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La fuerza de la naturaleza y el trágico fracaso de un sistema anticuado

El maremoto

Fuentes: Obrero Revolucionario

Al amanecer del 26 de diciembre, la tierra tembló en la costa oriental del océano Índico. En la zona de contacto de dos enormes placas tectónicas se acumularon grandes presiones y finalmente se creó una fractura de más de mil kilómetros. El fondo marino se deslizó por debajo de la placa de Birmania con un […]

Al amanecer del 26 de diciembre, la tierra tembló en la costa oriental del océano Índico. En la zona de contacto de dos enormes placas tectónicas se acumularon grandes presiones y finalmente se creó una fractura de más de mil kilómetros. El fondo marino se deslizó por debajo de la placa de Birmania con un movimiento brusco. Fue el deslizamiento de mayor violencia registrado en 300 años. Toda la isla volcánica de Sumatra se desplazó 35 metros hacia el sur.
 

Fue uno de los terremotos más fuertes que han registrado los seres humanos, seguido por una docena de sismos secundarios pero también violentos. Liberó una energía equivalente a la explosión de 32 mil millones de toneladas de dinamita: 30% más energía de la que se usa en Estados Unidos en todo un año (o lo suficiente para hervir 2,600 galones de agua por cada persona del planeta). Un huracán tendría que durar dos meses para producir la energía que liberó el terremoto en unos pocos segundos.

 

El choque de las dos placas desplazó centenares de kilómetros cúbicos de agua, lo que generó enormes maremotos (tsunamis) que cruzaron el océano en ambas direcciones, con la rapidez de un jet, hacia las costas densamente pobladas de una docena de países.

 

Quince minutos después, el primer maremoto arrojó sobre la playa de Sumatra un muro de agua de más de 12 metros de altura e inundó aldeas
pesqueras a lo largo de centenares de kilómetros. Nada más en la provincia de Aceh murieron por lo menos 100,000 personas. El agua barrió todo lo que encontró: seres humanos, casas y vehículos, y después los arrastró al mar.

 

Encontraron barcos pesqueros 5 kilómetros tierra adentro. Arrasó totalmente la ciudad de Meulaboh, donde murió por lo menos la mitad de los 40,000 habitantes. Devastó la capital provincial, Banda Aceh, de 400,000 personas.

 

Los enormes maremotos cruzaron el océano Índico y chocaron contra las costas de otros países: Tailandia, Sri Lanka, India, Myanmar y Bangladesh.

 

Inundaron las más de 200 islas bajas de las islas Maldivas y se estrellaron con la costa de Somalia, Tanzania y Kenia, en África oriental;
murieron docenas de miles más. En Sri Lanka el agua arrastró al mar camiones de transporte y todo un tren con mil pasajeros. En Tailandia,
murieron miles de turistas extranjeros que disfrutaban de la playa.

 

En Mogadiscio, Somalia, al otro extremo del océano, las olas alcanzaron dos veces la altura de un adulto.

 

Nunca se sabrá con precisión cuánta gente murió: un sinnúmero de cadáveres se encuentran en fosas comunes o al fondo del mar.

 

Al anochecer de ese terrible día, la gente de todo el mundo lloró por las víctimas y buscaba la manera de ayudar.

 

*****

 

Inicialmente, este terremoto nos hizo recordar a todos el tremendo dinamismo de nuestro planeta, sus cambios constantes y su
imprevisibilidad. Pero casi inmediatamente, este suceso natural mostró otra verdad muy clara: que el actual orden mundial capitalista es un obstáculo a la resolución de los problemas más básicos que atormentan la humanidad.

 

La sociedad humana ha tenido mucho progreso. De hecho, existe la posibilidad de prevenir que mueran grandes cantidades de personas en un
desastre natural y de ayudar rápidamente a los damnificados. Los científicos entienden bastante bien los terremotos y los tsunamis.

 

Detectaron el terremoto de Sumatra a los pocos minutos y en menos de una hora se dieron cuenta del gran peligro para los habitantes de las costas.

 

Nuestra sociedad tiene la tecnología para comunicarse instantáneamente con todo rincón del planeta por medio de satélites, radioondas, la internet y redes de teléfonos celulares. La fuerza de trabajo humana ha producido enormes recursos que se podrían dedicar al rescate y a la reconstrucción: aplanadoras, barcos, helicópteros, hospitales flotantes. Además, miles y miles querían ofrecerse como voluntarios.

 

Durante la mayor parte de la historia humana, los grandes desastres naturales han ocurrido aparentemente de la nada, inundado comunidades
aisladas y desprevenidas, y dejado a los sobrevivientes sin la posibilidad de ayuda e incluso sin que nadie lo supiera.

 

Nada de eso es necesario hoy

 

Pero… los conocimientos, la riqueza, las herramientas y los esfuerzos colectivos de la humanidad no se pudieron aplicar a este desastre con la
velocidad necesaria para prevenir muertes y ayudar a los damnificados. Lo impidió el orden social «moderno» que mantiene al mundo dividido en ricos y pobres, en países opresores y países oprimidos, que pone en primer plano la sed de ganancias y de supremacía militar, que está gobernado por estados nacionales corruptos y opresores al servicio de los privilegiados, y que mantiene la ciencia en manos de un puñado de especialistas.

 

Una y otra vez el orden social capitalista lo obstaculizó y demostró que es cien por cien anticuado y criminal. El sufrimiento que ocurrió a raíz del terremoto y el tsunami se hubiera podido evitar… y la segunda ola de sufrimiento que hoy aflige a los sobrevivientes de la región también se podría evitar.

 

La respuesta de los gobiernos del planeta, con lágrimas de cocodrilo y declaraciones de compasión, demuestra que no están dedicados a los intereses de la humanidad sino a su propio beneficio y al control de los seres humanos.

 

La ciencia con las manos atadas

 

«La increíble tragedia del océano Índico no es simplemente un intolerable desastre humano ni tampoco es una cuestión del destino. Es una
consecuencia de la falta de inversiones adecuadas durante años en la infraestructura científica y técnica necesaria para contrarrestar la
vulnerabilidad de los países en desarrollo a las calamidades naturales y ambientales».

 

-Robert Chen (geógrafo) y Arthur Lerner-Lam y Leonardo Seeber (sismólogos), Los Angeles Times, 30 de diciembre

 

La verdad que más sobresale y enfurece es que los habitantes de la región no recibieron ninguna advertencia. Se calcula que nueve de cada diez científicos en toda la historia de la humanidad viven hoy. El planeta está bajo observación constante por instrumentos sísmicos y desde satélites. Hay institutos y miles de investigadores dedicados a estudiar los terremotos, identificar posibles tsunamis, y predecir cómo se desplazarán las olas y dónde chocarán. A pesar de todo esto, sus esfuerzos fueron en vano: sus advertencias no pudieron llegar a los habitantes de la región.

 

Hay un lugar en el océano Índico que sí recibió a tiempo una alerta del Centro de Advertencia de Tsunamis del Pacífico en Hawai: la base naval
estadounidense e inglesa de la isla de Diego García (donde se preparan las invasiones de toda la región).Irónicamente, las olas no dieron con mucha fuerza en Diego García, pero la advertencia que recibió demuestra que hubiera sido posible alertar y evacuar, y salvar, a docenas de miles de personas en Sri Lanka y otros países.

 

¿Por qué no las alertaron?

 

Sin duda alguna, una razón es que el océano Índico es una región pobre y semicolonial dominada por las «grandes potencias» de Estados Unidos y
Europa. A esas potencias no les preocupa el bienestar de la población. Nike y la industria informática sí pueden construir fábricas de miseria en
Indonesia, pero no pueden dedicar unos pocos millones de dólares a la construcción de un sistema de alerta. No hay boyas para detectar tsunamis
en el océano Índico, a pesar de que un puñado (que solo cuestan $250,000 cada una) hubiera podido recolectar los datos necesarios.

 

En un mundo donde es común y barato estudiar una variedad de fenómenos con computadoras, ni siquiera hay modelos para predecir cómo se desplazaría un tsunami en el océano Índico. A varios científicos les tocó correr a crear esos modelos cuando las olas ya inundaban a Sri Lanka y otros países. Ya existen sistemas de alerta en la costa de Japón y California, pero no en Indonesia, Sri Lanka, Somalia ni Bangladesh (donde docenas de miles de personas viven en tierras que se inundan frecuentemente).

 

Las autoridades clamaron que los tsunamis son «poco comunes» en el océano Índico, así que no se consideraba necesario construir un sistema de
alerta. Pero la verdad es que en el siglo pasado hubo varios maremotos en la región y se sabe que toda la costa oriental del océano Índico es una
zona volátil de choque de placas tectónicas, o sea, parte del fenómeno que produce la gran mayoría de los tsunamis. De hecho, después del tsunami se supo que varios científicos llevan tiempo dando la alarma acerca de la costa de Sumatra, pero que no les hicieron caso.

 

A la gente común y corriente no se le permite adquirir el conocimiento científico necesario para analizar el medio ambiente y salvarse a sí misma. Antes del maremoto, el mar se retiró de las playas… en algunos casos hasta 3 kilómetros. Esto es un fenómeno poco usual y una señal inconfundible de un tsunami. Miles de personas observaron ese fenómenopero no sabían lo que significaba. En algunos lugares los niños corrieron hacia el mar a agarrar peces. ¡No se dieron cuenta del peligro!

 

Estas aldeas viven del mar, pero se les negó el conocimiento científico que hubiera podido salvarlas.En el capitalismo, la ciencia es propiedad de un puñado de personas, y a la gran mayoría le alimentan ideas religiosas y supersticiones.

 

Gobiernos armados

 

En medio de la destrucción y la muerte, del desplazamiento de millones y de la pérdida de campos por el agua salada, los gobiernos locales
demostraron que son una bola de guaruras corruptos y opresores. En todas las zonas devastadas por el tsunami los gobiernos están metidos
en guerras para suprimir las aspiraciones de la población. En el norte de Sumatra, el ejército indonesio lleva una década atacando salvajemente a la población de la provincia de Aceh. En Sri Lanka, el gobierno anunció que iba a bloquear la llegada de comida y suministros a una gran parte de la costa devastada porque está bajo el control de los Tigres, un grupo rebelde. El gobierno de India lleva años reprimiendo muchas formas de
resistencia popular y de fuerzas comunistas revolucionarias. En el sur de Tailandia, el gobierno reprime brutalmente a la población; nada más en
2004 mató a 500 personas (a 78 manifestantes los asfixió la policía).

 

Los informes sobre el tsunami han destacado el atraso de las regiones afectadas, la pobreza y la falta de transporte. Pero los gobiernos gastan
muchos millones de dólares para reprimir a la población, mantenerla en la pobreza y permitir la explotación de la mano de obra y los recursos
naturales.

 

En la provincia de Aceh, por ejemplo, se calcula que Exxon Mobil ha sacado 40 mil millones de dólares de ganancias de la producción de gas natural. Los habitantes de Aceh casi no han recibido nada de esa riqueza, ni tampoco se ha usado para construir la infraestructura de carreteras,
aeropuertos, ferroviarios, puertos, almacenes y hospitales que ahora se podría dedicar al rescate y la reconstrucción.

 

En vez se ha destinado al asesino ejército indonesio. El Fondo Internacional de Derechos Laborales ha escrito: «Desde hace varios años se
han recibido informes confiables de que la corporación Exxon Mobil, junto con Mobil Oil y Mobil Oil Indonesia (sus predecesores), contrató a
unidades del ejército nacional indonesio para ofrecer ‘seguridad’ al proyecto de extracción y licuefacción de gas en Aceh, Indonesia. Esas
unidades cometen graves y frecuentes violaciones de los derechos humanos de los aldeanos, como asesinato, violación, tortura, destrucción de
propiedad y otras formas de terror». (Village Voice, 30 de diciembre)

 

Cuando un grupo de derechos humanos demandó a Exxon Mobil, el Departamento de Estado le pidió al juez que anulara la demanda porque «podría tener un impacto negativo en intereses de Estados Unidos relacionados con la lucha contra el terrorismo internacional».

 

Tras el desastre, el ejército indonesio trató a toda la población como el enemigo. En vez de dedicarse a rescatar a los afectados, se preparó para
defenderse de ataques armados. A los periodistas les impidió entrar a la provincia y miró con recelo a cualquier extranjero que saliera de los
centros turísticos costeros. Inicialmente no permitió el aterrizaje de aviones con suministros de emergencia.

 

En pocas palabras, es una zona explotada. El gobierno de Indonesia, uno de los mayores países del mundo, envió 50,000 soldados a Aceh para atemorizar a la población pero no tomó medidas para el rescate. Las corporaciones yanquis han financiado a esos asesinos, pero han gastado poco en carreteras o sistemas de comunicación. Cuando ocurrió el desastre, el aparato estatal estaba listo para la guerra, no para ayudar a la
población.

 

La crueldad del emperador y las presiones de la rivalidad

 

«Somos un país generoso y de buen corazón».

 

-George Bush cuando ofreció $35 millones de ayuda cuatro días después del desastreHay tanto poder y riqueza concentrados en Estados Unidos que el mundo se fijó en Washington, D.C., para ver cómo respondería. Durante varios días la Casa Blanca no dijo nada. Luego prometió $15 millones. El mundo gritó de asombro. Un vocero de la ONU lo llamó «mísero» y desató una crisis.Cuando Bush por fin hizo un anuncio público, amenazó: «Bueno, creo que la persona que dijo eso está equivocada y mal informada». Ofreció $35 millones. Los voceros del gobierno corrieron a proclamar que no hay país «más generoso» que Estados Unidos. Parece que este es un mito generalizado: según varias encuestas, la mayoría de la población cree que el gobierno dedica del 15% al 20% del presupuesto a «ayuda al extranjero». En realidad es menos de un cuarto de 1%, y gran parte es para apuntalar gobiernos pro Estados Unidos y ayudar a las corporaciones a sacar ganancias. (Por ejemplo, gran parte de la ayuda para casos de emergencia se ha destinado a Afganistán e Irak, donde el bombardeo yanqui ha creado las emergencias).

 

La presión aumentó. Las demás potencias grandes (Europa y Japón) aprovecharon la situación para eclipsar a Estados Unidos y prometieron
cantidades de ayuda mucho mayores. Los críticos de Bush se quejaron de que había perdido una gran oportunidad de extender la influencia de Estados Unidos y mejorar la imagen pública, sobre todo en Indonesia, el mayor país musulmán del mundo. (Una revista liberal pidió que sus lectores «llamaran al gobierno a desempeñar un papel director más agresivo». ¿Es eso lo que se necesita… más agresividad de la Casa Blanca?)

 

En respuesta a las presiones, el secretario de Estado, Colin Powell, anunció que Estados Unidos dedicaría mucho más dinero, pero se quejó de
que la campaña de ayuda «parecía una subasta en que cada día hay que ofrecer más». Dos días más tarde ofrecieron $350 millones. Es decir, cuando las demás potencias imperialistas, sus rivales, se metieron en el océano Índico, Estados Unidos se vio obligado a responder para que no le quitaran la batuta.

 

Es otro ejemplo más de la naturaleza del sistema mundial.

 

Desequilibrio criminal

 

Los comentaristas señalaron que las fuerzas armadas yanquis son las únicas capaces de movilizar suficientes barcos y aviones para llevar suministros a las zonas devastadas. En el mundo de hoy, ¿por qué hay tantos recursos invertidos en las fuerzas armadas de la principal superpotencia? ¿Por qué tiene tanta capacidad de llevar armas a cualquier rincón del planeta? ¿Por qué hay docenas de miles de personas dedicadas a «proyectar fuerza» en el océano Índico, pero no se ha dedicado ni un centavo a un sistema de alerta para las costas más densamente pobladas del mundo?

 

Es otro ejemplo más del extremo desequilibrio del orden mundial: por un lado enormes riquezas y por el otro gran pobreza. En la región del océano Índico se encuentran varios de los países más pobres del planeta. Cuando sus barcos pesqueros quedan destruidos, cuando el agua dulce y los campos de las zonas costeras quedan inundados de agua salada y cuando desaparecen las pocas carreteras y vías ferroviarias… la gente no tiene nada. Milenios de feudalismo seguidos por siglos de colonialismo «moderno» y décadas de estados «independientes» corruptos y despiadados (financiados por Washington u otras «grandes potencias») han llevado a una situación donde más de mil millones de seres humanos viven al borde de la inanición, ¡a pesar de que existe la posibilidad de acabar con el hambre de una vez para siempre!

 

La riqueza del planeta se dedica a sacar más ganancias para el puñado de ricos; esa es la ley que rige el capitalismo, el «mercado libre»
supuestamente tan «eficiente». Lo que ha hecho en lugares como Indonesia es permitir que las grandes corporaciones imperialistas exploten la mano de obra y los recursos naturales. O que generaciones de jóvenes se conviertan en esclavas sexuales en ciudades como Bangkok o lugares
turísticos como Phuket (en la costa devastada por el tsunami).

 

Es verdad que los tsunamis son poco comunes, pero las inundaciones no lo son. La costa de Bangladesh y de otros países de la región experimentan inundaciones y monzones que ponen en peligro la vida de millones de personas. ¿Por qué no hay fuerzas de reacción rápida regionales que podrían responder a crisis como la de Sumatra? ¿Por qué no hay buques cisternas de agua dulce, bases donde se almacenen suministros y equipo de emergencia y aviones listos para operaciones de rescate y ayuda?

 

Porque satisfacer las necesidades de las regiones pobres del mundo no es una prioridad para los ricos y poderosos. Estados Unidos ha movilizado
increíbles recursos para invadir, ocupar y reprimir el golfo Pérsico, y para amenazar a todos los países del planeta al servicio de los intereses estratégicos (léase: imperialistas) de su clase dominante. Pero no ha hecho (ni considerado) nada parecido en respuesta a las amenazas de hambruna, desastres naturales o el calentamiento global (que inundará lentamente grandes extensiones del mundo).

 

Ocurre un desastre en la placa tectónica de Birmania, pero debido a las estructuras del imperialismo el único plan de ayuda «práctico» es que una
superpotencia militar del otro lado del planeta despache unos pocos barcos y aviones. ¿Qué clase de sistema es este? ¿Qué va a pasar ahora donde el futuro de la población está a merced de estos imperialistas, sus fuerzas armadas y sus «obras de beneficencia»? ¿Dónde Colin Powell y Jeb Bush llegan como enviados del emperador a visitar las provincias y dirigir las operaciones? Para los imperialistas un desastre natural es una oportunidad para meterse más, hacer más aceptable la dominación y ayudar a corporaciones ygobiernos favorecidos.

 

Eso se vio casi desde el comienzo.

 

Un estadounidense en Aceh dijo: «Normalmente la peor pesadilla para Indonesia sería tener marines yanquis en el aeropuerto de Banda Aceh. Pero hoy estamos en medio de esta operación y aquí están los marines».Un «alto diplomático estadounidense en Asia» se quejó de que Estados
Unidos tuvo que abandonar la base naval de Subic Bay en Filipinas y que ahora el mundo «está pagando el precio». Según esta lógica imperialista,
el mundo solo puede protegerse de las olas si los marines tienen la capacidad de invadir cualquier lugar rápida y fácilmente.

 

¿Qué se necesitará?

 

«Es como el 11 de septiembre, pero diferente. No hay nadie a quien echarle
la culpa».

 

-Senador Bill Frist, líder republicano

 

«La fe nos da la capacidad de responder a los desastres, pero no de explicarlos».

 

-Profesora Diana Eck, Escuela de Divinidad de Harvard, Chicago Tribune, 31 de diciembre

 

«Es un suceso natural y no podemos prevenirlo. Tenemos que aferrarnos al señor. Nos dará la fuerza para soportar lo que hay que soportar».

 

-Krishna Rajan, Templo Hindú de Chicago, Chicago Tribune, 31 de diciembre

 

«Cuando las olas inundaron las aldeas costeras de India el domingo, miles de peregrinos en un santuario mariano murieron en medio de una misa. Los cadáveres quedaron tirados y enterrados en la arena, y el santuario se convirtió en una morgue. Kristin Bloomer, una estudiante de divinidad de la Universidad de Chicago, que fue a India para estudiar la devoción a María, dijo que oyó a un señor gritar: ‘¡No hay nada! ¡No hay nada! ¿Dónde está Dios? ¿Qué es Dios?'».

 

-Chicago Tribune, 31 de diciembre

 

La tierra tembló y sacudió muy profundamente la sociedad humana. Cuesta mucho trabajo captar la magnitud del sufrimiento, tanto la muerte
inmediata como el desplazamiento y la destrucción de largo plazo.

 

¿Qué se necesitaría para que el resultado fuera distinto? Gente de buen corazón hace listas de los cambios necesarios: un sistema de
boyas en el océano Índico, un plan para dar la alarma en Sri Lanka por correo electrónico, más dinero, nuevas instituciones internacionales…
etc. Pero ninguno de estos cambios llevará a un resultado distinto a menos que un cambio radical y fundamental acabe con el imperialismo y las profundas divisiones de la sociedad de clases.A la gente le dicen de mil y una maneras que es mala suerte, una tragedia inexplicable o la acción misteriosa de un dios omnisciente.

 

Un imán musulmán de Aceh dijo: «Tengan paciencia. Dense a dios. Esto también podría ser una experiencia valiosa. La fe es lo único que
tenemos». Todd Strandberg (fundador del website fundamentalista cristiano Raptureready.com) dijo que el tsunami es una señal de la segunda venida de Jesús a un mundo pecador, y el cumplimiento de una profecía de Lucas 21:25-26 de que en los últimos días de la tierra «habrá señales en el sol, la luna y las estrellas, y por toda la tierra se angustiarán los pueblos, asustados por el ruido del mar y de las olas. Los hombres morirán de espanto, con solo pensar en lo que le espera al mundo, porque las fuerzas del universo serán conmovidas».

 

Se podría decir que eso es demencia retrógrada, pero en este momento las fuerzas fundamentalistas cristianas tienen mucho poder e iniciativa en los más altos niveles del imperio. También hay que ver la cantidad de metafísica religiosa que soltaron los medios de comunicación en losinformes sobre el desastre (que se «necesitaba rezar» o que no se puede explicar la fuente de tanto sufrimiento).

 

¿Qué se requiere para que los seres humanos se preparen consciente y colectivamente para los grandes desastres? Una sociedad que dedique la riqueza creada por los seres humanos a satisfacer sus necesidades… donde el conocimiento científico sea propiedad de todos y donde la gente
entienda cómo funciona el mundo y cómo organizarse para cambiarlo… donde se hayan eliminado las enormes y agobiantes divisiones entre naciones y regiones… donde una comunidad humana global trabaje unida para identificar los problemas y preparar soluciones.

 

Un mundo donde se hayan acabado las crueles leyes del capitalismo y donde no impere la acumulación de ganancias… donde se haya superado
conscientemente el criminal desequilibrio global, un legado del colonialismo y el imperialismo… donde los medios de ganarse la vida estén al alcance de todos… donde las poderosas herramientas que han creado los seres humanos no se dediquen a la guerra o a reforzar un poder injusto, sino a la protección y bienestar de la población.

 

Por un lado, un mundo así, un mundo comunista (de cooperación y abundancia, que supera las divisiones de clase y de nacionalidad), parece muy lejos hoy, como un sueño utópico. Pero de una manera muy práctica, las condiciones para forjar tal mundo están presentes hoy. Por primera vez en la historia humana, existen los medios para abolir la esclavitud de un ser humano por otro y la impotencia ante la naturaleza.

 

Ninguna fuerza hubiera podido impedir el terremoto del 26 de diciembre ni otros grandes sucesos naturales. Pero un terremoto en el océano Índico no tiene que dejar costas de cadáveres y sufrimiento.

 

Vivimos en un tiempo que presenta un sinnúmero de razones para hacer la revolución y luchar por un mundo comunista. El terremoto demostró que el sufrimiento humano de hoy es una consecuencia del sistema capitalista, que es criminal y anticuado, que impidió dar la alarma y bloqueó el rescate.

 

Este sistema desperdicia el trabajo y la dedicación de los científicos. Deja a millones de personas sin recursos, infraestructura y sistemas de
comunicación. No les permite conocer hechos científicos básicos sobre el mar y la tierra, y en vez promueve la religión, el fatalismo y la superstición. Crea una sociedad donde la gente se encuentra aislada y desorganizada, incluso cuando millones de personas por todo el mundo
buscan la manera de ayudar. Y pone el proceso de rescate y recuperación en manos de los imperialistas más salvajes de la historia del mundo, que lo ven como un medio de ganar influencia y sacar provecho.

Sobran las razones para hacer la revolución. Los horrores del océano Índico nos han dado unas cuantas más.

Este artículo se puede encontrar en español e inglés en La Neta del Obrero revolucionario en:
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