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China

Un imperialismo en construcción

Fuentes: europe-solidaire

China no es un «país emergente», sino una potencia emergida. No es un «subimperialismo» que vela por el orden en su región, sino un imperialismo «en proceso de constitución». La nueva burguesía china quiere jugar en la cancha de los más grandes. El éxito de su proyecto todavía no está asegurado, ni mucho menos, pero […]

China no es un «país emergente», sino una potencia emergida. No es un «subimperialismo» que vela por el orden en su región, sino un imperialismo «en proceso de constitución». La nueva burguesía china quiere jugar en la cancha de los más grandes. El éxito de su proyecto todavía no está asegurado, ni mucho menos, pero esa ambición es la que dicta su política internacional y regional, económica y militar.

Las nuevas «potencias emergentes» suelen agruparse bajo las siglas BRICS, que se refieren a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Efectivamente, estos países intentan formar un bloque en el marco internacional, organizando «cumbres» (la 5ª tuvo lugar en Durban en 2013 y la siguiente tiene lugar estos días en Fortaleza). Han anunciado la creación de un banco internacional de desarrollo controlado por ellos, alternativo al Banco Mundial. Compiten con los países imperialistas tradicionales en el acceso a las riquezas, en especial en el continente africano. El balance de este proyecto es de momento bastante mediocre, pero queda la tentación de formular un «análisis crítico común» de los BRICS con el fin, en particular, de reforzar la capacidad de «resistencia Sur-Sur y de solidaridad» populares, oponiendo los «brics de abajo» a los «BRICS de arriba»/1.

Patrick Bond, militante destacado del movimiento altermundialista y profesor comprometido sudafricano/2, desarrolla su análisis en un reciente artículo publicado en Pambazuka/3. Si para los defensores «más radicales» del bloque de los BRICS, este comprende un «potencial antiimperialista», también encierra «peligros mucho más importantes»: que esos Estados desempeñen «funciones de ‘subimperialismo’, contribuyendo al mantenimiento del régimen neoliberal». El análisis de Bond es matizado y diferencia la situación de los diversos países en cuestión, planteando incluso la posibilidad de que algunos de ellos participen en conflictos «interimperialistas», como está haciendo Rusia en Ucrania/Crimea. Sin embargo, en todo caso aplica el concepto de «subimperialismo» a todos los componentes del «bloque», China incluida.

Como señala Bond, la noción de Estados subimperialistas se remonta a muchos años atrás: evocada en 1965 por Ruy Mauro Marini para describir el papel de la dictadura brasileña en el hemisferio occidental, se «empleó repetidamente en la década de 1970». Ahí es donde la cosa empieza a no encajar: es cierto que hoy en día siguen existiendo «subimperialismos», pero las condiciones de ascenso de la potencia china son tan distintas de las de los Estados de los que se hablaba entonces que es dudoso que el mismo término permita comprender la especificidad del caso chino. No cabe duda de que el régimen chino actual ha contribuido a ampliar (¡y cómo!) la esfera de acumulación del capital internacional, que se ha integrado en la globalización y la financiarización de la economía, que ha legitimado el orden dominante adhiriéndose a la OMC combatida por todos los movimientos sociales progresistas y que ha entregado a las multinacionales una mano de obra carente de derechos y explotable a voluntad (los migrantes del interior); todo esto forma parte de la función que tienen asignada tradicionalmente los subimperialismos. Al hacerlo, China podría haberse convertido de nuevo en un país dominado como los demás por las potencias imperialistas tradicionales. Esta posibilidad parecía materializarse en la década de 2000, pero la dirección del Partido Comunista Chino (PCC) y el nuevo capitalismo burocrático chino tomaron una decisión distinta. Contaban con la baza de la herencia de la revolución maoísta, que había roto los lazos de dependencia del imperialismo, cosa que no se puede decir de ningún otro miembro del BRICS aparte de Rusia; además, a diferencia de esta última, el partido en el poder ha sabido pilotar el proceso de transición capitalista sin solución de continuidad, cambiando profundamente la estructura de clase de la sociedad china/4.

Esto no significa que los demás Estados más o menos calificables de subimperialistas (de Brasil a Arabia Saudita, pasando por Sudáfrica e Israel) sean simples títeres en manos de Washington; pero la lógica que sigue la política internacional de Pekín es cualitativamente diferente. Cuando Brasil envía tropas a Haití, o India a Sri Lanka, cumplen el papel de gendarmes regionales en defensa del orden mundial. En Asia oriental, China ha emprendido un pulso con Japón -cosa muy distinta- y con ello desafía a EE UU: puesto que ya es miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y posee oficialmente el arma nuclear, reclama el pleno reconocimiento como potencia.

Economía y estrategia

Para impulsar estas nuevas ambiciones, Pekín cuenta con una base económica muy superior a la de Rusia, que depende en mucha mayor medida de su capacidad militar. El peso de China en la economía global ha crecido de forma rápida e impresionante. ¿Hasta dónde le llevará este ascenso como potencia? Para Bruno Jetin, en este terreno sigue habiendo una gran incertidumbre/5. En términos absolutos, China posee desde 2010 el segundo producto interior bruto mayor del mundo, por detrás del de EE UU, pero superando a los de Japón y Alemania. Si se mantiene la tendencia actual, podría llegar a ocupar el primer puesto dentro de pocos años/6. Lo importante en este terreno no es la precisión de los cálculos o pronósticos, sino la tendencia.

China también es el segundo mercado, uno de los principales prestamistas y la primera «fábrica» del mundo; una posición que la competencia de otros países asiáticos de mano de obra muy barata no puede disputarle fácilmente, pues el país posee además numerosas ventajas extrasalariales. Más difícil es calibrar las posibilidades de la economía china de avanzar significativamente en el ámbito de la innovación tecnológica. Gracias, una vez más, a su independencia con respecto a los imperialismos tradicionales, el régimen está en condiciones de negociar importantes transferencias de tecnología, pero todavía no ha dado un salto adelante en materia de innovaciones autóctonas radicales/7. Un escollo que la dirección del PCC pretende superar próximamente (incluso mediante la adquisición de empresas occidentales). China acaba de afirmar su peso en un nuevo terreno, interviniendo en calidad de «gendarme internacional» de la competencia para bloquear una operación multinacional (a la sazón europea) que no afectaba directamente a ninguna de sus propias empresas: la alianza entre las líderes mundiales del transporte marítimo Maersk (danesa), MSC (italo-suiza) y CMA-CGM (francesa), pese a que ya contaba con el visto bueno de Bruselas y Washington/8. La elección del sector -el transporte marítimo- para esta intervención sorpresa no se debe al azar: China es el primer país exportador del planeta.

La cuestión de fondo es esta: ¿es sostenible el «modelo chino» de desarrollo capitalista? No está claro que sea capaz de resistir a la explosión de burbujas especulativas (como en el sector inmobiliario) o a una fuerte crisis social, a una nueva recesión mundial, al estallido de un conflicto en Asia oriental o a graves tensiones con el capital chino multinacional. Este modelo ha configurado una sociedad marcada por grandes desigualdades, similar a las de numerosos países latinoamericanos y distinta de las de los países occidentales (aunque en EE UU impera asimismo una gran desigualdad y hay países europeos en proceso de «tercermundialización»). La corrupción gangrena el país hasta el punto de que pone en peligro la aplicación de las orientaciones económicas. Cada vez más familias muy ricas -incluidas las que forman parte de las altas esferas del régimen- se lanzan a la especulación y utilizan los paraísos fiscales para evitar los controles oficiales. La coherencia del «capitalismo burocrático» está siendo cuestionada por el ascenso de capitalistas privados y minada desde dentro por el individualismo de los «príncipes rojos», hijos de los jerarcas del partido. Ahora bien, es justamente este núcleo central de la clase dominante actual el que pilota el proyecto estratégico de constitución del nuevo imperialismo, el que le da su fuerza; si se quiebra, ¿cómo se llevará a cabo la reconversión?

Dicho esto, hoy por hoy la política económica internacional china no solo persigue obtener beneficios, sino también sentar las bases que requiere una superpotencia. En lo tocante a las materias primas, China carece de casi todo, o carecerá en el futuro; compra masivamente tierras agrícolas y yacimientos (petróleo, gas, metales raros…) en todo el mundo y adquiere el control de empresas multinacionales/9; se asegura la capacidad de intervenir directamente en la producción de esas empresas mediante el nombramiento de sus gerentes, aunque también exportando mano de obra china (África…) o reclutando preferentemente a nacionales del país que hablan chino (Vietnam…). Paralelamente, intenta asegurar las vías de comunicación intercontinentales adquiriendo puertos/10 o aeropuertos, invirtiendo en la marina mercante y desplegando progresivamente su flota militar con motivo, en particular, de operaciones contra la piratería en alta mar.

Adquisición de deudas soberanas o de entidades bancarias, diversificación de sus reservas de cambio, creación de cajas de compensación en yuanes en Londres, Fráncfort y Singapur, y próximamente en París… China refuerza su posición en las finanzas internacionales después de hacer un uso eficaz de Hongkong con el mismo fin. En octubre de 2013, el yuan chino sustituyó al euro como segunda divisa en la financiación del comercio internacional a pesar de no ser todavía completamente convertible/11. Es verdad que en el conjunto de las transacciones financieras internacionales el yuan aún no es más que la séptima moneda del mundo en importancia (situándose muy por detrás del euro) y que la supremacía del dólar no está en entredicho, pero Pekín puede beneficiarse de las inquietudes provocadas por la manera en que EE UU exige un derecho de inspección de las cuentas en dólares en el mundo entero e impone su normativa fuera de sus fronteras con respecto a cualquier transacción comercial pagadera en su moneda, como ilustra el asunto BNP Paribas, literalmente colocado bajo tutela/12. En estas condiciones está claro que se reforzará la búsqueda de divisas alternativas.

China también gana puntos en otro sector dominado por los imperialismos tradicionales. Según el último informe del Sipri (Instituto Internacional de Investigación sobre la Paz de Estocolmo), por primera vez desde el final de la guerra fría, China se sitúa entre los cinco mayores países exportadores de armas, un quinteto que hasta ahora no incluía más que a EE UU y países europeos/13. Con el 6 % de las ventas, alcanza el cuarto puesto, justo por detrás de Alemania (7 %), superando a Francia (5 %) y al Reino Unido (4 %), que queda relegado al sexto puesto/14.

El conflicto marítimo en Asia oriental

Es en Asia oriental donde las tensiones entre China, los países vecinos y EE UU son más agudas. Esto no es nuevo: Washington desplegó en la región fuertes dispositivos para contener la ola de revoluciones iniciada en la época de la segunda guerra mundial. Tras la conquista del poder por las fuerzas maoístas en 1949, tejieron toda una red de bases militares alrededor de China, desde Corea del Sur hasta Tailandia, pasando por Japón (Okinawa) y Filipinas. El estallido del conflicto chino-soviético, cuando Moscú firmó un acuerdo nuclear con Washington a espaldas de China, reforzó el síndrome de asedio en Pekín. Lo que ha cambiado, en revancha, es la naturaleza social del Estado chino y, al mismo tiempo, la política que aplica para romper la amenaza de aislamiento físico que cree que se cierne sobre el país/15.

Esta política tiene actualmente una vertiente económica asociada a la exportación masiva de capital, que es uno de los marcadores de la aparición de un nuevo capitalismo chino arrasador, y a la proliferación de relaciones comerciales. Pekín crea una doble dependencia en países de la región: por la importancia del mercado chino para sus economías y por el crecimiento de sus inversiones en un buen número de países vecinos. Así, el PCC ya no se lo piensa dos veces a la hora de pasar por encima del régimen norcoreano para reforzar directamente sus relaciones con Corea del Sur. Pekín seduce con la oferta de una pax sinica que permitiría sancionar esas relaciones de dependencia económica, si bien esta política también suscita crecientes resistencias sociales y nacionales en los lugares en que las poblaciones son víctimas del dumping comercial y del comercio transfronterizo desigual (Tailandia…), se sienten amenazadas por gigantescas obras de infraestructura como las grandes presas (proyecto abortado en Vietnam, suspendido en Birmania…), sufren unas condiciones laborales excesivamente draconianas en empresas de capital chino (Vietnam…) o son expulsadas de sus tierras adquiridas por China (Filipinas…).

La implosión de la URSS y el fin del llamado periodo de guerra fría entre bloques ha desestabilizado en gran medida la situación geopolítica de Asia oriental, donde existen numerosos «puntos calientes», es decir, crisis no resueltas que supuran desde hace décadas. En este contexto, Pekín pretende imponerse como un agente imprescindible en las maniobras diplomáticas internacionales. Este fue el caso, evidentemente, de la península coreana, pero ahora China también está presente en el tablero afgano. Esta resuelta política regional cuenta asimismo con una vertiente militar y territorial muy agresiva, que subraya hasta qué punto la pax sinica se caracterizaría por una gran desigualdad. Para nutrir un nacionalismo de gran potencia capaz de llenar el vacío ideológico que dejó la crisis del maoísmo, para dar legitimidad al régimen, para apropiarse de las riquezas marinas y también para asegurarse el acceso de su flota al océano Pacífico y a los estrechos del sudeste asiático, Pekín ha declarado suya casi la totalidad del mar de China (nombre que evidentemente rechazan los demás países ribereños). Se arroga derechos que en principio solo son aplicables a un mar interior y no a un eje de la navegación internacional. Impone de hecho sus reivindicaciones construyendo diversas estructuras militares en archipiélagos deshabitados, islotes, peñones y arrecifes que reclaman o poseen otros países de la región; anima a sus pescadores a faenar en todas partes bajo la protección de sus guardacostas y emprende sondeos petroleros con la instalación, el pasado 2 de mayo, de una plataforma de perforación ante la costa vietnamita.

En contra de la opinión de Vietnam, Malasia, Brunei y Filipinas, Taiwán y Japón, Pekín toma posesión o reivindica la totalidad de las islas Paracelso y Spratley, del atolón de Scarborough y de las islas Senkaku/Diaoyu, y extiende sus propias aguas territoriales de tal manera que a los demás países del sudeste asiático no les queda más que una parte diminuta. Han surgido puntos de fricción militar en el oeste con Vietnam y en el este con Japón. Si en el primer caso se han producido incidentes muy violentos, en el segundo una escalada «controlada» está haciendo sonar todas las alarmas desde que Tokio «nacionalizara», en septiembre de 2012, las islas Senkaku/Diaoyu/16, hasta el punto de que el pasado mes de noviembre China proclamó una zona de identificación aérea que engloba este pequeño archipiélago.

Ninguna potencia quiere iniciar actualmente una guerra abierta en Asia oriental, pero de provocación en contraprovocación no cabe descartar posibles resbalones. No olvidemos que se trata de la región más nuclearizada del planeta, donde se encuentran cara a cara, como ilustra la crisis coreana, China, Rusia, EE UU y Japón, y de una región marcada asimismo por el ascenso de nacionalismos xenófobos y la militarización marítima (donde maniobran la primera, la tercera y la cuarta flota del mundo). EE UU no cesa de anunciar su gran retorno a Asia y la derecha nipona quiere anular las cláusulas pacifistas de su constitución: a pesar de la oposición de la mayoría de la población, el parlamento japonés acaba de adoptar una nueva «interpretación» de esta constitución para facilitar la participación de su ejército en operaciones exteriores…/17.

El fin de los bloques provocado por el hundimiento de la URSS y globalización capitalista han creado una situación de gran inestabilidad y no solo de interdependencia (EE UU depende de los capitales chinos y China del mercado estadounidense). Washington no puede cumplir a solas el papel de gendarme del mundo y unos cuantos «subimperialismos» regionales no bastan para ayudarle: le harían falta imperialismos aliados, aunque fueran «secundarios»; sin embargo, la Unión Europea brilla por su impotencia y Japón todavía no está en condiciones de levantar el vuelo por sí solo. Pekín aprovecha hoy por hoy este vacío, tanto en el plano militar como económico. No obstante, si prosigue la constitución del nuevo imperialismo chino (cosa que no está asegurada) sin que se produzca una crisis importante del régimen, no cabe duda de que vendrá acompañada de un aumento de las tensiones geopolíticas.

Está claro que Asia oriental no es la única región del mundo marcada por la inestabilidad y la proliferación de conflictos armados: Oriente Medio sigue siendo desde este punto de vista la región de lejos más «caliente». Sin embargo, en Asia la confrontación entre todas las grandes potencias es más directa.

Notas

1/ Patrick Bond, Which way forward for the BRICS in Africa, a year after the Durban summit?, Pambazuka n° 673: http://pambazuka.org/en/category/fe. ..

2/ Universidad de KwaZulu-Natal.

3/ Patrick Bond, BRICS and the tendency to sub-imperialism, Pambazuka n° 673: http://pambazuka.org/en/category/fe. ..

4/ Véase sobre este proceso Pierre Rousset, D’où surgit le nouveau capitalisme chinois ? «Bourgeoisification» de la bureaucratie et mondialisation, ESSF (artículo 31179): http://www.europe-solidaire.org/spi . ..

5/ Véase Bruno Jetin, China: unavoidable rise or possible decline? en: Au Loong Yu, China’s Rise : Strength and Fragility, Merlin Press: Reino Unido 2013. Gran parte de los datos que siguen están sacados de este capítulo. Para una crónica del ascenso del capitalismo chino en la arena internacional, véase asimismo, en la misma obra, el capítulo de Au Loong Yu, China Going Global.

6/ Según los cálculos del FMI, basados en datos de fiabilidad discutible, como los tipos de cambio.

7/ En el sector del automóvil… http://www.autoactu.com/les-dangers. ..

8/ Denis Cosnard, Le Monde, 19 de junio de 2014.

9/ Es el caso, por ejemplo, del sector lácteo desde 2010, con adquisiciones de capital por parte de gigantes agroalimentarios controlados por el gobierno chino como Brigth Food: Nueva Zelanda fue el primer objetivo (no en vano este país es el primer exportador mundial de productos lácteos), y ofensivas en EE UU o en Europa y, últimamente, en Israel. Se trata tanto de asegurar la importación de productos, ingredientes o tecnologías en un sector muy sensible tras los repetidos escándalos sanitarios que afectaron en particular a la leche en polvo para bebés. En el sector cárnico está en marcha un proceso similar, con la compra por parte de WH Group, en 2013, de la empresa procesadora de porcino Smithfield; este es el grupo estadounidense más grande adquirido hasta la fecha por el capital chino.

10/ No hace mucho, el primer ministro chino acudió a Atenas para negociar, en particular, la ampliación de su participación en el puerto de Pireo, que el gobierno griego ha puesto en venta.

11/ Isabelle Chaperon, Le Monde, 29-30 de junio de 2014.

12/ El gran banco francés BNP Paribas ha sido condenado a una multa récord de 9.000 millones de dólares (entre otras sanciones) por haber comerciado en la divisa estadounidense con países sometidos al embargo de EE UU, pese a que tales operaciones se llevaron a cabo en Suiza. El caso es que toda transacción en dólares debe quedar registrada en un banco situado en EE UU, lo que permite la fiscalización por parte de la justicia estadounidense.

13/ http://www.sipri.org/yearbook/2013/. ..

14/ http://books.sipri.org/product_info. .. Los dos principales países exportadores son, claro está, EE UU (29 %) y Rusia (27 %).

15/ En este marco no es posible entrar en detalles sobre la historia de la compleja política asiática de Pekín en la época maoísta.

16/ Pierre Rousset, ESSF (article 26587), Asie du Nord-Est: bruits de bottes pour une poignée d’îlots inhabités.

17/ Este artículo se centra en el ascenso de la potencia china. Para tratar la situación geopolítica en Asia oriental habría que desarrollar el papel propio de los imperialismos «tradicionales», EE UU y Japón.