El 14 de abril Estados Unidos, Inglaterra y Francia lanzaron 103 misiles contra tres diferentes objetivos en Siria. El ataque fue la respuesta a informaciones sobre el empleo de armas químicas en contra de la población civil en las afueras de Damasco. Los inspectores de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas todavía no […]
El 14 de abril Estados Unidos, Inglaterra y Francia lanzaron 103 misiles contra tres diferentes objetivos en Siria. El ataque fue la respuesta a informaciones sobre el empleo de armas químicas en contra de la población civil en las afueras de Damasco. Los inspectores de la Organización para la Prohibición de Armas Químicas todavía no han podido corroborar que dicha agresión tuvo lugar.
Washington insiste en que el régimen de Bashar al Assad mantiene un programa de armas químicas y, según el Pentágono, el ataque destruyó las instalaciones clave de dicho sistema. (Más datos sobre la presencia de armas químicas en Siria). El parte oficial estadunidense afirma que todos los misiles dieron en el blanco. Ninguno fue interceptado. «Happy saturday» fueron las primeras palabras de la vocera del Pentágono al comenzar su conferencia de prensa.
La versión rusa sobre el ataque presenta un panorama distinto. El Ministerio de Defensa ruso afirma que se lanzaron 112 misiles defensivos tierra-aire en contra de los misiles atacantes. El coeficiente de intercepción, según Moscú, fue de 69%. El vocero ruso señala que Estados Unidos no utilizó sus sistemas de supresión electrónica para bloquear las defensas antiaéreas sirias. Aunque el Pentágono asegura que sus aviones de guerra electrónica fueron desplegados en el Mediterráneo oriental y en el mar Rojo, Moscú sostiene que estaban fuera de alcance del teatro de operaciones y pretende así apuntalar su afirmación de que más de 70 misiles atacantes fueron interceptados.
Es normal que los partes de guerra transmitan mensajes contrastantes. Pero hay que notar que esta vez las diferencias son mayúsculas. Si el coeficiente de misiles interceptados es tan alto como Moscú afirma, eso significaría que la tan glorificada supremacía estadounidense en materia de misiles habría dejado de existir. Sin embargo, esa versión sobre la capacidad de las defensas sirias tampoco ha sido confirmada por fuentes independientes.
Es claro que la situación en Siria se asemeja cada vez más a las guerras por procuración de la guerra fría. Y de esto se deriva un importante mensaje: seguimos estando muy cerca de una guerra nuclear. Por eso la pregunta sobre la capacidad tecnológica de Rusia es relevante.
En un discurso el pasado primero de marzo, Vladimir Putin presentó una panorámica sobre los nuevos componentes del arsenal nuclear estratégico ruso. Uno de ellos es verdaderamente revolucionario: el vehículo de reingreso a la atmósfera Avangard. Este sistema otorgaría a Rusia la capacidad de extender el alcance de sus misiles estratégicos de manera significativa, permitiéndole atacar cualquier blanco en el mundo desde direcciones novedosas, incluyendo la del Polo Sur. Pareciera que Putin está queriendo comunicarse con el establishment político-militar en Estados Unidos. ¿Qué le quiere decir?
El sistema Avangard es un deslizador hipersónico, cuyo diseño le permite iniciar el reingreso a la atmósfera como cualquier otra ojiva, pero al llegar a capas más densas puede rebotar y reiniciar una nueva fase de vuelo exoatmosférico y así extender notablemente su alcance. Además, puede utilizar superficies de control aerodinámico para evadir defensas antimisiles para la fase endoatmosférica. Dotado de ese sistema, Rusia podría atacar cualquier punto en Estados Unidos sobrevolando el Polo Sur. Ninguna instalación militar o de comando y control estadunidense se encuentra preparada para un ataque desde esta dirección.
Los principios del Avangard son conocidos desde hace mucho tiempo, pero dominar la tecnología para hacerlo operativo no ha sido fácil. Sin embargo, el sistema ya entró en la fase de producción en serie y las autoridades militares rusas insisten en que en 2019 el sistema alcanzará su fase operativa. El despliegue de un misil balístico de alcance casi ilimitado y de vehículos terminales capaces de maniobrar en la fase final del trayecto anulan cualquier sistema de defensa anti-misiles y proporciona una ventaja estratégica a su poseedor.
El sistema Avangard no es el único ejemplo del nuevo poderío militar ruso. El consenso entre los expertos militares independientes es que los misiles 3M22 Zircon, capaces de alcanzar ocho veces la velocidad del sonido, han hecho obsoletos los costosísimos portaviones estadunidenses y sus flotillas protectoras. Para un análisis detallado y más ejemplos, véanse los artículos de Paul Craig Roberts y de Andrei Martyanov en el blog del US Naval Institute.
Desde que George W. Bush decidió abandonar (en 2001) el Tratado de Prohibición de Defensas Antimisiles (conocido por sus siglas en inglés como ABM), la percepción en Rusia es que Estados Unidos nunca dejó atrás los reflejos de la guerra fría. La expansión de la OTAN le confirmó esta percepción. Putin tiene muchos (y muy serios) defectos, pero aquí no estamos hablando de su capacidad de alardear. La plataforma tecnológica rusa es real y revela que los mitos sobre la supremacía y la invulnerabilidad de Estados Unidos son precisamente eso: mitos.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2018/04/25/opinion/027a1eco