Recomiendo:
0

El Foro Social Mundial es la Babel reconstruida con un fin loco, expresó Ignacio Ramonet

Don Quijote llegó a Porto Alegre

Fuentes: La Jornada

La mañana de este cuarto día del quinto Foro Social Mundial de Porto Alegre llegó muy seguro de sí, adarga en ristre, a complicar el debate. No fue, como se hubiera podido suponer Karl Marx, sino el señor don Quijote de la Mancha. Desde muy temprano se advirtió que algo acontecía en el Foro pues […]

La mañana de este cuarto día del quinto Foro Social Mundial de Porto Alegre llegó muy seguro de sí, adarga en ristre, a complicar el debate. No fue, como se hubiera podido suponer Karl Marx, sino el señor don Quijote de la Mancha.

Desde muy temprano se advirtió que algo acontecía en el Foro pues las vastas áreas en que se levantan las enormes carpas donde tienen lugar los debates se hallaban muy poco concurridas. Por ahí algún vendedor de diarios mostraba los ejemplares de Zero Hora, en cuya primera plana aparece Lula descendiendo de un helicóptero en el paisaje nevado de Davos, donde se dice fue aplaudido por los ricos, y se abre un debate: Lula, se pregunta el diario ¿usó chaleco a prueba de balas en el Gigantinho bajo su impecable chamarra blanca?

El debate titulado «Quijotes hoy: utopía y política», que reunió a Federico Mayor Zaragoza (ex director general de la UNESCO); Ignacio Ramonet, de Le Monde Diplomatique; el escritor uruguayo Eduardo Galeano y José Saramago (premio Nobel de literatura de 1998), fue organizado en el gran auditorio del principal espacio verde de Porto Alegre, el céntrico Parque Farroupilha, llamado por el pueblo «de la Redenfao», el cual se halla situado muy lejos de las dos áreas donde se efectúan la mayor parte de los debates del FSM: alrededor de la fábrica del gasómetro y a un costado de la playa de Belas, en las márgenes del río Guaiba. Y ahí, desde muy temprano, se formó una interminable fila de miles de jóvenes que colmaron el sitio ansiosos de asistir a uno de los actos centrales de Porto Alegre 2005, que a propósito del cuarto centenario de la edición de la primera parte de la obra maestra de Cervantes en 1605, buscaba responder a una serie de interrogantes sobre la propuesta alternativa al modelo neoliberal, que entre todos se está tratando de construir pero que no llega a cristalizar.

Las utopías existen hoy en día y están siendo un factor central del cambio, sostuvo el español Federico Mayor Zaragoza, ante los más de 5 mil presentes que lograron entrar antes que cerraran las puertas, quien luego de disertar sobre la trascendencia de la obra capital de Miguel de Cervantes, asentó su tesis central. Los realistas, dijo, nunca transforman a la humanidad porque cambian continuamente sus posiciones. La utopía termina cuando se impone el pensamiento único y por ello ahora la mejor forma de delinearla es contribuir todos con una resistencia pacífica a detener las políticas monetaristas.

La locura de don Quijote, dijo a su vez Ignacio Ramonet, es equiparable a la de los locos de Porto Alegre. El utopista quiere construir una sociedad perfecta, una república ideal y feliz, como la que describe Tomás Moro. Don Quijote es un altruista que ofrece sus esfuerzos para combatir las injusticias y no lucha por un modelo liberal: quiere un mundo diferente. El cree que otro mundo es posible, pero no tiene un programa ni se lo quiere imponer a nadie: Esa es la generosidad de don Quijote. Aquí en Porto Alegre tampoco se quiere imponer a nadie un proyecto que se convierta en una cárcel, agregó el director de Le Monde Diplomatique y uno de los fundadores del Foro Social Mundial.

El Foro, continuó, es en sí una utopía: Aquí es la asamblea de las gentes del planeta, no de los Estados; el Foro es Babel reconstruida con un fin loco. El objetivo del FSM no es ser una feria mundial de críticas, sino encauzar los esfuerzos del planeta. Un solo Quijote no bastaría y por eso hay aquí batallones de quijotas y quijotes.

Alguien diría, añadió, que luchamos «contra molinos de viento», pero habría que preguntarse cuál es la realidad de hoy en día. Y la respuesta es muy clara: mil millones de personas tienen buenas condiciones de vida y 5 mil millones se hallan en la necesidad y en la miseria.

Los pobres, concluyó, democráticamente deberían gobernar al mundo, pero no es así y ni siquiera son tomados en cuenta pues la globalización ha creado un mundo más insolidario. Una vaca europea, dijo Ramonet, recibe cada día 4 dólares de subvención, así que vivimos en un mundo en el que vale más ser una vaca europea que un ser humano de otro continente. Hay en la actualidad 2 mil millones de personas sin electricidad, tres de cada cinco no tienen teléfono y sólo tres de cien tienen Internet. Hay que acabar con las desigualdades y la cuestión es respondernos cómo.

El Foro, asentó, tiene un objetivo práctico y no debe rehuirlo, por lo que bajo esa premisa hizo cinco propuestas: instalar una casa planetaria de salud contra el hambre y la miseria, suprimir los llamados paraísos fiscales, cancelar la deuda externa de los países pobres, imponer un moratorio sobre el agua potable para la humanidad y crear un «impuesto de solidaridad» para las mayores fortunas del mundo. Porque las utopías no son más que verdades prematuras -acabó diciendo-, y al mundo lo tenemos que cambiar.

El mundo de hoy es en verdad paradójico, como paradójico es el personaje de don Quijote, dijo por su parte Eduardo Galeano. El Quijote, no se debe olvidar, es una novela inmortal nacida en una cárcel en donde Miguel de Cervantes Saavedra se hallaba preso por deudas, como lo están hoy los pueblos latinoamericanos. Y que a pesar de todo es bastante desconocida como lo demuestra el hecho de que los políticos de nuestros países pretendiendo conocerla citan de continuo para justificarse ante las críticas la frase de «ladran, Sancho, señal de que cabalgamos», que no aparece en la novela.

El personaje de don Quijote es en apariencia extraordinariamente ridículo pues monta en un rocín hambriento y viste una armadura de latón, pero lo es «entrañablemente», y al paso de los años se ha convertido en un anti héroe de dimensión heroica, añadió Galeano. El Diccionario de la Real Academia define a «la quijotada», recordó, como la acción de aquel que antepone sus ideales a su conveniencia y obra desinteresadamente en causas que considera justas y no lo consigue, y esto último no convence, pues el propio don Quijote sale moralmente triunfante de sus lances, y ello es parte de su impacto actual. Cuando en 1965 el Che se va al Congo, y después a Bolivia, en la carta de adiós a sus padres no cita a Carlos Marx sino al Quijote, diciendo: «Siento bajo mis talones el costillar de Rocinante y vuelvo al camino con su adarga al brazo».

El inglés Tomás Moro cuenta en su libro la utopía (el no lugar), es decir el sueño de la vida compartida -terminó Galeano-, y desde entonces se nos ha olvidado que el mundo en el que vivimos es tan real como el mundo que necesitamos, y recuerda un ejemplo. En los años en los que vivió en Venezuela conoció a un pintor de apellido Vargas, que era un artista prodigioso cuya obra era un canto a la vida a pesar de que nunca salió del horrendo pueblo en el que vivía, que es por cierto el que más petróleo le ha dado al mundo occidental. Vargas era realista, dijo, pues también se es realista cuando se pinta la realidad que se necesita ya que en la barriga de este mundo hay otro mundo posible.

La discusión sobre la utopía se vino abajo sin embargo cuando intervino Luiz Dulci, asesor de Lula, que nadie entendió cómo fue incorporado a la mesa, y si alguien se atrevió a brindarle tibios aplausos cuando hablaba de que otro mundo es posible por el FSM, éstos se tornaron en abucheos y rechiflas cuando se interrogó sobre ¿cuál es la utopía hoy?, y se contestó que habrá la utopía de «lo posible» y de «lo imposible», insistió en que la utopía del socialismo fracasó históricamente y empezó con torpeza a justificar al gobierno brasileño.

El novelista portugués José Saramago estimó por el contrario que el concepto de «utopía» resulta hoy profundamente inútil, aunque acaso ya lo fuera luego de que Tomás Moro publicó su célebre obra en 1516, que con seguridad influyó de manera determinante, dijo, en Miguel de Cervantes. La palabra «utopía», se refrendó, no significa rigurosamente nada. Alfonso Quijano de tanto leer, imagina y encuentra que la vida auténtica está en otro lado. Mucho se ha dicho que la política es un arte de lo imposible y si utilizamos el vocablo nuestra utopía sería construir el hoy, señaló, y para ello hay que referirse a lo que está pasando. Los grandes organismos financieros no son democráticos, los países pobres no deciden sobre su propio futuro e hizo un llamado a la definición del Foro.

Tres citas hechas por Galeano parecieron sintetizar poco después el espíritu de la mesa. La primera del poeta de Tábara (Zamora) trasterrado en México, León Felipe Camino, quien en un poema sobre el Quijote se preguntó: «y… ¿qué hora es? ¿Qué hora va a ser en nuestro poema? La hora en que un patán puede parecer un rey y una andrajosa prostituta una princesa de leyenda, la hora en que Aldonza Lorenzo se convierte en Dulcinea…»

La segunda, del dramaturgo inglés George Bernard Shaw, quien escribió que «hay quienes observan la realidad tal cual es y se preguntan ¿por qué? y hay quienes la observan como jamás ha sido y se preguntan ¿por qué no?»

Y la tercera, de un amigo suyo, el cineasta argentino Fernando Birri, quien una vez le dijo «¿Para qué sirve la utopía?» «Esa pregunta», se respondió, «me la hago todos los días: la utopía está en el horizonte y luego de que camino diez pasos está diez pasos más allá, camino veinte pasos y está aún más lejos y por más que camine no la alcanzaré jamás, pero para eso sirven las utopías: para caminar».

¿Dónde están las acciones para terminar con este orden injusto?

La utopía, el no sitio, el no tiempo, permitió plantear en el debate desde las contradicciones del Foro hasta las urgencias inaplazables de los pueblos, pero el tono de la discusión cambió radicalmente cuando se dio el uso de la palabra al público. Con un espíritu democrático se dispuso que quienes desearan plantear una cuestión a los ponentes o hacer una reflexión podrían hacerlo de viva voz luego de formarse a un lado del estrado. Y entonces apareció el otro rostro de Porto Alegre 2005, pues junto con algunas reflexiones corteses la mayoría estalló en un reclamo ante los rostros severos de las personalidades que habían hablado: ¿dónde están las acciones concretas para terminar con este insoportable orden injusto? Muchos se habían retirado ya entonces, y caminaban por el pasto amarillento del Parque de la Redençao, buscando la sombra de las palmeras para paliar los cuarenta grados del mediodía de Porto Alegre, que vio a don Quijote pasar.