2007 ha sido el año más violento en Afganistán desde el derrocamiento de los talibán. Después de seis años de enfrentamientos, surgen cada vez más dudas sobre la utilidad de la actual estrategia. El presidente afgano, Hamid Karzai, ha anunciado el aumento de contactos con varios «destacados comandantes» de la insurgencia, que se suman a […]
2007 ha sido el año más violento en Afganistán desde el derrocamiento de los talibán. Después de seis años de enfrentamientos, surgen cada vez más dudas sobre la utilidad de la actual estrategia.
El presidente afgano, Hamid Karzai, ha anunciado el aumento de contactos con varios «destacados comandantes» de la insurgencia, que se suman a la oferta de negociaciones realizada en septiembre. Después de seis años de creciente enfrentamiento armado, esta oferta supone un giro de 180 grados en la estrategia de Karzai y sus valedores internacionales. El presidente, no obstante, aclaró que el diálogo alcanza sólo a aquellos que no formen parte de al-Qaeda o de las redes terroristas y que se comprometan a cesar la violencia y a aceptar la actual Constitución. La insurgencia también ha presentado sus condiciones: el control de diez provincias del sur, la salida de las tropas internacionales y la liberación de los prisioneros talibán. En este contexto, aun en el caso de que haya acuerdos con algunos comandantes, sólo supondrán arreglos parciales y no el cese integral del conflicto.
El año 2007 ha representado un cambio de tendencia para la operación internacional. La insurgencia afianza un giro en su estrategia: de los combates abiertos que dominaron en 2006 a la intensificación de tácticas terroristas y la penetración en el norte a lo largo de 2007. En este contexto de caos creciente es en el que se produce la oferta de diálogo de Karzai. El presidente afgano ya no confía en que la estrategia internacional pueda sacarle del aprieto, y explora otras alternativas, que bien podrían interpretarse como un gesto desesperado en busca de soluciones locales.
Éste ha sido el año más violento en Afganistán desde el derrocamiento de los talibán en 2001. El conflicto ha dejado en 2007 más de 6.000 muertos, entre ellos un millar de civiles y 400 soldados internacionales. Los atentados suicidas se han incrementado casi un 30% y los incidentes violentos alcanzaron una media de 550 al mes, frente a los 425 incidentes en 2006. Los talibán consolidan sus posiciones en buena parte de las provincias del sur e incluso en distritos del hasta ahora pacífico norte. Un reciente informe afirmaba que los talibán están presentes en el 54% del territorio de Afganistán. De hecho, la mayor parte de los trabajadores humanitarios ha abandonado el sur y el este del país debido al alto riesgo de sufrir ataques de la insurgencia. «Ganar los corazones y las mentes» de los afganos a través del desarrollo y la reconstrucción fue el eje conductor argumentado por los gobiernos occidentales presentes en Afganistán. El repliegue de las organizaciones humanitarias hacia el norte supone un golpe a este objetivo.
Si 2006 significó para la comunidad internacional reconocer que los problemas de Afganistán no podían resolverse únicamente a través de medios militares, en 2007 se da un paso más y empieza a admitirse la imposibilidad de una victoria militar sobre los talibán con los medios actualmente disponibles y sin perspectivas de aumento significativo. La difícil situación en que se encuentra la OTAN en Afganistán requiere de cambios de estrategia profundos que eviten un sonado fracaso. Los socios, acuciados por sus opiniones públicas -especialmente en Europa y Canadá- necesitan buscar vías de salida a la misión militar sin que aparezca como un abandono de responsabilidad. Las negociaciones podrían formar parte de este plan. Varios países, como el Reino Unido o Alemania, han expresado su apoyo a la idea de la negociación, que EE UU admite tácitamente.
A este cambio de actitud ha contribuido la sutil transformación en la Administración Bush hacia posturas más realistas, promovidas por Condoleezza Rice. El plan se completaría con el traspaso de la responsabilidad de la seguridad del país al Ejército y la Policía afganos. La OTAN ha acelerado sus esfuerzos en la formación de ambos cuerpos: los 70.000 soldados que integrarán el Ejército afgano estarán formados a principios de 2008, mientras que se ha reactivado el entrenamiento de la Policía con colaboración de la Unión Europea. Además, los gobiernos de EE UU y el Reino Unido han anunciado nuevas estrategias y la OTAN ha iniciado una completa revisión de la misión en los ámbitos de seguridad y lucha antiterrorista, consolidación del Estado y desarrollo económico.
Nuria del Viso, es periodista y analista de cuestiones internacionales.