La confrontación entre la OTAN y la Federación Rusa en territorio ucraniano, está alineando a los países en posiciones sorprenden a más de uno.
Que China se ubique cerca de Rusia no es novedad, al igual que Irán o los gobiernos revolucionarios de América Latina. Sin embargo es importante realizar el seguimiento de las políticas adoptadas por aquellos países que tienen economías robustas o medianas, y que no han respondido a los llamados de las metrópolis imperialistas. El más destacado ejemplo es la India, que no ha aceptado condenar a Rusia, dejando perplejos tanto a los gobernantes estadounidenses como a los británicos.
Parece ser que la doctrina de la “alineación múltiple”, del canciller indio Subrahmanyam Jaishankar, volcadas en su libro “The India Way: Strategies for an Uncertain World” (El camino de la India: Estrategias para un mundo en cambio), no sólo está siendo aplicada por el país presidido por Narendra Modi, sino que también la vienen practicando –quizás sin previa teorización y más allá del caso puntual de la guerra en Ucrania–, gobiernos como el de Turquía, Kazajistán, Serbia, Sudáfrica, México, Argentina, Iraq, hasta hace apenas unos días Pakistán y en menor medida Arabia Saudita.
Países que hasta hace algunos años eran fieles seguidores de las órdenes emanadas de Washington, hoy ya no acatan a pie juntillas los requerimientos de la potencia norteamericana. Y no debemos pensar que estos países se hayan ubicado en la vereda de enfrente. De lo que se trata es que ya el alineamiento no es incondicional ni automático. Es que por la vía de los hechos, éstos y otros países, han comenzado a asumir una postura cercana a la “alineación múltiple”, sostenida por el canciller de la India. Interesados en realizar acuerdos tanto con los Estados Unidos, como con China, Rusia o Alemania.
El mundo está cambiando, y ya es evidente que ha comenzado a configurarse en base a la multipolaridad. Este proceso no es lineal, se realiza con bloques que están en proceso de conformación, unos más avanzados que otros, pero en su mayoría repelen la idea de la unipolaridad defendida por Estados Unidos y sus socios directos.
Salvo la Antártida –que desde hace años está en la mira de los imperios–, el resto del planeta ya está dividido. Los países sometidos al imperialismo siguen existiendo, pero cada vez más hay países que van alcanzando una cierta madurez, desafiando el avasallamiento imperialista y tratando de pendular entre dos o más potencias.
Cuando Lenin escribió el “Imperialismo fase superior del capitalismo” (1916) describía un mundo dividido entre países opresores y países oprimidos. Esta caracterización, correcta en su momento, ha sufrido ciertas modificaciones. A estos dos bloques, el de los imperialistas y el de los países oprimidos, se le agrega desde hace ya varias décadas, un tercer bloque, que es el de aquellos países que son independientes, o relativamente independientes. Este tercer bloque es obvio que no está compuesto por países imperialistas, pero además, tampoco son países oprimidos, debido al grado de desarrollo de sus fuerzas productivas o por razones políticas. Al menos no son tan oprimidos como para no tener ninguna capacidad de maniobra soberana respecto a los dictados del imperialismo.
En este bloque ubico a países muy poderosos y otros no tanto, pero todos ellos coinciden en contar con diferentes grados de autonomía comprobada: China, Rusia, Irán, Corea del Norte, Vietnam, Bielorrusia, Turquía, Irak, Laos, India, Siria, Qatar, Yemen, Sudáfrica, Argelia, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia, entre otros.
Vale aclarar que esta posición soberana se puede constatar, indistintamente del signo ideológico de sus gobiernos, ya que podemos ubicar a países de signo capitalista, países socialistas y países en transición al socialismo.
Observamos, entonces, que el mundo se encamina hacia la multipolaridad, a la conformación de varios bloques de poder, con tendencia a alcanzar un equilibrio de mutua convivencia. Esto, así formulado, sería lo ideal, pero para realmente se haga realidad, será necesario sortear el escollo que representa el gobierno imperialista de Estados Unidos y sus socios directos.
El tema que sigue presentándose con plena validez en el mundo –por más que no se quiera reconocer–, no es otro que el tema de la soberanía y las nacionalidades.
El ciclo de conformación de los estados nacionales no es “cosa del pasado”, no es un tema superado por la globalización neoliberal y la política de mercado a nivel planetaria; sino que por el contrario, es un tema que está a flor de piel, dado que la resistencia de los pueblos al avasallamiento por parte de un puñado de países imperialistas, se articula a través del rescate de la figura de la soberanía nacional y el antiimperialismo.
La llamada “cuestión nacional”, salvo en contados países desarrollados, se mantiene irresuelta, y los pueblos siguen luchando por la conformación de su propio espacio nacional, la mayoría de las veces negado por la injerencia extranjera. Esta es la realidad que las fuerzas de la unipolaridad pretenden ignorar.
Si hablamos de nuestra América, sabemos positivamente la fragilidad que implica la fragmentación a la que hemos sido sometidos. Comenzamos a comprender cada vez con mayor claridad las ventajas que implicaría la unión. La misma situación aparece en diferentes regiones del África, en Asia, inclusive en Europa del este, en el Cáucaso, en la península Indochina, etcétera.
Es por ello, que jugar con seriedad en la política mundial hoy, significa, entre otras cosas, estudiar meticulosamente las diferentes contradicciones que se presentan, ya que una visión simplista o meramente esquemática podría conducirnos a errores catastróficos. Al enemigo es fácil identificarlo, como asimismo a sus socios directos, pero el sistema de alianzas que es necesario tejer, a fin de posicionarnos como corresponde en el escenario confrontativo, necesita de un muy profundo análisis y una capacidad de maniobra singular.
Desde la Escuela de Formación Política Emancipación, instamos a las fuerzas revolucionarias, al estudio de la geopolítica actual, estudio que implica asimismo el conocimiento de la historia, la geografía, la economía y demás asignaturas que hacen a la comprensión de una realidad tan dinámica como compleja.
Solo derrotando al imperialismo, se dará paso a la construcción de un mundo multipolar, donde el socialismo, que ya ocupa su lugar en la lucha, tendrá aún mucho más que decir.
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