¿Es creíble que el “monstruo nazi” llegue a la Casa Blanca sin el aval de sectores del Estado profundo y la plutocracia?
Donald Trump volverá a la Oficina Oval el 20 de enero de 2025. Y lo hará rodeado de un grupo de halcones, neoconservadores y sionistas belicosos. Tras un atentado fallido y reditando como narrativa de campaña sus demagógicas posturas populistas, racistas, nativistas, chauvinistas, misóginas y neofascistas, el candidato republicano ganó las elecciones y se convertirá por segunda vez en presidente de Estados Unidos.
Declarado culpable de 34 delitos graves en mayo pasado, el magnate y ex presentador del reality show The Apprentice (El aprendiz), quien encarna en la realidad al empresariado lumpencapitalista rapaz, carroñero y depredador, recurrió durante su primer mandato al chantaje y las amenazas urbi et orbi −típico modus operandi de EEUU− para infundir miedo, y ahora, un Trump recargado parece decidido a impulsar el proyecto proteccionista/arancelista de los poderes fácticos que lo manufacturaron (a él), no para cambiar el statu quo, sino para reproducir la lógica del imperialismo con su base clasista común −hoy más elitista y excluyente−, la de la plutocracia monopólica y financiera (la “guerra de clases” de Waren Buffett, pero con esteroides), cuyo núcleo se resume en la esencia blanca, anglosajona y protestante (white, anglo-saxon, protestant, WASP, por sus siglas en inglés).
La víspera de los comicios, el economista marxista británico Michael Roberts advirtió que, para los banqueros, los grandes fondos de inversión y los megamillonarios de las Siete Magníficas (el tecnocapitalismo de plataformas: Apple, Microsoft [LinkedIn], Alphabet, Amazon, Meta [Facebook, WhatsApp, Instagram], Nvidia y Tesla), poco importaba si ganaba Trump o Kamala Harris. Dijo: “Ambos candidatos están dedicados al sistema capitalista y a hacer que funcione mejor para los propietarios del capital”. Y citó al especulador Larry Fink, CEO de BlackRock, el fondo buitre más grande del mundo, quien afirmó que “con el tiempo no importa” quien gane: la realidad −las fuerzas endógenas subyacentes de la producción capitalista, la inversión y el beneficio− es más poderosa que cualquier política concreta aplicada por un gobierno. Ergo, Trump o Harris eran buenos para Wall Street. Y también para las corporaciones dominantes del Estado profundo (deep state) y el lobby sionista. Tras el resultado todos ganaron. Pero en particular, dos magnates de Silicon Valley, contratistas ambos del deep state, en particular, de los servicios de inteligencia: Elon Musk, el hombre más rico del planeta, y Peter Thiel (Palantir), quien le puso a Trump como vicepresidente a su delfín o “ahijado político”, J. D. Vance.
Primer ejecutivo de Tesla y dueño de la red social X (antes Twitter), el sociópata y golpista Musk -cabe recordar que a raíz del golpe de Estado en Bolivia contra Evo Morales en 2019 dijo: “Daremos un golpe de Estado contra quien queramos. Lidiad con eso” (25/7/20)-, quien antes cultivaba una imagen de genio tecnológico excéntrico, apolítico y libertario, con 118 millones de dólares fue uno de los mayores donantes individuales en la carrera presidencial de Trump y su movimiento MAGA (Make America Great Again o Hagamos Grande de Nuevo a EEUU) y un actor habitual en su campaña electoral, una rareza entre los plutócratas de EEUU que prefiere influir en la política detrás de bastidores.
Según ABC News, desde la noche de las elecciones, el 5 de noviembre, Musk ha pasado casi todos los días en el club de Mar-a-Lago en Palm Beach, Florida, junto con el presidente electo y la futura primera dama, Melania Trump, e incluso apareció en la foto familiar de Trump del día de los comicios. Musk sería parte del grupo reducido que acompaña a Trump en una “sala de situaciones” instalada allí, que incluye, en diferentes momentos, al vicepresidente electo JD Vance, al multimillonario Howard Lutinich, jefe de la empresa de servicios financieros Cantor Fitzgerald, al excandidato presidencial Robert F. Kennedy Jr., y a Donald Trump Jr. y su hermano Eric, hijos del presidente electo.
Como señal de su cercanía con el dueño de Tesla y X, Trump designó a Elon Musk, junto con Vivek Ramaswamy, para estar al frente de una nueva secretaría, el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), cuyo objetivo es ayudarle a limpiar la casa: recortar el gasto público, reducir drásticamente el exceso de regulaciones, desmantelar la burocracia gubernamental, recortar los gastos superfluos y reestructurar las agencias federales. El propio Musk calificó su próximo trabajo al frente del DOGE de “amenaza para la burocracia”. El nombre del departamento sería un guiño al Dogecoin, la criptomoneda derivada del bitcóin que utiliza un perro shiba inu como mascota y de la que Musk se ha convertido en uno de sus principales exponentes en los últimos años.
A su vez, la apuesta de Musk por Trump le rindió frutos de manera escandalosa: los 118 millones de dólares que invirtió en la campaña del republicano, tras su victoria le representó más de 77.000 millones de dólares en ganancias, es decir, 641 veces lo invertido. Según los datos del índice Bloomberg Billionaires, la fortuna de Musk se disparó desde los 237.000 hasta los 314.000 millones de dólares, gran parte de eso generado por las acciones de Tesla que subieron un 15% al otro día de la votación.
¡Es la economía, estúpido!
Los demócratas apostaron a que los estadunidenses no querrían a un criminal convicto, al que acusaron de fascista y nazi, en la Casa Blanca. Pero a juzgar por la victoria del magnate neoyorquino, todo indica que la preocupación por la “democracia”, con sus mitos fundacionales difundidos en el imaginario popular (como los de la “tierra prometida”, el “Destino manifiesto” y el “excepcionalismo” estadunidense) −y con un sistema electoral heredado de la esclavitud y signado por su arcaísmo e inconsistencia con los estándares modernos de elecciones directas−, fue sobrevalorada.
Si bien el tema influyó en millones de votantes, los resultados demuestran que el dicho “¡es la economía, estúpido!”, aplicó ahora en EEUU; millones de ciudadanos de a pie (incluyendo de manera notable 45 % del voto latino), sufragaron con el bolsillo, diezmado por una inflación anual de 8% que provocó una subida de los precios de bienes y servicios de más de 20 % y aún más alto para los alimentos básicos, escandalosa para las mayorías populares. Además, el enorme aumento de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal para “controlar” la inflación aumentó las tasas hipotecarias, las primas de seguro, el pago del alquiler de automóviles y las facturas de tarjetas de crédito. De allí que, como señala Michael Roberts, la percepción de que los hogares estadunidenses medios han sufrido una pérdida de niveles de vida en los últimos cuatro años no es un mito, contrariamente a las opiniones de los economistas convencionales. Como sostiene William I. Robinson, el establishment político estadunidense ha perdido su legitimidad ante las masas. Dice:
“El Partido Demócrata hace muchos años abandonó la clase obrera multiétnica. Es un partido del neoliberalismo, de Wall Street, de los multimillonarios, del complejo militar-industrial y de la guerra. Los republicanos son peores.”
Y agrega:
“Trump ha sabido proyectarse como forastero político listo a batallar la elite de Washington en defensa del hombre común, en contra del estatus quo. Ha sabido manipular el descontento masivo con un discurso populista, racista, nacionalista y neofascista; con falsas promesas de resolver los problemas socioeconómicos de las masas y con una escalada de retórica antiguerra y propaz, después de que los encuestadores del equipo de Trump determinaron que así podrían captar los votos de millones de personas que se oponen al genocidio en Gaza.”
De allí que recomienda distinguir entre la retórica de Trump y la realidad. La retórica política de Trump, al igual que sus contrapartes de la ultraderecha populista en otros países, es a favor de la clase trabajadora nativa.
“Pero el programa de Trump es anti-obrero; específicamente, representa una guerra descomunal e implacable contra la clase trabajadora y los pobres, y a favor del capital transnacional. Se trata de completar radicalmente el cambio, hacia la liberación del capital de toda barrera a su acumulación desenfrenada, que comenzó hace medio siglo con la globalización capitalista y el neoliberalismo.”
Por otra parte, millones de estadunidenses están convencidos de que las causas penales contra Trump son persecución política (lawfare) y que el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 −amplificado por la dictadura mediática liberal demócrata−, por más grave que sea, no es peor que el estancamiento económico. Asimismo, les resultó ofensivo que el supremacista y clasista Joe Biden los tildara de “basura” y Harris de “fascistas” por apoyar a Trump, cuando lo único que quieren es “su” sueño americano: tener mejor calidad de vida.
Trump se alzó con la victoria en los estados “pendulares”: Wisconsin, Pensilvania y Michigan, que son parte del llamado “cinturón del óxido”, el otrora cinturón industrial convertido ahora en un paisaje deslocalizado y deprimido socio-económicamente en el centro-oeste de Estados Unidos. Y también triunfó en el “cinturón de la Biblia”, constituido por los estados del sureste, incluidos Georgia y Carolina del Norte, y en los otros dos estados “bisagra” claves: Arizona y Nevada.
Presentándose a sí mismo como un promotor de los valores de la masculinidad tradicional e instrumentalizando en su campaña los códigos “antiwoke” (el modelo ideológico de relaciones sociales que incluye la diversidad sexual, teorías de género a ultranza, feminismo y el ‘crisol’ racial por la inmigración) como parte de su guerra cultural contra el progresismo, Trump, además de alcanzar un total de 312 sufragios del Colegio Electoral −superando ampliamente los 270 necesarios para ganar la presidencia−, le sacó tres millones de diferencia a Harris en el voto popular, según las últimas proyecciones, por lo que su show mercadotécnico fue más eficaz que el de los demócratas. No obstante, cabe señalar que Trump se impuso con apenas 30% de los votos del electorado habilitado para sufragar (262 millones), en unos comicios en los cuales 107 millones de personas se abstuvieron (40%). Trump recibió dos millones menos de votos que en 2020 y los demócratas unos 10 millones menos; en tanto, el gran ganador fue el abstencionismo.
Sin embargo, los republicanos ganaron el Senado y todo indica que también triunfarán en la Cámara de Representantes. Por lo que Trump ejercerá su presidencia con el control de los poderes Legislativo y Judicial, y también de una Suprema Corte ultraconservadora, integrada por ministros que él designó en su anterior mandato. Asimismo, tendrá pleno dominio sobre el Partido Republicano, que ha venido saneando de “antitrumpismo». Será, pues, un jefe del Ejecutivo todopoderoso: ningún inquilino de la Casa Blanca había tenido el dominio de los tres poderes desde Grover Cleveland, en 1892. Trump casi lo tiene ya y se dispone a darle uso a ese poder.
Halcones y sionistas en el gabinete y puestos clave
En campaña, el magnate de 78 años prometió que los principales ejes de lo que denominó Maganomics serán aranceles más agresivos sobre las importaciones de todo el mundo, especialmente de China y México, y una represión draconiana a los inmigrantes ilegales, a quienes acusó, en su grosero racismo, de “envenenar la sangre” de EEUU. Asimismo, basándose en la desacreditada teoría del “goteo”, prometió recortes fiscales a los muy ricos y a las grandes corporaciones para generar inversión (pero aumentará los impuestos a casi todos los demás, lo que conducirá a una mayor desigualdad).
Trump ha dicho que será “dictador” por un día, el primero de su gobierno, en el que emitirá una cascada de decretos presidenciales con todo lo que quiere cambiar en su país. Según Zanny Minton Beddoes, editora de The Economist, los países que están más cerca de la ‘línea roja’ de Trump son: México y Ucrania. La agenda radical de Trump, coincide el Financial Times, pondrá a prueba la fragilidad de México. Pero sin duda, cabe agregar, que el enemigo principal será China.
Los primeros nombramientos de Trump como presidente electo apuntan en esa dirección: posturas antimigrantes, mano dura en política interna y el ascenso de halcones, neoconservadores y sionistas en asuntos externos.
El diputado Mike Waltz, republicano de Florida y coronel retirado de las fuerzas especiales (boinas verdes), fue nombrado asesor de Seguridad Nacional en la Casa Blanca. Waltz fue asesor antiterrorista del entonces vicepresidente Dick Cheney, bajo la presidencia de George W. Bush. Trump subrayó que es experto en “amenazas” presentadas por China, Rusia, Irán y el terrorismo global. No mencionó que Waltz también tiene un interés especial en México: como legislador, junto con su colega Dan Crenshaw, de Texas, a principios de enero de 2023 promovieron en el Congreso estadounidense un proyecto de ley para autorizar el uso de fuerza militar contra los cárteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco que trafican fentanilo, a los que calificaron como organizaciones criminales paramilitares trasnacionales. Lo que ha dado pie a que el presidente saliente del Partido Acción Nacional (PAN), Marko Cortés, insista en promover en México una ley para tipificar la violencia generada por las bandas criminales como delito de “narcoterrorismo”, postura que ha sido calificada por la presidenta Claudia Sheinbaum como un llamado a la “intervención extranjera”, motivo por el cual, el dirigente derechista podría ser acusado de “traidor a la patria”.
Tras la evacuación de soldados de EEUU de Afganistán, en 2021, Waltz instó a Joe Biden a reanudar las operaciones militares en la región. Según reveló The Intercept, antes de su candidatura al Congreso en 2018, Waltz dirigía una empresa contratista de defensa con oficinas en Afganistán. Un día antes de las elecciones presidenciales, el congresista comentó en una entrevista que para poner fin al conflicto en Ucrania era necesario incrementar las sanciones contra Rusia y adoptar una postura más permisiva respecto a que Kiev empleara armas de largo alcance proporcionadas por la OTAN.
Una designación que resultó una sorpresa hasta para el propio Pentágono, fue la de Pete Hegseth como su próximo secretario, ya que carece de experiencia militar de alto rango y en seguridad nacional. También veterano de la Guardia Nacional del Ejército como Mike Waltz, Hegseth participó en las invasiones de EEUU en Afganistán e Irak, y estuvo desplegado en el Campo Rayos X de la base naval de Guantánamo. En los últimos 8 años se desempeñaba como presentador de Fox News. “Pete es fuerte, inteligente y un verdadero creyente en America First [‘EU primero’]. Con Pete al timón, los enemigos de EEUU están advertidos: «nuestras Fuerzas Armadas volverán a ser grandes y EEUU nunca retrocederá”, declaró Trump en un comunicado publicado en su red Truth Social.
Graduado en la Universidad de Princeton, con un posgrado en Harvard y condecorado con dos Estrellas de Bronce y una Insignia de Infantería de Combate, Hegseth fue presentado por Trump como “un valiente y patriótico defensor de nuestra política de ‘Paz a través de la Fuerza’ ”. Según funcionario de Defensa citados por CNN, que declararon bajo anonimato, todos estaban “en shock”. A su vez, el oficial de inteligencia retirado Larry Johnson consideró que la elección de Hegseth es “una broma absurda”.
Hegseth ha considerado a China como una amenaza, señalando que Pekín está “construyendo un Ejército específicamente dedicado a derrotar a Estados Unidos”. También es conocido por su postura belicista hacia Irán, al que tacha como un país “maligno”, y por ser un gran defensor de la estrecha relación de EEUU con Israel. Además, defendió la muy controvertida decisión de Trump de asesinar al general iraní Qasem Soleimani, en 2020. Después del asesinato de Soleimani, instó a Trump a bombardear infraestructura crítica en Irán, incluidas mezquitas y hospitales. Hegseth acusó a Irán, Hamás e Hezbolá de intentar destruir el Estado judío. También criticó a Biden por no enviar armas con suficiente celeridad a Ucrania y llamó a Putin “autoritario” y “criminal de guerra”. Según la agencia AP, Hegseth ha criticado las iniciativas para que las mujeres ocupen puestos de combate, afirmando que dichas políticas rebajan los estándares del Ejército. Al mismo tiempo se opuso a los programas de diversidad, que, en su opinión, promueven la propagación de la cultura ‘woke’ entre los militares.
Otro nombramiento fue el del exjefe de Inteligencia Nacional, John Ratcliffe, como director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Según Trump, Ratcliffe “siempre ha sido un guerrero por la verdad y la honestidad (…) y garantizará los más altos niveles de seguridad nacional y la paz a través de la fuerza”. Ratcliffe fue el sexto director de Inteligencia Nacional y el principal asesor de inteligencia de Trump durante su primer mandato. Como congresista, fue uno de los principales responsables en cuestiones de seguridad nacional, en tanto que miembro de los comités de Inteligencia y Judicial de la Cámara de Representantes y presidente de Ciberseguridad en el de Seguridad Nacional. John Ratcliffe calificó a Irán de perpetrar “actos de guerra” contra EEUU, alegando que el país hackeó correos electrónicos de la campaña de Trump y conspiró para asesinarlo. Sostiene que EEUU debería llevar a cabo ataques conjuntos con Israel contra Irán, con lo cual apoya la estrategia de “máxima presión”.
Con México en la mira
En Seguridad Interna, cuya prioridad será impulsar las medidas antimigrantes, Trump nombró a la gobernadora de Dakota del Sur, Kristi Noem, conocida por su línea dura contra los trabajadores indocumentados, quien trabajará junto con Tom Homan, ex jefe de la Agencia de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) y futuro “zar de fronteras” y Stephen Miller, el arquitecto de sus políticas antimigrantes ahora y durante su primer periodo en la presidencia.
Noem encabezará una secretaría que incluye a la ICE así como la Agencia de Protección Fronteriza. En su anuncio, Trump destacó que Noem fue la primera gobernadora en enviar soldados de la Guardia Nacional (la cual está manejada en cada estado por gobernadores) para “ayudar a Texas para luchar contra la crisis fronteriza” de Biden. Ella declaró que “con Trump, aseguraremos la frontera, restauraremos la seguridad a las comunidades estadunidenses para que las familias de nuevo tengan la oportunidad de buscar el sueño americano”.
Respecto a Homan, Trump anunció que se encargará de la frontera sur (con México), la frontera norte (con Canadá), y toda seguridad marítima y aérea. Además, señaló que Homan −quien inició su carrera profesional en la Patrulla Fronteriza y escaló hasta llegar a ser jefe de aplicación de ley y expulsiones durante el gobierno de Barack Obama−, estará encargado de toda deportación de extranjeros irregulares de regreso a sus países de origen. Ya entonces, los críticos de Homan lo habían apodado “deportador en jefe”. Luego, como jefe en funciones de ICE en el primer año y medio de la primera presidencia de Trump, Homan fue el encargado del dramático incremento de deportaciones e implementó la medida de separar por la fuerza a por lo menos 5 mil niños de sus padres en los procesos de detención y deportación.
Homan es un primer golpe directo para México. Homan, quien se desempeñaba como comentarista de Fox News, dijo en la pasada Convención Nacional Republicana que tenía un “mensaje” para los millones de inmigrantes ilegales que Joe Biden “liberó en nuestro país en violación de la ley federal”: “Es mejor que comiencen a empacar ahora”.
Después que Trump anunció su nominación, Homan enfatizó en entrevista con Fox News: “He sido claro, y el presidente Trump ha sido claro: las amenazas a la seguridad pública y a la seguridad nacional serán la prioridad porque tienen que serlo. Representan el mayor peligro para este país”. Homan dijo también que “las operaciones en los lugares de trabajo también tienen que realizarse”.
Según la narrativa del próximo gobierno, la administración de Biden puso fin a los arrestos de inmigrantes a gran escala en los lugares de trabajo, lo que, según Homan, facilitó a los empleadores contratar a trabajadores no autorizados, incluidos niños. Homan dijo también que no se utilizarían tropas militares para detener a inmigrantes indocumentados. ICE, dijo, trabajaría para llevar a cabo los planes de Trump de una “manera humana”, en lo que será una operación “necesaria” y “bien dirigida y planificada”. En una entrevista reportada por El País, dijo que no habrá “campos de concentración”, ni “redadas en los barrios”. En los centros de trabajo sí, pero no serán redadas, sino “registros”. Al planteársele si la inhumana medida de separar a los niños de los padres debería de ser considerada otra vez, respondió: “Necesita ser considerada, absolutamente”. Aunque agregó que, tal vez, en el próximo gobierno de Trump no necesitaría separar las familias, porque éstas podrán ser deportadas juntas.
A su vez, elevar al neofascista Stephen Miller, quien junto con el vicepresidente JD Vance y Steve Bannon son extremistas de la llamada “Derecha Alternativa” (Alt-Right), a subjefe de gabinete en la Casa Blanca, refuerza la intención de Trump de proceder con “deportaciones expeditas de indocumentados” y obtener los recursos lo más pronto posible para implementar las órdenes ejecutivas que podrían ser firmadas el 20 de enero próximo, cuando tome posesión. Según el propio Miller, entre las propuestas ya elaboradas se contempla el uso de la Guardia Nacional para realizar arrestos masivos, instalar campos de detención de inmigrantes indocumentados y declarar una emergencia nacional con el fin de emplear fondos y personal gubernamental no autorizados para este propósito en las redadas. Entre esas órdenes se incluye restablecer la “emergencia” bajo el llamado Título 42, que también facilita las expulsiones. Miller ha dicho que la próxima administración Trump tiene la intención de restaurar el programa “Quédate en México”, que obligaría a inmigrantes que solicitan asilo a esperar en dicho país mientras se procesan sus peticiones, aunque expertos señalan que eso requerirá la aprobación del gobierno de Claudia Sheinbaum.
Rubio, un ultraderechista, en la Secretaría de Estado
En otra polémica designación, Trump dijo el 13 de noviembre que nominará al senador republicano por Florida, el cubano-estadounidense Marco Rubio, para la estratégica Secretaría de Estado. Según Trump, Rubio “será un firme defensor de nuestra nación, un verdadero amigo de nuestros aliados y un intrépido guerrero que nunca retrocederá ante nuestros adversarios”. Por su parte, Rubio, un fanático cruzado contra el “comunismo” de 53 años, escribió en X que “bajo el liderazgo del presidente Trump entregaremos la paz a través de la fuerza y siempre pondremos los intereses de los estadunidenses y de EEUU por encima de todo”.
El senador republicano es un admirador de Israel, partidario de amplias sanciones contra Irán y un duro crítico de China y los gobiernos izquierdistas de Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia, y también de Andrés Manuel López Obrador. En junio de 2022, en el marco de la Cumbre de las América en Los Ángeles (presidida por Biden y a la que el mandatario mexicano no asistió), calificó a AMLO como un “apologista de la tiranía en Cuba, un dictador asesino en Nicaragua y de un narcotraficante en Venezuela”. Rubio, quien desempeña un papel clave en la promoción de la guerra híbrida intervencionista contra Cuba, Nicaragua y Venezuela, brindó un sólido respaldo al gobierno fake de Juan Guaidó. En cuanto a la guerra por delegación (o proxy) de EEUU contra Rusia en Ucrania, Rubio, que ha sido muy duro con Moscú en el pasado, respaldó a Trump en la búsqueda de un rápido final al conflicto, señalando que el enfrentamiento entre los países ha llegado a un punto muerto y debe terminar.
Rubio, quien fue brevemente precandidato republicano a la presidencia en 2016 antes de la coronación de Trump, también ha propuesto sanciones de EEUU contra México por el programa de médicos cubanos en el país azteca y porque Pemex ha enviado petróleo a la isla de la cual sus padres migraron en 1956. Aunque ha tomado una posición más cautelosa en torno a la presidenta Claudia Sheinbaum, después de su elección, Rubio expresó que
“mientras EEUU continúa enfrentando una crisis sin precedente contra el fentanilo y la migración ilegal, espero que la presidenta electa Sheinbaum confronte esos temas con dureza (…) “EEUU debe estar preparado para enfrentar desafíos continuos en el futuro de las relaciones entre EEUU y México con el crecimiento del crimen transnacional, la corrupción y el ‘narcoterrorismo‘ ”.
Agregó:
“Insto a Sheinbaum, como la primera presidenta judía de México (sic), a que apoye a nuestros aliados israelíes tras el injustificado ataque terrorista de Hamás y que condene enérgicamente a aquellos líderes –tanto en nuestra región como en el mundo– que están cortando lazos con el Estado judío de Israel”.
Asimismo. a finales de agosto publicó en X: “Las reformas del presidente López Obrador y la presidenta electa Sheinbaum son una amenaza a los valores democráticos de nuestra región”, después de que él y varios otros senadores expresaron su alarma por la reforma judicial en México. En 2015, Rubio bloqueó el nombramiento de Roberta Jacobson como embajadora de EEUU en México, por su papel en ayudar en la negociación diplomática para la normalización de las relaciones con Cuba durante los últimos dos años de la presidencia de Barack Obama. El senador por Florida también ha criticado la política del presidente Biden hacia Caracas. Cuando el gobierno demócrata levantó las sanciones sobre el petróleo de Venezuela, Rubio declaró: “Otro fiasco de política exterior del equipo de Biden-Harris”.
Se ha comentado que la selección de Rubio es curiosa, ya que en 2016 fue un crítico feroz de Trump durante la campaña por la nominación republicana, tomando posiciones muy diferentes en política exterior. Por ejemplo, Rubio promovió exitosamente una ley, en 2024, que requiere un acto del Congreso antes de que un presidente pueda ordenar el retiro de Estados Unidos de la OTAN, algo con lo que Trump suele amenazar. No obstante, Rubio ofrece algunas ventajas para el presidente electo: es el primer republicano en ganar más de 45% del voto latino (54 % de los hombres latinos), Trump podría anunciar que está nombrando al primer secretario de Estado latino en la historia. Sin embargo, las reuniones de gabinete podrían ser un poco complicadas, ya que Trump es famoso por imponer apodos a todos sus opositores, y el que usó para Rubio en 2016 fue little Marco (el pequeño Marco), y aún está por verse si de repente lo llama así.
Por otra parte, Trump nominó a la veterana de la Reserva del Ejército de EEUU, la teniente coronel Tulsi Gabbard, de 43 años, como directora de Inteligencia Nacional. Gabbard fue congresista durante cuatro mandatos, así como candidata presidencial demócrata en el 2020. “Sé que Tulsi aportará a nuestra comunidad de inteligencia el espíritu intrépido que ha definido su ilustre carrera, defendiendo nuestros derechos constitucionales y garantizando la paz a través de la fuerza”, declaró Trump en un comunicado. Gabbard, quien sirvió en zonas de guerra en Oriente Medio y África, anunció en octubre del 2022 su salida del Partido Demócrata y se convirtió en independiente. En agosto del 2024 apoyó formalmente la candidatura de Trump para un segundo mandato y poco después empezó a trabajar como copresidenta de su equipo de transición. Posteriormente, en octubre del 2024, se unió al Partido Republicano.
El equipo de transición de Trump también anunció el nombramiento del exgobernador de Arkansas, el sionista Mike Huckabee, como embajador a Israel. Huckabee, quien fue candidato a la Presidencia en 2016, es cristiano evangélico y un feroz defensor del expansionismo de los asentamientos judíos en Cisjordania ocupada, considerados ilegales bajo el derecho internacional. Negó la ocupación militar israelí como un hecho objetivo e, incluso, la existencia en sí misma del pueblo palestino, por lo que se opone a la creación de “dos Estados” avalada por la ONU. Su nominación fue celebrada por miembros del gobierno de la coalición de Benjamín Netanyahu. Su hija, Sarah Huckabee Sanders fue secretaria de prensa durante el primer turno del magnate en la Casa Blanca.
También designó a la congresista de Nueva York, Elise Stefanik, como embajadora de Estados Unidos ante la ONU. Stefanik, quien llegará al cargo con un punto de vista prosionista muy estridente, ha liderado iniciativas para silenciar los movimientos proPalestina en universidades estadunidenses, respaldó la decisión de Israel de cortar la ayuda al UNRWA, acusando a la agencia humanitaria de las Naciones Unidas de estar involucrada en la Operación Diluvio de Al Aqsa. También mantiene una clara postura antiChina. Tras un incidente en Harvard, donde un estudiante fue expulsado por interrumpir al embajador de la República Popular China, Stefanik afirmó que las instituciones de educación superior no deben ser utilizadas como “herramientas para la represión transnacional del Partido Comunista Chino”.
Como señala William I. Robinson, con Trump seguirá el genocidio en los territorios árabes ocupados y hasta aumentará el respaldo militar, económico y diplomático incondicional a los sionistas de Israel. Cabe recordar que durante su primer mandato, Trump trasladó la embajada de EEUU de Tel Aviv a Jerusalén, reconoció la soberanía sionista sobre Jerusalén Este y sobre los Altos de Golán y aumentó el suministro de armas al régimen sionista. Durante la campaña electoral Trump aconsejó a Netanyahu “terminar el trabajo” (del genocidio), dice Robinson y añade que Netanyahu había estado apostando por la elección de Trump.
China, el enemigo principal
Sin duda, la guerra comercial contra China, iniciada por Trump en 2018 durante su primer mandato −e institucionalizada, sistematizada y profundizada por Biden mediante una estrategia de “desacoplamiento” con el pretexto de la seguridad nacional de EEUU−, se ha convertido para Washington en un desafío estratégico mundial. El sueño de EEUU es quebrar a China como ocurrió con la ex Unión Soviética. Para ello, Trump planea imponer un gravamen del 10% a todas las importaciones estadunidenses y un impuesto de 60% a las mercancías provenientes de China, lo que, según algunos expertos, dada la interdependencia de las cadenas de suministros de alta tecnología entre ambos países, podría generar daños a la economía estadounidense derivado de las represalias de Pekín y efectos secundarios como la pérdida de competitividad.
De acuerdo con el diario chino Global Times, el gobierno de Xi Jinping ya no se limitará simplemente a defenderse de las sanciones, los aranceles y las medidas ilegales y hostiles de EEUU, sino que adoptará “contramedidas”; y una vez que China comience a “contratacar”, la situación para la economía de EEUU “no será tan sencilla”. Además, agrega el medio, las restricciones de EEUU no han logrado contener el progreso tecnológico chino y, por el contrario, han estimulado la determinación de Pekín de buscar la autosuficiencia y fortalecer las capacidades de fabricación, por ejemplo, en vehículos eléctricos, inteligencia artificial y otras tecnologías de vanguardia, diversificando sus mercados, fortaleciendo su base manufacturera, profundizando la integración en las cadenas de suministro globales y expandiendo integralmente su presencia en el mercado global.
A manera de conclusión, con ese equipo y retomando la denominación satírica que CJ Hopkins hace del republicano, ¿sería posible el regreso de Trumpenstein, el “monstruo nazi”, sin el aval de sectores del Estado profundo y la plutocracia?
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.