Entre los tantos aspirantes a sindicaturas y diputaciones en la República Dominicana es que uno encuentra, curiosamente, las mayores descalificaciones de los mismos aspirantes. Cada uno de ellos, en la elaboración de su propio lema de campaña, se las ingenia para descalificar a la oposición, reflejando en su conjunto la opinión que tienen de ellos […]
Entre los tantos aspirantes a sindicaturas y diputaciones en la República Dominicana es que uno encuentra, curiosamente, las mayores descalificaciones de los mismos aspirantes.
Cada uno de ellos, en la elaboración de su propio lema de campaña, se las ingenia para descalificar a la oposición, reflejando en su conjunto la opinión que tienen de ellos mismos.
Cuando Roberto Salcedo, actual síndico que aspira a reelegirse, alega, para justificar el voto a su candidatura, que él «sí puede», descarta, al mismo tiempo, a los demás candidatos por impotentes. Cuando Pacheco, en su aspiración a la alcaldía, se presenta como un «síndico de 24 horas», deja entrever en los restantes aspirantes su escasa devoción hacia el trabajo.
El aspirante que enfatiza que ha estado «siempre a tu lado» está dando a entender que los demás candidatos te han dado la espalda. El que se propone porque «yo resuelvo» reprocha en los demás que no resuelvan; el que se promueve como «el único capaz», está censurando en los demás su incapacidad; el que alega ser «un síndico probao», rechaza a los demás por inexpertos.
Del lema que subraya la honestidad de un candidato se infiere la deshonestidad del resto, de la misma forma en que se establece la desconfianza general a partir de un candidato que «sí es de tu confianza».
El que dice tener las «manos blancas» busca diferenciarse de quienes no las tienen; como pone distancia entre sus aspiraciones y las de tantos mentirosos, el diputado que, en su defensa, alega «hablar verdad».
Quien se hace llamar «la nueva conciencia nacional» descarta las posibilidades de las viejas, acaso ni conciencias ni nacionales; quien se propone como diputado «para estos tiempos», censura los viejos tiempos de los que proceden los otros candidatos; y quien dice ser un «hombre de palabra» está denunciando en los demás el escaso valor de sus compromisos.
Así es que, por estos y otros muchísimos ejemplos extraídos de los lemas de los tantos candidatos, lo que la ciudadanía debe tener claro antes de plantearse el voto, es que los aspirantes no tienen palabra, no son honestos, son vagos, traidores, carecen de conciencia nacional, no cumplen, sólo buscan enriquecerse, no tienen escrúpulos, tampoco moral, son incapaces e impotentes, roban, abusan, atropellan, mienten…
Y son ellos mismos quienes lo reconocen.