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Hay debate, reflexión y fiesta, pero el FSM enfrenta una crisis de identidad

Fuentes: La Jornada

la nave va. A pesar de reuniones canceladas sin aviso previo, interminables retrasos, traslape de actividades, el Sexto Foro Social Mundial navega. De la misma manera en la que las fallas de algunos músicos no detienen la interpretación musical de una banda, así los tropiezos logísticos y organizativos no interrumpen el desenvolvimiento del encuentro. Se […]

la nave va. A pesar de reuniones canceladas sin aviso previo, interminables retrasos, traslape de actividades, el Sexto Foro Social Mundial navega. De la misma manera en la que las fallas de algunos músicos no detienen la interpretación musical de una banda, así los tropiezos logísticos y organizativos no interrumpen el desenvolvimiento del encuentro.

Se trata de un evento que tiene tanta vida en los auditorios y salones como la tiene en la calle. En parques y aceras centenares de jóvenes venden artesanías y textiles, hacen música y teatro y conversan. Hay tanta actividad en las carpas informales colocadas en espacios abiertos como la hay en las edificaciones cerradas. El Foro es también un festival.

El presidente Evo, el agua y la política

El uso común de agua, semillas y tierra están bajo ataque. Las grandes corporaciones del planeta (51 de las 100 principales economías del planeta lo son) encabezan la ofensiva contra desposesión de los bienes públicos. El mercado, las patentes, los derechos de propiedad intelectual y la tecnología son, según la investigadora Silvia Ribeiro, en las herramientas de este nuevo despojo, muy similar al emprendido contra las áreas comunes de los campesinos europeos en el siglo XIX.

El agua, asegura Danielle Mitterrand, se ha convertido en un emblema de la lucha por la vida. Afirma que hay que evitar su privatización. Hay que garantizar en las legislaciones nacionales que el agua sea un derecho, que cada ser humano tenga derecho a contar con una cantidad establecida del líquido vital diariamente.

El agua y la lucha contra su privatización, asegura, Oscar Oliveira, es también política, otra política. Y la muestra de ello es Evo Morales

Evo, no hay que olvidarlo, es la estrella ausente del FSM. En casi todos lados se le menciona y casi todos los asistentes saludan su triunfo y lo festejan como propio. Y Oscar no es la excepción, sólo que su caso es diferente. El dirigente de la Coalición Coordinadora por el Agua y la Vida en Bolivia sabe de lo que habla. La victoria de Evo fue empedrada por las luchas contra la privatización del agua en las que Oliveira fue un destacado actor.

Según Oscar, Evo presidente son dos palabras que recorren el mundo y los medios de comunicación, y que pasan por los labios de la gente trabajadora. Es, desde su punto de vista, una victoria producto de dos etapas históricas. Primero, de la resistencia que durante 513 años hicieron los pueblos indígenas y campesinos, conservando sus usos y costumbres y levantándose contra el poder establecido. Segundo, de la historia que comienza en 1999 y que culmina en abril de 2000, cuando el pueblo boliviano consigue expulsar una trasnacional encargada de manejar las redes de agua en Cochabamba y logra que se apruebe una ley que garantiza el agua como un derecho colectivo.

Las victorias, dice Oliveira, son producto del esfuerzo colectivo y silencioso de la gente común. Esa gente común dio su vida por el agua. Sin esa primera victoria después de años de neoliberalismo, asegura, no habría sido posible hablar de la ascensión de un indígena a la presidencia de Bolivia. «Es el agua, que se privatizó en 1999 -afirma- la que posibilita el que la gente pueda articularse, movilizarse y triunfar».

De acuerdo con Oliveira, la lucha por el agua le dio a la gente un horizonte más lejano. «Nadie -asegura- puede darse el derecho a privatizar la vida. Han privatizado todo, pero privatizar el agua es privatizar la vida. El agua es sangre de la tierra. No puede ser convertida en mercancía, hacerlo es atentar contra la vida y la existencia misma de los pueblos. Nuestra lucha por el agua es nuestra lucha por la vida».

Para Oscar, hay que establecer que el verdadero poder está en la gente, en su capacidad para convertir en realidad los sueños que se sueñan despiertos. «No sólo hay que desprivatizar el agua -advierte- hay que desprivatizar la política. La política es propiedad privada de los partidos y de los gobernantes. La política no es sólo el arte de gobernar. Ante todo es la posibilidad de que los pueblos podamos crear otro tipo de convivencia. Eso es la política.». Una política que nace de la defensa del agua, pero que termina trascendiéndola.

Una difícil encrucijada

Aunque no lo reconozca como tal. El establecimiento de gobiernos de izquierda en América Latina ha puesto en aprietos al Foro. La organización nació como una instancia de encuentro y debate diferenciada de gobiernos y partidos. La presencia de mandatarios en sus plenos ha obligado a sus organizadores a hacer malabares para no romper su pacto fundacional.

El intento de desembarco de políticos socialdemócratas a las reuniones iniciales fue elegantemente evitado, canalizándolo hacia foros alternos. La presencia del presidente Lula -sin lugar a dudas uno de sus principales patrocinadores cuando era una luchador de la oposición- en otras ediciones del Foro, se resolvió girándole una invitación.

El hacer de Caracas la sede del evento propició también algunos conflictos. Cuando comenzó a promover que el Foro Social Mundial (FSM) se efectuara en esa ciudad, Jacobo Torres de León, uno de los principales promotores del organismo dentro de su país, se enfrentó con el temor de que la reunión se convirtiera en un evento chavista. «Me decían -asegura- que era un plan macabro para entregárselo a Chávez. Y sucedió no sólo fuera de Venezuela sino, también, adentro.»

La organización del Foro en ese país caribeño provocó efectivamente un buen debate. De inmediato se escucharon voces en favor y en contra. Quienes apoyaron la iniciativa sostenían que en Venezuela se está produciendo un proceso de cambio social que busca dignificar al pueblo, la justicia y la inclusión. Era pues un escenario más que adecuado para el ideal para el tipo de ideas y propuestas que el Foro propone.

Por el contrario, algunas personas sostuvieron que Venezuela está muy politizada, que las opiniones sobre su gobierno polarizan y que el fuerte liderazgo de Hugo Chávez haría del encuentro un «evento chavista», desnaturalizando la naturaleza del Foro, que en el punto 8 de su Carta de Principios establece que «es un espacio plural y diversificado, no confesional, no gubernamental y no partidario, que articula de manera descentralizada y en red a entidades y movimientos que estén involucrados en acciones concretas por la construcción de un mundo diferente, local o internacional».

La iniciativa prosperó. No en balde el presidente Chávez ha tejido una estrecha relación con los movimientos sociales y los intelectuales de izquierda en América Latina. Su gobierno ha auspiciado o facilitado gran cantidad de encuentros populares, y él mismo se ha dado tiempo para asistir a ellos o para conversar con sus dirigentes. Los lazos que ha establecido son tan profundos, que una organización como Vía Campesina, tan celosa de su autonomía y tan reacia a tener tratos con el poder, ha forjado una magnífica relación con la revolución bolivariana.

Así las cosas, el mandatario venezolano sostendrá este 27 de enero por la noche, un encuentro público con los movimientos sociales que tiene como tema central la lucha antiimperialista. Lo hará, amparado en los lazos que lo unen con el movimiento social, pero, también, en el punto 9 de la Carta de Principios, que señala: «podrán ser invitados a participar, en carácter personal, gobernantes y parlamentarios que asuman los compromisos de esta Carta».

Cuando las fábricas caminan a China

Durante mucho años, encuentros como el Foro fueron patrimonio de la clase obrera. Desde el siglo XIX los trabajadores se organizaron internacionalmente y su ideología fue central en las luchas de liberación de los pueblos. El internacionalismo fue, durante décadas, una reivindicación proletaria. El movimiento sindical formó centrales internacionales y convocó a grandes reuniones planetarias. En su proyecto había una promesa de otro futuro.

Esta realidad ha cambiado profundamente. En el Foro la presencia obrera no es central, como no lo es en muchas de las luchas sociales del planeta. Las luchas de los trabajadores están marcadas, en la mayoría de los casos, por una orientación defensiva, por la conservación del empleo o de conquistas laborales. La globalización ha transformado radicalmente el mundo del trabajo. La clase obrera no va al paraíso, en parte porque las fábricas en las que chambeaban se han trasladado a China. Deslocalización, flexibilidad laboral, empleos inseguros, uso creciente de mano de obra migrante han debilitado las uniones gremiales y disminuido su capacidad de negociación salarial y de condiciones colectivas de trabajo. El mundo se está walmartizando, asegura la Union Network International.

A pesar de ello -o precisamente por su causa- los organismos gremiales de la región celebraron dentro del FSM su segundo Foro Sindical de las Américas. Representantes de la ORIT, la CLAT, la ILO, la CTC de Cuba, y de varios otros más, se reunieron para discutir los nuevos desafíos que para el mundo obrero representan la globalización y el libre comercio.

El mexicano Alfredo Domínguez, representante de la UNT insistió en la reunión en la necesidad de enfrentar el desafío inmediato que significan los cierres de plantas de la industria automotriz y de autopartes, así como de la industria textil y de la confección. «Sólo la Ford -dice- va a cancelar 37 mil empleos, varios de ellos en México.» La General Motors marcha por el mismo camino.

Pero la nave va. En calles, aulas y auditorios se informa, se analiza, se debate, se celebra. Mientras tanto, el Foro ha entrado de lleno a la adolescencia. Y como todo adolescente atraviesa por una crisis de identidad.