El hoy alcalde de Santo Domingo comenzó su carrera en la televisión como cómico, sin más nobles atributos para tan digno oficio que su extraordinario ingenio para sobrevivir a cualquier comedia, habilidad que le ha acompañado toda su carrera. Para ventura de aquellas primeras comicidades, el impetrante, que hacía las veces de atolondrado personaje, para […]
El hoy alcalde de Santo Domingo comenzó su carrera en la televisión como cómico, sin más nobles atributos para tan digno oficio que su extraordinario ingenio para sobrevivir a cualquier comedia, habilidad que le ha acompañado toda su carrera.
Para ventura de aquellas primeras comicidades, el impetrante, que hacía las veces de atolondrado personaje, para no escribir idiota, sólo aparecía fugazmente, dejando en el libreto del sumario, además de la satisfacción de su partida, un único parlamento que, en sus mejores días, era capaz de repetir, y al que muy pronto iba a deberle el nombre: ¡Fuíquiti!
Verdad es que Fuíquiti no tenía talento, ni siquiera un sucedáneo, pero entre fuíquiti y fuíquiti demostraba, porque tampoco tenía escrúpulos, una sagaz competencia para los negocios que lo llevaron, muy pronto, al mundo de la publicidad.
Cuanto más oscuro se vislumbraba su futuro como cómico, más prometedor se presentaba su progresión como comerciante, por lo que Fuíquiti, siempre pragmático, encaminó sus afanes hacia el mundo del negocio. Y no hubo fracaso o infortunio que desalentara su osada ignorancia.
Para su desgracia, tratando de dejar atrás su cómico personaje, Fuíquiti se lo llevo consigo para siempre. Y desde entonces, y ya han pasado años, ha sido el publicista Fuíquiti, el productor Fuíquiti, el dramaturgo Fuíquiti, el actor Fuíquiti, el guionista Fuíquiti, el cineasta Fuíquiti, el funcionario Fuíquiti, el senador Fuíquiti, el alcalde Fuíquiti…a la espera de convertirse en el presidente Fuíquiti de una república que, llegado el caso, se convertiría en una fuíquiti dominicana.