Quizás sea adelantarse dos o tres jugadas, pero es muy difícil que, de incrementarse los ataques de los Estados Unidos a Irán, la nación persa pueda sobrevivir tal como la conocemos. De no suceder algún milagro, un verdadero milagro, aunque como sabemos el Gobierno chino no es muy dado a las supercherías, por lo que seguramente no sucederá.
Tampoco, por ahora, se podrá esperar demasiado de Moscú, que después de haber abandonado Siria, difícilmente apostará por Irán. La realpolitik tiene maneras extrañas de entender las lealtades, por sobre los intereses estratégicos.
En este contexto, Teherán está solo; más allá de los reclamos de los sectores populares, ningún país de la región se pondrá de su lado. Por lo que ahora y más que nunca, Irán está irremediablemente solo, a no ser por el denodado apoyo de los huthíes yemeníes, que lucharán hasta el final, porque ellos bien saben que este final también será el suyo.
¿Cuánto podrán resistir los cinco o diez mil hutíes una vez que Estados Unidos se asiente en la región, los ayatollahs sean derrotados y los sionistas, envalentonados por el efectivo y ventajoso rediseño de la región se sientan más autorizados que nunca a decidir quién vive y quién muere?
Trump, que hasta horas antes de los ataques a las instalaciones nucleares de Natanz, Isfahán y Fordow, había afirmado que se tomaría dos semanas antes de decidirse a atacar. En días en que el tiempo vuela, atacó horas después de haber afirmado otra cosa.
Aunque tampoco parece haber sido una gran sorpresa para Teherán, desde donde se dice que ya habían sido desactivadas esas instalaciones con la suficiente antelación para que muchos de sus equipamientos fueran mudados de lugar en prevención de los ataques norteamericanos, que, como en cada ocasión, siempre finalmente llegan.
Donald Trump debió acceder un poco obligado por las súplicas de Netanyahu y su pandilla, en pos de la oportunidad única en los cuarenta y seis años de vida de la revolución que puso en fuga al sha Reza Pahlevi y a muchos de los saqueadores del país.
Desde entonces, tras la vuelta del ayatollah Ruhollah Khomeini a Teherán, Irán se convirtió en un pésimo ejemplo para el mundo islámico, que, a excepción de Nasser, Gaddafi y el sirio Hafaz al-Asad, padre de Bashar, seguía adormecido entre el khat, los beneficios petroleros, las plegarias y el Acuerdo Sykes-Picot de 1916.
A pesar de que ideológicamente son muy disímiles, Irán se convirtió en un foco de resistencia a los abusos de Occidente para la región, como lo es la Cuba del comandante Castro para América Latina. Por lo que cada una de esas dos naciones, a su tiempo, fue bloqueada, atacada y constantemente amenazada.
Netanyahu le ha ofrecido una posibilidad única a Trump para terminar con el actual Irán de manera definitiva, sin que nadie vaya a levantar la voz, en estos tiempos en que tan bien parecen sentar los genocidios. De derrocar al Gobierno de los ayatolás, lo que quizás suceda indefectiblemente, Trump reafirmará su plan de “Retorno a Asia Oriental” con el que pretende contener política, comercial y, llegado el caso, militarmente a China.
Medio Oriente liberado de la presencia de un Irán revolucionario se volverá a convertir en un coto de caza para las petroleras norteamericanas fundamentalmente, con lo que conseguirán mayores prebendas de las monarquías del Golfo, que por aquello de “cuando veas las barbas de tu vecino…” estarán dispuestas a negociarlo todo Make America Great Again.
Ahora queda en duda si fue una estrategia de distracción la de Trump, que obviamente estaba al tanto de la inminente decisión del régimen sionista que reclamaba públicamente a Netanyahu que esperara los resultados de la cumbre con Irán, en pos de un nuevo acuerdo nuclear.
Si bien Israel consiguió golpear duro, la capacidad de respuesta militar de Teherán, la misilística persa, ha logrado vulnerar, como nunca antes, la “Cúpula de hierro”.
Este contexto hizo que el gurú global de la ultraderecha, Steve Bannon, llamara “traición” a la decisión de Netanyahu, no consensuada con Washington, de iniciar la guerra con Irán. Netanyahu sabía que no podría ganar la guerra en solitario. Antes de que todo se saliera de control, Estados Unidos, junto al Reino Unido y a Francia, corrieron en su ayuda. Mientras tanto, la huida en masa de ciudadanos judíos hacia Chipre y algunos puntos de Europa comenzaba a parecerse demasiado al Saigón de 1975 o al Kabul de 2021.
Trump sigue convencido de que los tres centímetros que le salvaron la vida en el atentado de julio del año pasado siguen de su lado. Por lo que está convencido de que la mayoría de los norteamericanos lo apoyarán en esta guerra, que tiene todas las condiciones para derivar en un nuevo Afganistán.
Mientras, queda pendiente la alternativa de que Irán bloquee el estrecho de Ormuz, que comunica el Golfo Pérsico con el de Adén y el mar Arábigo, por donde pasa al año el veinte por ciento de la producción petrolera mundial y cerca de un treinta de la gasífera. Lo que sumado a los ataques hutíes en el mar Rojo, que comunica por el estrecho de Bab el-Mandeb Adén con el canal de Suez, conforma una pinza entre ambos estrechos que, de mantenerse presionada, podría poner a Europa de rodillas y a gran parte de la economía mundial.
Cómo desintegrar Irán
A tiro de piedra de la caída del Gobierno iraní, queda por ver qué puede suceder en el país. Las variables son muchas: un golpe de Estado contra Alí Jamenei, el líder supremo de la nación, con la instauración de un gobierno más amable con los Estados Unidos e Israel. Que desde Washington se decida instalar al heredero del sha, Mohamed Reza Pahlevi, que, desde la muerte de su padre en 1980 anda buscando conchabo.
O que se produzca una balcanización de hecho, para lo que las condiciones están dadas. Irán, con cerca de noventa millones de habitantes, casi un ochenta por ciento chiitas, cuenta con minorías intensas como kurdos, sunníes y baluchís, que han tenido a lo largo de todo el proceso de la revolución islámica posturas separatistas.
Alentados por Israel, Arabia Saudita y los Estados Unidos, grupos como el Jaish al-Adl o JAA (Ejército de la Justicia), baluchi-wahabita que opera principalmente en la provincia de Baluchistán y Sistán, fronteriza con el Baluchistán pakistaní, han sido una cabecera de playa para los enemigos de la revolución islámica, habiendo realizado atentados y ataques que dejaron miles de muertos. Anteriormente llamado Movimiento de Resistencia Popular de Irán: Jundallah (soldados de Dios), desde 2005, son financiados y asesorados por Washington y Tel Aviv.
El Jaish al-Adl, del que se sospecha tiene contactos con el Dáesh, fue el responsable del doble atentado suicida que mató a ochenta y cuatro personas en la ciudad de Kerman, al sureste del país, en enero de 2024, en los homenajes en conmemoración del cuarto aniversario de la muerte del general Qasem Soleimani, perpetrado por la CIA, en el aeropuerto de la ciudad de Bagdad.
La actividad terrorista baluchí en el interior de Irán, próxima a la provincia pakistaní de Baluchistán, si bien no tiene la misma intensidad que la de sus hermanos del Ejército de Liberación del Beluchistán (BLA, por sus siglas en inglés) en el país vecino, ha sabido golpear con dureza cada vez que tuvo oportunidad, como en febrero de 2019, cuando un shahid (atacante suicida) se detonó en cercanías de un bus del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria (IRGC) en la ruta Khash-Zahedán, en proximidades con la frontera de Pakistán, consiguiendo asesinar a veintisiete guardianes. En diciembre de 2023, en Rask (provincia de Sistán-Baluchistán), ataques coordinados contra tres comisarías mataron a once policías y provocaron decenas de heridos.
En abril del 2024, una nueva oleada de ataques coordinados contra cuarteles de la Guardia Revolucionaria y dos comisarías dejó veintiocho muertos, diez de ellos pertenecientes a las fuerzas de seguridad, en las ciudades de Rask y Chabahar, al sur de Irán.
Otro de los grupos facciosos que puede atentar contra la integridad de la nación persa es el Movimiento Árabe de Liberación de Ahvaz (ASMLA, por sus siglas en inglés), articulado desde Arabia Saudita. Instalado en la región de Juzestán, al suroeste de Irán, junto al Golfo Pérsico, se define como la resistencia contra la ocupación persa.
En múltiples ocasiones ha atacado oleoductos y otras instalaciones petroleras. En septiembre de 2018, durante una parada militar por el Día de las Fuerzas Armadas, en la ciudad de Ahvaz, un grupo de terroristas abrió fuego contra la formación militar, asesinando a una treintena entre soldados y civiles e hiriendo a más de sesenta. (Ver: Je ne suis pas l’Iran.)
De balcanizarse Irán, y si la provincia de Sistán-Baluchistán consigue mayor autonomía o directamente la independencia, se constituiría en un inmediato riesgo para la integridad de Pakistán, ya que las hoy muy activas formaciones del BLA, con el apoyo de India, generarían una turbulencia casi insostenible para Islamabad, lo que abriría la posibilidad de una reconfiguración de su territorio, con consecuencias tan irremediables como las de Irán.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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