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La cara oculta de la luna

Ban Ki-moon mantiene a la ONU como un apéndice de la injerencia occidental en Líbano

Fuentes: Rebelión

El nombre del nuevo Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, se presta al juego de palabras. Él es coreano pero si usted lector, usted lectora está ante su ordenador y pincha en su ratón para conseguir una traducción automática de un texto en inglés en el que aparezca Ban ki-moon, verá la curiosa correspondencia […]

El nombre del nuevo Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, se presta al juego de palabras. Él es coreano pero si usted lector, usted lectora está ante su ordenador y pincha en su ratón para conseguir una traducción automática de un texto en inglés en el que aparezca Ban ki-moon, verá la curiosa correspondencia de «Ban Ki-luna». El sistema entiende la última parte de su apellido, moon, como la palabra inglesa luna.

El pasado 14 de marzo presentó el informe trimestral, el primero bajo su mandato, sobre la aplicación de la Resolución 1701 que ponía fin a la guerra de Líbano y que el Consejo de Seguridad de la ONU bautizó como «cese de las hostilidades entre Israel y Hizbulá». Un buen termómetro para saber si su mandato va a seguir las líneas continuistas de su antecesor, Kofi Annan, o está dispuesto a transitar por un camino autónomo y de recuperación del prestigio de una ONU en el sumidero tras la guerra contra Iraq y el rosario de resoluciones que ha venido adoptando sobre Palestina, Siria, Afganistán e Irán, por mencionar sólo las que afectan al mundo árabe-islámico.

La decepción no puede ser mayor y la imagen es la misma que la que ha dado en su reciente visita a Bagdad tras la audaz acción de la guerrilla al bombardear la zona verde, muy cerca de la sede gubernamental donde ofrecía su rueda de prensa: susto. O miedo. Miedo a unos pueblos que luchan por su independencia, dignidad y soberanía. Miedo a unos pueblos que como el palestino, el iraquí, el iraní o el afgano están poniendo de manifiesto que Occidente les ha subestimado. Con su informe sobre la situación en Líbano -y con su reciente recomendación al nuevo gobierno de unidad palestino de que cumpla las condiciones del cuarteto (EEUU, ONU, UE y Rusia) para reconocer a Israel y no a éste para que cumpla las resoluciones de la propia ONU que viene rechazando desde siempre- Ban ki-moon ha mostrado su cara oculta. Como en el mítico disco del grupo inglés Pink Floyd, ya se puede hablar de «el lado oscuro de Ban Ki-moon», solo que sin música y tanta poesía.

El secretario general de la ONU ha presentado su informe (1) en una fecha emblemática, el 14 de marzo de 2007. No es casual. Las partidos neoliberales y prooccidentales que componen el gobierno libanés son conocidos como «las fuerzas del 14 de marzo» en referencia a que ese día del año 2005 se iniciaron una serie de manifestaciones importantes reclamando la salida del país de las tropas sirias en lo que la prensa occidental ha venido calificando como «la revolución del cedro», en un remedo de la «revolución naranja» que tuvo lugar en Ucrania y que fueron, ambas, incentivadas como modelo para derribar gobiernos díscolos e imponer otros prooccidentales.

Ban Ki-moon inicia su informe afirmando que «continúa la aguda crisis política en el Líbano y aumentan las preocupaciones israelíes por la transferencia no autorizada de armas a través de la frontera entre el Líbano y la República Árabe Siria» al tiempo que le inquieta que «no haya habido mayores progresos respecto de problemas clave, que son vitales para la consecución de una cesación del fuego permanente y una solución a largo plazo, como la cuestión de los soldados israelíes capturados y los prisioneros libaneses, las Granjas de Shebaa y la cesación de los vuelos israelíes» (apartado 2).

Estas son, también, las principales conclusiones de un informe de 15 páginas y 68 apartados que se incluyen en tres puntos y en una observación final. Dentro de los puntos hay subgrupos sobre el respeto a la Línea Azul (zona fronteriza entre Líbano e Israel), medidas de seguridad, desarme de los grupos armados, embargo de armas, minas terrestres y bombas de racimo, soldados capturados y prisioneros y demarcación de fronteras.

Problemas con la FPNUL

La evaluación que el Secretario General de la ONU hace de la presencia de las fuerzas de la FPNUL es, como no podía ser de otra forma, muy positiva. Habla de su labor en el sur del país, de cómo intenta mediar entre libaneses e israelíes ante las violaciones de la Resolución 1701 por parte de ambos aunque quien aparece más veces mencionado es Israel como principal violador de la misma por mantener una parte de sus tropas en la zona de Al-Gayar, aldea libanesa, realizar vuelos diarios sobre territorio libanés y haber detenido a un joven en territorio libanés y haberlo trasladado a Israel aunque luego fuese devuelto a su país.

Pero aquí se termina la reprimenda a Israel. En esa esquizofrénica tarea occidental de intentar culpar por igual a las dos partes, le toca el turno al Ejército libanés. Ban Ki-moon se queja de que la situación interna libanesa haya provocado que las Fuerzas Armadas de ese país no tengan mucho interés en hacer cumplir la R1701 y dice que «aún reconociendo los problemas de capacidad» de las FAL ha observado cómo en algunas ocasiones «sus unidades han mostrado cierta renuencia a responder a peticiones de la FPNUL, incluso al realizar operaciones de búsqueda coordinadas» aunque en la mayoría de los casos finalmente se haya podido llegar a acuerdos.

Especialmente destacable es el hecho de que señale que «ha habido varios incidentes en que patrullas de la FPNUL [en concreto las compuestas por españoles en la zona de Marjayoun, según recogió el diario The Daily Star en su edición del 19 de febrero] se han enfrentado a ataques con piedras lanzadas principalmente por jóvenes del país. Las Fuerzas Armadas del Líbano han tomado medidas para prevenir esos incidentes aislados y, en algunos casos, han detenido a los culpables». Indica que «las autoridades municipales de un número reducido de ciudades y aldeas plantearon su preocupación por algunas actividades de la FPNUL en sus zonas, en particular las patrullas con vehículos pesados» (apartado 21) y luego dice que «en general, las autoridades locales y los residentes han mostrado buena disposición hacia la misión».

Si es así, no se entiende por qué las tropas de la FPNUL han solicitado a la ONU que se las dote de material antidisturbios «para actuar en situaciones de enfrentamiento con civiles y evitar el uso de armamento militar». La petición fue cursada oficialmente el 20 de febrero, un día después del incidente con las fuerzas españolas y se justificó por el incidente de Marjayoun y por la huelga general que paralizó el país a finales del mes de enero. Curiosamente Ban Ki-moon no recoge esta petición en su informe, que indica una preocupante disposición de la FPNUL a intervenir en el conflicto interno libanés a favor del gobierno de Siniora. Lígese esta petición al hecho de que el Secretario General presentase su informe el 14 de marzo y se tendrá una composición más certera de la situación en Líbano y del papel de la ONU en la misma. De hecho, y aunque los dirigentes de Hizbulá han dicho que no tienen problemas con la FPNUL, su televisión Al Manar ha denunciado en reiteradas ocasiones que las tropas de la ONU pasan informes a los israelíes sobre los movimientos de sus combatientes (2).

Hizbulá y los presos

La parte más jugosa del informe es la que hace referencia a Hizbulá y los presos. En repetidas ocasiones de acusa a Hizbulá de violar la R1701 por haber manifestado su derecho a mantener las armas y a moverlas por el territorio libanés y, aunque menciona que va a ser muy difícil que Hizbulá despliegue una nueva capacidad militar al sur del río Litani, dice que «se ha observado personal no armado, presuntamente afiliado a Hizbollah, vigilando las actividades de la FPNUL en varios puntos de su zona de operaciones y, a veces, tomando fotografías y filmando» (apartado 23) al tiempo que menciona que la FPNUL ha recibido informes «sobre actividades realizadas por elementos armados al norte del río Litani» sin que ni el gobierno libanés ni Hizbulá lo hayan negado. Según se recoge en el apartado 24, «se han observado elementos armados, presuntamente miembros de Hizbollah, construyendo nuevas instalaciones en la región de Burgoz, justo al norte del río Litani» y echa una reprimenda al gobierno libanés puesto que le dice que «en lo relativo a las actividades que tienen lugar fuera de la zona de operaciones de la FPNUL, cabe señalar que la responsabilidad primaria de impedir que se inicien acciones hostiles o armadas desde el territorio del Líbano recae en las autoridades y las fuerzas armadas libanesas».

A este elemento de preocupación hay que añadir el que Hizbulá se mantenga firme en la cuestión de los presos libaneses y árabes encarcelados en Israel para ser canjeados por los dos soldados que están en su poder desde mediados de julio de 2006. Es notable reseñar que Ban Ki-moon no utiliza el calificativo de «secuestrados» como hacía Kofi Annan, sino que les califica como «capturados» (apartado 40) y reconoce que Hizbulá «insiste en la liberación de gran número de detenidos en Israel», lo que a su juicio «va más allá» de la R1701 y que Israel no acepta puesto que sólo está dispuesto a intercambiar «un número muy reducido de libaneses a condición de que Hizbulá cumpla sus obligaciones» (apartado 42).

Ban Ki-moon tiene claro que la responsabilidad del estancamiento en este punto es de Hizbulá y afirma que el facilitador que está mediando entre este movimiento político-militar e Israel ha hecho hincapié en la firme expectativa del Secretario General de la ONU de que se encuentre pronto una solución para la liberación de los soldados israelíes «basada en la limitación estricta de las exigencias». Por ello, y atendiendo al «prestigio internacional del Líbano» insta a Hizbulá a que «evite plantear exigencias desproporcionadas y realizar negociaciones prolongadas que no se puedan considerar adecuadas en vista de la urgencia de los casos desde el punto de vista humanitario y el claro mensaje de la resolución 1701» (apartado 44).

Es sarcástico que un Secretario General de la ONU hable en estos términos cuando Israel mantiene detenidos a decenas miles de palestinos. El Comité Internacional de la Cruz Roja ha hecho público un informe en el que se documenta que 140.000 palestinos han sido detenidos en los últimos 20 años (una media de 7.000 al año, casi 600 al mes) y que miles de ellos han permanecido, y permanecen detenidos varios meses, incluso años, sin ser procesados ni condenados formalmente (3). Incluso una institución de la ONU como el Consejo de Derechos Humanos ha calificado la situación en los Territorios Ocupados de Palestina como de «colonialismo y apartheid» (4). El punto de vista humanitario de Ban Ki-moon aquí, como en otros casos, brilla por su ausencia. Ya se sabe que el sufrimiento palestino no cuenta, está dentro del guión.

Favorecer al gobierno Siniora

Respecto a la otra franja de territorio libanés ocupado por Israel, las granjas de Shebaa, el Secretario General de la ONU ha tenido que reconocer que al decir Siria que son territorio libanés se crea «una nueva realidad» -hasta ahora la ONU, como Israel, decía que era territorio sirio- y apunta como hipotética vía de solución el que dicha franja de terreno quede bajo jurisdicción de la ONU hasta que se trace una frontera permanente con Siria, algo que ya había propuesto el gobierno libanés con el consentimiento de Hizbulá (5), para lo que está trabajando un cartógrafo de la ONU, y adelanta que el tema es «crucial» para la aplicación de la R1701 y que «la delimitación exacta de ese territorio tiene que estar lista para el mes de junio» (apartado 66).

El misterio es saber por qué Ban Ki-moon establece el mes de junio para que este asunto esté solucionado. Las hipótesis pueden ser: a) para no dar lugar a que se cumpla un año de la guerra sin que se haya logrado acuerdo alguno; b) a partir de esa fecha se va a entrar en una dinámica muy conflictiva puesto que se tienen que celebrar elecciones presidenciales en Líbano y, en consecuencia, no está dispuesto a dar esa baza a las fuerzas de la oposición patriótica que lidera Hizbulá. E, incluso, c) que se puede calentar mucho más la situación puesto que el Consejo de Seguridad de la ONU ha vuelto a aprobar una resolución de condena a Irán en la que se establece otra vez un plazo de dos meses para que paralice su programa nuclear. Dos meses que terminan en junio y hay quien habla de un ataque de EEUU a Irán para el mes de septiembre.

El gobierno neoliberal y prooccidental de Siniora se ha enrocado en su negativa a aceptar las demandas de la oposición, básicamente centrada en la reforma de las cuotas de gobierno bajo la fórmula 19+11, es decir, 19 ministros pertenecientes a las fuerzas que apoyan al gobierno y el resto a la oposición. Una minoría de bloqueo que obligaría a que cualquier iniciativa sea adoptada por consenso. Eso reflejaría más cabalmente la realidad de la situación en estos momentos. La oposición (Hizbulá, Amal, Movimiento Patriótico Libre, Partido Comunista, nasseristas y otras formaciones) ha realizado impresionantes movilizaciones reclamando este hecho, convocó una huelga general -con el apoyo de los sindicatos- que paralizó el país a finales de enero y mantiene una sentada en pleno centro de Beirut que está arruinando las expectativas creadas por el gobierno con la Cumbre de París III, en la que consiguió el apoyo político y económico de Occidente y de otros países árabes en su política de privatizaciones (6). Si no se aceptan estas demandas, la nueva fase de protestas incluirá una campaña de desobediencia civil que incluiría el impago de impuestos, entre otras cuestiones, con lo que en enfrentamiento civil estaría servido.

Desde la independencia de Líbano, ningún gobierno hasta ahora ha venido realizando sus funciones sin que estuviesen representadas todas las corrientes confesionales o étnicas. El gobierno de Siniora no cuenta con la presencia de los ministros shiíes, que dimitieron en noviembre de 2006, ni con dos cristianos que también apoyan estas demandas. Sin embargo, desde entonces toda la intervención occidental y árabe ha estado centrada en apoyar al gobierno Siniora e impedir el gobierno de unidad nacional que reclama la oposición, que sería un gobierno de transición encargado de organizar nuevas elecciones con una reforma de la ley electoral actual, que recoge aspectos de los Acuerdos de Taif (que pusieron fin a la guerra civil en 1989) y que hoy están obsoletos ante la nueva correlación de fuerzas.

Tras la derrota israelí en la guerra del 2006 la injerencia occidental ha sido constante en Líbano y es, en sí, una actividad inquietante puesto que sólo pretende salvar la cara a un gobierno que carece de legitimidad constitucional. La única explicación de lo que sucede en este pequeño país es que tras el fiasco de Iraq, se quiere hacer de Líbano el nuevo modelo «democrático» de Oriente Medio.

En esta estrategia tiene un papel importante el nuevo Secretario General de la ONU. No hay más que seguir los periódicos israelíes para encontrar que Ban Ki-moon ha mantenido reuniones con los familiares de los soldados israelíes capturados durante una gira que éstos realizaron por EEUU (7), no con los familiares de los libaneses, y que enviados de la ONU han mantenido estrechos contactos con militares israelíes antes de la publicación del informe (8). No se encuentra ninguna referencia en la prensa libanesa de un encuentro similar de los enviados de la ONU con las Fuerzas Armadas de Líbano.

La ONU, desde la invasión de Iraq, ya no es foco de legitimidad alguna y está claramente al servicio de los intereses occidentales y de Israel. La aprobación de la R1701 otorgó a Israel lo que no había conseguido en el campo de batalla y según va pasando el tiempo se van conociendo los verdaderos efectos de esa guerra. Por ejemplo, que los cohetes de Hizbulá hicieron blanco en el puerto de Haifa y en su complejo petroquímico, tal y como reconoce el diario Yediot Aharonot (9) y que se había mantenido en secreto hasta ahora.

Ban Ki-moon ha mostrado su lado oscuro y ya se puede adelantar cuál va a ser su nuevo movimiento: desplegar fuerzas de la ONU en la frontera con Siria dando por buenas las tesis israelíes de que continúan llegando armas a Hizbulá. No serían fuerzas armadas, con lo que no se necesitaría la aprobación de los sirios, sino que se seguiría el modelo seguido en Bosnia de «observadores desarmados». Y luego, volver a insistir en el desarme de las organizaciones palestinas en los campos de refugiados de Líbano y de Hizbulá. Así se cerrará el círculo.

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(1) Informe del Secretario General sobre la aplicación de la resolución 1701 (2006) del Consejo de Seguridad. S/2007/147.

(2) Al Manar, 15 de febrero de 2007.

(3) Europa Press, 16 de marzo de 2007

(4) Comité de Derechos Humanos de la ONU, 22 de marzo de 2007.

(5) Alberto Cruz, «La resolución de la ONU sobre Líbano, última oportunidad para los regímenes árabes prooccidentales» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=36102

(6) Alberto Cruz, «La revuelta popular libanesa contra el neoliberalismo» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=45681

(7) Haaretz, 1 de marzo de 2007.

(8) Haaretz, 24 de marzo de 2007.

(9) Yediot Aharonot, 23 de marzo de 2007.

Alberto Cruz es analista del Centro de Estudios Políticos para las Relaciones Internacionales y el Desarrollo

[email protected]