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La razón secuestrada

Fuentes: Rebelión

El conflicto en Ucrania es grave. El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, advirtió el 9 de marzo que “existe un peligro real de una guerra nuclear mundial. Ya comenzó la primera fase de la guerra con sanciones económicas”.

Sin embargo, miles de personas se han venido posicionando al respecto como si fueran habitantes de otro planeta. Opinan sin mayores preocupaciones sobre sus consecuencias. Es como si las conductas suicidas denunciadas por la crítica ecologista se hubieran instalado en el pensamiento. Incluso aquella conciencia que tenían sobre cómo los medios de comunicación inducían a comportamientos autodestructivos, de repente, desapareció. El fantasma del peligro ruso acabó con la sensatez. El hecho de que adopten una posición que coincide con la defendida por los mismos medios que sustentan las peores injusticias y atrocidades del mundo, no es capaz de llevarlas a dudar. Se burlaron cuando el procurador brasileño Deltan Dallagnol acusó de manera absurda a Lula diciendo que no tenía pruebas, pero si “convicciones”, pero creen que las suyas son verdaderas porque son demócratas, humanistas, socialistas, de izquierda y hasta revolucionarios. Hay una especie de bloqueo cognitivo que las palabras no pueden desbloquear.

La llamada “segmentación de las audiencias” está garantizada. Los que están a favor de una u otra posición refuerzan sus opiniones entre ellos como si fueran fanáticos de fútbol y los que intentan debatir se encuentran ante un muro de antipatía e indisposición. En el mejor de los casos, hay una repetición dogmática de argumentos. Aunque sean personas confiantes en la capacidad de la ciencia para llegar a la verdad, parecen participar inconscientemente en los debates buscando refuerzos para una cierta estabilidad emocional. Por eso dejamos de discutir en las redes. Este es un registro para el futuro cercano que algunos podrán valorar cuando el frenético e irracional torbellino disminuya y se recupere, como esperamos, algo del sentido común.

En este contexto, “moderados” y “radicales” pasan a coincidir en ideas, las mismas que los mantenían divididos un tiempo atrás. Ambos con sus matices, retoman nostálgicamente su pasado “comunista” junto a los debates dogmáticos y sectarios que provocaban. Interpretan esta nueva situación utilizando aquellos conceptos que en aquella época ya no funcionaban. Los moderados dan fuerza a su discurso, volviendo a viejos-nuevos maniqueísmos para terminar repitiendo con Zelensky que “Rusia está el camino del mal”. Encarnan el espíritu de películas como «Operación Red Sparrow» de 2018 que, casualmente, volvió a circular en estos días, revelando claramente cómo Hollywood viene trabajando con la OTAN para luchar contra Rusia. Si no fuera por los actores contemporáneos, parecería un producto del auge de la Guerra Fría. Está “bien hecho”, induce en el público el odio contra los rusos del presente, atribuyéndoles la misma “fama” de la era estalinista. Escenas horribles de tortura, como las implementadas inconfesablemente por EE.UU. en Guantánamo, son presentadas como prácticas comunes en la Rusia de hoy. La consecuencia de este “revival” es un nivel vergonzoso de negación de la realidad, acompañado de un evidente retroceso intelectual, una degradación de la razón.

Personas instruidas defienden textos que se supone tienen “argumentos sólidos”, para encontrar en ellos mentiras descaradas sobre el terrible golpe de Estado de 2014 en Ucrania. Humanistas afirmando que el golpe fue “una revolución democrática que depuso a un presidente después de tres meses de ocupación pacífica”, cuando es público y notorio que 42 personas fueron quemadas vivas el 2 de mayo de 2014 en Odessa, luego de ser rodeadas en la Casa de los Sindicatos por una turba enloquecida de neonazis. Es repugnante. Como dijo el profesor brasileño Fernando Horta en una charla sobre la pérdida de los criterios de verdad, se trata de la “lógica cero” o de la más pura esquizofrenia. Un negacionismo inquietante: ¿dónde termina la alienación y dónde comienza una sui generis mala fe?

Mientras los moderados mienten mimetizándose con la retórica de la derecha y sus medios, los radicales inventan nuevas teorías para probar que son diferentes a los EE.UU. y la OTAN. Algunos nostálgicos del comunismo en la versión trotskista, en lugar de reflexionar sobre por qué no se produjo aquella “revolución política” que tanto defendían para reemplazar a la burocracia estalinista, aparecen en este conflicto del siglo XXI inventando un nuevo “imperialismo ruso” que debe ser igualmente combatido porque responde a los intereses de la “oligarquía rusa”. A pesar de su trayectoria crítica y heterodoxa, el Secretariado Unificado de la Cuarta Internacional declaró “¡No a la invasión de Ucrania por Putin!” y “¡Apoyo a la resistencia ucraniana!”. ¿Revolucionarios apoyando la resistencia neonazi? Las sorpresas ya no sorprenden. La OTAN venía acercando sus armas a Rusia desde 2001 sin que ésta reaccionara, sim embargo, analistas más osados se atreven a inventar una «renovada beligerancia rusa». De allí surgen sesudos análisis “reveladores” de cómo Putin y el gobierno ruso se comportan de la misma manera que los EE.UU. y peor aún, ya que nos informan que un ex asesor de Gorbachov habría vaticinado hace años que las políticas occidentales contra Rusia traerían “un gobierno autoritario en Moscú que resucitaría la antigua tradición imperial rusa”. En pocas palabras, Putin no estaría reaccionando para preservar la soberanía de su país, Putin seria el resultado de la agresividad imperialista.

Hasta un trotskista radical, crítico y heterodoxo como Michel Löwy, fue tomado repentinamente por un inexplicable surto de idealismo, convirtiendo su visión social de mundo utópica en ideológica (según sus propias categorías). Contra todas las evidencias materiales (militares) de la ampliación agresiva de la OTAN desde el 2001, incorporando a la alianza 13 nuevos países, Löwy se atreve a afirmar que “infelizmente, la criminal invasión rusa a Ucrania resucitó a la OTAN”. La única prueba que presenta Löwy para tal constatación milagrosa, fue una declaración política de Emmanuel Macron de 2019, cuando afirmó que la OTAN se encontraba “en estado de muerte cerebral”. Löwy que conoce muy bien la historia de Francia, en lugar de ver en esa declaración retórica un renovado intento francés por salirse de la subordinación norteamericana (algo que viene desde los tiempos de Charles de Gaulle), decide usarla para sustituir la realidad y adecuarla a su marxismo infelizmente ideologizado.

Detalle histórico. Poco antes de ser asesinado, Trotsky había salido en defensa de la URSS, a pesar de su régimen burocrático y autoritario. En el peor momento de los procesos de Moscú, siendo perseguido, viendo asesinados a asistentes y familiares, no dudó ni un segundo en afirmar que, si la URSS era atacada por el imperialismo, los trabajadores del mundo tenían el deber de defenderla. El hecho de que fuera el Ejército Rojo, que él creó, el principal responsable de la derrota del nazismo, confirma que tenía razón. Cometió muchos errores, pero en esa compleja y difícil situación de la humanidad supo de qué lado de la historia debía estar. 80 años después, quienes pretenden reivindicar su legado inventan tesis absurdas para justificar su complicidad en la agresión que viene enfrentando Rusia. Negar que la situación en Ucrania se deriva de esto es mucha ceguera ideológica. En esta “lógica”, Putin se revela peor que Stalin.

Curiosamente, estos críticos olvidan o banalizan el objetivo explícito anunciado por Putin: proteger a la población de Dombás, desmilitarizar y desnazificar Ucrania. Mientras los movimientos extremistas cobran fuerza en el mundo, Rusia propone en la ONU una resolución condenando la glorificación del nazismo. EE.UU. y Ucrania votaron en contra. ¿Qué tal?

Ucrania se viene negando a cumplir los acuerdos de Minks por orden de EE.UU., mientras Rusia denuncia desde hace años, sin ser escuchada, la escalada de agresión en Dombás (14.000 muertos, 30.000 heridos). En cierto modo, se asemeja a las reiteradas denuncias de las mujeres por los feminicidios en todo el mundo. Aquella rabia e impotencia adicional cuando se sabe que la mujer asesinada venia denunciando el peligro que corría, pero que era ignorada por ese poder masculino que solo cree en las denuncias cuando es demasiado tarde. Putin dio un basta a la espera antes que la escalada de Kiev asesinara a más personas y sus fronteras se viesen amenazadas por una Ucrania con armas nucleares. Putin no tuvo otra opción. Los que no quieren entender esto son pacifistas teóricos del teclado. Nos gustaría verlos repetir su “condena indignada” de la operación militar especial rusa, estando cara a cara con las familias de las víctimas de estos ocho años de guerra continuada.

Existe un pensador reivindicado por moderados y radicales, Walter Benjamín. Moderado desde el punto de vista militante, pero muy subversivo en cuanto a las ideas, lanzó una idea con la que todos se identifican, quizás la más poderosa de todas porque nació para el futuro. En los años 40, en plena Segunda Guerra Mundial, Benjamín se había dado cuenta de la capacidad de autodestrucción alcanzada por la humanidad, hoy infinitamente aumentada por la vía de una guerra nuclear. Por eso Benjamín pensaba en la revolución como una necesidad para evitar que la humanidad caminase rumbo al precipicio: “Dice Marx que las revoluciones son la locomotora de la historia universal. Pero tal vez se trate de algo completamente distinto. Tal vez sean las revoluciones el gesto por el cual la humanidad que viaja en ese tren aplica los frenos de emergencia.” Si Rusia fuera derrotada (que no lo será), ¿quién en este mundo realmente existente está en condiciones de aplicar los frenos de emergencia a los EE.UU. y la OTAN?

Mientras “marxistas”, “demócratas” y críticos de todas las tendencias evitan responder esta pregunta real, debatiendo estérilmente si Putin es de izquierda o no, o si Rusia es esto o aquello, la realidad obstinada y rebelde se empeña en mostrar la verdad. Las tropas de Kiev están utilizando familias ucranianas como escudos humanos. Se descubrió una orden secreta emitida el 22 de enero de 2022 por el comandante de la Guardia Nacional de Ucrania que confirma que se estaba preparando una ofensiva militar a gran escala en Dombás a realizarse en marzo de este año. Si eso no fuera suficiente, se descubrieron laboratorios cerca de la frontera rusa que habían estado desarrollando componentes de armas biológicas con el apoyo de Estados Unidos. Washington, desde lo alto de su gran credibilidad, niega las acusaciones. Sin embargo, la subsecretaria Victoria Nuland reconoció la existencia de estos laboratorios, afirmando que trabajan para “evitar que ninguno de estos materiales de investigación caiga en manos de las fuerzas rusas”. A pesar de esta confesión, intentaron evadir la gravedad del asunto diciendo que estos laboratorios solo trabajan en asuntos pacíficos. Por el contrario, Rusia demostró que una de las líneas de investigación trabajaba sobre la “posibilidad de transmisión de infecciones particularmente peligrosas a través de aves migratorias”. Otra, “en la creación de bioagentes capaces de afectar selectivamente a diferentes grupos étnicos”.

 Este conflicto llegará a su fin, esperamos que en breve. En su momento el mundo tendrá un panorama real de todo lo que está pasando y de las verdaderas razones que generaron esta guerra. La razón y la paz vencerán.

-Por el fin del conflicto en Ucrania.

-Por un mundo multipolar verdaderamente en Paz.

Nota:

(*) Artículo ampliado y revisado para Rebelión. Publicado originalmente en portugués – https://sul21.com.br/opiniao/2022/03/a-razao-sequestrada-por-anisio-pires/

Anisio Pires. Sociólogo venezolano graduado por la Universidad Federal de Rio Grande del Sur (UFRGS), Brasil. Profesor de la Universidad Bolivariana de Venezuela (UBV) y articulista de opinión sobre temas de geopolítica, política y comunicación.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.