Traducido del ruso para Rebelión por Andrés Urruti
La marejada política en Ucrania, desencadenada por la destitución de Aleksandr Zinchenko, dirigente del secretariado de la presidencia de Ucrania, se ha convertido en toda una tempestad. Después de la cabeza visible de su administración, el presidente Víctor Yushenko destituyó a todo el gobierno, con Yulia Timoshenko, (jefa del gobierno), a la cabeza, así como al secretario del Consejo de seguridad nacional y defensa, Piotr Poroshenko, y al primer ayudante del presidente, Aleksandr Tretiakov. Hay que recordar que, hace solo unos días A. Zinchenko intervino con fuertes acusaciones hacia Poroshenko, Tretiakov , y el líder del grupo parlamentario propresidencial, Martinenko, achacándoles el utilizar el poder en beneficio de sus intereses particulares y la creación de una red de corrupción sistemática, que abarca el mundo de los negocios, las fuerzas de seguridad y los medios de comunicación. Justamente contra ese sistema de corrupción es contra lo que se manifestaron claramente los electores de Ucrania en las elecciones presidenciales de fines del año pasado, no tanto apoyando a Yushenko, sino votando contra el clan de Kuchma (el anterior presidente), que intentaba perpetuarse en el poder. Es por ello que la acusación de Zinchenko de que los nuevos dirigentes continúan con las viejas feas conductas resonó de un modo atronador.
Después de esta marejada de acusaciones, la nave del estado empezó a balancearse de lado a lado. Sin embargo, la tripulación, en lugar de colaborar amistosamente para equilibrar la nave, se dividió en dos grupos, y cada uno de ellos se inclino hacia una de las bordas, con lo que el balanceo se incrementó. Lo cual no es sorprendente. El «equipo del capitán Yushenko» nunca estuvo realmente unido. Ya hacía tiempo que estaba desgarrado por el antagonismo entre Poroshenko , que contaba con recibir, después de la «revolución naranja», el puesto de jefe del gobierno, y la Sra. Timoshenko, que, literalmente, le quitó el puesto de las manos.
Por esto, la lucha encubierta no cesó ni un día. Las clamorosas acusaciones de Zinchenko contra Poroshenko y los demás demostraban que la basura (o mejor dicho, la mierda), no solo no se había limpiado, sino que se dejaba expuesta a la vista de todos. El ignorar la apestosa sustancia no era posible, y el presidente Yushenko, en lugar del acostumbrado viaje a Polonia, se sumió en la ingrata tarea de repartir las consecuencias del escándalo entre sus más cercanos conmilitones.
Tras la victoria de las fuerzas prooccidentales en las elecciones del año pasado, el país se convirtió por un tiempo en el hijo predilecto de la Unión Europea y los EEUU. Por ello, el escándalo en la élite ucraniana atrajo la atención general. Ahora la prensa internacional clama acerca de la profunda crisis política. De hecho, en Ucrania no hay ninguna profunda crisis. En todo caso, es una crisis de la élite , esa delgada capa de políticos montados sobre el país, que se van turnando alternativamente al timón del poder, dirigiendo la nave del estado a uno u otro puerto. Pero siempre a un puerto donde la carga de la bodega pueda desembarcarse en depósitos del grupo que se encuentre en ese momento en el puente de mando.
Es posible que la comparación con la tripulación de un barco sea demasiado halagüeña para la actual «élite» ucraniana. La situación de la dirigencia de Kiev es más bien comparable a la de las carreras de perros, en las que los participantes , en lugar de correr por el camino trazado, se dedican a morderse entre ellos, ignorando completamente los llamamientos del organizador. Por eso, el organizador de las carreras echa a puntapiés a los competidores más recalcitrantes, antes de que se destrocen mutuamente y se vacíe el estadio.
En principio, Yushenko ha actuado correctamente. Ha hecho, quizás, lo único posible: despachar a todos. Intentó hacer sentarse a las partes enfrentadas y obligarles a buscar un compromiso. No lo consiguió. Porque son unos depredadores. Y la naturaleza del depredador se resume en el principio «o todo o nada». El lobo no puede medir medio kilo de filetes, como si fuera a la tienda, y dejar el resto de la pieza a los otros lobos. El lobo intentará devorar todo, incluso si, por eso, le revienta la tripa.
Los oligarcas son también, más o menos, así. No pueden detenerse. Poroshenko es uno de los personajes más ricos de Ucrania. A Yulia Timoshenko, el muy experimentado George Soros, conocido especulador financiero de origen húngaro, creador de fundaciones y habitual del Foro «de los ricos » de Davos, la definió como el cazador furtivo al que han designado como guardabosques. Y es evidente que el mismo Yushenko no se olvidó de si mismo cuando ocupaba el puesto de director del Banco Nacional o el de primer ministro de Ucrania. Todos ellos son millonarios. Pero para ellos todo es poco. Cuando surgió la atrayente perspectiva de repartirse el rico botín arrebatado al clan de Kuchma, empezaron a darse dentelladas como lobos entre ellos. Yushenko ha encargado la formación del nuevo gobierno a una persona que no estaba en primera fila de su equipo hasta ahora. Se trata de Yuri Yejanurov , el cual hace apenas medio año que fue nombrado gobernador de la región de Dnepropetrovsk. Ahora el presidente se ve obligado a llamarlo de vuelta a Kiev. En los años 90 Yejanurov fue ministro de economía, y después, hasta el año 2001, viceprimer ministro. En esa época el primer ministro era Yushenko.
Yuri Yejanurov, de 57 años, es de nacionalidad …buriata (N del T: los buriatos son un pueblo con república propia dentro de la Federación Rusa, y una rama de los mongoles; habitan en la zona del lago Baikal, en Siberia) y nació en Rusia. (A veces la distribución del poder aporta estos giros inesperados en la Ucrania independiente, donde incluso se prohíbe el ruso, no hablemos ya del buriato). La tarea de Yejanurov no será sencilla. Como expresó el expresidente de Ucrania Leonid Kravchuk, «el banquillo de los suplentes del equipo de Yushenko es muy corto». El ya se ha llevado del parlamento a todas las personas más o menos válidas, y ahora no tiene de donde sacar la nueva composición del gobierno. Así que para Yushenko el conflicto todavía está lejos de resolverse.
Más aún, la decisión de echar de una sola vez a todos los miembros fundamentales de su equipo le aportará dolores de cabeza suplementarios. Antes, sus «socios» del tipo Timoshenko y Zinchenko (que son, a la vez, potenciales competidores) estaban en el equipo presidencial. Ahora todos se han convertido en sus adversarios. El asunto se relaciona con las elecciones al parlamento previstas para marzo de 2006. Es bien sabido que, de acuerdo a los cambios constitucionales, el próximo año, el primer ministro designado por el parlamento tendrá bastante más poder que ahora. El presidente tendrá, fundamentalmente, funciones representativas.
Para conservar el poder real, Yushenko y su partido «Nuestra Ucrania» deben conseguir, si no la mayoría en el parlamento, al menos, conseguir un considerable número de diputados para poder entrar en coalición con alguien y obtener así el control del parlamento, y, como consecuencia, sobre el cargo de primer ministro. Hasta el momento Yushenko confiaba en una coalición con el partido de Yulia Timoshenko. Pero, después del actual escándalo, semejante alianza parece poco probable. Y además Piotr Poroshenko, el principal financiador del partido «Nuestra Ucrania» ha quedado en una posición enojosa. Todo se les ha enredado…
Todavía hay otra víctima en esta historia: el embajador USA en Kiev. No es para envidiarle. Apenas habían los americanos conseguido (después de gastar cantidades colosales de dinero) encender la «antorcha de la libertad» ucraniana, cuando, de repente, empieza dicha antorcha a humear, y por cierto, con un humo desagradable que huele a corrupción. Parece ser que el embajador no cumple su cometido de dirigir Ucrania, el nuevo protectorado de EEUU, como es debido. Esto es una gran derrota de la política exterior USA, pues el equipo llevado por América (sic) al poder con tanto trabajo no ha podido mantenerse en su forma original ni un año. Es necesario construir un nuevo esquema. Empezar desde el principio.
Se sobreentiende que cualquier conflicto político tiene un componente económico. Aunque no haya signos directos de quiebra económica de Ucrania, el futuro inmediato de este país se presenta bastante sombrío. En la Unión Europea, en efecto, no admitirán a Ucrania. Eso significa que no llegarán las anheladas subvenciones de la hucha de la UE. En lugar de la esperada generosa ayuda, América se limita a pequeñas entregas. Los maléficos rusos, que hasta ahora abastecían dócilmente al país de gas a precios tres veces más bajos que los internacionales, ahora de repente se ponen tercos y exigen 180 dólares por 1000 metros cúbicos en vez de 60, como antes. El precio del petróleo se elevó hasta los 70 dólares por barril. La industria (excepto la metalurgia, que trabaja especialmente para la exportación) y la agricultura, que estaban de capa caída, continúan en la misma situación. Las clamorosas promesas del equipo «naranja» de mejorar rápidamente la vida del pueblo resultaron falsas.
Es incorrecto hablar de una «nueva» crisis política. La crisis nunca se interrumpió. Es permanente. Y dicha crisis no consiste en el fracaso de personalidades individuales. El meollo de la cuestión está en el fracaso del rumbo que la élite ucraniana impuso al pueblo en 1991: primero a la independencia, después a la vacilación entre Oriente y Occidente, y después a la completa sumisión al Occidente.
Hay que prestar atención al hecho que todos ignoran: el pueblo calla. Esta no es su crisis. Es la crisis de la élite dirigente, que hace mucho tiempo que está alejada del pueblo. En Ucrania se ha establecido el mismo capitalismo expoliador que en Rusia. El sistema político de Ucrania, basado en el poder de la oligarquía, no es, en nada, peor que el ruso. Y sus «actores» son prácticamente idénticos, pues, tanto en Ucrania como en Rusia salen a flote los mismos tipos codiciosos, venales y sin principios. La diferencia estaría apenas en que, la cúpula dirigente en Kiev no dispone del «salvavidas» del petróleo que mantiene a flote a la «élite» rusa, que por otra parte, es igual de ladrona y de incapaz.
Yushenko confía en que, a partir del cambio de jefe de gobierno, el asunto se arreglará. Sin embargo, es bien sabido que el orden de los sumandos no altera la suma. Lo que haría falta sería un cambio radical de rumbo. Pero para ello, ni la cúpula dirigente de Kiev ni la de Moscú están capacitadas. Por eso, la evidente crisis de Ucrania y la no tan evidente de Rusia van a continuar ya profundizarse. Hasta que en el asunto intervenga el principal factor de la política, el pueblo…