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Un mensaje, casi seguramente, de Bin Laden

Fuentes: La Jornada

¿Es él? Casi seguramente. ¿Por qué en audio? ¿Por qué no grabó un video? ¿Estará enfermo? Sí, dicen las acostumbradas «fuentes de inteligencia» estadunidenses. Es el mismo viejo cuento. Osama Bin Laden nos habla desde detrás de una cueva, de dentro de una cueva, desde un sótano, tal vez, en una cinta que casi seguramente […]

¿Es él? Casi seguramente. ¿Por qué en audio? ¿Por qué no grabó un video? ¿Estará enfermo? Sí, dicen las acostumbradas «fuentes de inteligencia» estadunidenses. Es el mismo viejo cuento. Osama Bin Laden nos habla desde detrás de una cueva, de dentro de una cueva, desde un sótano, tal vez, en una cinta que casi seguramente fue grabada de una línea telefónica lejana. El mensaje del miércoles, como siempre difundido por la televisora Al Jazeera, fue un recordatorio de que la seguridad -no la enfermedad- elige su método de comunicación.

Bombardeamos e invadimos Afganistán para encontrar a Bin Laden, de la misma forma en que combatimos y morimos en Irak para matar a sus simpatizantes; aun así este hombre nos elude, nos amenaza y se burla de nosotros. ¿Cuánto más puede durar este absurdo? El presidente Chirac advierte que Francia -de todas las naciones- podría usar armas nucleares si es atacada. ¿Por quién?, me pregunto. Estados Unidos hace volar en pedazos a niños paquistaníes y proclama haber matado a cinco hombres buscados, incluido un fabricante de bombas. Pero no hay ninguna evidencia de ello, en lo absoluto. Bin Laden afirma que Estados Unidos volverá a sufrir un ataque a menos que acepte una tregua en las guerras de Irak y Afganistán. ¿No se suponía que estábamos ganando la «guerra contra el terror»? «Oh, no», señalan los «expertos»; Bin Laden y Al Qaeda están perdiendo, por eso es que quieren una tregua. Qué esperanzas.

Se trata, por supuesto, de un juego. Bin Laden no tiene intención de poner fin a su propia guerra, como tampoco George W. Bush o Tony Blair. Con toda probabilidad, Bin Laden hace la oferta de la tregua con la intención de que sea rechazada. Quiere que Bush y Blair la rechacen. Después del próximo ataque vendrá una nueva cinta de audio. ¿Ven lo que pasa cuando rechazan nuestro cese del fuego? Se los advertimos. Y entonces nosotros nos preguntaremos: ¿Es él? ¿Por qué no grabó un video?

Nunca antes en la historia tantos hombres buscados han difundido sus fotos, mensajes y videos desde la clandestinidad. Probablemente Tito fue la última figura de tiempos de guerra que caminaba entre sus enemigos y permanecía libre para hablar y retirarse. La ironía es, desde luego, que Bin Laden es ahora parcialmente irrelevante. Ha creado Al Qaeda. Su hazaña -si es que esa palabra puede entenderse dentro de este contexto- está completa. ¿Para qué nos molestamos cazándolo ahora? Es un poco como arrestar a todos los científicos nucleares del mundo después de que se inventó la bomba atómica. El monstruo ya nació. Ahora tenemos que encargarnos de Al Qaeda.

Así, Bin Laden nos dice que los sistemas de seguridad estadunidenses no han prevenido un ataque, y que a su agrupación le toma tiempo preparar las «operaciones». «Es mejor no combatir a los musulmanes en su tierra», afirma. «No tenemos objeción en ofrecerles una tregua que sea justa y de largo plazo… para poder reconstruir a Irak y Afganistán», asegura.

Olvidemos por un momento el profundo cinismo detrás de este mensaje -destruir a los chiítas de Irak parece ser uno de los objetivos de los insurgentes iraquíes-; lo que se nos está revelando es uno de los viejos temas de Bin Laden: la idea de que estas guerras causarán la bancarrota de Estados Unidos. «Esta solución no es vergonzosa porque evita que se malgasten billones de dólares de los mercaderes de la guerra». Estas son casi exactamente las mismas palabras que usó Bin Laden la última vez que nos encontramos. «Los estadunidenses van a la bancarrota», dijo entonces, sin darse cuenta que la guerra optimiza e infla la economía de una superpotencia.

Es como si los dos «bandos» de este conflicto vivieran de ilusiones. Bush y Blair siempre están diciéndonos que las cosas en Irak mejoran cuando todos sabemos lo mucho que empeoran. La anarquía ha hecho presa de la nación desde Mosul, en el norte, hasta Basora, en el sur. ¿Que los cadáveres de soldados siguen llegando a Estados Unidos? Nada más no dejen que la prensa saque fotografías de los ataúdes. ¿Bombas en Londres? No tienen nada que ver con Irak, nos dijo el desventurado Blair en julio pasado.

Ya hay en Internet una página en español de la Casa Blanca sobre la guerra en Irak. ¿Por qué? ¿Será que los españoles están interesados en la guerra que dejaron atrás? ¿O más bien porque muchos de los soldados que mueren en Irak son de habla hispana? Y ahora tenemos a Paul Bremer, el no menos desventurado ex cónsul estadunidense en Bagdad, diciéndonos que esas mismas tropas españolas contribuyeron al levantamiento en Najaf porque no estaban cumpliendo con sus tareas en Irak.

Más absurdos. Lo que originó ese levantamiento fue la ira personal de Bremer por un ataque en su contra proveniente de un diminuto periódico chiíta musulmán cuya clausura él ordenó (en un anuncio hecho en su árabe execrable). Fue esto lo que llevó a Moqtada Sadr a combatir a los estadunidenses. Y así podemos seguir: culpemos a los combatientes extranjeros -pese a que 158 mil de los que están en Irak usan uniformes estadunidenses-, culpemos a Siria, culpemos a Irán. Culpemos también a España, por supuesto. Culpemos a cualquiera que no esté «con nosotros».

La verdad es que se necesitará de Irán y Siria para ayudar a Estados Unidos y Gran Bretaña a salir de esta aventura vergonzosa. Y entonces, ¿qué es lo que hacemos? Tensar aún más la situación acusando a Irán de querer fabricar armas nucleares. ¿Y por qué Irán? ¿Por qué no otro Estado musulmán llamado Pakistán, infinitamente más inestable, y que de hecho ya tiene armas nucleares? Bueno, pues porque su dictador, el presidente general Pervez Musharraf, está de «nuestro lado». ¿Por qué no atacamos a Corea del Norte, cuyo líder es más volátil que cualquier clérigo iraní? Porque ahí también hay armas nucleares.

En Afganistán, los talibanes están regresando lentamente. Afuera de Kabul, todas las mujeres llevan burkha. ¿No se suponía que se la iban a quitar? ¿No eran ya «libres» las mujeres? Cada vez más soldados estadunidenses mueren en Afganistán. ¿No se suponía que ya habían ganado?

Ahora Canadá ha dividido a sus tropas de mantenimiento de paz y enviado un batallón a Kandahar a combatir a los talibanes y Al Qaeda. ¿Que hacen ahora los canadienses en operaciones de combate? ¿Qué riesgos enfrenta ahora Canadá, que se mantuvo al margen de toda la invasión y ocupación en Irak?

Hace sólo unos cuantos meses, Bin Laden nos estaba bombardeando con explicaciones sobre los ataques de su movimiento. Entonces señaló que nadie se preguntaba por qué Suecia no había sufrido atentados. Por tanto, aún debemos temer ataques en Estados Unidos, más bombardeos y nuevos capítulos en la «guerra contra el terror». Y en todo este tiempo, en Occidente, no nos hemos puesto a buscar una forma de poner fin a esta «guerra».

¿Qué tal algo de justicia en Medio Oriente? ¿Qué tal si levantamos esa cobija de injusticia que ha cubierto la región durante tantas décadas? A los musulmanes de Medio Oriente probablemente les agradaría tener algo de esa democracia que nosotros proclamamos y que, según esto, les estamos exportando. También quisieran algunos de los derechos humanos que pueden adquirirse en los anaqueles de los supermercados occidentales. También quisieran otra clase de libertad: estar libres de nosotros. Parece que nada de esto vamos a darles.

Así es que la guerra antiterrorista continúa. Esperen más cintas de audio, más amenazas y más muertes.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca