La derrota de EEUU en Afganistán agudiza la crisis de la sociedad estadounidense y le da centralidad a la declinación del imperio en favor de China y Rusia.
La decisión de Joe Biden de acelerar la retirada de las tropas en Afganistán terminó en una verdadera debacle. Numerosos analistas equiparan esta derrota con la sufrida por EEUU en Vietnam. Tal vez resulte una mirada algo superficial pues pasa por alto que esta derrota es esencialmente política e ideológica más que militar. Para el académico libanés Gilbert Achcar, «las fuerzas sudvietnamitas eran mucho más sólidas que las del gobierno afgano, que lograron resistir durante dos años la ofensiva de las fuerzas comunistas que el propio EEUU fue incapaz de derrotar y que contaban con un apoyo internacional y regional mucho mayor del que jamás han tenido los talibán».
Tanto el ejército como la policía afgana, organizados y equipados con armamento por EEUU nunca mostraron mayor disposición a la lucha y sufrieron la corruptela de un régimen artificial organizado desde arriba. Hay indicios de que estuvieron infiltrados desde sus inicios. Todo explicaría porque se desmoronaron tan rápido frente al talibán.
20 años después
La ofensiva de EEUU, lanzada como respuesta a los atentados del 11-S del 2001 con la excusa de combatir el terrorismo y «liberar al país» (en realidad ocultaba una estrategia imperial para posicionarse en Asia Central) tuvo también un contenido de keynesianismo de guerra ayudando a recuperar una economía en recesión (importancia económica del complejo militar/industrial). Se da la paradoja que la actual derrota ocurre cuando la economía estadounidense ha recuperado su lugar en el mundo globalizado. Está en franca expansión (+7% estimado para este año) y arrastrando, junto con la china (+8.5%), a la economía mundial.
Dos décadas después los objetivos de terminar con el talibán, de construir una fuerza militar afgana y forjar un Estado nacional «moderno» quedaron solo en enunciados. El fracaso es en toda la línea y el poder ha vuelto a manos de quienes lo detentaban 20 años atrás.
Dimensión de la derrota
La derrota sacude el tablero internacional. Es que Afganistán está ubicado en el corazón del Asia, su importancia estratégica deviene de ser punto de encuentro entre Eurasia, Asia Central, China, India y el Oriente Próximo; de sus fronteras con Pakistán, Irán y China y de su cercanía con varias potencias nucleares. Además territorio estratégico para el paso de oleoductos y gasoductos. Su principal actividad es la agricultura, aunque solo el 5% de su tierra es cultivable (uno de los mayores productores mundiales de opio, que se extrae de cultivos ubicados en zonas dominadas por los talibanes más radicalizados y son su fuente de financiamiento). Pero su territorio también contiene petróleo, gas, hierro y oro, y sobre todo cobalto y litio (esenciales para la nueva era tecnológica) lo que le otorga gran relevancia para las potencias mundiales.
Esta derrota puede ser un punto de inflexión. Por un lado coloca a EEUU en su momento de mayor declinación frente a China en su disputa estratégica y en paralelo deteriora las relaciones con las potencias europeas que Joe Biden estaba tratando de recuperar luego de los destratos de Donald Trump. Por el otro agudiza las contradicciones internas en la sociedad norteamericana, incluso los demócratas podrían perder las elecciones de medio camino el año que viene en ambas cámaras (en diputados tienen una débil mayoría de 8 bancas, mientras que en senadores están empatados). Adicionalmente descoloca a la comunidad atlántica y a la OTAN, que se alinearon con EEUU y coorganizaron la «Operación Libertad Duradera». La retirada anticipada y unilateral de las tropas estadounidenses sin aviso a los europeos introduce nuevos elementos de crisis en el bloque mientras aumenta el descrédito de la dirigencia política, que alcanzaría a la alemana Angela Merkel (su partido podría perder las próximas elecciones, incluso ya se está hablando de un gobierno de coalición). Debe medirse también el impacto que el regreso de los talibanes tendrá en el mundo islámico, especialmente en Pakistán, Yermén, Siria, Somalia y en algunas naciones de la ex URSS.
Con la OTAN retirando también sus tropas el protagonismo pasa a Rusia, Irán, Pakistán, que vive el triunfo como propio, y especialmente a China que se ha convertido en el gran interlocutor con los talibanes. En julio pasado una delegación visitó la República Popular, se comprometieron a que no volverían a ser refugio y base de ataques de grupos tipo Al Qaeda, también incursionaron en temas comerciales y de inversión. Afganistán necesita reconstruir y construir infraestructura que permita integrar las distintas zonas del país hoy incomunicadas (lo que favorece a los señores de la guerra locales frente a la centralidad frustrada de Kabul). En tanto que China ve ahí la posibilidad de extender la Nueva Ruta de la Seda, que así quedaría a las puertas de India, hasta ahora renuente a integrarse al proyecto.
Todo sucede cuando no es de descartar una nueva ola de refugiados (estimada en 3.5 millones de personas), que Europa no está dispuesta a recibir sino en cuenta gotas, mientras que Turquía sí y ganar así prestigio internacional.
Tiempo de incertidumbres
El triunfo de los talibanes y la segunda gran derrota de EEUU han puesto en movimiento las principales piezas del tablero global. Sus efectos serán duraderos y se verán a futuro. ¿Qué implicancias estratégicas tendrán? ¿Los que regresan al poder serán los mismos que lo perdieron en el 2001? ¿El reconocimiento de China y Turquía los legitima? ¿Afganistán se consumirá en una nueva guerra civil como en los inicios de los ’90 o los triunfadores lograran un mando unificado que contenga y discipline a las diversas tribus, etnias y al ISIS local? (los recientes atentados en las cercanías del aeropuerto de Kabul y las demoras en formar gobierno no son buenas señales) ¿Las mujeres mantendrán lo poco alcanzado en estos años en los centros urbanos, no así en el interior. Lograran forjar un movimiento que las libere de tanta opresión y atraso, cuando de alguna forma han sido aliadas del invasor que les ofrecía mejores condiciones de vida y existencia).
La declinación de EEUU ha avanzado varios casilleros y esto abre numerosos interrogantes.
Eduardo Lucita. Integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).
Fuente: http://www.laarena.com.ar/opinion-la-declinacion-del-imperio-2192300-111.html