Pensaba que lo había visto todo hasta que el capital anunció que toca apretarse los corazones. El presidente de la Confederación Española de Cajas de Ahorro, Juan Ramón Quintás, reconocía esta semana que la sociedad «no es consciente de la situación en la que estamos» y que «para poder seguir siendo una de las diez […]
Pensaba que lo había visto todo hasta que el capital anunció que toca apretarse los corazones. El presidente de la Confederación Española de Cajas de Ahorro, Juan Ramón Quintás, reconocía esta semana que la sociedad «no es consciente de la situación en la que estamos» y que «para poder seguir siendo una de las diez primeras potencias, y no caer en una senda de tristeza y penuria, es necesario hacer ajustes muy fuertes». El patrono de las cajas iba más lejos y apuntaba al amor como la próxima damnificada. «Tan pronto como alguien pone sobre la mesa una medida que causa cierto sacrificio, esfuerzo, o que se sale de la tónica del mundo de los osos amorosos, la gente se echa las manos a la cabeza», sentenciaba Quintás. El amor no cuenta, quizás nunca lo haya hecho. Ahora, sin embargo, resta, frena, impide afrontar con valentía la crisis económica. Querer amenaza ruina, acarrea pérdidas.
La utopía anticapitalista. Cuanto menos tienes, más quieres. Más y mejor, en el buen sentido. Como bien señala el poeta Jorge Riechmann, «vivir con poco para amar con todo». Querer es poder en el planeta de los osos amorosos. El Ministerio del Amor gestiona, con mano dulce, la economía y los asuntos sociales. El dinero, ni compra ni manda. La banca quiebra y el Tribunal Popular de los Derechos Humanos juzga y condena a sus responsables. En un mundo tierno, los latidos del corazón marcan el ritmo de la vida, los afectos rigen las relaciones internacionales. Ambos, latidos y afectos, cotizan al alza en Bolsa.