El pasado 26 de junio, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) anunció que, con el aval de 98 por ciento de sus bases de apoyo, «emprenderá una nueva iniciativa política de carácter nacional e internacional». Tras analizar «las ventajas y las desventajas, los peligros y los riesgos», el Comité Clandestino Revolucionario Indígena resolvió dar […]
El pasado 26 de junio, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) anunció que, con el aval de 98 por ciento de sus bases de apoyo, «emprenderá una nueva iniciativa política de carácter nacional e internacional». Tras analizar «las ventajas y las desventajas, los peligros y los riesgos», el Comité Clandestino Revolucionario Indígena resolvió dar un «nuevo paso» para «construir otra cosa». Después, en la Sexta Declaración de la Selva Lacandona planteó: «Hemos llegado a un punto en que no podemos ir más allá y, además, es posible que perdamos todo lo que tenemos si nos quedamos como estamos y no hacemos nada más para avanzar. O sea que llegó la hora de arriesgarse otra vez y dar un paso peligroso pero que vale la pena (…). Un nuevo paso adelante en la lucha indígena sólo es posible si el indígena se junta con obreros, campesinos, estudiantes, maestros, empleados, o sea los trabajadores de la ciudad y el campo».
En el marco del Plan La Realidad-Tijuana, el EZLN propone realizar otro encuentro «intergaláctico» y anuncia el lanzamiento de una «campaña nacional» para la construcción de otra forma de hacer política, un programa de lucha nacional y de izquierda, y por una nueva Constitución.
En círculos de inteligencia militar, el documento fue interpretado como un «adiós a las armas» del EZLN. Y ésa parece ser también la impresión que prima en sectores cercanos al zapatismo: se interpreta que la construcción de «otra cosa» pasa, en la etapa, por la forja de una organización política estructurada de «abajo hacia arriba», alternativa al neoliberalismo. La construcción de un polo político y social nacional, en alianza con los trabajadores del campo y la ciudad que constituyen el eje vertebral de la izquierda histórica, sin que eso implique convertirse en un partido político con registro ni que estén optando por la vía electoral.
El inicio de la nueva fase zapatista coincide con el proceso de militarización que a escala nacional lleva a cabo el gobierno de Vicente Fox, como complemento de su accionar antisocial y antidemocrático. Bajo presión de Estados Unidos, Fox ha terminado por colocar al ejército federal en funciones de policía interna.
El operativo México Seguro (diseñado en Washington) significa la abdicación sin precedentes de la soberanía nacional. El hecho de que el ejército esté dedicado a cuidar la frontera sur del imperio, abandonando su función principal de defensa del territorio nacional, coloca a México ante el riesgo de una desintegración del Estado.
La reaparición zapatista se dio después de un par de hechos en apariencia inconexos. Uno, la decisión unilateral del Banco Bilbao Vizcaya Argentaria Bancomer, firma de capital español, de cancelar a finales de mayo nueve cuentas de Enlace Civil, agrupación encargada de gestionar donaciones nacionales e internacionales destinadas al EZLN. El argumento esgrimido por la institución bancaria fue «protegerse del lavado de dinero» y «evitar riesgos operativos».
Dos, los operativos «antinarcóticos» realizados por la Secretaría de la Defensa Nacional los días 15, 16 y 17 de junio. De inmediato, columnistas con acceso a fuentes de inteligencia militar comenzaron a difundir en los medios «información» sobre el presunto vínculo del EZLN con el «negocio del narcotráfico». La construcción mediática de lo que se ha dado en llamar narcoguerrilla ha sido una estrategia utilizada por Estados Unidos en los países andinos, que serviría al Pentágono para poner un pie dentro de México. La instrumentación de México Seguro, junto con la reactivación de grupos paramilitares en Chiapas, alimenta la hipótesis sobre una eventual provocación gubernamental en la coyuntura.
El proceso de restructuración zapatista venía de atrás. En un comunicado, el subcomandante Marcos informó que desde mediados de 2002 el EZLN «entró en un proceso de reorganización de su estructura político-militar. Esta reorganización interna ya ha terminado. Tenemos las condiciones necesarias para sobrevivir, como organización, a un ataque o acción del enemigo que acabe con nuestra dirección actual, o que intente aniquilarnos totalmente. Los escalones de mando y la sucesión de responsabilidades han quedado claramente establecidos, así como las acciones y medidas a tomar en caso de ser agredidos por las fuerzas gubernamentales y por sus paramilitares. (El EZLN está) en condiciones de seguir dirigiendo la lucha zapatista, aunque pierda, así sea por cárcel, por muerte o por desaparición forzada, a parte o la totalidad de su dirección actual conocida públicamente».
A su vez, la Sexta Declaración de la Selva Lacandona señala: «Vimos que el EZLN con su parte político-militar se estaba metiendo en las decisiones que le tocaban a las autoridades democráticas, como quien dice ‘civiles’. Y aquí el problema es que la parte político-militar del EZLN no es democrática, porque es un ejército, y vimos que no está bien eso de que está arriba lo militar y abajo lo democrático, porque no debe ser que lo que es democrático se decida militarmente, sino que debe ser al revés: o sea que arriba lo político democrático mandando y abajo lo militar obedeciendo. O tal vez es mejor que nada abajo sino que puro planito todo, sin militar, y por eso los zapatistas son soldados para que no haya soldados».
En ningún momento el EZLN se ha referido al abandono de la vía armada. Es, por tanto, una organización militar clandestina que el primero de enero de 1994 declaró la guerra al ejército federal y luego de negociaciones con los gobiernos de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo quedó protegido por una ley de concordia y pacificación que dio lugar a una tregua armada, que caducará ante un eventual reinicio de las hostilidades bélicas por alguna de las partes. A descifrar, pues.