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Chávez creció de Granda al Gigantinho

«Seamos libres, los demás no importa»

Fuentes: Rebelión

En el estadio Gigantinho de Brasil, cuando cerró la IV edición del Foro Social Mundial, las fuerzas de izquierda avanzaron en definiciones sobre la construcción de «otro mundo posible», con prácticas más activas que las de reunirse cada año en este evento para lanzarle piedras al «demonio», como un famoso escritor se refiere al dominio […]

En el estadio Gigantinho de Brasil, cuando cerró la IV edición del Foro Social Mundial, las fuerzas de izquierda avanzaron en definiciones sobre la construcción de «otro mundo posible», con prácticas más activas que las de reunirse cada año en este evento para lanzarle piedras al «demonio», como un famoso escritor se refiere al dominio ejercido por los Estados Unidos.

Los movimientos sociales avanzan en sus luchas conscientes de que la rendición no es el camino ante la guerra global declarada por los Estados Unidos y el control de los mercados. Ya escogieron una batalla y ahora escogen a sus líderes. En realidad, aún el debate sobre este tema está crudo. Uno de los organizadores del Foro, el sociólogo Emir Sader, reconoce que en la organización del evento se eludieron «grandes temas de la actualidad como la lucha contra la guerra y la economía imperial del mundo».

Sin embargo, fue precisamente en estos puntos en que se centró el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, durante su intervención el pasado domingo en dicho estadio, cuando afianzó una propuesta de liderazgo regional que impulsa una suramérica unida para hacer frente a la omnipotencia de Estados Unidos, manifiesta con la globalización de los mercados, la unificación del pensamiento y el tronar de las armas.

Chávez consolidó una propuesta que muy bien encaja con una de sus frases ahora favoritas: «Seamos libres, lo demás no importa»; palabras que ha lanzado desde una plataforma definida en lo ideológico como izquierdista, revolucionaria y democrática; pero que, además, enfrenta el ALCA y promete la derrota del Imperio. Su discurso rompió los silencios que sobre temas tan delicados se habían adueñado de esos espacios de discusión. Allí había estado, por ejemplo, algunos días antes, el presidente de Brasil, Lula da Silva, quien hasta ahora lucía como el depositario de la esperanza y la expectativa de cambio en el continente . Lula es un tornero metalmecánico, formado en la izquierda, que ha dicho estar consciente del «alto grado de madurez política que demostró la población al elegirlo»… a pesar del recelo de Estados Unidos.

El ha decidido moverse con cautela frente al capital y las políticas de Washington entre otras razones porque -según ha dicho- le preocupa más quién resulta ganador al final del juego y no quién se coloca de primero al inicio. Esa cautela ha provocado, por ejemplo, que fuese abucheado en el Foro Social Mundial justo antes de partir al Foro Económico de Davos. Las pitas a Lula se producen cuando algunos grupos de Brasil esperan por su prometida reforma agraria y cuestionan la política de privatizaciones. Se producen también cuando en el campo internacional Estados Unidos mueve sus fichas para consolidar su dominio, amenaza con mayor agresividad a nuestro continente y, en consecuencia, la resistencia radicaliza el discurso, busca rumbos para la acción y demanda a líderes, (como el «Compañero Lula») que ocupen el lugar que les corresponde, de acuerdo con su historia.

En palabras del sociólogo portugués Boaventura Santos «Lula no es un enemigo como algunos sostienen: es un aliado que necesita ser movilizado para reaccionar a favor de quiénes lo eligieron».

La necesidad de afinar una respuesta continental ante los zarpazos del Imperio son evidentes y sobre este punto Venezuela no se ha cruzado de brazos, ni en su dinámica interna ni en geopolítica internacional. Por ejemplo, con Hugo Chávez a la cabeza acabamos de enfrentar la violación de nuestra soberanía en un episodio que involucra a Colombia y al presidente Uribe Vélez pero con el que una vez más Estados Unidos guapetonamente dice: «lo hicimos, lo hacemos y…¿qué?

Nos referimos al secuestro de Rodrigo Granda, militante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, cuya presencia en el territorio venezolano es usada como un pretexto para incluir a nuestro país en la línea de tiro del Plan Colombia con el propósito de controlar nuestro petróleo.

Con un creciente respeto ante los movimientos intelectuales y sociales del mundo, Hugo Chávez llegó al Gigantinho, para reafirmar que al capitalismo no se le puede trascender desde adentro, que la única vía posible es el «socialismo en democracia» y que unidos podemos hacer una revolución, rodear al imperio y vencerlo si tomamos conciencia de sus debilidades, pero sin subestimarlo.

La unidad es una de las exigencias de este tiempo; quizás por ello Chávez cerró el discurso reafirmando que «con Lula y el pueblo de Brasil; Tabaré Vásquez y el pueblo uruguayo; Kirchner y el pueblo de Argentina iremos abriendo el camino». Y, por supuesto, Fidel y Cuba.

La reacción de sectores conservadores al discurso de Chávez no se ha hecho esperar. Desde los mass media nos llegan mensajes dirigidos a profundizar las diferencias entre los liderazgos de Chávez y Da Silva. Por ejemplo, el diario Folha de Brasil sorprendió este dos de febrero con un editorial en el que, entre líneas, emplaza a Lula a mantener distancias con la postura del mandatario venezolano.

Sin embargo, Lula sabe lo que la pita del Foro Mundial significa; ha dicho que las discusiones que en éste se generan serán decisivas a la hora de definir el futuro de la Humanidad porque allí están también representadas las voces de los pueblos.

* Periodista. [email protected]