Acontecimientos recientes vuelven a colocar al orden del día el debate sobre las consecuencias de la globalización en la agricultura. En el Foro Social de las Américas, en las negociaciones del tratado bilateral de comercio entre Estados Unidos y los países andinos y en la OMC, a la sazón de la firma del acuerdo de […]
Acontecimientos recientes vuelven a colocar al orden del día el debate sobre las consecuencias de la globalización en la agricultura. En el Foro Social de las Américas, en las negociaciones del tratado bilateral de comercio entre Estados Unidos y los países andinos y en la OMC, a la sazón de la firma del acuerdo de Ginebra el pasado 31 de julio, vuelven a surgir las distintas posiciones en torno a este tema, las que, al versar sobre uno de los más sensibles, cada vez se distancian más, se tornan antagónicas.
El primero y más importante de los aspectos relacionados es el de la seguridad alimentaria. Los «librecambistas» lo reducen unilateralmente a la disponibilidad que los países tienen para acceder a los alimentos, una disponibilidad que, según ellos, está garantizada por la apertura de los mercados; es decir, el comercio sin barreras permite a las naciones que no son autosuficientes en la producción alimenticia subsanar sus carencias comprando a quien posea en exceso los géneros principales de la dieta básica. Estas tesis de clara estirpe neoliberal contrarían las que colocan la producción alimentaria de las naciones como parte de su soberanía.
La experiencia histórica evidencia que una forma expedita de destinar un país a la esclavitud es mediante la dependencia de otros para alimentarse. «Los cultivos alimentarios tradicionales, que garantizaban la subsistencia de las poblaciones locales, fueron abruptamente sustituidos… En Gambia, por ejemplo, se cultivaba el arroz, pero el colonialismo transformó este país en un gran productor de almendras. Gambia tuvo entonces que empezar a importar arroz para minimizar el hambre de su pueblo… El respetado científico brasileño Josué de Castro demostró que el régimen alimentario africano en el período precolonial era bastante variado y se basaba en una agricultura diversificada, situación que el colonialismo alteró radicalmente». Así reza un texto sobre el colonialismo europeo en Africa del historiador Augusto Buonicore.
Por otro lado, hay quienes afirman que si se eliminan los apoyos estatales o subsidios por 1.000 millones de dólares diarios que los países más poderosos como Estados Unidos, la Unión Europea y Japón otorgan a sus respectivos productores agropecuarios, vendrían beneficios multilaterales. Entre los abanderados de esta teoría está Brasil, quien presenta el reciente acuerdo de Ginebra suscrito en la OMC el pasado 31 de julio, en la parte perrtinente, como victoria de su diplomacia. No obstante, dicho entusiasmo no ha sido contagioso. OXFAM, ActionAid, Greenpeace, IATP o Focus on the Global South manifestaron serios reparos al respecto. El Acuerdo es incierto y, en tanto acepta la reducción paulatina de los subsidios a las exportaciones, que son la parte menos sustacial de tales apoyos, conviene con la continuidad de las ayudas internas que estimulan la producción excesiva de cerales y oleaginosas, carne y leche, a las cuales, a lo sumo, se les pondrá un tope máximo y que son la base de las ventas externas por debajo del costo. Además de esto, quedó el compromiso explícito de todas las naciones de llevar a cero las tarifas aduaneras y acabar con las empresas estatales comercializadoras de productos del agro. » Acuerdo de fachada» lo llamó Le Monde. «Negociaciones encaminadas sin brújula hacia la travesía de un desierto que podría durar años para lo cual no están preparados los países en desarrollo», las calificó Jim Peterson, ministro canadiense de Comercio e Industria. Si hay ajustes, se verán 5 años después de 2008 o 2009.
En ese marco, Colombia sigue negociando con Estados Unidos que «no quiere ni oír mencionar el tema de las ayudas internas en ellas», afirmó el negociador, Felipe Jaramillo. Y, peor todavía, Hernando José Gómez expresó que el país está dispuesto a escuchar de la contraparte un mecanismo para reemplazar las franjas de precios que hoy preservan en algo la producción nacional de cerales y ‘productos sensibles». No hay, quizás, en el mundo alguien que esté enfocado en una peor posición en cuanto al comercio agrícola que nosotros. Tienen por ello razón de sobra los arroceros del Tolima, del Huila y de las regiones cultivadoras para hacer demostraciones de resistencia como la efectuada el pasado 20 de agosto en El Espinal, corroborando el lema de Salvación Agropecuaria: » Lo más caro para un país es lo que no es capaz de producir».