Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
«…la mirada hacia atrás furtiva. Hacia el terror primitivo» (T.S.Eliot, The Dry Salvages [Traducción de José Emilio Pacheco])
Vivimos tiempos afligidos y peligrosos. Somos impotentes ante las perennes agonías de Medio Oriente o el desarrollo hacia la Guerra Fría 2.0. La miríada de ramificaciones de la Larga Guerra del Pentágono o el empobrecimiento de las clases medias del mundo occidental. El sentimiento de una guerra civil global es inconfundible. Por lo menos, en ciertos rincones oscuros de «OTANstán» algunos de los mejores y más brillantes, en silencio, están pensando.
En un breve volumen, Stasis. La Guerra Civile come Paradigma Politico, basado en dos seminarios en Princeton y disponible en italiano y francés, pero no todavía en inglés, el filósofo maestro Giorgio Agamben identifica la guerra civil como el signo fundamental de politización de Occidente. La cuestión clave es si esta proposición ha sido alterada por el desplome de la civilización hacia la dimensión de la guerra civil global.
Stasis es la guerra civil que provocó problemas dentro de la antigua polis griega. Hannah Arendt ya conceptualizó la guerra civil global en 1963. Agamben argumenta que en términos históricos globales la guerra civil global está representada ahora por el terrorismo.
Por lo tanto Foucault tenía razón cuando calificó la política moderna de «biopolítica», dice Agamben, «terrorismo es la forma adoptada por la guerra civil cuando la vida se convierte en un juego político».
Todo tiene que ver con el equilibrio entre oikos (la familia) y polis (la ciudad) como la identificaban -siempre ellos- los griegos. Por lo tanto, cuando la polis se presenta bajo la cara tranquilizadora de un oikos, como en la tan reconfortante imagen de la «casa de Europa» vendida por Bruselas o en «el mundo como el espacio absoluto de la administración económica global», argumenta Agamben, «la stasis, que no puede ser colocada entre oikos y polis se convierte en el paradigma de todo conflicto y asume la cara del terror».
Por lo tanto terrorismo igual a guerra civil global. El próximo paso que no da Agamben -después de todo es un breve ensayo- sería calificar la miríada de declinaciones de terrorismo; no solo del tipo EI/ISIS/Daesh, sino el terrorismo de Estado, como el asesinato indiscriminado de civiles en todo el mundo por nuestros usuales sospechosos imperiales y subimperiales.
La barbarie comienza en casa
Como el terrorismo es una forma de barbarie, otro breve ensayo –L‘Europe a Deux Visages- del maestro sociólogo Edgar Morin, va un paso más lejos al conducirnos a una breve pero muy ambiciosa antropología de la barbarie humana.
Morin argumenta que las ideas de Homo sapiens, Homo faber y Homo economicus son insuficientes. Después de todo Homo sapiens puede convertirse en Homo demens (vea el interminable archivo de delirio y dementia, de Nerón a Dick Cheney. Homo faber también puede producir una colección interminable de mitos. Y Homo economicus puede convertirse en Homo ludens, un alborozado jugador (excluyendo al ministro alemán de finanzas Schäuble.)
La barbarie humana pertenece desde luego a Homos demens; un ávido productor de delirio (el califa de Daesh Ibrahim), odio (saudíes contra chiíes), desdén (los ricos contra los oprimidos) y -los griegos, de nuevo- hibris (los juicios y tribulaciones del Imperio del Caos). Para no mencionar, como Morin nos recuerda, que la tecnología introduce su propia forma de barbarie, la barbarie del puro, glacial cálculo.
Morin nos muestra que es posible que Europa no haya tenido el monopolio de la barbarie, pero ciertamente ha manifestado todas las formas de barbarie registradas en la historia en una forma mucho más permanente, masiva e innovadora. Y vincula toda esta innovación a la formación de la nación europea moderna, en España, Francia, Portugal, Inglaterra.
El caso más incriminatorio es España. En las áreas islámicas -Al Andalus- hubo mucha tolerancia hacia cristianos y judíos y en la zona cristiana tolerancia hacia musulmanes y judíos, hasta 1492.
¿Qué pasó en 1492? «No solo el descubrimiento de América y el inicio de la conquista del Nuevo Mundo. Fue también el año de la conquista de Granada, el último bastión musulmán en España, y poco después el decreto imponiendo a judíos y musulmanes la elección entre conversión o expulsión. Esta invención europea, la nación, se basó desde el principio en un fundamento de purificación religiosa».
Bueno, por lo menos Occidente fue bendecido por el Renacimiento que gestó el humanismo europeo. Morin identifica dos explicaciones divergentes para la esencia del humanismo. Una alaba la tradición judeocristiana. La otra es sobre Grecia Antigua, porque en el pensamiento griego el espíritu humano y la racionalidad afirman su autonomía. La mejor justificación puede ser que el humanismo desarrolló un mensaje griego, revitalizado en la Italia del Renacimiento. Unos minutos contemplando la Primavera de Botticelli en la Galleria degli Uffizzi pueden bastar para zanjar el caso.
Auschwitz = Hiroshima
Morin también nos recuerda que «en la ciudad democrática de Atenas la diosa Atenea no gobierna, protege». El verdadero significado de democracia es que los «ciudadanos responsables tienen el gobierno de la ciudad en sus manos». Cuesta ajustar a Merkel, Cameron, Hollande o al nuevo capo de la Casa de Saud en esta descripción.
Paralelamente, mientras se desarrollaba la barbarie europea, Morin nos recuerda que siempre ha tratado a El Otro -pensad en el Sur Global- como bárbaro, en lugar de celebrar una diferencia y ver la oportunidad del enriquecimiento mutuo a través del conocimiento y de las relaciones humanas.
Hay excepciones, por cierto. Por lo tanto en nuestra actual lamentable condición lo menos que podemos hacer es escuchar las lecciones de Spinoza para quien la razón era soberana, no «una razón fría, glacial, sino una razón profundamente compasiva». Spinoza era un espíritu tan independiente como Montaigne, otro de nuestros inspiradores modelo.
Morin es implacable: si Auschwitz fue la barbarie suprema, lo mismo fue Hiroshima. Califica a Bruselas, correctamente, como una «tecnoburocracia europea», insiste en que Turquía es «una potencia europea», especialmente después de la caída de Bizancio y señala afectuosamente que «la cultura rusa llevó sensibilidad y una profundidad humana a la cultura europea», ya que «Rusia es también europea». Anda a contárselo a los abastecedores de la Guerra Fría 2.0.
Por lo tanto, no se ha perdido todo, aunque tenemos que admitir que la barbarie también somos nosotros. Morin nos dice que pensar seriamente en la barbarie es contribuir a regenerar el humanismo. Por lo tanto, incluso en estado de sitio y bajo la égida de una guerra civil global, resistiremos con nuestros corazones y nuestras mentes. No pasarán.
Pepe Escobar es autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War (Nimble Books, 2007), Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surge (Nimble Books, 2007) y Obama does Globalistan (Nimble Books, 2009). Contacto: [email protected]
Fuente: http://atimes.com/2015/04/civil-war-up-humanism-down-pepe-escobar/
rCR