Traducido por Gorka Larrabeiti para Rebelión y Tlaxcala
Al contrario de lo que siempre ha sucedido en la historia de Afganistán, este año la guerra no conoce pausa invernal. Es más: en los últimos días se han producido los combates y bombardeos aéreos más violentos de los últimos meses, con muchas víctimas entre los civiles.
Mientras tanto, los Estados Unidos parecen haber perdido definitivamente la paciencia con su ambiguo socio pakistaní, que de «aliado estratégico en la guerra contra el terrorismo» está a punto de ir a parar a la lista negra de «Estados canalla» nada menos que como base de Al Qaeda.
Nuevas masacres de civiles. Al menos dieciséis civiles, además de trece combatientes talibanes, resultaron muertos el jueves por bombas GBU-38 de 250 kg. lanzadas desde bombarderos estadounidenses B-1 contra presuntos escondites de talibanes situados en los límites del Desierto de la Muerte, en el sur de la provincia de Helmand. La OTAN lo ha desmentido, pero la propia policía afgana ha confirmado lo sucedido. La aviación estadounidense y británica llevan días martilleando esa zona, así como los distritos montañosos en el norte de la provincia (Musa Qala, Sangin y Naw Zad), que actualmente se han convertido en agujeros negros de los que no salen noticias independientes (sólo boletines OTAN) y donde análogas matanzas de civiles no dejan, por tanto, ni traza de noticia.
Pero la batalla mas violenta de los últimos meses tuvo lugar el miércoles por la noche, mucho más al este, en la provincia de Pakitka. Tropas de EE.UU, flanqueadas por efectivos afganos y apoyados por artillería pesada y aérea atacaron una columna de talibanes procedentes del Waziristan pakistaní que acababa de atravesar la frontera, entrando en el desierto de Bermel. La OTAN habló al principio de 150 talibanes muertos, pero luego el gobierno afgano rebajó la cifra a 80.
Negroponte amenaza a Pakistán. Para Washington, la batalla de Bermel es la enésima demostración de que la raíz del problema afgano está en Pakistán, en las regiones tribales fronterizas como Waziristán, donde los guerrilleros talibanes tienen sus bases y los líderes de Al Qaeda sus escondites. Bases de las cuales, la próxima primavera partirá la ofensiva talibana para la conquista de Kandahar y luego de Kabul. Para los EEUU y para la OTAN es, pues, vital lograr neutralizar lo antes posible la retaguardia talibana pakistaní.
Hasta ahora, a la intervención directa de EE.UU en Pakistán, se ha preferido la intervención del gobierno de Musharraf, considerado «aliado estratégico» en la lucha contra el terrorismo, Como no lo ha sido, ahora algunos «halcones» de la administración Bush están perdiendo la paciencia.
Tras algunos editoriales candentes publicados en la prensa filogubernamental de EEUU, en los que se auguraba un cambio de rumbo en relación con el aliado pakistaní, decepcionante y ambiguo, este cambio ha llegado de la boca del potente superjefe del espionaje de EEUU (y pronto viceministro de la Rice), John Negroponte, quien, hablando el jueves ante el Senado, acusó abiertamente a Pakistán de ser el actual país-refugio de los líderes de Al Qaeda. Palabras que, normalmente preceden el silbido de las bombas. El mensaje entre líneas para Musharraf queda claro: «O actúas deprisa o Pakistán se convertirá en el próximo objetivo de los EE.UU».
Fuente:
http://www.peacereporter.net/dettaglio_articolo.php?idc=0&idart=7095
Traducido por Gorka Larrabeiti, miembro de Rebelión y Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Esta página se puede reproducir libremente con fines no lucrativos, a condición de respetar su integridad y de mencionar a sus autores y la fuente.