Los líderes europeos decidirán en 2020 cuánto músculo dan a su incipiente fondo para la defensa, con la idea de aumentar el perfil militar de Europa: «La UE tiene que aprender a usar el lenguaje del poder», ha llegado a decir Josep Borrell, nuevo jefe de la diplomacia comunitaria. Las tensiones comerciales entre China y […]
Los líderes europeos decidirán en 2020 cuánto músculo dan a su incipiente fondo para la defensa, con la idea de aumentar el perfil militar de Europa: «La UE tiene que aprender a usar el lenguaje del poder», ha llegado a decir Josep Borrell, nuevo jefe de la diplomacia comunitaria.
Las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos, la salida del Reino Unido de la UE, la guerra de Siria, la situación de descontrol en Libia… Si hay algo que define al mundo del último lustro es la subida de tono y las fricciones diplomáticas. Y, por si fuera poco, cada vez es más fuerte la presión de Donald Trump para que los países europeos aumenten su gasto en defensa y alcancen el 2% del PIB acordado entre los países de la OTAN.
En este clima de desconfianza mundial los líderes europeos, encabezados por el presidente francés, Emmanuel Macron, están mostrando una voluntad cada vez mayor de coordinar esfuerzos militares. Su idea es independizarse, al menos en parte, de la protección americana y conseguir que Europa tenga mayor músculo militar por sí sola.
Así buscan tener mayor presencia en las zonas conflictivas cercanas al continente, como Malí o Libia, y otras como los Balcanes no conflictivas pero claves en el tablero de influencia mundial. Tal es la voluntad de subir el tono diplomático en Bruselas que la nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, le ha dado el sobrenombre de «Comisión geopolítica» a su Ejecutivo, tras tomar posesión el pasado 1 de diciembre.
2020, clave para el fondo de defensa europeo
El año 2020 puede determinar hasta qué punto los líderes van en serio o si la integración militar europea se queda en algo menor. El principal caballo de batalla será el presupuesto del nuevo Fondo Europeo para la Defensa, en marcha desde 2017 en fase piloto, pero cuyo tamaño a largo plazo se decidirá en los próximos meses.
Las intenciones del anterior presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, eran de que el fondo recibiera 13.000 millones de euros para el período 2021-2027. Sin embargo, los planes de los Estados parecen mucho más conservadores: en el último borrador de los presupuestos a largo plazo de la UE proponen que la partida sea de 6.000 millones de euros. Si no hay contratiempos, la cantidad final se decidirá antes del fin de 2020.
¿Por qué una diferencia tan grande en las cantidades? Quizá la principal razón sea el brexit, que dejará un ‘agujero’ de unos 10.000 millones de euros anuales en las cuentas de Bruselas… y no hay muchos voluntarios para cubrir ese hueco. Con ese telón de fondo, el espacio para nuevas iniciativas será muy reducido, así que el dinero extra para lo militar puede suponer el fin de otras partidas.
Los fondos irían destinados a la financiación de proyectos de investigación y desarrollo para fines militares en los que colaboren empresas de diferentes países de la UE. El ejemplo que Borrell y los técnicos de la Comisión ponen a menudo es que los países europeos tienen 17 modelos de tanque mientras que Estados Unidos tiene solo uno.
Pero el tamaño de los subsidios a la industria armamentística podría ser aún mayor. Los Estados podrán poner dinero adicional para los proyectos de desarrollo en que estén interesados, con lo que el presupuesto final de ese fondo para la Defensa podría llegar aumentar hasta 51.000 millones, según las cifras que se manejan en estos momentos.
Es más, la Comisión Europea ha creado un departamento específico de Defensa, Industria y Espacio que se encargará en parte de coordinar el desarrollo de este fondo. En su ambición por desarrollar una industria militar europea, Macron ha conseguido colocar a su comisario Thierry Breton en la supervisión de ese departamento. Breton es el exdirector ejecutivo de Atos, una de las principales multinacionales europeas en el desarrollo de servicios tecnológicos en campos como la ciberseguridad, o los servicios financieros, pero también en la industria aeroespacial y la defensa. Su nombramiento ya provocó muchas críticas en el Parlamento Europeo, sobre todo desde la izquierda.
Más artillería para la ‘fortaleza’
Pero la cooperación militar va a ir más allá del Fondo para la Defensa. El otro proyecto estrella es PESCO, una colaboración de los Estados en temas militares, en la que participan todos los países de la Unión, excepto Reino Unido, Dinamarca y Malta.
Los ministros europeos activaron este instrumento en 2017, que estaba previsto en el Tratado de Lisboa que entró en vigor en 2009 pero que se mantenía congelado. «Es hora de despertar a la Bella Durmiente», dijo Juncker con ocasión de su activación. Tres años más tarde, hay 47 proyectos en marcha dentro de PESCO para temas como formación militar, desarrollo de armamento y tecnología punta.
PESCO se considera el embrión para la creación de una especie de ejército europeo, algo que despierta recelos en Washington, que desconfía de que la UE busque crear una alianza propia independiente de la OTAN. Macron ha recalcado que no se trata de una nueva alianza que compita con la alianza transatlántica sino que es «complementaria».
La guinda en el pastel de la creciente colaboración militar en la UE es el control de las fronteras, cada vez más férreo. La agencia Frontex seguirá con su expansión anual: en 2020 recibirá 411 millones de euros, un 23% más que en 2019, y 20 veces más que en su primer presupuesto de 2015. La UE pretende desplegar 10.000 agentes de Frontex para 2027.
¿Hacia un «verdadero» ejército europeo?
La retórica de defensa ha empapado el discurso de Von der Leyen desde el primer instante tras su designación como presidenta de la Comisión. Un ejemplo es su carta dirigida al nuevo jefe de la diplomacia europea, el exministro español Josep Borrell, en la que describía sus prioridades para el mandato: «Debemos tomar pasos más audaces en los próximos cinco años hacia una genuina Unión Europea de la Defensa«, escribía.
Borrell recogía el guante, anunciando que su intención es que en los próximos años Europa invierta más dinero en desarrollo militar conjunto. «La UE tiene que aprender a usar el lenguaje del poder», llegó a decir durante su examen de confirmación ante la Eurocámara.
La retórica de Borrell va en la línea del discurso de Macron, cuya entrevista en The Economist en la que dice que la OTAN en «muerte cerebral» ha sido la comidilla en los pasillos de los gobiernos y parlamentos de todo el mundo. La canciller alemana, Angela Merkel, ha respaldado el discurso de Macron, aunque es sabido que en Berlín son más reticentes a aumentar el gasto militar y que prefieren optar por desarrollar herramientas diplomáticas de paz. Aun así, el año pasado Merkel llegó a decir en el Parlamento Europeo que deberían barajar la idea de que un día tengamos «un verdadero ejército europeo». «Los tiempos en que podíamos depender de otros han terminado», concluía.
¿Quiere decir esto que caminamos hacia un ejército europeo? Pese a las campanas, no parece que vayamos a ver soldados bajo bandera europea ni a corto ni medio plazo. Lo que en Bruselas se interpreta es que Borrell y Von der Leyen buscan aumentar la colaboración de las capitales en materia de defensa, pero que de ahí a que veamos soldados bajo la bandera europea va un gran trecho. En cualquier caso el año 2020 será determinante en esa aspiración: dependerá en gran parte de cuántos recursos dedique Europa al desarrollo de armamento conjunto para la defensa de la ‘fortaleza’.