En medio de una crisis global como ésta, iniciar un nuevo gobierno que representa una ruptura con la derecha histórica del país significa, por lo menos, entrar en la jaula del tigre que el presidente electo Mauricio Funes, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), se ganó en la rifa electoral del 15 […]
En medio de una crisis global como ésta, iniciar un nuevo gobierno que representa una ruptura con la derecha histórica del país significa, por lo menos, entrar en la jaula del tigre que el presidente electo Mauricio Funes, del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), se ganó en la rifa electoral del 15 de marzo.
Por eso, «para poder sobrevivir en el primer año del nuevo gobierno -opinó Héctor Silva, ex alcalde de la capital durante dos períodos y que será uno de los artífices de la política social- tendremos que hacer como Barack Obama: aterrizar y echar a correr. Sabemos que no tendremos período de gracia, necesitamos presentarle al pueblo resultados en un año».
Lo que sí va a tener Funes a sus 49 años y ocupando por primera vez desde hoy un puesto de elección popular, ya que saltó directamente del periodismo a la presidencia, es un enorme capital político.
«La última encuesta de aceptación le dio un porcentaje de 82 por ciento. Es un índice de popularidad muy poco común. No lo tuvo Obama, no lo ha tenido en los últimos años ningún gobernante latinoamericano. Si lo utiliza bien, lo va a poder invertir para que en el corto plazo la gente nos tenga paciencia y valore los pequeños pasos que demos», agregó Silva.
El equipo de transición había anunciado que el viernes se daría a conocer el futuro gabinete, pero finalmente la noticia del día quedó en suspenso. Será, afirma Héctor Silva, «un gabinete en que al menos 85 por ciento de nosotros nos sentiríamos muy cómodos si nos llaman de izquierda».
Ya se anunció el gabinete económico, diverso y pluripartidista, «en el que Funes busca una mezcla de equilibro y máxima eficiencia», con peso del FMLN en puestos importantes, pero también se destacan otros sectores. Por ejemplo, Alexander Segovia será una especie de superministro en su carácter de secretario técnico, pero no sale de las filas del FMLN sino de la estructura ciudadana Amigos de Funes.
Por la cuota no militante figura además el ministro de Hacienda, Carlos Cáceres, ex presidente de la Asociación de Banqueros; Héctor Dada Hirezi, del Partido Socialdemócrata; y Guillermo López, empresario gerente de Pollo Campero que fue ministro en el gabinete de Antonio Saca, quien estará al frente de la administración de puertos y aeropuertos.
Ellos tendrán que coordinarse con funcionarios de signo opuesto, como Gerson Martínez, nombrado ministro de Obras Públicas, sector clave para la estimulación del empleo intensivo. Gerson fue uno de los jefes de los comandos urbanos que dirigieron las operaciones insurgentes en la ofensiva de San Salvador en 1989.
«Ese anuncio ya tiene tres días y no hemos recibido críticas negativas. Lo máximo que ha dicho el partido perdedor, Arena, en boca de su líder Alfredo Cristiani, es que habrá un compás de espera antes de opinar», dijo el ex alcalde.
Otros nombramientos son comentados extraoficialmente. Por ejemplo, el viceministro electo Leonel González, el único líder histórico que aún sigue como dirigente activo en el partido, será ministro de Educación, en atención a su pasado como maestro rural.
Pero el nombramiento más significativo para marcar los nuevos tiempos que corren en el país es el de Manuel Melgar, al frente del Ministerio de Seguridad Pública, posición estratégica ante la crisis de criminalidad que se vive. Melgar formó parte del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos, una de las cinco formaciones armadas del FMLN, y comandó un operativo en la Zona Rosa de esta ciudad, en 1985, en la que se dio muerte a varios marines estadounidenses.
Al conocer anticipadamente este nombramiento, la embajada estadounidense respingó y de Washington llegó el consabido veto. Se negoció y se acordó. Al final, Melgar va a Seguridad Pública.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-125911-2009-06-01.html
Funes deberá construir el pacto social que El Salvador nunca tuvo
Blanche Petrich
El pollo de la niña Tránsito picotea sus granos en el patio de una casita de tejas en Suchitoto, ajeno a su destino. En breve morirá para ofrecer un rico caldo con el que la anciana piensa celebrar, a su humilde manera, la llegada del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional a la presidencia.
Ella y la niña Chali, amorosas abuelas, prepararon durante la guerra muchos caldos para los compas, aunque fueran de puras hierbas, cuando ambas se convirtieron en el alma de la guerrilla que libró cruentas batallas en el frente de Guazapa. Será un banquete íntimo, expresión de esperanza que Tránsito comparte con millones de salvadoreños. Llegó el cambio, dice con su boquita desdentada y se pone a llorar.
Eduardo Sancho, que se define como un ciudadano intelectual, ofrece en entrevista su propia interpretación del motivo que tiene la anciana de Suchitoto para sacrificar su pollo. Este es el momento para que Mauricio Funes pueda construir el pacto social que El Salvador nunca tuvo. Es ahora y es con él. No va a ser fácil que la historia nos regale otro momento como éste.
Sancho ha hablado poco en público en los últimos tiempos. Fue, con su seudónimo Fermán Cienfuegos, fundador del primer núcleo guerrillero en 1972; tras una escisión por la ejecución del poeta Roque Dalton, comandó las Fuerzas Armadas de la Resistencia Nacional, una de las cinco organizaciones militares que conformaron en 1980 el FMLN y después de construir uno de los ejércitos rebeldes más eficaces del siglo XX y llevar al Ejército regular asesorado por Estados Unidos a una situación de empate en el teatro de guerra, participó con el resto de la comandancia nacional en las negociaciones de paz que culminaron en enero de 1992.
En el periodo de la posguerra, sin embargo, su liderazgo se desdibujó. Dentro del FMLN, reconvertido en partido político, dominaron las Fuerzas de Liberación Nacional y el Partido Comunista de Shafick Handal. Él y Joaquín Villalobos fueron aislados. Él optó por la academia. Villalobos tomó el camino hacia la derecha, asesor de Álvaro Uribe y del procurador Eduardo Medina Mora, entre otras consultorías. Cienfuegos no deja resquicio de duda sobre su aval a Funes: «Darle el beneficio de la duda me parece una posición mediocre. Lo que hay que hacer es apoyar activamente a este gobierno que, quiérase o no, la crisis global obliga a ser de unidad en la práctica».
Hace unos días, el periódico digital «El Faro», que representa el producto mediático de la transición entre la guerra y la paz, definía su interpretación del momento con un editorial que tituló «Fin de la postguerra».
Su director, Carlos Dada, comenta que aquí la guerra terminó hace 16 años, un lapso mayor que los once años que duró el conflicto armado. Pero la retórica bélica nunca salió del vocabulario del grupo gobernante, de marcada factura anticomunista, porque durante dos décadas le dejó muy buenos dividendos para descalificar a la oposición del FMLN como «los secuestradores, los que hicieron la guerra, los terroristas».
Viejas herramientas del voto del miedo que en el pasado funcionaron se vieron obsoletas en el actual proceso electoral. Las advertencias del caos por venir que esgrimieron el presidente Antonio Saca y su candidato Rodrigo Ávila, los empresarios y los medios de comunicación conservadores ya no sintonizan ni con la sociedad ni con las empresas trasnacionales que dominan la economía salvadoreña.
Un buen ejemplo es el mexicano Carlos Slim. Sus intereses empresariales en este país son importantes y además simpatiza enormemente con Funes, al grado de que lo ha invitado dos veces a viajar con él en su avión privado. Otro empresario mexicano, Ricardo Salinas Pliego, que como patrón de Funes ordenó su despido, se ha apresurado a recomponer su relación con él.
Carlos Dada, periodista e hijo del que será ministro de Economía Héctor Dada Hirezi, advierte de que Funes tomará el timón en un contexto de triple crisis: criminalidad e inseguridad extremas, crisis económica y política de las fuerzas tradicionales.
Esta última ha demolido la imagen de Elías Saca. Su gestión es acusada de corrupción, hasta el punto de que el ex ministro de Gobernación y fundador de Arena, Mario Acosta Oertel, reveló a «El Faro» que un grupo del partido evalúa solicitar que se le retire el título de presidente honorario.
El haber perdido las elecciones después de tres triunfos sucesivos de su partido ya le costó la dirección de Arena. En su lugar fue nombrado el ex presidente Alfredo Cristiani. A él le tocó ser el firmante de los acuerdos de paz, pero en su hoja de servicio también consta que, bajo su mandato, murieron los seis sacerdotes jesuitas de la Universidad Centroamericana. Fue el único mandatario latinoamericano que mandó bombardear intensivamente la ciudad capital, una de las ciudades de mayor densidad poblacional del continente. Es, además, uno de los hombres más ricos del país. Perteneciente a las rancia oligarquía cafetalera y algodonera, por cuna y matrimonio, pasó al mundo de los negocios y la banca. Fue dueño de Banco Cuscatlán, vendido luego a Citibank, y domina el mercado de las farmacias en este país donde los medicamentos se venden a la población a los precios más altos de la región.
A diferencia de sus antecesores, que acataron lo establecido en los acuerdos de paz -que dejan fuera de la disputa política a los militares-, Saca permitió que algunos oficiales veteranos de guerra con fuertes intereses económicos participaran en la campaña electoral en favor de Ávila.
Pero la crisis del ahora opositor Arena no es la única. En el FMLN, la administración de la victoria también ha creado tensiones y fricciones. Por lo pronto, como el caldo de la niña Tránsito, en San Salvador hay cohetes y baile en cada barrio.