cada año 25.000 parejas -procedentes en su mayoría de Australia, EEUU, Gran Bretaña, Japón, el Estado francés e Israel- viajan a India para contratar a una madre de alquiler. Las cifras hablan por sí solas de la evolución de este próspero «negocio». Si en 2010 hubo 86 alumbramientos subrogados, en 2012 fueron 200.
Diksha está en el primer trimestre de su embarazo. La necesidad económica la empujó a emigrar de Nepal, dejando a dos hijos en edad escolar. El dinero que obtenga una vez que dé a luz lo empleará para costear los estudios de sus hijos.
Ante la pregunta de cuánto puede ganar una mujer que alquile su vientre, «Mother Jones» indica tras visitar una clínica y etrevistarse con varias de ellas que al mes reciben 50 dólares y otros 500 al término del primer trimestre. Si el embarazo transcurre con normalidad y no hay contratiempos en el alumbramiento, cobrarán en total entre 5.000 y 6.000 dólares. Si tienen gemelos, más. De producirse un aborto natural, la mujer solo tendrá el dinero que haya obtenido hasta ese momento. Si la pérdida es voluntaria, deberá abonar todos los «gastos» a la clínica y a la pareja destinataria del recién nacido. Así funciona, por ejemplo, la clínica Akanksha, en la que desde 2004 han nacido más de 230 bebés. Pese a que los vientres de alquiler fueron legalizados en 2002, ninguna normativa regula la asistencia a esas mujeres ni antes ni tras el parto, creando un inmenso vacío legal. Por no hablar del ético.
Fuente: http://gara.naiz.info/