Traducido por Caty R.
Para algunos, en el año 2007 que llega a su fin, no ha habido acontecimientos que vayan a tener repercusiones graves para todo el mundo; sin embargo el anuncio oficial, a partir de enero, del proyecto estadounidense de instalar un escudo antimisiles en Europa, hay que verlo como el nacimiento de una nueva Guerra Fría cuyas consecuencias irán más allá de 2008. Las divisiones entre las potencias en este asunto demuestran que Estados Unidos y Rusia pretenden imponerse, como en los viejos tiempos de la Guerra Fría, como los reguladores de la marcha del mundo.
La cuestión se remonta a 2002. Entonces, en el transcurso de una cumbre de la OTAN, los oficiales estadounidenses mencionaron por primera vez su proyecto del «escudo antimisil», pero sólo junto a las delegaciones de dos países: Polonia y la República Checa.
Al principio el asunto no llamó la atención. Hubo que esperar al 22 de enero de 2007, cuando Estados Unidos envió formalmente a Polonia y la República Checa su solicitud de instalación en los lugares que debían albergar los componentes del escudo antimisil en Europa, para que las lenguas comenzaran a desatarse y aparecieran los entresijos.
Para Washington, el despliegue completo tendrá lugar de aquí a 2013, con diez interceptores situados en territorio polaco y dos radares en la República Checa.
Los estadounidenses explicaban este despliegue frente a la capacidad de Irán para desarrollar misiles intercontinentales de aquí a 2015.
Pero el 8 de febrero de 2007 el secretario de estado de Defensa de EEUU, Robert Gates, sufrió un lapsus: Defendiendo precisamente el interés que representa este escudo para Europa, Gates incluyó a Rusia entre los enemigos potenciales imprevisibles junto con China, Corea del Norte e Irán.
La reacción de Rusia no se hizo esperar. Con respecto a los países elegidos, Polonia y la República Checa, ambos ex miembros del Pacto de Varsovia en el que Rusia desempeñaba el papel de liderazgo, y sobre todo situados a las puertas de Rusia, existe un peligro para su seguridad y pidió a Washington que no pasase a los hechos.
El desacuerdo
Incluso algunos políticos en Europa en general, y en Polonia y la República Checa en particular, también se oponen a la instalación del escudo. Es decir, que el proyecto estadounidense siembra la polémica entre los aliados europeos y la cólera en los rusos.
Moscú, que sabe que Estados Unidos ya posee radares en Gran Bretaña y Noruega, heredados de la época de la Guerra Fría, considera que este proyecto debería inscribirse en el marco de la OTAN y, en consecuencia, discutirse en el Consejo OTAN-Rusia.
De ahí la idea del presidente ruso Vladimir Putin de proponer la utilización de la base de Azerbaiyán, cerca del Irán que asusta a Washington, que ha sido rechazada rápidamente por los estadounidenses.
Lo sorprendente es que se trata de una iniciativa estadounidense para garantizar la «seguridad» de Europa representada por dos Estados de Europa Central y Oriental, Polonia y la República Checa, como si Europa se redujese solamente a estos dos Estados.
El mutismo de los Estados europeos sobre este asunto mientras las discusiones se hacen solamente entre Washington y Moscú, lleva a pensar que dicho escudo va a incluir a Europa en una logística de defensa mundial dirigida e incluso impuesta por Estados Unidos.
Así pues, una vez más Washington y Moscú se erigen en salvaguardas de la seguridad de Europa, e incluso del planeta entero. Observan todo el mundo y dictan su voluntad a los aliados, reducidos al papel de simples comparsas, como en un auténtico renacimiento de la Guerra Fría.
Texto original en francés:
http://www.lepotentiel.com//afficher_article.php?id_article=57558&id_edition=4215
Matshi es colaborador habitual de la publicación online Le Potentiel de Kinshasa (Congo) http://www.lepotentiel.com/
Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.