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¿Pretexto para la guerra?

La distorsión del fascismo para satanizar a Irán

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

En su frenético afán de allanar el camino para un ataque militar contra Irán, destacados personajes del lobby neoconservador a favor de Israel se han lanzado a una empedernida campaña de satanización de ese país, comparándolo con los primeros años de Alemania nazi, y a su presidente, Mahmoud Ahmadineyad, con Hitler.

Esos adalides de la guerra y del militarismo son los mismos personajes con el dedo en el gatillo que ayudaron a orquestar la guerra criminal contra Iraq sobre la base de espantosas mentiras y criminales falsificaciones de evidencia. En lugar de ser responsabilizados por todas las grotescas mentiras y la fabricación de evidencia, se les suelta de nuevo para que una vez más hagan resonar los tambores de la guerra – esta vez contra Irán.

Sobresale entre estos militaristas civiles Norm Podhoretz, un alto consejero de política exterior del favorito republicano para la presidencia, Rudy Giuliani, el senador por Connecticut, Joseph Lieberman, y el líder del Partido Likud de Israel, Benjamin Netanyahu. Forman parte de los miembros más destacados del «partido de la guerra» que incluye, entre otros, al vicepresidente Dick Cheney en la Casa Blanca y a Elliot Abrams del Departamento de Estado.

Las alocadas acusaciones de fascismo de Podhoretz contra Ahmadineyad, Irán, y el Islam – que a veces llegan al delirio y a la auto-parodia – son detalladas desvergonzadamente en su libro recientemente publicado: «World War IV: the Long Struggle against Islamofascism» [La Cuarta Guerra Mundial: la larga lucha contra el islamofascismo]. Aunque Elliot Cohen fue el autor original del concepto de la Cuarta Guerra Mundial, Norman Podhoretz ha sido el principal popularizador del concepto. Describiendo la Guerra Fría como la Tercera Guerra Mundial, se propone explicar tanto la justificación de la proyectada Cuarta Guerra Mundial como las estrategias para ganarla.

Para explicar la «inminente conflagración mundial» que se basa supuestamente en la conducta del Islam militante, comienza con la afirmación de que «la fuerza maligna del islamismo radical» tiene el objetivo de «conquistar nuestro país» y de destruir «todo lo bueno que representa EE.UU.» Después de detallar larga y discursivamente cómo y por qué el Islam es incompatible con el progreso y la modernización, y cómo por lo tanto representa una seria amenaza para los valores occidentales, pasa a argüir que: «para rechazar la amenaza del Islam militante,» EE.UU. tiene que involucrarse resueltamente en una larga, prolongada guerra en el mundo musulmán que puede ser llamada Cuarta Guerra Mundial. [1]

Benjamin Netanyahu también ha llamado frecuentemente al gobierno de Bush a que lance un ataque militar contra Irán sobre la base de que, «como Alemania nazi,» es una amenaza para la paz mundial: «Es 1938 e Irán es Alemania. E Irán se apresura a armarse con bombas atómicas… Creer [a Ahmadineyad] y detenerle… Es lo que debemos hacer. Todo lo demás parece nimio en comparación.» Mientras el presidente iraní «niega el Holocausto,» dijo Netanyahu: «prepara otro Holocausto para el Estado judío.» [2]

La caracterización de Ahmadineyad por el senador Lieberman como si fuera otro Hitler es algo sutil e indirecta: «Estoy orgulloso de haber co-auspiciado la resolución bi-partidaria llamando al cambio de régimen en Irán porque hay dirigentes con los que no se puede negociar. Mirad lo que ha dicho Ahmadineyad. La historia nos recuerda en el caso de Hitler y Osama bin Laden que dijeron exactamente lo que terminaron por hacer… Tenemos que trabajar con gente en Irán, que odia a este gobierno, y ayudar a derrocarlo.» [3]

Cualquiera que esté aunque sea sólo vagamente familiarizado con las características socio-económicas e históricas del fascismo rechazaría como engaños esas descabelladas acusaciones y caracterizaciones de Irán. Ahmadineyad se diferencia de Hitler por una serie de motivos importantes:

Para comenzar, Ahmadineyad es conocido como un líder o combatiente de base, no un agente o colaborador del gran capital, como sería el caso con personajes y representantes fascistas o fascistizantes. Por cierto, llegó al poder cuestionando y oponiéndose al candidato presidencial del gran capital, mientras que líderes fascistas como Hitler y Mussolini fueron promovidos por el gran capital.

En segundo lugar, Hitler representó a una potencia imperial expansionista. Al contrario, Ahmadineyad (y el gobierno iraní en general) representan un desafío o fuerza antiimperialista en Oriente Próximo que no alberga ambiciones expansionistas o reivindicaciones territoriales.

Tercero, Hitler fue un dictador sin rivales e indisputable. Poseía el monopolio total del poder, comandando no sólo las fuerzas armadas alemanas, sino también controlando todos los poderes del gobierno y, por cierto, a toda la sociedad alemana. Al contrario, Ahmadineyad no es un dictador, es un presidente elegido sin mucho poder. El verdadero poder está en manos del «Líder Supremo,» el ayatolá Ali Jamenei, quien es comandante en jefe de todas las fuerzas armadas de Irán. Jamenei tiene la última palabra en todos los principales temas de política exterior.

Ahmadineyad también es cuestionado constante e implacablemente tanto por el parlamento como por el poder judicial. Por ejemplo, el legislativo rechazó más de dos tercios de sus recomendaciones para ministros, lo que significó que tardó casi un año antes de que su gabinete fuera completado enteramente.

Por ser individuos inteligentes y educados, Lieberman, Podhoretz, Netanyahu y sus cómplices neoconservadores deben ciertamente tener conocimiento de estas manifiestas diferencias entre Hitler y Ahmadineyad, o entre el Irán de hoy y la Alemania nazi de fines de los años treinta.

Así que, ¿por qué hacen caso omiso de diferencias tan obvias y ofuscan deliberadamente las características históricas del fascismo?

La respuesta es clara: quieren justificar otra guerra de agresión, un ataque militar contra Irán.

La pregunta más fundamental, sin embargo, es ¿por qué quieren atacar a Irán?

La respuesta, en pocas palabras, es que el lobby pro-Israel está determinado a eliminar cualesquiera y todos los obstáculos a la continuación de la ocupación de la tierra palestina. Y ya que el lobby ve a Irán como uno de esos obstáculos, sataniza a ese país como el próximo objetivo de un ataque militar. Otros motivos declarados o insinuados como los intereses nacionales, los ideales democráticos, la tecnología nuclear de Irán, y cosas semejantes, no son otra cosa que atolondrados pretextos para lograr ese objetivo preponderante.

Existen, desde luego, factores o fuerzas adicionales detrás del impulso por un ataque contra Irán. Por ejemplo, el presidente Bush y los manipuladores neoconservadores de su gobierno esperan que, al acusar a Irán de armar a los insurgentes iraquíes, pueden culpar a Irán por su desastroso fracaso en Iraq. También esperan que al expandir la guerra a Irán puedan ahogar o prevenir llamados por la responsabilización y/o la recusación de los responsables por la guerra ilegal contra Iraq.

Otra fuerza impelente detrás del plan de atacar a Irán es el lobby de los armamentos y los poderosos contratistas del Pentágono que ven la extensión de la guerra a Irán como una expansión indudable de sus fortunas económicas. Las políticas neoconservadoras de guerra y militarismo del presidente Bush han sido un regalo para la industria de armamentos y los negocios relacionados con la especulación con la guerra.

Es obvio, por lo tanto, que las principales fuerzas detrás de la monstruosa guerra contra Irán son impulsadas, no por los intereses del pueblo estadounidense o los «intereses nacionales,» como afirman los adalides de la guerra y del militarismo, sino por ciertos poderosos intereses especiales que convergen en la guerra y la convulsión política en Oriente Próximo: los intereses económicos del lobby de los armamentos y los intereses geopolíticos del lobby pro-Israel.

Ya que los intereses de estas dos fuerzas muy influyentes convergen en la guerra y en los conflictos internacionales en Oriente Próximo, a menudo se hacen el juego entre ellas en su lucha por imponer la guerra y el militarismo en la región. Más importante es, sin embargo, que también coordinan sus políticas o sus agendas para influenciar la política exterior de EE.UU. en el área, [4]

Aunque no existe una alianza formal entre estas dos poderosas fuerzas, su colaboración puede ser vista a menudo a través de sus puntos de vista idénticos sobre la política exterior de EE.UU. en Oriente Próximo. Institucionalmente, esta colaboración de facto es realizada a través de una serie de think tanks militaristas como el Proyecto para un Nuevo Siglo Estadounidense, el Instituto de la Empresa Estadounidense, el Instituto Judío de Asuntos de la Seguridad Nacional, el Centro para la Política de Seguridad, el Instituto de Investigación de los Medios de Oriente Próximo, el Foro de Oriente Próximo, el Instituto de Washington para una Política para Oriente Próximo, y el Instituto Nacional para una Política Pública.

Una mirada más de cerca a los historiales de estos think tanks militaristas muestra que fueron establecidos para servir como fachadas institucionales a fin de camuflar la dudosa relación entre el Pentágono, sus principales contratistas, y el lobby israelí, por una parte, y los políticos belicistas neoconservadores, por la otra. Componentes importantes de la política exterior del gobierno de Bush, incluyendo la guerra contra Iraq y los planes para atacar Irán, han sido elaborados en gran parte en los tableros de dibujo de esos think tanks.[5]

Es por cierto irónico y trágico, que dirigentes sionistas de la línea dura, que constantemente (y con razón) nos recuerdan que no olvidemos las atrocidades del fascismo, deformen tan insensiblemente las características socio-económicas e históricas del fascismo para ponerlo al servicio de su agenda miope y descaminada para Oriente Próximo. Esperan en vano que puedan mantener permanentemente la ocupación por la fuerza de tierras palestinas, y que al destruir a Irán y/o otros oponentes de la ocupación, el problema palestino desaparezca de alguna manera. Sin embargo, como dijera Albert Einstein, la paz sólo puede ser lograda mediante el entendimiento, no la fuerza.

Calificar de fascista a Ahmadineyad y/o a Irán es aún más irónico (es, de hecho, un caso perfecto de chutzpah [yiddish para descaro, N. del T.]) a la luz del hecho de que las políticas expansionistas de agresión unilateral impulsadas por las personalidades dirigentes del neoconservadurismo son más parecidas a las políticas de invasión no provocada de otros países de Hitler que la política exterior de Irán, que respeta la soberanía de sus vecinos y no alberga ninguna ambición territorial o agresión militar contra ningún país.

Los adalides neoconservadores de la guerra y del militarismo utilizan a menudo términos y adjetivos como fascista o Hitler para caracterizar a oponentes de las políticas de EE.UU. e Israel en Oriente Próximo para justificar su agenda de «cambio de régimen» en la región. Un uso tan antojadizo u oportunista de la retórica política para indignos propósitos políticos representa una burda tergiversación de las estructuras sociales y las tendencias históricas.

El fascismo no puede ser definido o caracterizado caprichosamente; es una categoría histórica específica que resulta de circunstancias o estructuras socioeconómicas particulares. No puede ser aplicado al azar a cualquier sistema socioeconómico o dirigentes político que se oponga a la agenda neoconservadora de cambio de régimen en Oriente Próximo.

Tampoco puede ser reducido el fascismo a los «pecados» de personas políticas y dirigentes individuales de Alemania nazi, o a los problemas patológicos de la mente de Hitler. Aunque tales valoraciones simplistas y engañosas pueden lograr vestir con el uniforme de Adolfo Hitler a los horribles actos que el sistema capitalista puede realizar ocasionalmente, esas valoraciones reduccionistas no son muy útiles para el propósito de evitar condiciones sociales que puedan conducir a la recurrencia del fascismo.

Hitler no fue más responsable del ascenso del fascismo en Europa que el presidente George W. Bush lo es por el ascenso de los militaristas neoconservadores en EE.UU., o por el control de la política exterior de EE.UU. en Oriente Próximo por los representantes de los intereses militares, industriales, y del Likud.

Algunos críticos amigos atribuyen las políticas militaristas agresivas del sionismo militante a los traumáticos recuerdos del fascismo y las brutalidades que lo acompañaron, cometidas contra el pueblo judío. Por lo tanto, escribe el comentarista Jim Lobe, por ejemplo: «la horrible experiencia de la judería europea en el Siglo XX, culminando, como lo hizo, en el Holocausto Nazi, es crítica para comprender el modo de pensar neoconservador.» [6]

Aunque esto podría explicar «el modo de pensar» radical de los sionistas y sus políticas militarismo unilateral, no justifica sus planes de guerra y «cambio de régimen» en Oriente Próximo. Los palestinos y otros árabes/musulmanes no tuvieron nada que ver con el Holocausto Nazi. Que esos pueblos hayan sometidos a horrendos castigos por los crímenes cometidos por otros simplemente es un desafío a la lógica – para no hablar de cualquier sentido de la justicia.

Ideólogos sionistas de la línea dura como Lieberman, Podhoretz, Netanyahu y sus cómplices en el mal informado lobby pro-Israel, que acuñan a la ligera terminologías tales como Hitler o fascismo al referirse a los oponentes de sus políticas de agresión, tergiversan el fascismo, sacan lecciones erróneas de su historia, y castigan a la gente equivocada por sus crímenes. ¡Con amigos como esos sionistas fanáticos, el pueblo judío no necesita enemigos!

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Ismael Hossein-zadeh es profesor de economía en la Universidad Drake, Des Moines, Iowa. Es autor del libro recién publicado: «The Political Economy of U.S. Militarism.» Su sitio en la Red es: http://www.cbpa.drake.edu/hossein-zadeh

Referencias:

[1] Norman Podhoretz, «World War IV: How It Started, What It Means, and Why We Have to Win,» Commentary (September 2004).

[2] Evan Derkacz, «Netanyahu cries: «Hitler! Hitler! Hitler!» alternet.org (Posted on November 17, 2006).

[3] Joseph Lieberman in Connecticut 2006 Senate general campaign Debate,

[4] Ismael Hossein-zadeh, The Political Economy of U.S. Militarism (Palgrave-Macmillan 2007).

[5] Ibid.

[6] Jim Lobe, «New Book Attacks Neo-Cons from the Right,» commondreams.org (August 5, 2004).

http://www.counterpunch.org/hossein11292007.html