La rebelión popular que hoy presenciamos en el territorio iraní es un capítulo más de la lucha fracasada por la democracia política y económica en 1979.
En Irán, a fecha de hoy, ya está confirmada la muerte bajo custodia de al menos dos jóvenes arrestados durante las protestas por los derechos civiles y económicos, el asesinato a balazos de 22 (entre ellos dos niños de 11 y 13 años) y la detención de cerca de 4.000 indignados.
La rebelión popular que hoy presenciamos en el vasto territorio iraní es un capítulo más de la lucha fracasada por la democracia política y económica en 1979: la revolución que consiguió acabar con una monarquía autoritaria fue secuestrada por el clérigo chií, que inauguró en Irán –con una amplia frontera común con la Unión Soviética y una poderosa fuerza de izquierda– la primera teocracia totalitaria.
Los G4 habían llegado a un acuerdo con la extrema derecha islámica, con la que compartían un profundo sentimiento anticomunista, para acoger al ayatolá Jomeini en la Francia del presidente derechista Valéry Giscard d’Estaing y llamarle «líder de la revolución» y, después de tres meses de una incesante propaganda a su favor, devolverlo a Irán a bordo de un avión de Air France, escoltado por los F-4 Phantom. Para quienes consideran «antiimpeiralista» a Jomeini, ¿se imaginan al bolivariano Hugo Chávez exiliado en la Francia de Nicolas Sarkozy y protegido por él?
Así, fue abortada una de las revoluciones más grandiosas del siglo pasado. A las injusticias sociales y la opresión política del shah Jomeini y su sucesor Alí Jamenei (que desde la Constitución se autoadjudicaron como líderes espirituales más poderes que un rey absolutista) añadieron la opresión sobre las mujeres, las minorías étnicas y religiosas (como la bahaí), mientras aumentaban la presión sobre los trabajadores: en 2014, castigaron a 17 obreros de la mina de oro Agdarreh en Azerbaiyán que habían protestado por el despido de 350 compañeros a recibir entre 30 y 100 latigazos además de una multa monetaria. ¡Es el capitalismo del medievo!
Solo en el sector de la construcción, en 2017 murieron cerca de 1.600 obreros absolutamente desprotegidos en accidentes laborales. Mientras, la burguesía compradora (llamada «bazar»), la cantera de la casta clerical y los guardianes islámicos se han convertido en la clase dominante, y hasta están exentos de pagar impuestos. Según el Banco Central de Irán en 2015, el 46% de la población vivía bajo el umbral de la pobreza a pesar de que el país posee las principales reservas de hidrocarburo del planeta.
Con la sharia en la mano, el clérigo chií intentó devolver Irán al siglo VII. Aplicaron la ley de Talión, la lapidación, legalizaron la poligamia y la violación de las niñas pequeñas, bajando la edad nupcial de 16 años a ocho, y sus tribunales de inquisición prohibieron los partidos políticos y los sindicatos, y torturaron y mataron a decenas de miles de mujeres y hombres progresistas; ilegalizaron las milenarias fiestas y celebraciones iraníes preislámicas, el baile y los cánticos. En la fiesta de Yalda (solsticio de invierno, el 21 de diciembre) de este año detuvieron a 220 jóvenes, condenándolos a multas y latigazos.
Los indignados piden la abolición del «nacional-islamismo», el regreso de los clérigos a los templos y de los militares (que controlan la economía, el poder judicial y los medios de comunicación del país) a los cuarteles. La corrupción del cuerpo militar es tal que el presidente Rohaní, que teme ser derrocado por un golpe de Estado, los acusó de haber creado un Estado militar dentro del Estado. Por ello, Rohaní acaba de enviar el expediente de la muerte del expresidente Hashemi Rafsenyahni en 2017 en la piscina de su mansión, admitiendo la sospecha de sus hijos de que pudo haber sido asesinado por los militares: cuando ves la barba del vecino a cortar, pon la tuya a remojar.
El fin de la teocracia chií debería producirse por la restauración de la República de Irán vía reformas, que no revueltas violentas que, por no ser dirigidas por fuerzas progresistas, pueden conducir la situación del país al desastre.
«Pan, vivienda, libertad»
Decenas de miles de obreros, campesinos, el sector más pobre de los asalariados siguen ocupando las calles de Irán pidiendo «pan, vivienda, libertad», a pesar de la dura represión de las fuerzas de orden. Las protestas de Irán forman parte de la protesta mundial de los trabajadores contra el neoliberalismo, la corrupción y el secuestro de sus derechos más elementales por la banca y otros componentes de la clase burguesa.
Si en 1979 Estados Unidos luchó contra el progreso en Irán apoyando a la extrema derecha islamista (lo mismo hizo en Afganistán con los yihadistas, y en Polonia con Lech Walesa), hoy lo hará estrangulando la economía iraní, mientras seguirá entreteniendo a sus fuerzas armadas en las guerras de desgaste de la región, generando en Irán el espejismo de que están «conteniendo el avance del imperialismo» en vez de estar en una pantanosa trampa.
El movimiento actual de los pueblos iraníes es el mismo que el de las «mareas» españolas o las masivas protestas de miles de israelíes contra las políticas neoliberales de un corrupto Netanyahu. Los dirigentes clericales, cuyo promedio de edad ronda los 80 años, y que gobiernan a una sociedad desarrollada con una media de edad de 25 años, afirman recibir la legitimidad de Dios, que no de los ciudadanos: esto da una idea de su incapacidad para resolver los graves problemas políticos, económicos, sociales e incluso morales que han generado en los últimos 40 años.
Ellos son los principales responsables del inquietante futuro de Irán, no un pueblo desesperado y abandonado hasta por las fuerzas «progresistas» del mundo, que lo acusan de ser marioneta del imperialismo yanqui. ¡Cuán atrevida es la ignorancia!
Fuente: http://www.elsaltodiario.com/oriente-medio/iran-crisis-legitimidad-totalitarismo-religioso