Ali David Sonboly, el estudiante germano-iraní de 18 años que el pasado viernes perpetró una matanza en un centro comercial de Múnich, adquirió en la llamada Darknet o red oscura (una especie de internet oculta), la mortífera GLock semiautomática de nueve milímetros y las 300 balas que llevaba en la mochila, junto a un ejemplar […]
Ali David Sonboly, el estudiante germano-iraní de 18 años que el pasado viernes perpetró una matanza en un centro comercial de Múnich, adquirió en la llamada Darknet o red oscura (una especie de internet oculta), la mortífera GLock semiautomática de nueve milímetros y las 300 balas que llevaba en la mochila, junto a un ejemplar del libro Amok, por qué matan los estudiantes, que describe el síndrome que él mismo sufrió: una súbita y espontánea explosión de rabia contenida que provocó que matara indiscriminadamente a todo aquel que se cruzara en su camino. Después, caminó un kilómetro y con esa misma pistola se suicidó bajo una arboleda, cuando estaba a punto de ser atrapado por la Policía.
Aunque no era un terrorista, sino un joven desquiciado que actuó empujado al abismo de la locura por el acoso escolar, el asesino de Múnich compró el arma y las municiones en la red oscura, el mismo sitio donde los terroristas que atentaron contra el semanario francés Charlie Hebdo adquirieron su armamento. La Glock-17 no tenía número de serie, pero la marca de certificado proviene de Eslovaquia, lo que según los investigadores alemanes significa que fue adquirida a través de un vendedor radicado en la República Checa o en Eslovaquia.
Según datos de la Policía alemana, la pistola había sido originalmente un elemento de utilería para el cine o teatro y estaba inutilizada. Alguien la reparó para que pudiera servir de nuevo como arma de fuego y la vendió a través del Darknet.
Para Ali David Sonboly, comprar una pistola y balas resultó un juego de niños, ya que la Darknet se ha convertido en un submundo clandestino, ilegal, amoral y descontrolado que alberga, no solo el paraíso de los pedófilos sino de los narcotraficantes, sicarios, terroristas y grupos de odio racial, entre otros especímenes. La compañía de seguridad informática Trend Micro, colaboradora de la Interpol, calcula que ese submundo digital del inicio del siglo XXI es 500 veces mayor que la web que todos conocemos.
En esta parte de la conocida Deepweb existen páginas específicas para vender casi cualquier cosa, que pueden ir desde la descarga de un libro prohibido hasta material explosivo o armas.
Para realizar operaciones de lavado de dinero, contratar un asesino, tráfico de órganos, documentos falsos, explosivos o drogas y garantizar que no se pueda rastrear el movimiento, las transacciones dentro de la red oscura se hacen por medio de las criptomonedas. La más utilizada es Bitcoin, una moneda virtual creada en 2009 que tiene su cotización equivalente en euros o dólares.
Adquirir una granada, heroína o incluso una pistola Taser -que lanza descargas eléctricas-, camuflado en forma de iPhone es posible con un simple click. En ningún caso se da la dirección del comprador ni del vendedor porque serían muy fáciles de localizar. Para evitarlo, se concertan puntos de entrega anónimos que funcionen como intermediarios.
Si uno quiere contratar un sicario -es decir, un asesino a sueldo-, puede utilizar otro programa de encriptado, que originalmente también fue de uso militar, el PGP que permite mantener conversaciones cifradas entre las partes. Los honorarios para liquidar a un ciudadano común rondan los 20.000 dólares.
Nuevas identidades, pasaportes, carnets de conducir… En la Darknet se puede pasar de contratar a un sicario a comprar una identidad. Hay un grupo de webs que ofrecen todo lo necesario para adoptar una identidad oficial en países como Francia, República Checa o Dinamarca por algo más de 1.000 euros. En el caso de los pasaportes, el precio se eleva un poco más, situándose entre los 2.500 y los 4.000 euros, siendo Gran Bretaña el primero de la lista. Sumando al montón otro millar más, se pueden conseguir licencias de conducir de determinados países de la Unión Europea.
Robar información para cualquier persona cuesta más de 75.000 dólares. El acceso a una red de negocios o de gobierno cotiza en alrededor de 100.000 dólares. Y si el cliente quiere contratar un hacker chino para romper un objetivo específico, cobran, como mínimo, un millón de dólares.
El lado más perverso del ser humano tiene su sitio en la Darknet, a la que los simples usuarios no pueden acceder por Google o Yahoo. Es necesario un buscador diferente: Tor, The Onion Router, que nació en el Laboratorio de Investigación Naval de EEUU como una forma de crear comunicaciones seguras para los militares, ahora se ha convertido en el buscador favorito para pedófilos, yihadistas del Estado Islámico, traficantes de armas y asesinos a sueldo.
Para moverse en la red oscura, el perpetrador de la matanza de Múnich empleó el navegador Tor, que utiliza un enrutamiento entre servidores para ocultar la dirección IP de origen, cifrando en cada conexión todo el tráfico, y por tanto, imposibilitando el retroceso para saber quién está detrás de la conexión. A esto se le llama enrutamiento de la cebolla porque va por capas. De esta forma, es imposible conocer quién está detrás de cada conexión en esta web oscura, por lo que se convierte en el espacio perfecto para las actividades ilegales.
Entre noviembre de 2011 y junio de 2012, el sitio Silk Road, dedicado a la venta de drogas, armas y comercio ilícito, generó unos ingresos 1,2 millones de dólares mensuales, dejando ganancias de al menos 92.000 dólares en comisiones a los operadores de la página, según el informe Traveling the Silk Road.
El autor del estudio e integrante de la Universidad Carnegie Mellon, Nicolas Christin, estimó que la página propiciaba un intercambio de 14,4 millones de dólares anuales, lo que suponía 150.000 usuarios activos por mes.
El FBI logró dar de baja este portal el 1 de octubre de 2013 y arrestó al fundador, el norteamericano Ross William Ulbricht, de 29 años de edad, conocido como Dread Pirate Roberts. Sin embargo, la página volvió a activarse a principios de noviembre de ese mismo año y actualmente está en línea bajo la versión 2.0.
Un periodista del portal ruso Furfur logró entrar en la Darknet para desnudar parte de ese submundo clandestino e ilegal. ¿Por qué las autoridades no cierran este negocio?, se pregunta en el artículo. La conclusión es, cuanto menos, escalofriante: «Porque eso tampoco pasa en el mundo real. No se trata de corrupción. Es mejor lo de controlar a los pequeños comerciantes de este tipo y esperar que aparezca algún comprador grande para revelarlo», asegura Dimitry Khomak, uno de los fundadores del portal ruso Lukmore.
Contrariamente a los mitos y leyendas que se retroalimentan, en la Darknet no se pueden encontrar documentos secretos de los servicios de inteligencia o informes de experimentación humana. La red no se ha convertido en la zona de libertad con la que soñaban muchos, sino en un lugar que puede interesar solo a la gente que vende o compra artículos ilegales. La Darknet es solo uno de los lugares donde el anonimato saca lo peor del ser humano.
Fuente original: http://www.publico.es/internacional/oscuridad-darknet.html