Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S.Comín
En las elecciones celebradas el pasado domingo en Chechenia, donde se elegía la composición del parlamento de la república, tomaron parte más del 60% de los electores. Según los resultados provisionales, «Rusia Unida» habría obtenido cerca del 60% de los votos, en segundo lugar se situaría el PCFR con el 12% (en las últimas elecciones generales a la Duma en el 2003, el PCFR apenas obtuvo un 1,7% de votos en Chechenia), le sigue la Unión de Fuerzas de Derecha (SPS) con el 10,5%. El resto de partidos no consiguió superar la barrera del 5% (necesaria para obtener representación. N de la T). Sus resultados son los siguientes: «Unión Euroasiática»- 4,26%; «Yabloko»-3,36%; «Rodina»-2,8%, PLDR- 1,7%.
El 2% eligió la casilla «contra todos». No se dispone todavía de los resultados en las circunscripciones con derecho a un escaño.
De este modo, La República de Chechenia-único sujeto de la Federación Rusa, donde no se había elegido a los representantes del poder legislativo en el transcurso de los últimos 6 años-tiene por fin su propio parlamento.
En las elecciones en Chechenia se han dado cita multitud de observadores, tanto rusos como extranjeros. Sus impresiones sobre la campaña, difieren enormemente. Mientras el Consejo Electoral Central de Chechenia, declara orgulloso no haber recibido denuncias de violaciones en el desarrollo del proceso electoral, los extranjeros no ocultan su escepticismo en lo relativo a la parcialidad y credibilidad de los resultados.
Cabe señalar que las elecciones chechenas no han sido ajenas a los condicionantes propios de toda campaña, que se pueden observar en el resto de las regiones rusas. Me estoy refiriendo a la consabida utilización del recurso administrativo por parte del «partido del poder». Además, se produjo-como también ha venido ocurriendo en otros sujetos de la Federación-una particular guerra interna dentro de la propia «Rusia Unida», en la que salieron vencedores las fuerzas más leales al actual vice-primer ministro checheno, Ramzan Kadyrov.
Según numerosos testimonios, las cifras de participación habrían sido engordadas artificialmente, al menos en Grozny. En los resultados se habrían visto asimismo reflejadas las singularidades de las tradiciones locales, donde pesa más entre los electores la pertenencia del candidato a un determinado clan, por encima de las siglas o programa que defienda.
Hay sin embargo otra particularidad en la campaña electoral chechena.
Muchos habitantes de la república, incluidos los que no depositan demasiadas esperanzas en la actividad del recién elegido parlamento y los que recelan del gobierno central, creen que estas elecciones pueden significar un paso real en el camino de la consecución de la paz.
Los civiles pacíficos, la gente normal de a pie, están agotados de 11 años de guerra, o como la quieran llamar los dirigentes de la Federación Rusa o los guerrilleros separatistas.
En Chechenia ha crecido una generación entera de niños, que no saben lo que es vivir en paz. Con el trasfondo de los habituales combates, tiroteos, explosiones, asaltos y «operaciones de limpieza», las elecciones, aunque sean con la consiguiente «singularidad democrática» rusa, parecen un factor de normalización, de vida pacífica.
Quizá sea esto precisamente lo que no acaba de gustar en Occidente, donde por mucho que se oculten tras declaraciones grandilocuentes sobre derechos humanos, en realidad no les importa el arreglo pacifico y la instauración del orden en tierra chechena.
«Elecciones sin elección» titulaba el «Daily Telegraph» sin esperar a conocer los resultados.
«Die Welt» en Alemania va más allá: «un pueblo que se encuentra inmerso en lo más parecido a una guerra, que se dirige a las urnas de votación bajo la atenta mirada de los cañones de los fusiles de 80.000 militares y 25.000 miembros de las fuerzas de seguridad, no puede expresar libremente su voluntad».
En general, para hablar con propiedad, los ciudadanos rusos, allá donde vivan, tiene grandes problemas para «expresar su voluntad libremente». Aunque parece que este hecho no inquieta para nada a los guardianes de la democracia occidental. Más aún, las elecciones en el Irak ocupado, en Afganistán, en Kosovo, o en la propia Chechenia, cuando eran los cañones de los guerrilleros los que velaban por la normalidad, han sido para ellos plenamente democráticas.
Parece evidente que su principal objetivo es apoyar a aquellas fuerzas que desestabilizan el Caúcaso ruso, poner trabas a todo aquello que ayude a la recuperación de la tranquilidad.
El tiempo dirá si el nuevo parlamento checheno ayuda al restablecimiento de la tan ansiada normalidad. De momento no podemos dejar pasar por alto los buenos resultados del PCFR. La confianza en los comunistas, quienes recientemente consiguieron recuperar la organización en el territorio de Chechenia, hubiera sido sin duda más significativa, si no fuese porque nuestro país se encuentra en el marco de una «democracia dirigida y limitada», y si los resultados de las elecciones reflejasen la voluntad real de los ciudadanos.
Sin embargo, los datos oficiales demuestran a las claras que en Chechenia sigue habiendo un número importante de personas que no han perdido la memoria: fue bajo el gobierno comunista, cuando los diferentes pueblos vivían en paz y buena vecindad, cuando las viviendas, las fábricas y las casas de cultura se construían y no se destruían bajo el fuego de las «bombas inteligentes», o las explosiones de los guerrilleros terroristas.
Entonces, la guerra contra tu propio pueblo y en tu propia tierra era algo inconcebible.