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A propósito del libro de Claudio Katz, “La crisis del sistema imperial”

La Santísima Trinidad del sistema imperial

Fuentes: Rebelión

El autor va al rescate de la noción de imperialismo, soterrada bajo capas sedimentadas de pensamiento único neoliberal, buscando con su recuperación, clarificar las múltiples reconfiguraciones de la geopolítica actual.

En este sentido, y tal como lo definieron en su momento los grandes pensadores del marxismo, no se puede comprender el imperialismo escindido de su matriz capitalista; el imperialismo constituye el principal instrumento de coerción a través del cual las potencias hegemónicas aseguran el “correcto” funcionamiento del mercado capitalista a nivel global, “El imperialismo asegura la continuidad del sistema y cumple un rol protagónico en las grandes crisis. Pero opera tan sólo como un mecanismo de protección de ese basamento… Es importante reconocer estas diferencias entre el sistema y sus dispositivos, para notar cómo el imperialismo se amolda a cada período histórico del capitalismo”, (Katz, 2021, p. 93)

Al mismo tiempo, el autor elabora trastocamientos notables en las formulaciones tradicionales de la categoría -planteando-, no solo su amoldamiento, sino -más bien-, modificaciones conceptuales profundas que amplíen las capacidades explicativas de aquellas tramas relacionales de poder que emergen del reacomodamiento de las piezas que conforman la geopolítica mundial. Hay un basamento Woodsiano1 en la obra de Katz, que contribuye a una clarificación magnífica de las particularidades/singularidades del imperialismo asociado al régimen social capitalista, distinguiendo así, formas antiguas y contemporáneas de dominación. El imperialismo contemporáneo, previa disolución forzada de relaciones sociales precapitalistas, introduce en los territorios periféricos el principio de la acumulación de capital, propiciando de este modo, transferencias sistemáticas de valor de la periferia al centro de la economía mundial. Este es uno de los puntos neurálgicos de la concepción que nos propone Katz en sus estudios sobre el sistema imperial. Así, polemizando con las interpretaciones clásicas de cuño leninista, entiende que el imperialismo nunca constituyó un estadio o una época específica del capitalismo; sino que, debe ser concebido como instrumento perenne de la dominación capitalista, siempre sujeto a constantes mutaciones que se producen al compás de los cambios en los modelos de acumulación. Partiendo de este conjunto de reflexiones, elabora y propone el concepto de “sistema imperial”, operando desdoblamientos en la teoría original, exponiendo la triple dimensión del principal dispositivo de dominación global: económica, política y geopolítica. Podría leerse: dependencia económica, tutelaje político y belicismo militar. Esta santísima trinidad2, configura la matriz explicativa, el marco esencial de referencia, a través del cual se analiza la complejidad de los enormes cambios registrados en el capitalismo contemporáneo. Todo el sofisticado instrumental analítico desplegado por el autor, emerge esa tríada conceptual.

La existencia de un bloque dominante comandado por Estados Unidos es la principal característica del sistema imperial contemporáneo. En este sentido, hay una clara continuidad con las principales matrices que caracterizaron a la fase imperialista previa. Sin embargo, la contradicción primordial del imperialismo actual radica en la impotencia de su conductor. El coloso del Norte padece un liderazgo erosionado. La implosión de la unipolaridad implicó una dispersión del poder, configurando un mosaico de densidades variables. El intento (hasta ahora fallido), de restaurar por la vía de la coerción el -corto- reinado de la unipolaridad, es para el autor, un aspecto elemental que explica la indefinición del imperialismo del siglo XXI. La creciente dispersión del poder, abre las compuertas al ascenso de potencias no hegemónicas, que disputan de forma mucho abierta y decidida la supremacía estadounidense. En este punto, y desde los pliegues de su teorización, emerge una cuestión por demás interesante: De acuerdo a Katz, algunas de esas potencias, podrían tratarse de imperios no hegemónicos en proceso de gestación, como es el caso ruso. En análisis más recientes, y a la luz de los recientes acontecimientos en Ucrania, un salto en calidad en términos de la clarificación de esa condición, el autor ha ratificado su premisa, señalando que, actualmente en Rusia se están desenvolviendo -ya no- de manera un tanto larvada, patrones ligados a una política imperial. Las tendencias imperialistas han ido adquiriendo otro tenor en la medida en que la acción militar disuasiva cedió paso a una política militar expansionista.

El caso de china se ubica, según el autor, en las antípodas del caso ruso. Si bien se halla dentro del conglomerado de potencias no hegemónicas, su status actual niega el desarrollo de tendencias imperiales en su política exterior. Una economía edificada sobre cimientos socialistas pero guiada por parámetros capitalistas, una especie de rara avis3, impulsaron el fulgurante despegue del gigante asiático, posicionándose como una de las principales economías4 a nivel tanto regional como global5. Las rugosidades propias de una estructura socialista se manifiestan como el factor fundamental del despegue chino, “El principal secreto de la altísima expansión china ha sido la retención local del excedente”, (Katz, 2021, p. 141) Katz aporta información clave, desde el punto de vista de la teoría marxista del valor, para entender las mutaciones acaecidas en la estructura económica ”…el intercambio de 16 unidades de trabajo chinas por 1 foránea que primaba en el pasado se ha revertido en la actualidad a 1 local por 0,6 internacionales”, (Katz, 2021, p. 108) El aumento de la productividad media de la economía china redunda en un intercambio de menos por más horas de trabajo, lo cual a su vez, potencia las capacidades de absorción de plusvalor del coloso asiático. Resiste las agresiones norteamericanas a su soberanía y opta, por el momento, por una estrategia de desgaste económico hacia su contendiente. Según el autor, elude, además, cualquier tejido de alianzas bélicas comparable con la OTAN. En la actualidad, esta situación se ha complejizado por dos factores que presionan en un sentido contrario a la política exterior china expuesta con claridad meridiana por Katz: por un lado, un agravamiento del conflicto con Taiwán mediante el envío de armamento por parte de Estados Unidos a la isla; por el otro, los recientes tratados de defensa mutua firmados por Rusia y Corea del Norte, en el marco de una escalada del conflicto en Ucrania y su posible extensión a territorio ruso; la conjunción de estos elementos condicionan cada vez más la opción china por una política militar defensiva. Resta ver si, efectivamente, se producirá un viraje estratégico o si, por el contrario, continuará con la política hasta ahora desplegada. Por otro lado, el autor registra y expone las principales confrontaciones abiertas entre las diversas fracciones de la clase dominante china. Las tensiones irresueltas en este plano, de disputas intestinas entre globalistas e internistas, explican -en parte-, el carácter inconcluso de la restauración capitalista en China. Es este un proceso que continúa abierto, y nada asegura (para nuestro autor), la subordinación total de la formación social china a los dictados ocultos de la ley del valor.

Como acertadamente señala Katz en su libro, el principal obstáculo que afronta la recomposición imperial estadounidense es la ruptura de la cohesión interna del país. Esta fractura interna, es abordada desde una multiplicidad de registros por el autor: el retroceso económico, la grieta política, las tensiones raciales y la nueva conformación étnico-poblacional. El imaginario asociado al “sueño americano” fue quedando soterrado bajo capas de densa angustia y malestar social. Los -cada vez más- duros choques entre el globalismo de las costas con el americanismo del interior, van corroyendo la homogeneidad interna del país, principal sustento de la política imperial norteamericana. “Washington recurre al belicismo para contrarrestar su retroceso económico, pero no logra contener ese declive con incursiones externas”. Todas las tentativas de resurgimiento imperial estadounidense han erosionado, además, la cohesión interna del país. Los fracasos de Trump y la impotencia de Biden ilustran ese efecto, que ha corroído a todas las administraciones de las últimas décadas. Esa crisis de largo plazo, no implica un ocaso continuo y en picada de la primacía estadounidense. No hay determinismos ni fatalismos en la mirada de Katz. El derrotero del imperialismo estadounidense no puede estudiarse desde los esquemas cíclicos tradicionales que postulan mecánicamente el auge y la decadencia de los imperios como una suerte de designio inexorable e inobjetable surgido de los rincones obscuros de la historia6. En Katz, prima- al contrario- una conceptualización multidimensional (como ya se ha mencionado), pero también multilineal de los procesos históricos. Hace bien el autor, en señalar que el fracaso del belicismo, fundamentalmente impulsado con el objetivo de relanzar la alicaída economía estadounidense, no decantará en un repliegue “a la inglesa” del comando imperial actual. El denso entramado de relaciones de asociación subordinada tejido por los Estados Unidos con el alterimperialismo europeo y el coimperialismo de otros hemisferios, que apuntalan a escala regional los intereses de la dirección del sistema imperial, impiden el traspaso, relativamente ordenado y pacífico, del cetro de poder. Al contrario, se avizoran los oscuros nubarrones de una nueva contienda bélica a nivel global, esta vez, con el despliegue “táctico” de armamento nuclear7, situación que nos arroja a los umbrales de un escenario distópico caracterizado por una destrucción sin precedentes de las fuerzas productivas.

Aquí, introduciremos algunos matices con los análisis del autor. Creemos que, si bien es cierto que la historia no se repite, y que, el tablero geopolítico actual dista mucho de aquel de la primera guerra mundial, hay tendencias guerreristas que se han profundizado en estos últimos años, al punto de dejarnos a las puertas de una contienda bélica a escala global. Estos elementos no escapan a la afilada mirada del autor. Es claro, por ejemplo, el peso específico que le asigna al factor bélico en sus lecturas acerca de la naturaleza social del imperialismo del siglo XXI, confrontando con aquellos enfoques en los cuales prima la hegemonía como concepto ordenador. También indica, posibles contextos de resurgimiento de configuraciones imperiales clásicas. Sin embargo, y por momentos, pareciera que este escenario, de una conflagración a escala mundial, no ha sido lo suficientemente barajado, al menos, en el corto plazo. Objeta que el carácter disuasivo del arsenal atómico presente en ambos bandos en disputa, desarticula las posibilidades de una Tercera Guerra Mundial. En su lugar, analiza las reconfiguraciones sucedidas en materia de geopolítica militar a partir del contundente fracaso en la incursión militar en Irak, tomando nota de los nuevos formatos y modalidades de intervención imperial, más cercanos a una nueva variedad de guerras de carácter híbrido. Estos aspectos, insoslayables en sí mismos, no parecieran haber consumado el desplazamiento de los paradigmas militares más tradicionales. Por otro lado, la decisiva gravitación en el Pentágono de los sectores maximalistas, que propician el despliegue táctico de armamento atómico bajo la premisa del “descabezamiento nuclear” de las naciones rivales, aporta un elemento para repensar los límites de la naturaleza disuasoria de las armas nucleares8. Diremos también -nobleza obliga-, que asistimos a uno de esos períodos en los cuales el tiempo histórico pareciera comprimirse, viéndonos arrastrados por un torbellino de acontecimientos que transcurren a una velocidad inaudita; los recientes acuerdos de defensa mutua entre Rusia y Corea del Norte; cambios en las regulaciones para la provisión de armamento de la OTAN a Ucrania, que ahora le permite a esta última, atacar territorio ruso con el arsenal destructivo del imperialismo; la venta de armamento a Taiwán en una escalada preanunciada con China, etc. Todos estos hechos acontecieron luego de la publicación del libro.

Más allá de estas posibles discrepancias, el autor, clarifica de modo magistral las tendencias en curso, y evita -sensatamente-, la elaboración de pronósticos estrictos de cara al futuro. El escenario está abierto. Ocaso, supremacía y transnacionalización; los posibles desenlaces de la crisis del sistema imperial que se avizoran en el horizonte, “Por esta razón el imperialismo del siglo XXI no presenta una fisonomía definida. Es una categoría en gestación, que sólo adoptará un contorno nítido cuando la crisis de Estados Unidos alcance un punto de resolución”, (Katz, 2021, p. 97) En este sentido, para Katz, el principal conflicto geopolítico contemporáneo es entre China y los Estados Unidos. La configuración definitiva de la matriz del imperialismo del siglo XXI depende, en gran medida, de como se procese dicho conflicto. A partir de estos diagnósticos, Katz propone la (in)neutralidad de las fuerzas sociales de izquierda de cara al conflicto internacional en curso. Al ser China, una potencia no imperial en abierta confrontación con el imperialismo estadounidense, podría ocupar el casillero vacío dejado por la URSS, fungiendo como sostén geopolítico de procesos transformadores en las formaciones sociales latinoamericanas9, “No es lo mismo lucrar con la venta de manufacturas y la compra de materias primas que enviar marines, entrenar gendarmes y financiar golpes de estado”, (Katz, 2023, p. 116) Para el autor, el aprovechamiento en materia de intercambio comercial, claramente favorable a Beijing, no es sinónimo de dominación imperial. Siguiendo estas líneas trazadas por Katz, la elaboración de lineamientos tácticos inscriptos en el marco de una estrategia antiimperialista, es uno de los principales aportes del libro: por un lado, la construcción un bloque de resistencia contra la dominación estadounidense, y por el otro, apuntalar -al mismo tiempo- un frente de negociación común con China que obture el drenaje creciente de valor hacia la principal potencia no imperial.

Párrafo aparte, merece el carácter pormenorizado y riguroso de los análisis sobre los conflictos en el Medio Oriente y las diversas intervenciones del sistema imperial que ensaya el autor. Aporta elementos claves para desentrañar la política imperial en medio oriente, pero también -y, sobre todo-, para romper con aquellos lugares comunes (en los que muchas veces recae la izquierda), deudores de una falsa disyuntiva entre antimperialismo y libertades democráticas. “Hay una multiplicidad de batallas que deben ordenarse siguiendo la lógica del imperialismo y del subimperialismo, con decisiones que no se reducen a optar entre el blanco y el negro, (Katz, 2021, p. 284) Disculpar falencias democráticas para apuntalar un cuadro antiimperialista, es un error, como también lo es, desconocer el rol que juega el sistema imperial en tanto principal garante de la dominación capitalista en la región. Para Katz, no toda derrota del imperialismo se traduce mecánicamente en una victoria del antiimperialismo. Tampoco se pueden homologar, desde un enfoque que privilegia el neutralismo, los dos bloques en disputa, como si los desenlaces en ese campo fueran irrelevantes para las batallas libradas en cada país. Escapar de una mirada binaria inscripta de manera anacrónica en esquemas pasados, se impone como una de las tareas fundamentales para el autor a la hora de tornar inteligible el enmarañado laberinto del “Mundo islámico”, “El antiimperialismo del siglo XXI exige superar ambas posturas, reconociendo la primacía de las batallas contra el dominador estadounidense sin embellecer a sus rivales. Es igualmente decisivo resaltar la legitimidad de las demandas democráticas y la insoslayable centralidad de la lucha popular”, (Katz, 2021, p. 298)

Finalmente, el libro ofrece un análisis profundo de las principales líneas de conflicto abiertas entre potencias imperiales, en estado de gestación imperial, no imperiales y subimperiales. Este cúmulo de tipificaciones, que además involucra la compleja interrelación entre cada “tipo” imperial, busca clarificar el escenario de la geopolítica actual para fijar cursos de acción militante que partan de un conocimiento transformador para lograr, en unidad dialéctica, una transformación conocedora. Mientras termino de escribir estas líneas, en la hermana nación de Bolivia resuenan los tambores de una nueva asonada militar, este libro se vuelve más imprescindible que nunca.

Notas:

1 Hacemos referencia a la historiadora marxista Ellen Meiksins Wood.

2 En alusión a un concepto trabajado por David Viñas en Indios, ejército y frontera. 1983. Siglo XXI Editores.

3 “En China no rige el capitalismo, ni el socialismo. Prevalece una modalidad histórica intermedia e irresuelta de sociedad, junto a una formación burocrática en el manejo del estado”, (p. 150) Los parámetros a través de los cuales Katz analiza el grado de restauración de las relaciones capitalistas en China (también en Rusia), son: el alcance de la propiedad privada, los criterios de funcionamiento de la economía y el modelo político imperante.

4 Si bien Katz reconoce la creciente gravitación de la economía china en el circuito global de la acumulación, también señala que no logra el pleno control de los flujos de valor. De todas maneras, y en contraposición a aquellos autores que ubican a la economía china en un segmento semiperiférico, nuestro autor sitúa al gigante asiático en un lugar de economía central ascendente y no de semiperiferia.

5 Es importante aclarar que, para el autor, la restauración de las relaciones capitalistas en China, es aún, inconclusa. Este, se vuelve un factor de diferenciación elemental con el derrotero seguido por la economía rusa.

6 Una lectura de este tipo puede encontrarse, por ejemplo, en algunos análisis de la socióloga Alcira Argumedo, exmiembro de las famosas “Cátedras Nacionales” en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, entre 1968 y 1974.

7 Los diagnósticos que elabora Katz en torno a la “cuestión nuclear”, son extremadamente interesantes. Sin embargo, el carácter disuasorio de las “corazas atómicas”, depende de un conjunto de factores que se articulan de forma compleja en una situación de extrema volatilidad, lo cual, nos plantea la seria posibilidad de una nueva conflagración mundial, pero esta vez, con el despliegue masivo de armamento nuclear.

8 Véase el artículo de John Bellamy Forster, https://espai-marx.net/?p=14957

9 Aquí existen, al menos, dos elementos ampliamente reconocidos por el autor que introducen un signo de interrogación a este diagnóstico que pondera el rol de “contrapeso geopolítico” que podría desempeñar China a escala global; por un lado, la consolidación del capitalismo acentúa en China todos los desequilibrios generados por la reproducción ampliada de capital. La sobreacumulación de excedentes, en sus fases avanzadas, opera en el sentido de una fuerza centrífuga que presiona sobre las fronteras nacionales “La sobreinversión se ha transformado en la principal contradicción de la economía china” (p. 127), impulsando el pasaje hacia formas y modalidades imperiales. Por otro lado, como bien señala Katz, las clases dirigentes chinas comparten la misma aversión hacia las revueltas populares que sus equivalentes occidentales. Resta ver si en el marco de la confrontación cada vez más intensa con los Estados Unidos, las élites chinas estarían dispuestas a tolerar ciclos de insurrecciones populares en un cuadro antiimperialista.

Santiago Díaz es docente de la Universidad Nacional del Comahue en Neuquén, Argentina.

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