La firma de la primera parte del acuerdo comercial entre el Presidente Trump y Liu He, viceprimer ministro chino, puso fin a dos años de fricciones entre las economías más grandes del mundo, cuando Trump, para equilibrar la balanza negativa de EEUU, anunció la subida de los aranceles a los productos chinos; Pekín, a cambio […]
La firma de la primera parte del acuerdo comercial entre el Presidente Trump y Liu He, viceprimer ministro chino, puso fin a dos años de fricciones entre las economías más grandes del mundo, cuando Trump, para equilibrar la balanza negativa de EEUU, anunció la subida de los aranceles a los productos chinos; Pekín, a cambio de eliminar dichos aranceles, se comprometió durante los próximos dos años a importar productos estadounidenses, agrícolas por 50.000 millones de dólares y 200.000 millones de otros bienes. Se anunció que «la firma de este acuerdo es un gran paso adelante para encontrar una solución definitiva a los problemas comerciales entre ambos países»; además, China y EEUU acordaron proteger las patentes, prohibir los productos falsificados y la apropiación indebida de secretos comerciales. Concluyó así este primer capítulo de otros que vendrán después.
Hay uno medio oculto, del cual se habla muy poco y requiere de una explicación adicional. El planeta tiene muchos puntos calientes de los que se escucha hablar cada día: Palestina, Siria, la península de Corea, Venezuela y otros más, aunque rara vez se habla de la República de China (Taiwán), donde las cosas podrían ser más calientes que en ningún otro lugar del planeta.
El Parque Científico e Industrial de Pinyin es un parque fabril que el gobierno de Taiwán estableció el 15 de diciembre de 1980. Fue fundado por Kwoh-Ting Li, exMinistro de Finanzas de esa república, que se inspiró en el Silicon Valley de EEUU. A partir de entonces, Li convenció de que regresaran a Taiwán a gran parte de los talentos chinos que habían emigrado.
Uno de ellos fue Morris Chang, nacido en China y genio mundial de la electrónica de los semiconductores, un digno merecedor de por lo menos unos diez Premios Nobel. En 1949 se mudó a Estados Unidos, donde obtuvo la maestría en ingeniería mecánica en el Instituto Tecnológico de Massachusetts. En 1958 trabajó en Texas Instruments. En esta empresa ascendió a vicepresidente del grupo responsable del negocio mundial de semiconductores. Morris Chang es de la idea de sacrificar las ganancias iniciales en los semiconductores a cambio de ganar participación de mercado, lo que a largo plazo da lugar a mayores ganancias. La Texas Instruments lo becó para que en 1964 obtuviera el doctorado en la Universidad de Stanford.
Llaman a Morris Chang «el padre de los semiconductores», un elemento que ha revolucionado a la electrónica y que se comporta como un conductor o como un aislante en dependencia del campo eléctrico o magnético, la presión, la radiación, o la temperatura del ambiente en que se halla. Al hablar de semiconductor, generalmente silicio, se habla de la materia básica que se usa para la fabricación de un circuito integrado (CI), llamado también chip o microchip, una estructura de algunos milímetros cuadrados de superficie sobre la que se fabrican circuitos electrónicos que realizan las funciones de los tubos de vacío. Gracias al alto rendimiento, bajo costo y pequeño tamaño, el CI se usa en computadoras, teléfonos móviles y todo equipo electrónico. Taiwán produce el 54% de todos los semiconductores del mundo.
En 1987, Morris Chang fundó la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), la fundición de silicio más grande del mundo, pionera de la fabricación de semiconductores. Él es director ejecutivo y presidente del consejo administrativo de esta compañía y el autor de su éxito. TSMC es de la primera empresa que produce intensivamente semiconductores de 5 y 3 nanómetros (nm); para tener una idea de este tamaño, un cabello humano mide 66.000 nm.
Según un portavoz de TSMC, «la industria de los semiconductores necesita seguir el camino marcado por la Ley de Moore -la cantidad de transistores en un circuito integrado se duplica cada dos años aproximadamente-, lo que implica seguir reduciendo el tamaño de los circuitos». Para ello, TSMC tiene un presupuesto superior a los 24.000 millones de dólares, con lo que durante los próximos años será la mayor productora mundial de chips lógicos.
Y aquí se toca la segunda parte de la peliaguda guerra económica que el Presidente Trump ha declarado a la República Popular China, problema que se resuelve o se complica en Taiwán. Resulta que la industria china compra a Taiwán, directa o indirectamente, cerca de la mitad de los semiconductores, indispensables para su producción tecnológica. Si Trump, con el ánimo de hundir a Huawei y perjudicar a China, prohibiera a Taiwán la venta de chip que contuvieran un mínimo porcentaje de tecnología estadounidense, la industria electrónica china colapsaría. Pero sucede que esto conllevaría el colapso económico de China y el del resto del mundo, pues China es dueña del 16% del comercio mundial. Incluso se vería afectada la economía de EEUU, especialmente la electrónica, aunque en un porcentaje menor.
Hasta ahora, el Presidente Trump se ha comportado como un jugador compulsivo de casino, que se irrita fácilmente y expresa su agresividad de forma verbal o física, y con tal de ganar una apuesta política es capaz de acercarse peligrosamente al mal total, o sea, a una nueva y catastrófica guerra mundial. Ya lo ha hecho en su contienda contra todo el mundo, en la que sólo ha usado la irracionalidad, buscando su reelección.
Se pregunta: ¿Cavará Trump su propia sepultura y suicidará a EEUU para matar a China imitando a Sansón? ¿Dará luz verde el Pentágono a esta política riesgosa? ¿Cómo va a reaccionar el Congreso de EEUU ante esta hipotética declaratoria de guerra del Presidente Trump? ¿ L e hará un nuevo impeachment ? ¿La industria de tecnologías de la información estadounidense aceptará arruinarse, si es que Trump arruina la de China? ¿Aceptará el Dr. Morris Chang, principal responsable de la industria de semiconductores de Taiwán, esta política agresiva de EEUU? ¿En el caso de que no le obedezca, decretará Trump sanciones contra Taiwán, cuyos intereses con EEUU son más fuertes que con ningún otro país? ¿Se quedaría con los brazos cruzados la República Popular China ante esta nueva agresión? ¿Está EEUU en condiciones de llevar una guerra real contra China? ¿Cuál sería la posición de Rusia en el caso de que se diera una guerra entre EEUU y China?, preguntas que, por las miles de variables que contienen, son de respuesta compleja. Sólo el tiempo despejará estas incógnitas.
Es tal vez por eso que la Junta de Científicos Atómicos de EEUU anunció que el Reloj del Juicio Final está más cerca del ‘apocalipsis’ y sus expertos, con el fin de advertir que la seguridad internacional es ahora más insegura que nunca, lo adelantaron veinte segundos y anunciaron que este marcador simbólico del fin del mundo se encuentra ahora a cien segundos de la medianoche. En fin, se debe permitir volar al tiempo para poder saber algo, porque todo es dudoso actualmente.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.