Desde la caída de su califato en Siria, en Irak y en Libia, la dura represión que está soportando el grupo Wilāyat Sinaí (Provincia del Sinaí) en Egipto, con la operación Sinaí 2018, en que el Ejército esta librado una guerra (¿sucia?) contra los muyahidines tanto en la península como en la extensa frontera con […]
Desde la caída de su califato en Siria, en Irak y en Libia, la dura represión que está soportando el grupo Wilāyat Sinaí (Provincia del Sinaí) en Egipto, con la operación Sinaí 2018, en que el Ejército esta librado una guerra (¿sucia?) contra los muyahidines tanto en la península como en la extensa frontera con Libia; la persecución y el constante ataque aéreo norteamericano en Somalia contra el grupo al-Shabaab; la derrota de los filipinos de Abu Sayyaf; sumado a las negociaciones de paz, que esta vez parecen tener un rumbo definitivo de los talibanes afganos, aunque muchos comandantes parecerían no van a acatar, si se llegara a disponer el cese de la guerra, son pocos los lugares donde los integristas desplazados de esos frentes tienen para reincorporarse a la lucha.
Uno de ellos es el norte de Mali y países vecinos como Níger, Burkina Faso, Mauritania y sur de Argelia, donde operarán dos organizaciones el Estado Islámico del Gran Sahara que responde al califa Abu Bakr al-Bagdadí, el fundador del Daesh o a su sucesor ya que algunas fuentes lo han dado por muerto en varias oportunidades, y el Jama’at Nasr al Islam wa al Mouslimin, (Frente de Apoyo para el Islam y los Musulmanes) la filial más importante de al-Qaeda en África, sin contar a Boko Haram, que en Nigeria está sufriendo divisiones internas a raíz de las demenciales estrategias propuestas de su líder Abubakr Shekau.
El otro sitio a donde peregrinan los combatientes derrotados es una amplia región en Asia Central, que en la historia del Islam se conoce como Khorasan, que abarca grandes sectores de Afganistán, el noreste de Irán, el sur de Turkmenistán, Uzbekistán, Pakistán y algunas áreas indias que incluye Cachemira y la provincia china de Xinjiang.
El 26 de enero de 2015, Daesh, había anunciado oficialmente la creación del Wilāyat Khorasan, cuyos primeros integrantes fueron miembros de algunos grupos rebeldes del Talibán afgano, que hicieron su bayat (juramente de lealtad) Abu Bakr al-Bagdadí, desde entonces ambos organizaciones, tuvieron fuertes enfrentamientos armados, particularmente en la provincia de Nangarhar, fundamentalmente por el manejo de la producción del opio, la fuente de financiación más importante de los talibanes, unos 200 millones de dólares al año. Según Naciones Unidas, el opio que se cultiva en 24 de las 34 provincias, fundamentalmente en las del sur con un 69% de los cultivos. Que se constituye entre el 20% al 32% del PIB afgano. Los esfuerzos de erradicación por parte del gobierno de Kabul, apoyado por Washington, a logrado disminuir la producción de 9 mil toneladas en 2017 a 6400 el año.
La aparición del Wilāyat Khorasan atrajo la incorporación de una treintena de otros grupos como Lashkar-e Taiba (LeT), Tehrik-e Khilafat Khorasan (TKK), Khilafat Afghan y Azizullah Haqqani, el Movimiento Islámico de Uzbekistán (IMU); Jamaat Ansarullah, de Tayikistán; el Movimiento Islámico de Turkmenistán (IMT); el Movimiento y Partido Islámico de Turkestán Oriental (ETIM / ETIP), y las organizaciones uigures que operan en la provincia china de Xinjiang , Gansu Hui Group, y el Movimiento Islámico de Turkestán Oriental (MITO), que fueron engrosando su filas tanto por militantes locales que retornaban de su experiencia en Siria e Irak, como de veteranos extranjeros y simpatizantes entusiasmados en las campañas de reclutamientos en las redes sociales, como por los cooptados en la multitud de madrassas pakistaníes fundadas y financiadas, por Arabia Saudita desde los años ochenta. Si bien el número de combatientes es imposible de establecer algunas agencias de seguridad internacionales dicen que sumados los militantes de todas las organizaciones que lo han adherido podrían llegar a ser cerca de 12 mil hombres.
La Wilāyat Khorasan que se ha adjudicado numerosos ataques tanto en Afganistán como en Pakistán, ha protagonizar un doble atentado contra el Parlamento iraní y el santuario del Ayatolá Jomeini, el 7 de julio de 2017, donde murieron cerca de 20 personas en total; el 22 de septiembre del año pasado otro ataque durante un desfile militar en conmemoración del inicio de la guerra contra Irak(1980 -1988) en Ahvaz, capital de la provincia de Juzestán dejó al menos 29 muertos y más de 60 heridos (Ver: Je ne suis pas l´Iran.) El pasado 13 de febrero, el grupo Jaish al-Adl ( Ejército de la Justicia), de origen pakistaní, con ramificaciones en las provincias iraníes de Sistan y Baluchestán reivindicó el atentado suicida, en que murieron 27 Guardias Revolucionarios, el cuerpo militar de élite iraní.
Una India musulmana
Dada la expansión de la Wilāyat Khorasan y el recalentamiento de la cuestión cachemir India, tiene serias posibilidades de convertirse en el próximo objetivo del fundamentalismo musulmán, en el país donde el islam, representa una «minoría» de 180 millones de creyentes, esa posibilidad está a la vuelta de la esquina.
Desde siempre cualquier acción del terrorismo musulmán en territorio hindú, siempre está teñido de la sospecha por parte de Nueva Delhi, de la intervención del servicio secreto de inteligencia pakistaní ISI
Al-Qaeda dese 1996 intenta extender su red en India cuando Osama bin Laden calificó a ese país y a la provincia de Jammu y Cachemira como una de las regiones donde los musulmanes vivían bajo la «opresión», por lo que se convertía en un legítimo objetivo de lucha. En 2014 Ayman al-Zawahiri, el sucesor de Osama bin Laden, estableció en India el Jamaat Qaiadat al Jihad fi Shibhi al Qarrat al Hindiya (al-Qaeda para el subcontinente indio). A pesar de ello y el siempre latente conflicto por cachemir, donde la mayoría de la población es musulmana, India no ha experimentado, en escala, una actividad intensa del terrorista fundamentalista.
El ataque más importante que ha sufrido se produjo en noviembre de 2008 en la ciudad de Mumbai, que dejó al menos 174 muertos, incluidos 20 miembros de las fuerzas de seguridad y 26 turistas extranjeros y 300 heridos. El ataque fue ejecutado por un comando de diez militantes de la cachemira pakistaní Lashkar-e-Taiba, (Ejercito de los Puros) que resintió gravemente las ya históricamente tensas relaciones entre Nueva Delhi e Islamabad.
Según la inteligencia india solo 23de sus ciudadanos viajaron al Levante para incorporase al Daesh, de los cuales seis murieron en Siria o Irak, otros dos fueron detenidos a su vuelta a India mientras que se desconoce el destino de los 15 restantes. Mientras que otros 35 ciudadanos indios, han tenido contactos con movimientos fundamentalistas en el exterior.
En lo que se refiere estrictamente a la actividad del Daesh en India se conoció que a finales de 2016, la policía desbarató la organización la formación de Junood-ul-Khalifa-e-Hind (Ejército del Califa en la India) cuyos integrantes habían sido reclutados por Shafi Armar, hermano del Sultán Armar, que pertenecían a la India Mujahiddeen, (IM) con base en Pakistán desde 2008. El sultán Armar después de renunciar al IM, fundó el Ansar-ul-Tawhid (Grupo para el Monoteísmo en la tierra de la India) que más tarde juraría lealtad al Daesh. Sultán Armar viajaría a Siria e Irak, donde finalmente terminaría muerto, su hermano Shafi quien quedaría a cargo de la organización; inició una campaña de reclutamiento para ensanchar la base de su organización en el Movimiento Islámico de Estudiantes de la India (SIMI). Quienes se cree fueron los responsable del doble atentado del 2003 con «taxis-bomba» que causó la muerte de cerca de 50 personas en el centro de Mumbai a quienes también se les atribuyó, junto al Lashkar-e-Taiba el ataque al parlamento en Nueva Delhi, que dejó 15 muertos en 2001.
Desde entonces, ataques esporádicos se producen en India fuera del territorio cachemir, ataque que si bien no producen un número importante de bajas, es una permanente asechanza en toda la sociedad. Ataque en restaurante en el centro de Bangalore capital del estado de Karnataka en el sur del país; en trasportes públicos como el sucedido el 7 de marzo de 2017, una bomba arrasó un tren de pasajeros en la línea Bhopal-Ujjain, el atetado dejó 10 civiles heridos, cuya significancia esta marcada por haber sido el primer ataque reconocido por el Daesh en India.
La Oficina de Inteligencia de la India (IIB) lanzó la Operación Chakravyuh, diseñado para identificar y atrapar a potenciales reclutas del Daesh, detectando a tres mil jóvenes indios que buscan unirse al grupo del Califa al-Bagdadí. Los agentes pudieron compilar información con los identificados para hacer seguimientos y monitorear de las células terroristas emergentes, que busca la oportunidad de instalarse en India, el antiguo sueño de Khorasan.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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