La Globalización es un fenómeno que más allá de lo económico también actúa en el plano político, social, ideológico y cultural, imponiendo las lógicas del «libre mercado y del consumo» en todos los aspectos. Hace ya bastantes años que el capitalismo ha mutado y traspasa fronteras y estados nacionales en post de una mundialización de […]
La Globalización es un fenómeno que más allá de lo económico también actúa en el plano político, social, ideológico y cultural, imponiendo las lógicas del «libre mercado y del consumo» en todos los aspectos. Hace ya bastantes años que el capitalismo ha mutado y traspasa fronteras y estados nacionales en post de una mundialización de las inversiones, incluyendo la educación. El principal «problema» de nuestra economía es la ineficiencia con la que el Estado invierte en educación, ciencia y tecnología. ¿Qué significa eficiencia? Para la economía neoliberal ella consiste básicamente en invertir lo menos posible y obtener las mayores ganancias. El problema entonces para la economía mundial globalizada es que el Estado Chileno no invierte adecuadamente los ya escasos recursos que destina al tema. Nuestro país es modelo, y por eso requiere de las últimas reformas para hacer escalar nuestra economía. En lo concreto, nuestra estructura educacional no puede seguir mirando a las viejas prácticas del Estado, previas al influjo neoliberal, debe modernizar lo poco y nada que aun tiene de «mirada social». Debe «tender a la equidad», pero nunca tanto…
Las Universidades por su parte deben «acreditarse»o sea, deben ser aún más esclavas de la economía de consumo e inversiones privadas y los liceos deben ser las fábricas de mano de obra barata. En la economía globalizada, sólo los colegios privados y las universidades «modernas» tienen lugar. En el mundo global la educación no sirve como mecanismo de ascensión social, porque este es sólo un recuerdo del siglo pasado. En el siglo XXI los nombres son la competencia y la eficiencia, que lógicamente tienen apellido de transnacional y burguesa.
El neoliberalismo privatiza y excluye, utilizando múltiples mecanismos que perpetúan la dominación. La globalización neoliberal apunta a que al persona se vea a si misma solo como un individuo, que actúa como consumidor en este mercado. Del individualismo deviene la atomización, y la fragmentación social en que nos encontramos en estos días. Así, nuestra condición de consumidores, trabajadores, cesantes o estudiantes encerrados en nuestras casas, es visto por todos como «la forma de vivir» hoy por hoy.
El Estado chileno hasta los años setentas operó bajo una lógica subsidiaria, es decir más mal que bien, tenía dentro de sus preocupaciones, la salud, la vivienda, la educación y el trabajo de los más pobres. Y en caso de no resolver los problemas más urgentes de los marginados, existían múltiples organizaciones, representativas, masivas y populares algunas de ellas como la CUT (hasta 1973), que se encargaban rápidamente de plantear las diversas demandas del campo popular. Sin embargo, esta lógica de «estado de bienestar» desapareció rápidamente con el influjo neoliberal de fines de los setentas. Los «Chicago Boys» impusieron, junto a sus gorilas asesinos, la lógica de la oferta y demanda como la ley sagrada de nuestra economía, y hoy el Estado no se ocupa de nuestros derechos fundamentales, dejando en manos del mercado las decisiones esenciales para la vida en sociedad. Como consecuencia de estas transformaciones hoy los pobres somos más pobres que antes y los ricos más ricos que nunca.
Esta lógica utilizó nuestro país como laboratorio y ante tan «buenos» resultados para los poderosos, rápidamente se extendió como un reguero por todo el mundo. Y la «liberalización» de los mercados a «lo chileno» se transformó en la panacea para la alicaída economía mundial a partir de fines de los años ochenta.
Desde el supuesto retorno a la «democracia» que vivió nuestro país en el año noventa, esta lógica de articular el desarrollo económico social se fue perfeccionando tocando especialmente aquellos puntos que no habían sido explotados por la dictadura y sus cerebros económicos. Todo esto, en el contexto de un movimiento popular casi extinto y con un diseño coyuntural, y evidentemente estratégico, muy elemental y muy vinculado al pasado reciente de la lucha antidictatorial.
Es en este contexto de desintegración, carencias y nulas oportunidades de acceder a nuestros derechos más elementales como el trabajo, la vivienda, la salud y la educación es que vamos generando respuestas que apuntan, a través de la organización a la transformación social de este sistema. Debido a esto entendemos la educación como una herramienta fundamental en un proceso de construcción del movimiento popular, como un elemento trascendental en la capacidad que como pueblo tenemos de reconstruir nuestra memoria histórica y como eje transversal en torno al cual podemos complementarnos apuntando a revertir la fragmentación y con ello construir el movimiento popular en camino a la revolución social.