Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
El Secretario General de Naciones Unidas Ban Ki-moon ha nombrado al ex-presidente Bill Clinton su Enviado Especial de NNUU a Haití [1]. Según se ha informado, Clinton viajará al país al menos cuatro veces al año.
«Es una oportunidad de llevar recursos para tratar la inseguridad económica que asola Haití», afirma Brian Concannon [2], un abogado de derechos humanos que trabaja exhaustivamente en Haití. «Pero si la nominación ha de ser algo más que un ardid publicitario, NNUU tiene que arrojar honestamente un rayo de luz sobre el papel desempeñado por la comunidad internacional en crear dicha inestabilidad, incluyendo políticas comerciales y de deuda injustas, y la destrucción y derrocamiento del gobierno constitucional de Haití».
Arrojar este rayo de luz sobre quienes crearon la inestabilidad, como sugiere Concannon, significaría examinar el propio papel que desempeñó el propio Clinton como presidente de Estados Unidos durante uno de los periodos más horriblemente oscuros de Haití.
La agencia de noticias Reuters [3] cita a un diplomático que afirma que Clinton es «una excelente elección para ayudar a abrir las posibilidades de Haití como un objetivo de la inversión» y añadió que su nombramiento «podía atraer la inversión en la nación más pobre del hemisferio occidental y ayudar a estabilizar el país».
Esta última afirmación de «estabilizar» Haití sería cómica por lo irónico si la realidad y la historia de Clinton en Haití no fueran tan mortalmente serias. El hecho es que como presidente de Estados Unidos, las políticas de Clinton ayudaron sistemáticamente a desestabilizar Haití.
Dan Coughlin, que en los noventa trabajó varios años como periodista para Inter Press Service en Haití, afirmó que no lo «podía creer» cuando oyó la noticia. «Dada la agresiva actividad de la administración Clinton para proseguir con las políticas que beneficiaron a la muy reducida elite de Haití, al FMI y a las grandes corporaciones a expensas de los agricultores y trabajadores urbanos de Haití, el nombramiento no augura nada bueno para el tipo de cambio fundamental tan necesario en un país que tanto ha dado a la humanidad», afirmó Coughlin.
En septiembre de 1991 Estados Unidos apoyó el violento derrocamiento del gobierno haitiano, elegido democráticamente, del sacerdote de izquierda Jean Bertrand Aristide al cabo de menos de un año en el poder. En las elecciones presidenciales de 1990 Aristide había derrotado al candidato respaldado por Estados Unidos. Los jefes del golpe militar y sus bandas paramilitares de matones asesinos apoyados por la CIA, incluyendo las tristemente célebres unidades paramilitares FRAPH, eran conocidos por descuartizar a los seguidores de Aristide (y a otras personas), además de por una serie interminable de otros horribles crímenes.
Cuando Clinton llegó al poder jugó un juego despiadado con Haití que permitió al régimen golpista seguir arrasando Haití y desestabilizando aún más el país. Es más, en su campaña para las elecciones de 1992 Bill Clinton hizo campaña sobre la promesa de revocar lo que el llamó la «cruel política del presidente George HW de detener a los refugiados haitianos en Guantánamo sin derechos legales en los tribunales estadounidenses». Sin embargo, tras su elección, revocó su postura [4] y se puso de parte de la administración Bush en negar sus derechos legales a los haitianos. Estos continuaron detenidos en unas condiciones atroces y el Centro para Derechos Constitucionales demandó al nuevo presidente demócrata (¿les suena familiar?).
Mientras Clinton y sus consejeros expresaban en público su consternación por el golpe al mismo tiempo se negaban a apoyar el rápido restablecimiento del dirigente del país elegido democráticamente y, de hecho, no permitieron la vuelta de Aristide hasta que Washington recibió garantías de que, en primer lugar, Aristide no presentaría una demanda por los años de su presidencia perdidos en un exilio forzoso y, segundo, los planes económicos neoliberales estadounidenses se consolidaban por ley en Haití.
«A la administración Clinton se le atribuye el haber trabajado para que Jean Bertrand Aristide volviera al poder después de haber sido derrocado por un golpe militar», afirma William Blum. «Pero, de hecho, Clinton había estado paralizando la vuelta todo lo que pudo y en vez de ello hizo todo lo posible para que los conservadores contrarios a Aristide volvieran a desempeñar un papel fundamental en un gobierno mixto ya que Aristide era demasiado de izquierda para el gusto de Washington». El libro de Blum Killing Hope: US Military and CIA Interventions Since World War II [Matar la esperanza:intervenciones del ejército estadounidense y de la CIA desde la Segunda Guerra Mundial] incluye un capítulo sobre la historia del papel de Estados Unidos en Haití.
El hecho de que se permitiera que durante tres años completos continuara incólume el golpe contra el presidente democráticamente elegido de Haití a Clinton le parecía menos ofensivo que la visión progresista que Aristide tenía de Haití. Como Blum observaba en su libro [5], «[Clinton] realmente no rechazaba al [líder del golpe Raoul] Cèdras y compañía ya que estos no suponía una barrera ideológica para que Estados Unidos siguiera ejerciendo el control económico y estratégico de Haití que había mantenido durante más de un siglo. A diferencia de Jean-Bertrand Aristide, un hombre que sólo un año antes había declarado: «Sigo pensando que el capitalismo es un pecado mortal».
Blum añadía: «Al tener que afrontar a la larga la vuelta al poder de Aristide, Clinton exigió y consiguió (y entonces se aseguró de anunciarlo públicamente) la garantía del presidente de Haití de que no iba a tratar de permanecer en el cargo para compensar el tiempo perdido en el exilio. Clinton, por supuesto, llamó a esto «democracia» , aunque representara una legitimación parcial del golpe. De hecho, los expertos en Haití afirman que Clinton debería haber devuelto a Aristide al poder antes de lo que lo hizo en base a un acuerdo casi idéntico».
Como señala Blum, cuando Aristide volvió finalmente a Haití, «el recibimiento de Jean-Bertrand Aristide fue una celebración gozosa llena de optimismo. Sin embargo, sin que lo supieran sus llenos de adoración seguidores, al tiempo que estaba recuperando a Aristide podían haber perdido el aristidismo».
Como informó entonces Los Angeles Times, «en una serie de reuniones privadas altos cargos de la administración [estadounidense] recomendaron a Aristide que dejara su retórica del bienestar social […] y tratara en vez de ello de reconciliar a los ricos y pobres Haití. La administración también le urgió a ceñirse estrictamente a la economía del libre mercado y a acatar la constitución de la nación caribeña (que da un sustancial poder político al parlamento al tiempo que impone estrechos límites a la presidencia). […] Los altos cargos de la administración han urgido a Aristide a contar con alguno de sus antiguos oponentes para establecer su nuevo gobierno, […] a establecer un régimen de coalición de amplia base […]. La administración ha dejado claro a Aristide que si no logra alcanzar el consenso con el parlamento, Estados Unidos no tratará de apuntalar su régimen. Casi cada uno de los aspectos de los planes de Aristide para volver a asumir el poder, desde gravar a los ricos hasta desarmar el ejército, ha sido examinado por altos cargos estadounidenses con los que el presidente de Haití se reúne diariamente y por altos cargos del Banco Mundial, el FMI y otras organizaciones de ayuda. El paquete final refleja claramente las prioridades de estos últimos. […] Aristide, obviamente, ha bajado el tono de la retórica de la teología de la liberación y de la lucha de clases que eran su firma antes de exiliarse a Washington».
«Mientras Bill Clinton supervisaba la vuelta del presidente Aristide en 1994, también ponía unos estrictos límintes a lo que Aristide podía hacer una vez recuperado el poder», afirma Bill Fletcher, Jr, director ejecutivo de BlackCommentator.com y el último presidente del Foro TransÁfrica. «Clinton promovió una agenda neo-liberal para Haití, con lo que minó los esfuerzos de una administración por otra parte populista progresiva (la de Aristide). No hay razones para pensar que [como Enviado de NNUU] el ex-presidente Clinton vaya a introducir o apoyar esfuerzos para que de manera radical Haití deje de estar el dominio estadounidense y para acabar con la pobreza que ha sido una importante consecuencia de esta triste dominación».
[1] http://www.miamiherald.com/news/americas/haiti/story/1054866.html
[3]http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2009/05/18/AR2009051802539.html
[4]http://www.opendemocracy.net/globalization-institutions_government/guantanamo_haiti_2867.jsp
[5]http://www.killinghope.org/bblum6/haiti2.htm
Enlace con el original: rebelreports.com/post/109822009/bill-clinton-named-new-un-envoy-to-stabilize-haiti-a