Que Manitú nos coja confesados. El presidente de todas las rusias, tras la escabechina infanticida del colegio de Beslan, ha puesto precio a las cabezas de los dirigentes independentistas chechenos, advirtiendo, además, que «atacará a los terroristas en cualquier rincón del mundo», al más puro estilo de los Estados Bushnidos. Toda una declaración de principios. […]
Que Manitú nos coja confesados. El presidente de todas las rusias, tras la escabechina infanticida del colegio de Beslan, ha puesto precio a las cabezas de los dirigentes independentistas chechenos, advirtiendo, además, que «atacará a los terroristas en cualquier rincón del mundo», al más puro estilo de los Estados Bushnidos. Toda una declaración de principios. O de finales, o sea. Porque, en estos tiempos de noche y niebla en los que hasta mi anciana y proba suegra puede ser acusada de un delito de exaltación al terrorismo por decir en público que Arnaldo Otegi tiene una sonrisa muy agradable, nadie está ya a salvo de las garras del águila.
USA, Gran Bretaña, España, Italia, Rusia… y todos los demás. Estados de un sistema insolidario y corrupto dirigidos por gentes sin escrúpulos, igualmente insolidarias y corruptas, que no dudan en exterminar a cualquiera que les cuestione su «democrática» legitimidad. Gentuza autoritaria y soberbia, que no se detiene ante «fruslerías» (léase, efectos colaterales), y a la que las vidas de doscientas criaturas -niña arriba, niño abajo- le importa cuarto y mitad de ardite. Guantánamo, Abu Ghraib o, sin ir tan lejos, el patrio Soto del Real, son la trágica expresión de su «respeto» por los derechos humanos de los que no se someten a su orden impuesto. Atroces e injustificables barbaridades como las cometidas en el World Trade Center, en la estación de Atocha o en el centro escolar de Beslan, les sirven de coartada para extender la represión, además de a la disidencia política, a objetivos puramente sociales. Medidas «preventivas» llaman a sus desmanes.
Instalados en la prepotencia, pretenden que traguemos sin rechistar el cebo envenenado que supone el falaz argumento de que, ahora, lo prioritario es la seguridad de la población civil -«nuestra» seguridad-, y, en consecuencia, exigen nuestra voluntaria colaboración en tan alta empresa, aunque ello suponga la necesaria renuncia a los mínimos de libertad que habíamos conseguido con tanto esfuerzo. Pero el camino no es, desde luego, regresar al ¡Vivan las caenas! Por el contrario, hoy, más que nunca, es necesario seguir luchando por nuestra dignidad como personas y como ciudadanos. Con valentía, inteligencia e imaginación.