Desde las graves tensiones de 2014, cuando la China National Offshore Oil colocó una plataforma petrolífera en aguas disputadas provocando una oleada de tumultos contra intereses chinos, Beijing y Hanoi han intentado rebajar su nivel de discrepancias, encauzándolas por la senda del diálogo. Días atrás, no obstante, China defendía el despliegue de sus instalaciones militares […]
Desde las graves tensiones de 2014, cuando la China National Offshore Oil colocó una plataforma petrolífera en aguas disputadas provocando una oleada de tumultos contra intereses chinos, Beijing y Hanoi han intentado rebajar su nivel de discrepancias, encauzándolas por la senda del diálogo. Días atrás, no obstante, China defendía el despliegue de sus instalaciones militares en el Mar de China meridional mientras reclamaba a Vietnam el cese de actividades en las islas Nansha. Recientemente, Beijing también puso en marcha un vuelo chárter a una isla bajo su control que también reclama Vietnam quien denunció la violación de su soberanía.
En paralelo, se han sucedido los contactos al máximo nivel entre las autoridades de los respectivos partidos comunistas y Estados. De visita en Hanói, Liu Qibao, miembro del Buró Político del PCCh, apeló a la visión estratégica y de largo plazo para encarar las diferencias en el marco de un seminario teórico que ambos partidos celebran desde hace tiempo. Al secretario general del PCV, Nguyen Phu Trong, no le pueden sonar mal esas palabras, pero los intereses de Vietnam no tienen fácil acomodo cuando China se pasa por alto sus intereses inmediatos en el día a día.
El nuevo marco regional es incierto. Si Trump desentiende finalmente a EEUU del Acuerdo Transpacífico, esto supondrá un serio revés para la estrategia vietnamita, que había apostado por la participación en dicha alianza. Si Washington transfiere a Tokio buena parte de las responsabilidades en materia de integración económica y seguridad regional (con un presupuesto para defensa en auge), la elección de Hanói no será fácil.
Vietnam, con o sin el interesado apoyo de EEUU, tiene difícil contener la ambición china en las zonas disputadas. Beijing, al considerar su control como parte de lo que llama sus intereses centrales, deja poco margen para la negociación y el viejo discurso de aparcar la soberanía para explotar conjuntamente los recursos parece haber caído en el olvido. Es probable, incluso, que en los próximos meses, asistamos a una aceleración de la dinámica de hechos consumados para avanzar posiciones aprovechando la incertidumbre que acompañará la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.
El apoyo de otros hipotéticos aliados relevantes (Japón, India o Australia, por ejemplo) no aporta a Hanói el halo de relativa seguridad que sí podría sugerir el acercamiento de EEUU. En entredicho ahora, y con otros países de la región matizando su rumbo ya sea brusca (Filipinas) o lentamente (Singapur o Malasia, por ejemplo), sería deseable negociar un acuerdo integral que pacifique las tensiones; pero lo es todo menos fácil.
El incremento de la agitación en el Estrecho de Taiwan también invita a Beijing a endurecer sus posiciones en las «cuestiones de principio». En ese contexto, un acuerdo acerca del Mar de China meridional que ultime y amplíe el código de conducta previsto para estos contenciosos aportaría un marco de estabilidad a la región.
De visita también en Hanói, el canciller chino Wang Yi dijo que su país y Vietnam tienen pensamientos e ideales en común. Vietnam ya se ha convertido en el socio comercial más grande de China dentro de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático, ASEAN. El año que ahora termina permitió transcender el mayor momento crítico de los últimos años. Pero los problemas subsisten. Todo parece indicar que 2017 será un año crítico para calibrar la viabilidad de un giro hacia el acuerdo.
Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.