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Como devolver a Rusia la confianza y el respeto de la comunidad internacional

Fuentes: Sovietskaya Rossia

Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S. Comín

En estos días la humanidad celebra el final de la Segunda guerra mundial, que no finalizó en Europa como pueda pensarse, sino en el océano Pacífico. Nuestro país junto con los aliados de la coalición antihitleriana colaboró de un modo muy activo en la derrota del militarismo japonés. Por desgracia los actuales gobernantes de Rusia han dado la espalda a esta gloriosa victoria del ejército soviético y ruso.

Pero el 3 de septiembre, día de la victoria sobre Japón y día del fin de la más terrible guerra en la historia de la humanidad, entrará igualmente en la lista de las grandes victorias de nuestro pueblo, junto con la batalla en Kulikov o la toma de Berlín. Entrará en la lista de honor pese a la oposición de los ocultos admiradores de los «valores humanos» que se esconden bajo la máscara de patriotas.

Tras el mayo victorioso y el septiembre de 1945, la Unión Soviética escogió el camino de la resolución de todos los problemas internacionales importantes por la vía pacífica.

Hoy sin embargo no se puede decir que la política de nuestro país tenga apoyos, ni que la propia Rusia sea respetada en el mundo.

Contrariamente a las declaraciones de la propaganda occidental y sus lacayos rusos, de que la URSS era uno de los principales focos de tensión en le mundo, la situación internacional durante estos años transcurridos desde la destrucción a traición de la URSS, se ha agudizado.

El mundo imperialista, representado por los países occidentales y Japón está inmerso en una crisis.

El modo de producción capitalista nos conducirá en un futuro cercano al agotamiento de los recursos naturales y a una catástrofe ecológica global.

Al mundo le esperan una serie de guerras provocadas por la aspiración de los «dorados mil millones» (países desarrollados. N de la t) de legalizar el expolio de otros pueblos, con tal de mantener su nivel de bienestar.

Asistimos a una rápida degradación de la sociedad occidental, de sus valores familiares, la renuncia a sus valores morales, el aumento de la violencia, el culto de los vicios y perversiones.

El capitalismo en su versión globalizadora avanza imparable hacia su autodestrucción. Ya no tiene nada que ofrecer al género humano; ningún sitio al que llamar y conducir a la gente. No es casualidad que se defina a si mismo como objetivo principal del desarrollo del mundo y crea que ha llegado el fin de la historia.

El fin de la historia significaría la muerte de la humanidad.

Para que pueda sobrevivir tiene que madurar y alzarse contra el destino que nos prepara a todos un puñado ciego, criminal y avaricioso de pretendientes al dominio mundial.

La rebelión ya ha comenzado. Los intentos de imponer un nuevo orden mundial -Pax Americana- encuentran cada vez mayor resistencia en todos los continentes.

Ante nuestros ojos se desarrolla una guerra mundial entre una camarilla de delincuentes encabezados por los EE.UU. y el resto del mundo, que no acepta la perspectiva de una muerte como esclavos de un puñado de «pueblos elegidos».

Yugoslavia, Iraq, Palestina, Líbano, son sus primeros «relámpagos sin trueno».

Los países ricos, con la excusa de la introducción de la democracia y la civilización se apresuran a utilizar su superioridad militar, política, mediática, para hacerse con el control de los principales recursos naturales, energéticos, reservas de agua potable, de las proteínas orgánicas y poner a su servicio el intelecto y la mano de obra de toda la humanidad.

La élite mundial aspira a prolongar su agonía a costa del sufrimiento, las privaciones y la discriminación del resto de la humanidad, de la reducción de la población y de la destrucción de pueblos y estados enteros.

La historia mundial ha sido siempre la historia de la lucha entre ricos y pobres, explotadores y explotados. No ha habido opción.

La esperanza de que el cese de la guerra fría y el enfriamiento ideológico, abriría un nuevo «siglo de oro» para todo el planeta, se han disipado como el humo. El mundo está cada vez más dividido. Por un lado los EE.UU. y sus secuaces, que aspiran al papel de dominadores. Por otro, todos aquellos que no están conformes con tener que agachar la cabeza, renunciar a su futuro y convertirse en sus siervos.

La presunta lucha con el terrorismo internacional no es capaz de ocultar este hecho fundamental, ni liberarnos de la necesidad de tener que elegir con quien caminar hacia el futuro: con aquellos que no tienen futuro, o con aquellos que se niegan a seguir por la senda suicida de los globalistas.

El error y el crimen de la élite gobernante rusa, es que insiste en apostar por unirnos a la marcha de los «dorados mil millones» hacia el abismo de la historia. Moscú es obligada a seguir ese camino por una élite financiera medio analfabeta, carente por completo del sentimiento de patriotismo, cuyo destino está fuertemente ligado al de sus amos occidentales, y que está dispuesta a vivir y morir en nombre de su bienestar. Desde hace varios años, esa élite ofrece en sacrificio ante sus «titiriteros», los intereses de Rusia, repartiendo frenéticamente entre sus bolsillos miles de millones que evaden del país con ayuda de Occidente. Al mismo tiempo mantiene a su cargo a la clase política dirigente de la federación Rusa, que cumple obedientemente la voluntad de los «padrinos» rusos. El presupuesto para el 2007 no promete nada nuevo.

Mientras tanto, esta política comienza a dar problemas. No se trata de una repentina terquedad de Moscú, sino de las cada vez más desvergonzadas pretensiones hacia Rusia por parte de Occidente: Aspira abiertamente a controlar nuestros recursos naturales; persigue la aniquilación de nuestra ciencia, de nuestra agricultura, de la industria de defensa y el sector tecnológico. Aspiran a terminar de desmontar lo que queda de protección social.

Por delante quedan las exigencias de la división de Rusia, con el fin de facilitar la expropiación de nuestros recursos y nuestra exclusión de la vida internacional.

Rusia, pese a ser el país más grande y más rico, es al mismo tiempo uno de los más impotentes y peor gobernados.

No hacemos más que atraer las miradas de los más ávidos depredadores internacionales. Esto empieza a provocar la indignación tanto de las amplias masas populares, como de la burguesía rusa. Esto provoca que de vez en cuando, el Kremlin «enseñe los dientes», aunque claro, luego por regla general acabe escondiendo el rabo y reculando.

Podríamos decir que desde hace más de 15 años, Rusia está yendo para atrás, haciendo concesiones, entregando sus posiciones prácticamente en todos los terrenos.

El rodillo de hierro de la OTAN y la UE avanza imparable hacia nuestro país. Ya han conquistado las repúblicas bálticas. Ucrania está en el punto de mira. Continúa la preparación de un golpe de estado en Bielorrusia. Asia Central y el Cáucaso han sido declarados zona de interés vital para la OTAN. Rusia está rodeada por el oeste y sur de estados marionetas que forman alianzas político-militares y económicas donde no hay sitio para nosotros. Los acuerdos de amistad y cooperación de Rusia con estos estados en las condiciones actuales, no dejan de ser declaraciones de buenas intenciones, mientras la amenaza real para nuestra seguridad no para de aumentar.

En el este, Japón no afloja la presión sobre nuestras fronteras, contando en este asunto con el apoyo total de los EE.UU. desde hace más de medio siglo.

Estamos interesados en tener unas relaciones de buena vecindad con China, pero a pesar del acuerdo alcanzado con ellos, que pone fin a nuestras disputas fronterizas, la presión económica y demográfica de la RPCh sobre nuestras regiones orientales y Siberia no disminuye, debido a la política titubeante de Moscú, incapaz de construir nuestras relaciones con este gran país de manera que resultasen beneficiosas para Rusia y ayudaran a reforzar nuestra situación en el mundo.

Las negociaciones de Rusia para su entrada en la OMC, han vuelto a demostrar que a pesar de la disposición sin precedentes de Moscú a hacer concesiones unilaterales, Occidente y sobre todo los EE.UU. persiguen nuestra discriminación, el hundimiento de nuestra economía y convertir nuestro país en una semicolonia.

Las cumbres del G-8, los encuentros con los dirigentes de la UE y las palmaditas en la espalda de nuestros gobernantes no hacen que varíe este sombrío panorama. El flujo de ultimátums en nuestra dirección aumenta. Cada vez se tiene menos en cuenta la postura de Rusia.

Es algo perfectamente perceptible en la ONU y otros organismos internacionales en casos como el de irán, Afganistán, en el conflicto palestino-israelí.

Es algo que se percibe en Europa e incluso en el espacio postsoviético de la CEI, aunque en el Kremlin hace tiempo que asumieron el papel de socio de segunda fila de Occidente y no se atreven a pasar de los tímidos comentarios frente a la política agresiva de los EE.UU.

Nunca a lo largo de la historia moderna, la autoridad de Rusia ha sido tan baja como en los años de gobierno Yeltsin-Putin. Nunca antes otros estados se han «limpiado los pies» con Rusia con tanta frecuencia, placer e impunidad.

El actual curso del Kremlin es el camino a nuevas concesiones y humillaciones.

El PCFR y todas las fuerzas patrióticas de Rusia exigimos:

Es el momento de detenerse y recuperar una línea de defensa firme de nuestros intereses nacionales. Para esto hay que posicionarse ante la cuestión fundamental: ¿Está de acuerdo Rusia en seguir siendo un sirviente de los imperialistas y seguir indolente el curso fatídico de Washington y la OTAN, o está dispuesta a promover la defensa de una auténtica política nacional? ¿Aspirará a recuperar la confianza y el respeto de la comunidad internacional, a hacer aliados que estén dispuestos a defender conjuntamente los intereses de la paz, el progreso, la legalidad, la justicia, y la cooperación en igualdad de derechos?

En un mundo organizado bajo el principio de la «Pax Americana», no hay futuro para Rusia. En un mundo multipolar, Rusia puede recuperar su posición de gran potencia, la confianza y el respeto de la Comunidad Internacional. Así están hoy las cosas.

Rusia no puede seguir sometiendo sus intereses a los intereses de fuerzas externas. No puede seguir sacrificando los intereses de 25 millones de rusos a los que el crimen de Bieloviezhsky (lugar donde en 1991 se firmó el acuerdo por el que la URSS dejaba oficialmente de existir. N de la T), dejó fuera de las fronteras de su patria. No puede reconocer a las antiguas repúblicas de la unión como campo propicio para el desenfreno de las fuerzas enemigas. Ucrania no debe ser miembro de la OTAN. Rusia no puede permitirse perder Crimea y Sebastopol.

La discriminación de los rusos y el idioma ruso en Ucrania no es compatible con el acuerdo ruso-ucraniano de amistad y cooperación.

El PCFR exige un giro decisivo hacia la unificación con Bielorrusia. Debe ser defendida por el escudo militar y político ruso, frente a los intentos de imponerle un gobierno y formas ajenas, y de convertirla en nueva punta de lanza para intrigas antirrusas.

Es imprescindible adoptar medidas enérgicas contra el avance de la OTAN y la UE en el Cáucaso y las repúblicas de Asia Central- bajo vientre de Rusia.

La política rusa respecto de los países de la CEI debe asumir de una vez por todas un carácter sistemático, con claridad de objetivos.

Es hora de terminar con vaguedades. Rusia es la continuadora del imperio ruso, de la Unión Soviética. Los acuerdos de Bieloviezhsky son criminales e ilegales.

Rusia debe marcarse el camino para superarlos por medios pacíficos y en consonancia con el derecho internacional y sobre la base de acuerdos con aquellos antiguos territorios y repúblicas de la URSS, que manifiesten su disposición a restablecer la unión fraternal con Rusia, en el marco de un estado unificado.

No tenemos que avergonzarnos por hablar abiertamente sobre esto. Los EE.UU. y sus aliados deben saber que nunca renunciaremos a la lucha por nuestra unidad nacional, estatal. No renunciaremos a la reunificación del pueblo ruso, convertido en el pueblo más disperso del mundo.

Nuestros partidarios en el espacio postsoviético deben saber que Rusia no les ha olvidado ni olvidará nunca, y que seremos su firme apoyo y retaguardia.

Una política exterior rusa activa y agresiva no es posible sin el restablecimiento de su potencial económico, defensivo, científico, cultural e informativo.

El programa del PCFR marca caminos reales para la consecución de este objetivo.

La recuperación a manos del pueblo de los recursos naturales y los sectores base de la economía; una combinación efectiva de los sectores estatal y privado; la recuperación de la capacidad de las fuerzas armadas y la modernización del ejército; el cese de las destructivas reformas en la investigación y la educación; la recuperación de la confianza del pueblo en sus gobernantes; separación del poder y castigo para todos los que han arruinado y saqueado el país, conduciéndolo a un estado de impotencia, ruina y vergüenza nacional.

La realización de este programa es el único camino posible para devolver a Rusia el papel de gran potencia que tuvo durante siglos.

El PCFR sabe de lo que habla. No son palabras lanzadas al viento. Los comunistas sacaron al país de la vorágine de la Primera guerra mundial y convirtieron una Rusia harapienta y analfabeta en una gran potencia industrial y cultural. Los comunistas garantizaron la victoria en la Segunda guerra mundial, para luego lograr la paridad estratégica con una superpotencia como los EE.UU.

Recibieron una Rusia con arados y le dieron el arma nuclear y la llevaron al espacio. Los comunistas son sin duda capaces de sacar a Rusia de esta guarida de lobos, en la que la han metido los nefastos gobernantes del Kremlin.

El PCFR posee la voluntad, la convicción, la tradición, experiencia y cuadros, capaces de resolver una empresa de tal envergadura.

Bajo la dirección de los comunistas, en alianza con todas las fuerzas sanas patrióticas, Rusia puede salvarse, romper el yugo y ponerse de pie.

Nuestros adversarios geopolíticos lo saben perfectamente. Por eso organizan nuevos ataques contra el PCFR. Persiguen desacreditarnos e incluso prohibirnos.

El reciente intento de aprobación de la resolución anticomunista del Consejo de Europa es una prueba más de esto.

El PCFR repele con éxito estos ataques con el apoyo de los partidos comunistas hermanos y de los movimientos democráticos en todo el mundo.

El camino al que llama el PCFR no es ninguna utopía, ni una propuesta de vuelta al pasado. Por el contrario, somos la única fuerza política en Rusia, que apoyándose en nuestra milenaria historia y en los increíbles logros del poder soviético, muestra el camino real hacia un nuevo futuro.

Los éxitos de la China roja, donde el partido Comunista dirige eficazmente un desarrollo en condiciones de economía de mercado en combinación con diferentes formas de propiedad, hacen temblar a los actuales globalistas y neoliberales.

Países como Venezuela y Bolivia han decidido hacer frente al dictado imperialista, nacionalizando sus riquezas naturales y defendiendo los derechos de la población trabajadora. Cuba y Vietnam, continúan la exitosa construcción del socialismo.

Todo el mundo espera el renacimiento de Rusia, con la que unen sus esperanzas de detener las guerras y frenar los intentos de creación de nuevos imperios coloniales, el chantaje económico y la imposición política.

El mundo espera cambios positivos en nuestro país. Es hora de empezar a actuar. Es importante que esta necesidad sea por fin asumida por las masas.

En juego está la salvación de Rusia, su futuro, la recuperación de su honor y dignidad.

Guennadi Ziuganov es el Sec. Gral. del Partido Comunista de la Federación Rusa