El mes de agosto se presenta con alta temperatura política en Bangladesh. El país asiático está viviendo unos momentos delicados y tensos, tras la huida de la primera ministra Sheikh Hasina. Al mismo tiempo, la dinámica geopolítica del sur de Asia también puede verse afectada.
Lo que comenzó como una masiva protesta estudiantil contra el llamado sistema de cuotas se ha convertido en pocas semanas en una movilización más amplia que habla de problemas sistémicos generalizados, y en una antesala a la materialización de un cambio de régimen en el país.
Como señala un dirigente estudiantil, “el milagro económico de Bangladesh se ha basado en frágiles cimientos. Si la causa inmediata de la crisis actual puede atribuirse a las cuotas de empleo gubernamentales, la crisis es en gran medida culpa del gobierno. La violencia de estos días es síntoma de las debilidades estructurales en la economía política de Bangladesh (instituciones políticas frágiles y una base económica superficial)”.
La represión inicial y comentarios despectivos sobre los estudiantes que protestaban (llamando “Razakars”, término asociado con los colaboradores durante la guerra de 1971) sólo han servido para inflamar las tensiones, aumentar el tamaño de las manifestaciones e incitar a los líderes estudiantiles a ampliar sus demandas. Al mismo, ha sido utilizada por los partidos de la oposición (el derechista Partido Nacionalista de Bangladesh (BNP) y el islamista Jamaat-e-Islami) para beneficiarse de la inestabilidad política y movilizar sus propias agendas contra la Liga Awami (LA).
Bajo los gobiernos de Hasina y su Liga Awami, la economía creció rápidamente gracias a una ventaja competitiva en la industria textil, especialmente en las exportaciones de prendas de vestir confeccionadas, que sacó de la pobreza a 25 millones de personas y desempeñó un papel clave en el empoderamiento de las mujeres. El ingreso per cápita de Bangladesh fue más alto que el de India en los últimos años y está a la cabeza del sur de Asia en varios indicadores de desarrollo humano. Sin embargo, tras la pandemia, el crecimiento se desaceleró, y las grietas comenzaron a surgir. Y en este contexto, ha aumentado la importancia de los empleos en el sector público, donde, según los estudiantes, las cuotas estaban acaparadas por personas relacionadas con la gobernante LA.
Las cicatrices de la partición todavía perduran. Hasina y la LA representaban la versión secular y modernizadora del nacionalismo bangladesí. El trauma de la partición todavía sigue muy arraigado y aviva los enfrentamientos y la esquizofrenia en la sociedad del país. Las divisiones entre nacionalistas seculares y nacionalistas musulmanes que no apoyaron la guerra de liberación sigue presente, como se ve estos días en los ataques contra personas y propiedades hindúes y de la LA.
Para algunos analistas, ver a Bangladesh “en términos binarios (de musulmán o no musulmán) muestra una profunda interpretación errónea de una sociedad compleja, y revela la miopía de los observadores externos, en particular los analistas cercanos al actual gobierno indio”, temerosos de que una república islámica sea la única alternativa actual.
Los rumores y la reconfiguración geopolítica también planean sobre el nuevo escenario. India ha sido la gran derrotada, abriéndose una etapa delicada para el gigante asiático, ya que ha perdido su alianza estratégica y otro aliado en la región tras la caída de Hasina. El BNP y el Jamaat-e-Islami de Bangladesh que han ganado prominencia, son hostiles hacia India. A ello hay que sumar las preocupaciones por el aumento de la influencia china y paquistaní.
Fuentes de la inteligencia india han llegado a señalar una alianza tácita entre Beijing e Islamabad, donde éstos habrían dado un respaldo financiero sustancial a principios de este año para desestabilizar al gobierno de Hasina, señalando que una parte importante de esta financiación se originó en entidades chinas que operan en Pakistán, como un esfuerzo decidido por reemplazar a Hasina por un régimen amigable con Pakistán y China.
Otras fuentes señalan a EEUU, que enojado por la negativa de Hasina a cederles una base militar en el Golfo de Bengala y deseoso de desestabilizar la región, el llamado proyecto «K» (Kukiland) (la balcanización de Bangladesh y Myanmar que señaló Hasina) y cortar el acceso de India al sudeste asiático y a Eurasia, habría maniobrado
Los próximos pasos son una incógnita. Se prevé un gobierno interino, bajo tutela militar. Habrá que ver si la oposición del BNP y el Jamaat se hacen con el control del mismo, lo que repetiría la situación del pasado y radicalizaría todavía más a los sectores marginados. Sin olvidar la capacidad de los impulsores de las protestas, los estudiantes, para mantener el pulso y acometer su agenda.
Una mezcla tóxica de problemas económicos y una actitud prepotente del gobierno han desembocado en unas protestas que abren la puerta a un escenario desconocido, y todo ello en vísperas del 15 de agosto, aniversario de la muerte en 1975, a manos de militares, del primer presidente del Bangladesh independiente y «padre de la nación», también llamado «Bangabandhu», Sheikh Mujibur Rhman, y padre de Hasina.
Txente Rekondo.- Analista internacional
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