Razón tenía aquel policía aficionado de Edgar Allan Poe cuando decía que no hay mejor manera de esconder algo que ponerlo bien a la vista. Digamos que se trata de una fotografía que atrapa el instante en que una familia se reúne, le sonríe a la cámara y nos dice que cada uno de los […]
Razón tenía aquel policía aficionado de Edgar Allan Poe cuando decía que no hay mejor manera de esconder algo que ponerlo bien a la vista. Digamos que se trata de una fotografía que atrapa el instante en que una familia se reúne, le sonríe a la cámara y nos dice que cada uno de los allí presentes forman una comunidad particular. Digamos que esa imagen le ha dado la vuelta al mundo, que la ha visto mucha gente, y que junto a ella han corrido ríos de tinta y todo tipo de augurios.
Y, sin embargo, lo que está en la superficie de esa instantánea que registra a delegados de muy alto rango de 118 países, entre ellos a 56 jefes de Estado, no se puede capturar fácilmente en el golpe de vista, como tampoco podemos ver las esencias de este planeta si miramos la Tierra desde un satélite espacial. Ocurre lo mismo cuando hablamos de la Humanidad, refiriéndonos a una abstracción. Están ahí, los individuos, pero ¿quiénes son ellos, quiénes somos nosotros? ¿Cómo es en verdad esta Cumbre No Alineada de La Habana, que si nos ateníamos exclusivamente a los despachos de prensa parecía que se iba a pique antes de comenzar?
Desde antes de la inauguración pesaban sobre la XIV Conferencia Cumbre no pocos fantasmas: el diferendo histórico entre la India y Pakistán, dos países no alineados; la brutal agresión israelí al Líbano, la satanización del pueblo palestino, la llamada crisis nuclear iraní agitada por Washington, la guerra contra el terrorismo emprendida por la administración Bush y los reclamos de democratizar la ONU. También, claro está, ese desdén primer mundista con no pocos tintes racistas que inspira la No Alineación de la mayoría de los países pobres del mundo, desde que decidieron armar su propio bloque en la época de la bipolaridad de la Guerra Fría.
Casi no se hablaba de otra cosa que de un conjuro antiyanqui, algo así como el aquelarre del «eje del mal» contra los pobrecitos Estados Unidos, de lo cual todavía sigue machacando cierta prensa que enarbola las palabras como un garrote -al que sale con vocablos como justicia, unidad y no injerencia, se le da un golpe en la cabeza, mientras le prenden etiquetas de antinorteamericano, terrorista y oscurantista.
Todos estos asuntos pendientes, junto con otros conflictos que han demostrado que aguantan mucho más que las pirámides de Egipto, se cocinaban antes y durante la Cumbre en la gran caldera de la especulación, pero con el fuego, real, de la urgencia de ponerse de acuerdo a cualquier precio en la lucha contra la desgracia del subdesarrollo, la colonización y la injerencia extranjera.
La mayoría de los analistas no veían posibilidades para acciones concretas y conciertos comunes, y, sin embargo, lo asombroso de XIV Cumbre es que la reunión marchó tan bien como se veía en la foto de familia de los mandatarios. A diferencia de otros encuentros de los No Alineados, preñados de feroces discusiones para conciliar los textos comunes y no pocas declaraciones con párrafos entre corchetes que obedecían a criterios no consensuados, aquí en La Habana se habían aprobado todos los documentos 24 horas antes de concluir la reunión, como reconoció el Canciller cubano Felipe Pérez Roque ayer en una conferencia de prensa. ¿Ligereza? No, madurez, y una inteligente negociación de los puntos que unen a naciones tan diversas, por encima de las diferentes visiones políticas: condena a todo tipo de terrorismo, el respeto a la vida como el derecho humano fundamental, la defensa del multilateralismo en las relaciones internacionales, el uso de la energía nuclear con fines pacíficos, el fin de los bloqueos, el derecho al desarrollo…
De modo que lo más visible en la foto de familia no es el ambiente disipado de fantasmas que capturó la cámara, y que incluyó la festiva invitación de Raúl -hacer una ola, como en los estadios- a los mandatarios que posaban para la fotografía. Lo que realmente se ve, quizás por primera vez en la historia del mundo, es la imagen alineada y perfecta de la Torre de Babel. Así llamó Gabriel García Márquez, hace más de 20 años, al Movimiento de los No Alineados, cuando él asistió a la Cumbre de Nueva Delhi, una reunión en la que faltó poco para que algunos delegados se enfrentaran a tiros en el plenario de la Conferencia de Jefes de Estado. No obstante, ya entonces, el Nóbel colombiano sostenía que esta Torre de Babel era «el movimiento multinacional más heterogéneo y difícil de cuantos existen en el mundo, y también, el que tiene un porvenir más promisorio».
Y ahí está, una Torre de Babel de nuevo tipo visiblemente escondida en una histórica foto de nuestra gran familia No Alineada.